La cocina cubana y sin rencores de Verónica Cervera

Para saborear el mejor lechón asado no hace falta regresar a Cuba, tal como prueba esta bloguera culinaria exiliada en Miami.

Verónica Cervera, bloguera especialista en cocina cubana. EMILIO GARCIA MONTIEL
Verónica Cervera, bloguera especialista en cocina cubana. EMILIO GARCIA MONTIEL

Treinta y dos adultos y seis niños desembarcaron en Cayo Maratón, al sur de la Florida, el 8 de septiembre de 1994, para ver el techo de su embarcación colapsar. Llevaban tres días en alta mar y el barco de 37 pies —unos 11 metros de largo— no aguantó más el peso de sus tripulantes; ni el de su alegría, cuando comprendieron que, por fin, habían llegado a su destino y comenzaron a saltar de la emoción. Habían viajado desde el poblado de Remedios, en Villa Clara, Cuba hasta Estados Unidos. Los casi 300 kilómetros recorridos se hicieron demasiado largos, incluso para los 52 años de experiencia de El Gato, pescador y capitán improvisado de aquel grupo que enfrentó el mar de leva, una tormenta y el peligro de ser abordado por otros balseros.

Pero esas 38 personas eran, en realidad, solo el 0,12% de los más de 30.000 cubanos que llegaron a la Florida en balsas y barcos precarios después del sonado Maleconazo. Una protesta popular sin precedentes en el Malecón de La Habana, en agosto de 1994, había llevado a Fidel Castro a declarar que todo el que se quisiera ir de Cuba podía hacerlo. Y aunque todo el que quería no se pudo ir, todo el que pudo se fue. Entre quienes lograron llegar a Miami durante esos meses de emigración masiva, entre aquellos 38 tripulantes del barquito de 37 pies estaba Verónica Cervera.

Ella misma contó la historia en su popular blog La cocina de Vero, en un texto publicado en 2013 en el que celebraba que la fundación Latinos in Tech Innovation & Social Media la hubiese seleccionado como Top Bloguera y la invitara un par de días a la ONU, a reunirse con otras mujeres que, como ella, lideraban la entonces novedosa blogosfera. En ese post, Verónica escribía: “De pronto la tierra se alejaba y yo miraba unas palmas mientras pensaba si algún día volvería, si este viaje nos llevaría a nuestro destino, si regresaría en unas horas —como le había dicho a mi madre (...)”.

No volvió. No lo cuenta en su post, pero su partida fue definitiva. Tampoco cuenta que sonríe con todo el cuerpo, como si aquellos días en un barco lleno de extraños y peligros jamás hubiesen existido en su vida. Está orgullosa de la decisión que tomó. Se pasa el día rodeada de libros, de recetas. Hace lo que ama. Está orgullosa de ser una balsera. Y en ese orgullo ha encontrado espejo su comunidad, la nueva que es, a la vez, la de siempre: la comunidad de cubanos y cubanas que han venido a dar al otro lado del estrecho de la Florida, tan cerca y tan lejos de Cuba, y que comparten y celebran la cocina de Verónica, Vero.

En esta entrevista, COOLT le pregunta si sus miles de recetas compartidas en redes sociales, sus cuatro libros de cocina internacional y cubana, sus miles de seguidores, la convierten en la nueva Nitza Villapol, la influencer de cocina más famosa que dio Cuba en el siglo XX, un mito de la cocina familiar, que tuvo programas de televisión y publicó una decena de libros, aún muy codiciados, antes de su muerte en La Habana, en 1998. Verónica sonríe. No es la primera vez que le hacen la misma pregunta, así que responde pronto: “Nunca he querido competir con Nitza Villapol. Para empezar, Nitza era nutricionista. Yo cocino por pura diversión. No soy purista y me encantan las mezclas”.

Entre 2013 y 2017 La cocina de Vero tuvo sus años de más crecimiento. NBC incluyó a Verónica entre las 10 blogueras latinas a quienes había que seguir la pista. ¿Cómo llegaron tantos reconocimientos? Las respuestas de Verónica remiten siempre a las horas de esfuerzo que dedica a todo lo que le apasiona: “Trabajaba en una compañía [editorial] que se llamaba Santillana y esa compañía la estaban vendiendo. La compró Random House, pero no sabíamos cuántos nos íbamos a quedar en la nueva empresa. Tenía el blog y sabía que mucha gente vivía de sus blogs, haciendo campañas pagadas con marcas, con agencias. Pensé que meterme un poquito más no me iba a hacer daño, era un dinero extra que iba a ganar. Y si el camino A no funcionaba, pues tenía un camino B para tomar. En Cuba no se sabía mucho de comida internacional, pero he estado curioseando todo lo que puedo, preparándolo luego en casa, estudiando por años”.

- ¿Te consideras una influencer?

- Tengo 300.000 seguidores en Facebook. Pero tengo, sobre todo, un grupito que siempre ha estado conmigo y a quienes les tengo mucho cariño. Algunos me dicen que antes no sabían ni servir agua y han aprendido a cocinar muy sabroso con mis recetas; hasta mejor que yo. Solo por ellos ya valdría la pena ser influencer.

- Eres una gran lectora, podrías escribir sobre muchísimos temas, ¿por qué elegir la cocina?

- Cuando [Barack] Obama llegó a ser presidente de Estados Unidos levantó un montón de medidas que previamente Bush había impuesto contra Cuba, como no mandar dinero, restringir viajes. Entonces un amigo peruano me dijo que ahora sí podría ir a Cuba y yo le dije que no, que regresar no dependía del Gobierno americano, sino del cubano. Tenía que pedir permiso para entrar a mi país, sacarme el pasaporte cubano, que costaba más de 500 dólares.

Casualmente había muerto la madre de mi esposo y no lo habían dejado entrar a Cuba para despedirse. Así que creé un blog que se llamaba Evidencia, donde empecé a contar casos de personas a las que no dejaban regresar a la isla. Era, básicamente, un blog sobre separación familiar. Durante años, publiqué muchísimas historias, y muchas más no vieron la luz porque a la gente le daba miedo después de que me contactaban y me pedían ayuda. Me fui envolviendo en campañas disidentes. Y cuando murió [el opositor] Orlando Zapata Tamayo, un grupito de nosotros nos juntamos para hacer una campaña por la libertad de los presos políticos en Cuba.

Juntamos 53.000 firmas. Firmaron [Mario] Vargas Llosa, [Roberto] Saviano, [Pedro] Almodóvar, Víctor Manuel, Ana Belén, o sea, incluso mucha gente que siempre había apoyado a Cuba y un montón de gente más. Lo más trabajoso era comprobar que todas esas celebridades estuviesen realmente firmando, no podíamos decir que Saviano había firmado y que aquello fuera mentira. Finalmente, mandaron a los presos cubanos para España. Un día los sacaron de la cárcel, se lo llevaron al lado del aeropuerto, le dieron ropa y chau, bye. Después de eso, tratamos de ayudarlos también a que empezaran su vida en España. La campaña duró más de lo que inicialmente pensábamos y me quemé un poco.

No quería ni siquiera volver a hacer el blog de la separación familiar. Quería cortar un ratico con Cuba, refrescar, pero quería seguir blogueando. Cuando iba a casa de los amigos, siempre cocinaba; venía gente a mi casa a cocinar, me gusta mucho la cocina y las amistades me pedían recetas todo el tiempo. Así que decidí hacer un blog de cocina y, cuando la gente me pidiera una receta, en vez de escribirla tantas veces, les podía mandar un link. Todo el mundo quedó encantado, empezaron a compartir enseguida y aquello se fue volviendo cada vez más grande. Al principio, posteaba todos los días. Ahora posteo mucho menos, pero en el blog hay más de mil recetas y está activo desde 2011.

- O sea que tu intención primera fue el blog, más que un tema en específico.

- Sí, creo que sí.

- ¿Qué te atrae de esas plataformas?

- No sé… Me gusta escribir. Siempre escribía mis cosas en algún cuadernillo por ahí. Pero un día, limpiando mi casa, los rompí todos.

- ¿Entonces no vamos a leer a Verónica Cervera?

- Déjame con las recetas mejor.

Portada del libro La cocina cubana de Vero, de Verónica Cervera. OBERON

- Te han preguntado antes qué te han enseñado tus libros sobre cocina, como La cocina cubana de Vero (2015) y La cocina cotidiana de Vero (2109); o Yo cocino latino (2021), hecho en colaboración con otras autoras. Tú siempre dices que has investigado mucho para hacerlos, pero ¿qué te han enseñado estos proyectos sobre Cuba?

- Un montón de cosas. Siempre tuve más curiosidad por la comida internacional. Cuando me puse a hacer el libro de cocina cubana, que salió a finales de 2015, me tuve que poner a aprender en serio, a preguntarle a las viejitas de la familia, a las viejitas de las familias de mis amigas. Revisé un montón de libros de la biblioteca de la Universidad de Miami, libros antiguos. Soy un poco cerrada y desde el principio dije: “El libro va a tener 10 capítulos y cada capítulo va a tener 10 recetas”. Pero después me faltaba un potaje básico. O decidir qué echar a una sopa para que fuera mejor. Entonces tenía que pedirle ayuda a alguna amiga. A mi editor se le ocurrió también que buscáramos gente famosa que nos diera su propia receta para el libro. Así que los frijoles negros, por ejemplo, son de Paquito de Rivera; hay un puré de malanga con calabaza de Charín y un batido de mamey de Boris Larramendi.

- ¿Y qué aprendiste sobre Cuba?

- Una de las personas que iba a una de esas comidas que hacíamos en mi casa me dijo un día que su mamá le había mandado desde Cuba un libro de Nitza Villapol, de los años cincuenta. Me lo llevó para que lo viera. Cuando empecé a hojearlo, vi que había mucho de comida internacional en aquellas recetas cubanas de Nitza y que ella usaba muchísimos ingredientes que yo nunca había visto mientras vivía en Cuba. Me di cuenta de que había formas de preparar algunas recetas que no eran iguales a las que habíamos usado por años por culpa de la escasez. Y me di cuenta que después, fuera de Cuba, seguimos haciendo las recetas sin los ingredientes originales, todo por inercia.

Me compré también un libro que se llama Nuevo manual de la cocinera catalana y cubana [de Juan Cabrisas], y no podía creer ese intercambio tan fluido entre las dos culturas. Encontré también recetas del oriente del país, muy diferentes a todo lo que conocemos. Recién salido mi libro, muchos cubanos me decían que no habían comido este o aquel plato, que no conocían algunas de aquellas comidas.

- Siempre asocio a la comida cubana con poquísimas recetas. Recuerdo la primera vez que probé el flan de mamey en un restaurante en Miami y no tenía idea de que algo así existía.

- Nunca vi flan de mamey en Cuba, por ejemplo. En Miami es donde realmente se ha conservado la cocina cubana. El prólogo La cocina cubana de Vero es sobre ese tema, sobre cómo aquí se ha salvado esa cultura culinaria que ha desaparecido en la isla casi totalmente. No sabría decirlo con seguridad, porque no he vuelto a Cuba en muchos años, y a lo mejor, en los paladares y esos restaurantes nuevos, la gente trata de retomar un poquito esas recetas.

- ¿Por qué no has regresado a Cuba desde que te fuiste en 1994?

- En un momento pensé que iba a volver. Pero lo fui posponiendo. Al principio no tenía dinero. Veo que mucha gente que llega ahora tiene como prioridad volver a Cuba. Pero yo no tenía donde caerme muerta y no pensaba que mi prioridad era regresar. Mi mamá estaba en Cuba en ese momento y mi prioridad era ayudarla. Cuando ella vino, en 1998 o 1999, decidí no volver. Me daba pereza gastarme dinero en un pasaporte cubano, tener que pedir permiso. Y fue muy chévere decidir no regresar.

Siempre tenía una pesadilla en la que llegaba a Cuba y no me dejaban salir; soñaba que estaba buscando un barco de nuevo para poder irme; soñaba que estaba, incluso, en medio de una manifestación y me llevaban presa, cuando era impensable que en Cuba hubieran manifestaciones. Después de decidir que no iba a regresar a Cuba, no tuve nunca más esas pesadillas. Me fui de Cuba porque quería ser libre. Quiero ser libre, y solo si no tenía expectativas de regresar podía decir lo que me diera la gana sobre el Gobierno cubano.

- ¿Sientes que has perdido algo no teniendo a Cuba?

- Sí. He perdido volver a ver a familiares y amigos, algunos que lamentablemente han muerto. Esa es la mayor pérdida. No poder despedirme de ellos. No poder ir a su tumba a ponerles una florecita, a decirles: “Te quiero mucho”. La otra pérdida es la de todos los exiliados: aunque regrese, ese lugar ya no es el mío. Pero a donde sea que vaya, tampoco es ese lugar que perdí.

- ¿Por qué hacer activismo entonces a favor de la justicia en un país al que no has regresado?

- Ay, creo que es casi un instinto animal, de preservación. Y por ganas de ayudar a la gente también. Un amigo ahora te dice que tiene un problema en Cuba y, aunque no tengas dinero, lo sacas de donde sea para tratar de resolverle el problema.

- Es interesante que menciones la preservación, esa necesidad de seguir siendo cubanos aunque, a veces, desde Cuba nos digan que ya no somos cubanos.

- Además, en la comunidad cubana de Miami, que es donde he vivido todos los años de exilio, porque fue donde encontré primero un trabajo, me maravilla cómo los cubanos enseñan a los hijos y a los nietos a ser cubanos. Le preguntas a los niños que nacieron aquí de dónde son y te dicen que son cubanos, aunque a lo mejor hasta sus padres nacieron en Miami. ¿Y qué comen? Comida cubana, todos los días. Estamos siempre tratando de crearnos un país fuera del país. Es difícil regresar, y era aún más difícil 10 años atrás.

- Con todos los defectos y las críticas que se puedan hacer, la comunidad cubana en Miami vive en función de lo que pasa en Cuba, pendiente de la isla.

- Todo el mundo se desvive por ayudar al que pueda en Cuba. Ahora mismo, después de tantos años, tenemos un grupo de WhatsApp de las personas que estudiamos juntas en la universidad. Unos están fuera de Cuba y otros dentro, pero es increíble como todas las relaciones se han suavizado. Todas esas discrepancias que teníamos en la universidad, porque unos eran más “integrados” al sistema político que otros, han quedado en el olvido. Ahora muchos hijos de los más “integrados” están en Miami, han cruzado la frontera en esta última oleada de emigración, y algunos de los mismos “integrados” también están aquí. Y nos ayudamos como si no existiera el pasado. Al final, todos fuimos víctimas y tenemos que echar para adelante. Al Gobierno cubano a cada rato le da por suavizar sus medidas políticas; a cada rato se acuerdan de que hace falta ser humano. Y quién mejor que nosotros para ayudar a nuestra gente.

- ¿Crees que la política impulsada por Obama tuvo mucho que ver con las más recientes flexibilizaciones?

- Mucha gente se puso brava con Obama cuando quitó la ley de “pies secos, pies mojados” [que permitía a los cubanos que llegaran a Estados Unidos por cualquier vía conseguir permiso de trabajo expedito y residencia permanente]. Pero todos los cambios que negoció, incluida su visita a Cuba, abrieron caminos muy beneficiosos. El acceso a internet; el aumento de intercambios entre los países, que ayudó a que mucha gente abriera su negocio en Cuba, un restaurante, una tiendecita; todo eso me parecía muy valioso para que el país cambiara…. Pero bueno, otra vez vemos los caminos que van tomado las cosas.

 - Pero ¿hay síntomas de cambio en el país?

- Sí. La gente que no se atrevía a decir nada contra el Gobierno ahora es capaz de expresarse. O de decir, aunque sea, que está cansada. Es que nadie en Cuba se atrevía ni siquiera a decir que estaba cansado, o que le estaban mintiendo, o que esta o aquella ley era un abuso. Y eso ya no es así.

Escritora, periodista e investigadora literaria. Autora de los libros de cuentos Las noventa Habanas (2019) y Retratos de la orilla (2022) y del ensayo El estruendo de Ciclón (2021). Ha colaborado en medios como Cuadernos Americanos, Hemisférica y Decimonónica, Revista Horizontum y La Gaceta de Cuba. En 2021 la revista Granta la incluyó en su número dedicado a Los mejores narradores jóvenes en español.

Lo más leído
Newsletter Coolt

¡Suscríbete a nuestra 'newsletter'!

Recibe nuestros contenidos y entra a formar parte de una comunidad global.

coolt.com

Destacados