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Dainerys Machado Vento: “Cuba es una anomalía”

La escritora reúne nueve historias protagonizadas por mujeres en ‘Retratos de la orilla’, su nuevo libro de cuentos.

La escritora cubana Dainerys Machado Vento, autora de 'Retratos de la orilla'. ELENA CANTÓN/IMÁGENES: ARISTAS MARTÍNEZ

Como mucha gente en 2020, Dainerys Machado Vento (La Habana, 1986) tomó una decisión que en otro momento quizá le hubiese llevado unos minutos más de reflexión. Pero en mayo de aquel año, en pleno confinamiento por una pandemia y recién divorciada, presentarse a un concurso literario era poco más que un entretenimiento. Mientras unos se cortaban el pelo con las tijeras del pescado ante el espejo del baño y otros se entregaban a la repostería casera, ella mandó un cuento a la selección de ‘Los mejores narradores jóvenes en español’ de la prestigiosa publicación literaria Granta. Como quien envía un gif divertido a sus contactos de WhatsApp, la escritora cubana se presentó a una convocatoria que podía cambiarle la vida porque no tenía nada que perder. Se lo comentó a su editor y su acción pasó a un segundo plano de su pensamiento hasta que, meses después, Valerie Miles, cofundadora de la revista en español, se puso en contacto con ella. Giro sorpresa de los guionistas del destino.

“Yo no me lo podía creer ¿Cómo una niña de El Cerro, de ese barrio marginal de La Habana, ahora está en Granta?”, dice Machado a COOLT por videollamada. La revista, que se fundó en Cambridge en 1979, sacó su primera lista de mejores narradores jóvenes en español en 2010. En ella figuraban nombres como los de Alejandro Zambra, Elvira Navarro, Javier Montes, Pola Oloixarac o Andrés Barba, ahora autores más que consolidados. En esta segunda edición de 2021, algunos de los escogidos fueron Camila Fabbri, Andrea Abreu, Paulina Flores, Cristina Morales, Mónica Ojeda, Munier Hachemi o Diego Zúñiga. Y ella, claro. “Hay historias muy simpáticas con los escritores seleccionados, confusiones de nombres, de cuentos… se puede hacer otro libro con todo lo que nos pasó”, relata.

Firmaron un acuerdo de confidencialidad para que no se filtrasen los nombres antes del anuncio oficial de la organización —la emergencia sanitaria trastocó todas las agendas—, pero la espera hizo de tabla de salvación. “Me recuerdo deprimida, pensando cuándo se acabaría la pandemia y animarme al recordar que después anunciarían Granta”, comenta. Después, se inició una cadena de sucesos felices que han traído su último libro, Retratos de la orilla (Aristas Martínez, 2022), a España.

“Creo que estamos hablando un poco gracias a esa lista, porque después de entrar me contactó la agencia Carmen Balcells para representarme”, afirma desde Miami, donde reside actualmente. Antes de esta colección de nueve historias protagonizadas por mujeres que casi se puede leer como una novela, Machado había publicado el libro de cuentos Las noventa Habanas (Katakana, 2019), además de otros relatos recogidos en antologías publicadas en Estados Unidos y México y del ensayo El estruendo de Ciclón (Katakana, 2021).

- ¿De dónde surge Retratos de la orilla? ¿Cuál es el germen de estas historias?

- Sabía que quería seguir escribiendo después de Las noventa Habanas. Empecé con historias como las anteriores, pero quería que estuvieran más conectadas. Después me di cuenta de que el formato se parecía mucho al libro anterior, que son cuentos cortos con mucho humor, y que no era lo que quería contar en ese momento. Además, este lo terminé ya en la pandemia, entonces el tono cambió por completo. Todo ese humor que la gente había encontrado en el anterior aquí no está.

El primer cuento del libro, que para mí da un poco de marco, está basado en un relato y una obra de teatro de un escritor que me gusta mucho, Virgilio Piñera. Se titula ‘El álbum’ y trata sobre una dama que se sienta y obliga a sus invitados a estar horas ahí. Me pregunté cómo sería esa señora desde otro punto de vista, cómo sería pensar en ella en estos tiempos. Son historias de mujeres que para mí están en los 30 años, aunque desde Aristas Martínez me dicen que estas verdades nos pertenecen a muchas generaciones.  

- De hecho, en las dedicatorias hay una frase que dice: “Para las que pasaron los 30, por todo lo que cambia” ¿Qué cambia exactamente?

- Hasta los dientes, imagínate, todo. Yo viví en México y de allí me fui a los Estados Unidos, llegué justo cuando me faltaba un mes para cumplir los 30. Recuerdo esa sensación del día de mi cumpleaños, de mirarme al espejo y decir: “¿Y esta persona quién es?”. Otras mujeres me cuentan que a ellas les pasó a los 40 o a los 45, cada cual vive sus procesos de diferente forma. Yo creo que en mi caso tuvo que ver un poco con esa conciencia de migrar por segunda vez a otro país, con otra edad, y ver los cambios físicos en una sociedad que es absolutamente cruel con la imagen de las mujeres. Eso me chocaba mucho cuando llegué a Estados Unidos: en cualquier lugar, la televisión, una esquina, un autobús, toda la publicidad mostraba esa belleza artificial de las mujeres perfectas. Pasa con Jennifer López, por ejemplo. Qué bueno que sea tan hermosa, pero qué pena que no la dejen envejecer. Como ella, a Cher y otras tantas mujeres que, a pesar de ser grandes artistas, su gran logro es que no envejecen.

En ese momento fui consciente de que, aunque estaba en un momento de muchos cambios todavía a nivel profesional y personal, mi cuerpo ya no era el mismo. La historia que contaban mis cicatrices no eran las mismas. Y veía a mis amigas teniendo hijos y a otras decidiendo no tenerlos. Eso para mí son los 30, cuando te das cuenta de que puedes hacer o no lo que te dijeron que debía ser. En el libro quería decir que se puede ser muchas mujeres.

- Todas las historias se emplazan en el universo cubano pero, en realidad, los temas que tratas, como la violencia machista, los cuidados o la presión de la maternidad, son casi universales.

- Sí, sin duda. Yo, a veces, critico las redes sociales y cómo nos pasamos horas al teléfono. Pero también creo que eso ha sido un gran logro. Hemos visto cómo a todas, sin importar las diferencias culturales, se nos ha tratado de someter a los mismos principios, a los mismos comportamientos. Es increíble que pase lo mismo en un grupo indígena en Chiapas que en un grupo de mujeres en Santiago de Cuba o en Madrid, da igual el lugar donde estemos. Pienso que toda la explosión del #MeToo y de estos movimientos feministas tan fuertes tiene que ver con esa toma de conciencia que nos han dejado las redes sociales.

- El libro se puede calificar de feminista. ¿Tú te defines como tal?

- Yo soy feminista y siempre digo que lo soy también en mi vida privada, que es todavía más difícil que serlo en público. Puedes salir a luchar, pero si luego en la casa tienes la mayor responsabilidad del hogar, aceptas el comportamiento de lo que se supone ser mujer… pues al final la lucha está bien, pero necesitas llevarla hacia adentro de casa.

Creo fervientemente en que el único camino posible es la igualdad y el respeto al otro, a la otra. Y también en la construcción de las identidades sexuales, que cada cual tiene derecho a identificarse con el pronombre que quiera. Todos esos debates que están en boga y que me parecen tan absurdos porque yo siempre le pregunto a la gente: ¿Cómo te afecta a ti que alguien se defina como no binario o que se llame a sí mismo elle? ¿Qué daño te hace? Sí soy feminista y creo que se muestra un poco en todo lo que hago. O espero que así se muestre.

- ¿Cómo es la situación de la mujer en Cuba? Por ejemplo, allí el aborto está permitido, mientras que en otros países aún no o se está prohibiendo de nuevo.

- Me gusta eso que se dice de que Cuba es una anomalía. Por ejemplo, el divorcio en Cuba está naturalizado, no recuerdo una época en mi vida en la que ser hija de una divorciada —yo lo soy— haya importado para nada. Y yo, que recibí muchísima educación sexual, sabía que el aborto es algo que no hay que utilizar como método anticonceptivo, pero que ante un problema es un recurso que estaba a mano.

Pero todo el progreso feminista se detuvo lo mismo que se detuvo el progreso social. Esto generó que estuviésemos adelantadas en estos derechos sociales, pero nos quedásemos en el feminismo de los cincuenta o los sesenta, donde todavía somos las responsables del hogar, del cuidado de los niños y donde la violencia sexual está tan naturalizada que, por más que lo expliques, la gente no lo entiende. La sexualización en Cuba comienza en la infancia, y eso genera muchos traumas a la larga.

- Precisamente el libro tiene una gran carga sexual y erótica.

- El sexo en Cuba es parte de la cultura y tiene escenarios muy violentos y no siempre desde el respeto, pero, a la vez, es como una vuelta a la apropiación de tu propio cuerpo. Esto puede sonar como un estereotipo, pero el sexo en regímenes totalitarios —o al menos en Cuba— se vuelve un espacio de libertad porque puedes decidir plenamente sobre tu cuerpo. Esto se podría complejizar y hablar del problema de la vivienda y de cómo no tener una casa donde vivir repercute en tu manera de acercarte a la sexualidad, claro. Pero creo que tiene que ver con esta manera de ver la vida como un espacio donde el contacto físico es importante.  Mi generación creció en una sociedad donde hablar de sexo es normal y si narras desde lo cubano, narras desde el cuerpo.

- Vives fuera de tu país ¿Cómo se explica Cuba desde fuera?

- Estamos en un momento de un cambio absoluto que vamos a tardar en entender hacia dónde nos lleva y si el resultado es positivo o no. Hoy por hoy, Cuba es un país en el que la gente sale a protestar si se pasa dos días sin electricidad y escribe críticas al Gobierno en las redes sociales, y eso es un cambio. No es suficiente, pero está sucediendo en un país que nunca conoció la democracia: pasamos de la dictadura de Batista a la de los Castro. Eso hace que sea un país que está luchando pero que no sabe qué quiere, no hay un proyecto político.

Los entes más fuertes que están jugando en el escenario político cubano son los mismos que hace 40 años. Los de Miami son los mismos, los de Cuba son los mismos, y es como el juego del gato y el ratón. En realidad, a ninguno de los dos les conviene que se solucione el problema político de Cuba. En Miami muchos son elegidos solo porque tienen un discurso contra el Gobierno cubano y si ese Gobierno se extingue no van a tener discurso.

Pero, a la vez, esas oposiciones se manifiestan mucho en lo que piensa la gente. Es difícil tener un discurso equilibrado sobre lo que pasa en Cuba porque la polaridad política se refleja mucho de arriba hacia abajo. Creo que por eso nos va a llevar más tiempo llegar a un consenso y pensar en cómo organizar una sociedad.

- Según tu biografía, eres escritora, periodista galardonada [Premio Estatal de Periodismo San Luis Potosí 2016] e investigadora literaria. ¿Te identificas con todos estos aspectos de tu trabajo por igual?

- Me costó trabajo poner lo de escritora, yo misma me preguntaba qué significaba. Estudié periodismo y ejercí, así que como que me lo he ganado. Me siento las tres, aunque eventualmente me temo que en esa lista la que menos terminará pesando será la de investigadora literaria porque después de terminar el doctorado he tomado otro camino que tiene que ver más con lo editorial y con la escritura.

- Después de muchas entrevistas, he comprobado que a muchas escritoras les cuesta presentarse como tales, mientras que los hombres no suelen tener ningún problema.

- Tienes toda la razón. Las mujeres tenemos que estar probándonos todo el tiempo. La gente siente que cuando avanzas es producto de una casualidad, casi nadie se detiene a mirar todo el trabajo que hay detrás. Y probablemente sean años de experiencia en el periodismo o en la edición o en la investigación. Son caminos que se van construyendo pero que se ponen en duda muy fácilmente. Mucha gente piensa que naciste el día que te conocieron, el día que publicaste un libro, pero en realidad para llegar a ciertos puntos recorriste un camino en donde te tuviste que probar veinte mil veces y sacudirte a muchos machos que te estaban presionando con un montón de temas. Nos sigue costando identificarnos en ciertas profesiones.

Periodista. Especializada en información cultural, colabora en medios como elDiario.es, El Periódico de España y SModa.