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Un pueblo que se resiste a irse

En el Pacífico colombiano, el océano gana terreno y erosiona la costa de Juanchaco y los pueblos vecinos. Las comunidades reorganizan su vida para no perder el lugar que habitan.

Villavicencio
Habitantes de la zona sur de Juanchaco ven cómo al caer la tarde, con la subida de la marea, el agua empieza a golpear sus casas. MARIO TORO QUINTERO

Juanchaco es la puerta de entrada a Bahía Málaga, ese rincón del Pacífico colombiano donde cada año llegan miles de viajeros a ver ballenas saltar, comer encocado frente al mar y caminar hasta las playas de Ladrilleros y La Barra. Es un lugar donde la naturaleza manda y la gente aprende a negociar con ella: manglares que respiran, lluvias que no avisan, olas que no respetan muros.

Cuando la marea baja, la playa se vuelve otra de las vías funcionales para que motos y cargueros se transporten por allí. MTQ

Pero desde mediados de 2024 el mar ha venido cobrando terreno con una ferocidad inusual. Las calles se desmoronan, las casas caen de noche y la playa parece retroceder a ojos vistos. Los números —esos que suelen parecer fríos— aquí tienen rostro: más de 3.000 familias afectadas, 22 casas ya perdidas y 39 dañadas, el muelle turístico fracturado, el acceso a los pueblos cada vez más precario. La Gobernación declaró calamidad pública. La comunidad cavó trincheras y alineó costales de arena. Aun así, el agua avanza.

Pobladores andan descalzos y con pantalones remangados en zonas comerciales y residenciales debido al aumento del nivel del agua. MTQ

Pero esta no es solo la historia de un lugar que se hunde. Es también la historia de un pueblo que se levanta. En lugar de abandonar su territorio, las comunidades negras de Juanchaco, Ladrilleros y La Barra han optado por desplazarse un poco más arriba, en las pocas elevaciones que ofrece la costa. Siguen aquí, aunque de otra manera. Siguen cocinando para el turista, ofreciendo camas en hostales de madera, guiando a quienes llegan a ver las ballenas en temporada. El turismo comunitario no es solo una fuente de ingresos: es el pegamento que mantiene viva la decisión de quedarse.

Nilson García, propietario del único restaurante de Playa Chucheros, otra de las playas afectadas, atendiendo a una clienta. MTQ

Bahía Málaga es también santuario de yubartas. Y es este vínculo con la naturaleza el que ha impulsado un modelo de turismo organizado por los consejos comunitarios: reglas claras de avistamiento, formación de guías, control de flujos de visitantes. En 2024 llegaron más de 62.000 turistas en temporada de ballenas, generando un impacto económico de más de 43 mil millones de pesos. Esos recursos ayudan a reforzar diques improvisados, a pagar mingas para contener la erosión y, en muchos casos, a reconstruir lo que el mar se llevó.

Lanchero navegando por la Cascada La Sierpe, uno de los puntos turísticos más concurridos del Parque Nacional Natura Uramba Bahía Málaga de Buenaventura. MTQ

El desafío es brutal: sin obras de protección —rompeolas, recuperación de playas, planificación del uso del suelo— cada marea viva seguirá arrancando metros de costa, encareciendo la logística de vida y poniendo en jaque el turismo que sostiene a estas comunidades. Pero si algo ha demostrado Juanchaco es que sabe reinventarse.

Todos los días se ven grupos de turistas nacionales y extranjeros llegar a estas playas. MTQ

Esta crónica es testimonio de esa paradoja: mientras la orilla retrocede, el pueblo avanza. Mientras la marea se come una calle, alguien abre un nuevo hostal tierra adentro. Mientras el mar ruge, la comunidad organiza un festival, guía a los visitantes al bosque de manglar, convierte la tragedia en relato.

Locales revisan con binoculares desde sus casas el movimiento del mar antes del atardecer. MTQ

Juanchaco no es un mapa que se borra: es un lugar que insiste en existir. Su resistencia no es quedarse inmóvil, sino moverse lo justo para seguir siendo casa. Aquí la marea no solo destruye; también empuja a la gente a reinventarse, a seguir habitando el borde del continente como si dijeran: sí, el mar avanza, pero nosotros también.

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El transporte de mercancía se maneja por transporte marítimo entre Juanchaco, Ladrilleros, La Barra y Buenaventura. MTQ
Vista aérea de la marea alta golpeando las casas de Juanchaco. MTQ
Animales domésticos como perros y gatos buscan resguardarse en puntos altos durante el día ya que las calles están inundadas. MTQ
Estructuras como la iglesia están en zonas altas del lugar para evitar que llegue el agua a afectarla. MTQ
Estructura elevada del restaurante de Chucheros protegido con unas paredes de bambú y arena. MTQ
Durante el día con la elevación del agua para moverse entre casas lo hacen desde las lanchas. MTQ
Las casas más afectadas están siendo la de la zona sur de Juanchaco. MTQ
Una de las casas caídas en las zonas residenciales de Juanchaco que se han visto afectadas por el alto nivel de las mareas. MTQ
Pescadores locales observan sobre su lancha el movimiento del mar en las costas de Juanchaco. MTQ
Vista del puerto de Juanchaco con varios turistas llegando y otros listos para abordar hacia sus recorridos. MTQ
Niños locales nadando junto al puerto de Juanchaco. MTQ

 

Fotógrafo documental. Especialista en temas de conflicto, paz, reconciliación y memoria. Ha colaborado en medios como Bandalos Magazine y la agencia Long Visual Press.