García Márquez y el Caribe como un estado del alma

La novela póstuma del escritor colombiano, ‘En agosto nos vemos’, expande su universo con una historia cinematográfica protagonizada por una mujer moderna.

Gabriel García Márquez. THE DOUGLAS BROTHERS
Gabriel García Márquez. THE DOUGLAS BROTHERS

En su etapa más prolífica —y a la vez más desconocida— como guionista y tallerista de cine, Gabriel García Márquez escribió En agosto nos vemos, su novela más cercana al lenguaje de las pantallas, que, incluso, podría ser adaptada a una serie. Una obra que aborda la sexualidad libre de la protagonista en el Caribe colombiano.

El libro, que se publica póstumamente en los sellos Random House y Diana en el marco del 97 aniversario del nacimiento del Nobel colombiano —el 6 de marzo—, a semanas de la primera década de su fallecimiento —el 17 de abril—, y ante la expectativa por la adaptación de Netflix de Cien años de soledad, manifiesta ser un texto final del escritor que reemplace como última novela a la polémica Memoria de mis putas tristes (2004), altamente cuestionada porque su protagonista es un anciano de 90 años cuyo último deseo es tener sexo con una adolescente virgen.

Ana Magdalena Bach, la protagonista de En agosto nos vemos, sustituye a aquel anciano jarioso y se convierte en la primera mujer que encabeza una novela de García Márquez. En sus viajes a una isla sin nombre en el Caribe, para visitar la tumba de su madre cada 16 de agosto, esta madre de dos hijos, amante de la literatura y la música, comienza a explorar su sexualidad fuera del matrimonio.

Pocas personas pudieron leer la novela antes de que llegara a las librerías. Una de ellas fue el historiador colombiano Nicolás Pernett, quien en 2018, durante una beca de investigación en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, accedió al archivo donado por la familia de García Márquez. Ahí se encontraba el manuscrito de la obra, de la que algunos fragmentos ya se habían publicado en la revista Cambio a finales de los años noventa.

Para Pernett, En agosto nos vemos muestra la influencia de la redacción cinematográfica de García Márquez:

—En algún momento dije que esta obra en particular me parece está muy influenciada por el cine y la televisión.

En los noventa, García Márquez dedicó mucha parte a realizar seriados de seis capítulos, y “buena parte de su trabajo estuvo orientado a difundir un formato que él defendía, el telenovelesco”. Según Pernett, el escritor “defendía que en América Latina hemos sido criados con telenovelas”, y “no le tenía resistencia a la TV o al cine como medios para expresarse”.

En otras palabras, Gabriel García Márquez defendía que América Latina fuese alimentada por las historias, sin importar el formato.

Portada del libro En agosto nos vemos de Gabriel García Márquez. RANDOM HOUSE

La estirpe del Caribe

Carolina Díaz-Granados proviene de la estirpe de los Buendía. Su árbol genealógico se desprendió de la misma rama que el propio Gabriel García Márquez. Nacida en 1991, Carolina conoció al premio Nobel en el año 2000, enferma de una infección y postrada en una cama en Cuba, donde su familia se exilió cuando su padre, el escritor José Luis Díaz-Granados, fue perseguido por pertenecer a los partidos Comunista y Unión Patriótica en Colombia. Era la Cuba de Fidel Castro, aquel gran amigo de García Márquez —quien por igual mantenía una amistad con Bill Clinton, presidente de Estados Unidos durante los noventa y el Período Especial cubano—.

Aunque rola, como se le dice a las personas originarias de Bogotá, Carolina creció rodeada por el Caribe, a través de las historias de su abuela paterna, Margot Valdeblánquez, prima hermana de Gabo. A Carolina su abuela le evoca a Úrsula Iguarán, la matriarca de los Buendía en Cien años de soledad.

Carolina recuerda que su familia fue visitada unas tres o cuatro veces más por García Márquez durante su exilio cubano. El escritor se reunía con ellos e intentaba sacar todas las historias de la familia y los chismes a su padre, José Luis.

—Mi papá, igual que mi abuela, tiene una memoria prodigiosa.

La misma memoria genética de García Márquez. La misma estirpe. En lo más profundo de las raíces genealógicas de Carolina se encuentra el mismo origen que el del Nobel colombiano: el tatarabuelo de Carolina es el coronel Nicolás Márquez, abuelo materno de Gabriel García Márquez, aquella figura nostálgica con quien el escritor vivió sus primeros 10 años de vida y que le contó historias que se transformarían en novelas y cuentos.

En una de esas visitas del novelista, los padres de Carolina discutían sobre la casa. José Luis le explicó a García Márquez qué estaba pasando, y el escritor respondió:

—Todas las mujeres son insoportables, a eso no le pongas cuidado.

Pero después, en una dedicatoria a la madre de Carolina, Gabo escribió: “Gladys, la única mujer distinta y soportable”.

Carolina recuerda a otra mujer, Mercedes Barcha, la esposa de García Márquez, como una gran anfitriona y muy fuerte de carácter: “Muy caribeña, con una voz muy fuerte, muy estridente, que se tomaba sus tequilas, porque le encantaba el tequila; fumadora y le fumaba a Gabito ahí, saliendo del cáncer linfático”.

Carolina, hoy escritora, poeta y docente en Bogotá, siente que tiene mucho de los mundos en los que creció. Cuando viaja al Caribe, dice, se siente en su “estado natural”.

—Las mujeres caribeñas son mujeres estridentes, mujeres que se hacen sentir un montón, como la gran matriarca Úrsula Iguarán.

Piensa en su abuela como una mujer muy aterrizada en la realidad, pero muy supersticiosa e hipocondríaca, y muy dicharachera, una gran contadora de historias.

—En el Caribe hay una cadencia para contar las historias, hay una importancia en ese sentido de la oralidad.

Las mujeres de la literatura de García Márquez tenían un territorio natural en la casa, dice Carolina, rodeadas de familias enormes y sobre las cuales muchas veces se concentraba el universo del hogar, como la Mamá Grande o la propia Úrsula Iguarán.

—Siento que son mujeres que pueden llegar a ser muy fuertes. Si se desvían pueden ser malévolas y coartar libertades. O son como el sostén de todo y se cargan absolutamente la existencia de todos los familiares que habitan una casa.

Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, en 1990. HERNÁN DÍAZ
Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, en 1990. HERNÁN DÍAZ

La tradición oral y las mujeres

La investigadora y profesora bogotana María del Pilar García le pidió a un taxista de Santa Marta, una ciudad del Caribe colombiano, ir a un lugar para ver unas luces. El hombre le dijo:

—No podemos ir, es muy peligroso ir a esa hora.

María del Pilar, desde una perspectiva occidental, rola, le preguntó:

—¿Es peligroso ir por los atracos?

—No por eso. A esa hora se aparecen las brujas en el Caribe.

Ella pensó en aquel instante: esto es el Caribe en Colombia, estos son los personajes de Gabo. Es en la oralidad donde surgen esas historias. 

María del Pilar, que es especialista en las novelas del Bogotazo —como se le conoce al asesinato en 1948 del político Jorge Eliécer Gaitán, vivido de cerca por García Márquez, que desencadenó el período de La Violencia en Colombia, presente en la obra del Nobel—, dice:

—La mujer costeña en Colombia en el siglo pasado representa esa grandeza que cuida el hogar a pesar de las altas temperaturas, a pesar de que muchas veces carece de recursos, porque el marido tiene que salir a la costa, a pescar o a buscar el sustento. Pero la mujer costeña también es esa mujer que está llena de leyendas, llena de mitos que predominan en la costa. Esas mujeres se criaron y levantaron el conocimiento de todas estas leyendas que les contaban oralmente sus abuelos, sus bisabuelos, sus tatarabuelos. Entonces, son mujeres que a su vez transmiten a sus hijos esas enseñanzas.

Esa sabiduría se refleja en el valor de las plantas curativas, los eclipses, los animales, la cosecha y el clima, dice María del Pilar.

—La abuelita de Gabo le cuenta todas estas historias que, a pesar de ser supersticiosas, para las personas en la costa son reales. Gabo, a pesar de haber ido a la universidad y de haber recibido la educación occidental científica, tiene un montón de conocimientos que parten de esta tradición oral costeña. Entonces, esos personajes de él también están teñidos por eso.

El archivo de Gabo

En enero de 2018, Nicolás Pernett llegó al Harry Ransom Center de la ciudad de Austin (Estados Unidos) con una beca para estudiar el archivo de García Márquez. Sabía de la existencia de la novela inédita y esa fue su primera lectura: estuvo un par de días dedicado exclusivamente a ella.

Perteneciente a la Universidad de Texas, el Harry Ransom Center custodia también los archivos de Jorge Luis Borges, Virginia Woolf, William Faulkner —una de las principales influencias de García Márquez—, Julio Cortázar y Arthur Conan Doyle. Este último autor es uno de los favoritos de Pernett, muy aficionado a los casos de Sherlock Holmes, así que durante su estancia pidió acceso a sus documentos para leer ejemplares de la revista donde el escritor inglés publicó El estudio en escarlata.

Como detallaba un reportaje de El País, el archivo de García Márquez en el Harry Ransom Center está compuesto por 80 cajas de papeles, 67 disquetes de computadora, 15 cajas y tres carpetas de gran tamaño que contienen manuscritos de sus novelas más icónicas y correspondencia de sus seguidores —algunas cartas que le decían a Gabo que alguna novela suya era su biblia de cabecera, otras que le pedían un autógrafo aunque no lo hubieran leído—.

Cuando Pernett leyó En agosto nos vemos en 2018, pensó que nunca sería publicada. Le sorprendió la presencia de la música, el erotismo y la modernidad de Ana Magdalena Bach, así como la importancia del matrimonio en las aventuras de la protagonista por la isla sin nombre del Caribe colombiano.

—Al leerla me llevé una grata sorpresa, me parecía que estaba más terminada de lo que pensaba. [Había] algunos detalles que no alcanzó a pulir, pero la historia estaba bastante redonda y había publicado un par de capítulos en la revista Cambio.

Un estado del alma

Carolina Díaz-Granados no ha leído todavía la novela, pero dice:

—Me sorprende que una persona ya para la edad que tenía, esté escribiendo y esté reinventando.

Ella tiene la esperanza de que En agosto nos vemos refleje esa capacidad de renovación continua de García Márquez, de quien se temía que se estancara después de recibir el Nobel en 1982, pero que poco después, en 1985, publicó El amor en los tiempos del cólera.

Pernett señala que esta novela póstuma está “narrada por capítulos perfectamente adaptables a una miniserie de seis capítulos, es un tono realista, cada capítulo encierra un cierre de la historia”. En definitiva, se trata de “una historia muy moderna, muy actualizada de la obra de García Márquez”.

La sorpresa, tanto para Carolina como para Pernett, es que En agosto nos vemos sea la novela que cierre la obra literaria de García Márquez, después de la controvertida Memoria de mis putas tristes.

—Esta novela le da un cierre a su novelística, un tono del siglo XXI, le da un cierre más digno a su carrera, no fui muy fanático de estas Putas tristes —afirma el historiador colombiano.

Carolina, por su parte, dice:

—Es otro intento para seguir explorando y expandiendo incluso la misma idea que él tenía del ser Caribe (...), pues García Márquez decía que el Caribe y el ser caribeño era un estado del alma.

Periodista. Verificador para la Agence France Press. Ha colaborado con medios como Gatopardo, Este País Distintas Latitudes, entre otros. Cofundador del Festival Periodismo del Caribe. Integrante de la Red LATAM.

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