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Vivir y morir en una zona de sacrificio

En Chile hay áreas donde la población convive con industrias contaminantes. Esteban David Contardo cuenta la historia de una de ellas en ‘Náusea’.

Santiago de Chile
Un hombre protesta contra la contaminación en la zona de sacrificio de Quintero-Puchuncaví, en Chile, el 9 de junio de 2022. EFE/CRISTÓBAL BASAURE

El 21 de agosto de 2018, el hospital Adriana Cousiño de Quintero —una localidad de más de 25.000 personas en la costa de Valparaíso, Chile— colapsó. ¿El motivo? Una masiva llegada de personas buscando ayuda. Adultos, niños y ancianos acudieron con diversos síntomas: mareos, vómitos, dolores de cabeza y náuseas. Y así fue durante varias jornadas. En total, 1.556 personas fueron diagnosticadas con intoxicación por compuestos químicos. Un fallo de la Corte Suprema, años después, indicó la presencia de dióxido de azufre, metilcloroformo, nitrobenceno y tolueno.

Para todos los habitantes de la bahía de Quintero-Puchuncaví, nada de esto fue una sorpresa. Ya son varias generaciones las que han convivido con la contaminación. Lo que alguna vez se observó como progreso económico para la localidad, con el paso de las décadas, demostró ser la fuente de diversas enfermedades que invadieron las casas de las familias de la zona.

La intoxicación de los estudiantes de la escuela de La Greda en 2011 y 2015, la represión policial a los habitantes que protestaron en 2018 o la existencia de los “Hombres Verdes” —trabajadores de los años sesenta de la refinería de Ventanas que fueron bautizados de esa forma por las escaras en su cuerpo y su piel amarillenta, debido a la contaminación— son parte de las historias que componen Náusea: crónica de una zona de sacrificio, de Esteban David Contardo, publicado en Chile por La Pollera Ediciones.

Al abrir el libro, se ve un mapa. Es el de la bahía ubicada a poco más de 40 kilómetros al norte de la ciudad de Valparaíso. Pero en el dibujo no aparecen lugares para visitar haciendo turismo, sino el emplazamiento de más de 15 empresas que han transformado el lugar en lo que se conoce como una “zona de sacrificio”: un territorio donde la población convive con una alta concentración de industrias contaminantes. La de Quintero-Puchuncaví es una de las cinco que existen en Chile.

Mapa del libro 'Náusea' de la zona de sacrificio de Quintero-Puchuncaví. LA POLLERA

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La primera vez que el escritor Esteban David Contardo visitó Quintero fue en 2018, inmediatamente después de las intoxicaciones masivas. Dice que no conocía la zona y que, estando allí, le sorprendió lo poco que realmente sabía de lo que pasaba en el lugar. “Cada vez que se hablaba de lo que sucedía en Quintero-Puchuncaví, como las intoxicaciones masivas, fácilmente se olvidaba. Así también en la prensa y en la agenda de los Gobiernos de turno. Creo que en estos tiempos es muy poco lo que uno se demora en normalizar todo. Con la guerra de Ucrania se ve, por ejemplo. Estamos todos locos, todos impactados al inicio, pero unas semanas después, la guerra sigue, pero ya no nos interesa lo que pasa. Y me di cuenta de que eso es lo mismo que pasa con los eventos de contaminación acá. Entonces, surgió para mí la necesidad de resguardar esa historia, esa memoria”.

En agosto de 2020, en medio de la pandemia de la covid-19, Contardo decidió trasladarse temporalmente a Horcón, en el extremo norte de la bahía. “Durante un mes tuve la oportunidad de recorrer los sectores afectados de estos grandes hitos que escogí para contar y también, obviamente, entrevistar a las personas que estuvieron involucradas en estos sucesos, ya sea de la intoxicación en la escuela La Greda, el derrame de petróleo o las familias de los Hombres Verdes”, dice. Después viajó varias veces para completar esos registros. “Escuchar de la boca de los propios habitantes esas historias de convivencia con un nivel de intoxicación tan infernal fue muy impactante”, agrega.

Una de las primeras visitas que hizo fue a la escuela de La Greda, un centro ubicado a poco más de 600 metros del parque industrial y que durante la década pasada se convirtió en un símbolo de la contaminación de la zona, con más de un episodio de intoxicación. Uno de los más cubiertos por la prensa fue el de marzo de 2011, en el que se intoxicaron niños y trabajadores del lugar por una irradiación de gas que contenía dióxido de azufre. “Al llegar, lo primero que me sorprendió fue que estuviera a tan pocos metros de las termoeléctricas de AESGener. Estar ahí es un shock. Es irreal el hecho de que una escuela construida en 1900 haya estado así de cerca de una termoeléctrica y que es el inicio de esta zona con otras 15 empresas. Allí, lo primero que sentí fue el aire pesado. Era algo físico. Y pensar en cuántos años estuvieron con esto al lado”.

El escritor chileno Esteban David Contardo, autor de 'Náusea: crónica de una zona de sacrificio'. LA POLLERA

El 8 de septiembre de 2018, los habitantes de la bahía realizaron una gran protesta. Le cuento a Esteban que ese día llegué muy temprano a Quintero para cubrirla, entrevistando a madres, profesoras de la escuela y dirigentas sociales de la zona. Le digo que, a pocos minutos de entablar estas conversaciones, inmediatamente entendí la complejidad de relación de las familias con el cordón industrial y su lugar de origen. 

- Había muchas visiones contrapuestas. Por una parte existe, obviamente, una señal de pertenencia, de pensar: ¿Por qué tengo que irme yo? Es el lugar donde nací, donde nacieron mis hijos, donde está toda la historia de mi familia. Por otro lado, esas mismas empresas que están intoxicando a quienes viven allí son las que les entregan el sustento por medio del trabajo. Incluso me encontré con personas que tenían recelo de hablar sobre los daños que provocaban las empresas, porque toda su familia se sostiene con su trabajo en ellas ¿Cómo tú, siendo ajeno, viste esa complejidad, esas contradicciones?

- Comparto mucho lo que dices porque en un principio es difícil entender. Solo hay algunas personas que tienen la posibilidad de irse, y quienes tienen esa oportunidad, a veces deciden no hacerlo. Ventanas y La Greda son poblados muy antiguos en donde existe un nivel de pertenencia muy grande. Son muchas generaciones, cuatro o cinco. Muchas de ellas muertas de cáncer. Es común escuchar: “Mi abuelo y mi papá murieron de cáncer, ahora tengo una hija con cáncer y una nieta”. Y claro, alguien puede decir “yo me voy lo antes posible”, pero ahí está la historia de sus familias, de sus amigos. La gente prefiere viajar a estudiar en Valparaíso y volver a trabajar. Claudia Tapia, una de las profesoras entrevistadas en el libro, ahora fallecida, dice que efectivamente existía esa relación entre “esto nos está matando, pero también nos da la posibilidad de subsistir”. Yo creo que el arraigo que se tiene a la tierra muchas veces es mucho más fuerte que el hecho de saber que te puede perjudicar a la salud. Y además, existe una lucha social muy importante que dice: “No nos vamos a ir, la empresa se tiene que ir”. El hecho de que en 2022 se anunciara el cierre de la fundición Ventanas es un triunfo para mucha gente que decidió quedarse. Son muchos los aspectos que están involucrados.

María Araya es una de las entrevistadas en Náusea. Nació y se crio en Valparaíso, pero hace más de 20 años, una vez que su marido comenzó a trabajar en Quintero, llegó a vivir a la bahía. En el 2016, luego de diferentes sucesos de contaminación, los vecinos se organizaron y fundaron el Consejo Consultivo de Quintero. Sin siquiera ser candidata a presidirlo, los vecinos votaron por ella. Con este nuevo cargo, se reunió a lo largo del tiempo con los ministros de Salud de los Gobiernos de turno, los directores de los centros sanitarios de la zona e incluso fue a exponer a la Comisión de Medio Ambiente y Bienes Nacionales del Senado.

“Independientemente de quién sea el o los responsables, la contaminación de Quintero y Puchuncaví no se va a terminar. No se va a terminar porque, para que se termine, van a tener que sacar todas las empresas y más encima, vamos a tener que esperar más de cien años para que el suelo, el aire, el agua se reactiven de nuevo. Imposible. Entonces una de dos: o el Estado está esperando a que nos aburramos y nos vayamos solos, o va a llegar un momento en que nos van a tener que desalojar y reubicar. Este pueblo dependía del turismo y se murió, dependía de la pesca y murió, dependía del campo y murió”, dice María, en un pasaje de Náusea.

- Esteban ¿qué crees tú que va a pasar?

- Yo creo que, lamentablemente, se va a repetir la historia. Va a volver a haber otra intoxicación masiva en los próximos años. O meses. Y la historia se va a repetir como se ha repetido en los últimos cincuenta años, porque no es solamente Ventanas, hay otro montón de empresas que siguen contaminando. También está Codelco, ENAP, Oxiquim, AESGener. No sé si hay otra solución que el cierre gradual de todo el cordón industrial o el traslado a otro sector y, aún así, esperar cien o doscientos años para que se limpie. Y esto es algo que traspasa al Gobierno de turno y a todos los poderes del Estado, que tienen que fiscalizar, judicializar, es bien terrible la verdad.

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Protesta en la zona de sacrificio de Quintero-Puchuncaví, Chile, el 8 de septiembre de 2018. JAVIERA TAPIA FLORES

El proyecto de Nueva Constitución que se rechazó en 2022 incluía un capítulo completo sobre Naturaleza y Medio Ambiente, con artículos que señalaban nuevos derechos fundamentales como: “Toda persona tiene derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado” (artículo 104); “toda persona tiene derecho al aire limpio durante todo su ciclo de vida” (artículo 105), “la ley podrá establecer restricciones al ejercicio de determinados derechos para proteger el medioambiente y la naturaleza” (artículo 106). La propuesta de Carta Magna también contemplaba la garantía por parte del Estado de la democracia ambiental (artículo 154) y la creación de la Defensoría de la Naturaleza, que tendría como función “la promoción y protección” de todos esos derechos “en los tratados internacionales ambientales ratificados y vigentes en Chile, frente los actos u omisiones de los órganos de la Administración del Estado y de entidades privadas”. Muchas personas de localidades abandonadas por el Estado en materia ambiental y que han protagonizado luchas sociales para proteger estos territorios, veían en este borrador una esperanza que pudiese agilizar procesos.

Náusea se publicó en medio de esa discusión”, dice David. “Para todos los dirigentes que me acompañaron en las presentaciones que hice en la zona, era un gran punto donde poner su esperanza. Y ahora, claro, estamos igual. Estamos igual, con el anuncio de una empresa que se va a cerrar, pero aún no cierra y el resto sigue igual”.

- El término “zona de sacrificio” puede tener diferentes significados. ¿Qué piensas de él después de conocer lo que pasa en Quintero y Puchuncaví, después de conocer a quienes habitan el lugar?

- Me pasan muchas cosas con el término porque siento que queda corto para describir lo que sucede. Primero, es un término que yo veo que utilizan los dirigentes sociales en su territorio, y yo no me voy a meter a redefinirlo. Muchas personas dicen “en sacrificio”, otras “de sacrificio”, pero, más allá de eso, para mí, pensar en que algo es sacrificable es entender que tiene un significado especial para el resto de la sociedad. O sea, antropológicamente, cuando se sacrificaban personas era todo un rito, y esa persona pasaba a ser importante dentro de ese rito. Si lo miramos como si fuese un rito en Chile, o en otro país, esa importancia no está. Para sacrificar algo se necesita un cuerpo. Y desde un punto de vista de la biopolítica, estos cuerpos pasaron a ser números. Más que sacrificio, para mí es una deshumanización. Esto es algo que todos normalizamos. Para el Estado, durante mucho tiempo, todas estas personas ni siquiera tenían nombres. Eran cifras. Entonces, es un término que puede estar mucho tiempo en discusión, con el que estoy de acuerdo y en desacuerdo al mismo tiempo.

Periodista especializada en música pop y feminismo. Directora de la revista digital POTQ Magazine y fundadora de la web Es Mi Fiesta. Organizadora del festival Santiago Popfest. En 2020 publicó Amigas de lo ajeno, libro que da voz a algunas de las artistas más representativas de la música chilena.