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Michel Nieva, el escritor ‘gauchopunk’

El novelista imagina una Argentina reinada por virofinanzas en ‘La infancia del mundo’. “Me gusta la ciencia ficción como herramienta política”, dice.

El escritor argentino Michel Nieva. AGUSTINA BATTEZZATI

Hay autores que pertenecen radicalmente a su presente, que escriben libros que no podrían escribirse dos años atrás, mientras que otros se dedican a escribir libros que pudieron ser escritos hace un siglo. El argentino Michel Nieva (Buenos Aires, 1988) pertenece al primer grupo: hay tanto de anime y filosofía de vanguardias en su obra que solo alguien nacido alrededor de los noventa podía aunar tales influencias.

En su última novela, La infancia del mundo (Anagrama, 2022), el autor combina su absoluta radicalidad en la escritura con el interés por la pandemia para relatar la historia de un niño con dengue —el cual podría perfectamente salir de un manga de Hideshi Hino— que vive en una Argentina caribeña dominada por las virofinanzas. Puro gauchopunk. A este mundo de distopías e infecciones podemos sumarle referencias a los videojuegos, un poco de horror cósmico, y tenemos como resultado lo que podría ser un capítulo literario de la serie de animación Rick y Morty mezclado con el body horror de David Cronenberg.

Nieva estudió Filosofía en su ciudad natal y partió como becario doctoral a la Universidad de Nueva York, donde actualmente ejerce la docencia. Desde su adolescencia se ha acercado al ciberpunk y los géneros más vanguardistas de la ciencia ficción, como el weird, iniciando su particular versión argentina de dichas corrientes con ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos? (2013). También ha cultivado el ensayo en la misma dirección, ha sido guionista del videojuego Elige tu propio gauchoide y ha trabajado como traductor del griego y de clásicos de ciencia ficción. En 2021 la revista Granta lo incluyó entre sus jóvenes promesas y poco después ganó el premio O. Henry de Ficción Corta. Sus libros trascienden la esfera latina: ya han sido traducidos al búlgaro, al inglés y al italiano.

Nos sentamos a charlar con él en una conexión Lleida-Nueva York.

- ¿Cómo nace la historia de La infancia del mundo?

- Originariamente me pidieron un cuento para una revista [con el que ganó el premio O. Henry], una historia del verano. Yo estaba interesado en escribir sobre el cambio climático y se me había ocurrido un futuro en el que, por culpa del calentamiento global, la Antártica se vuelve una playa caribeña. Allí escribí un primer cuento que transcurre en ese mundo, el ambiente me pedía más historias, y así empieza la novela. Con un ilustrador hicimos un mapa de cómo sería en el futuro la Argentina y la Antártica tras el deshielo. Fue una manera de empezar la escritura, con una imaginación cartográfica.

Mapas de la Argentina y la Antártida imaginadas en 'La infancia del mundo'. CATINGA (GUSTAVO GUEVARA)

- ¿Estabas interesado en las distopías y el cambio climático?

- Me interesa la matriz económica de la Argentina, la Pampa, un territorio fundacional en la imaginación literaria que en las últimas décadas fue transformado por los monocultivos, sobre todo de soja, un método de cultivo muy contaminante para la tierra, para animales, plantas y comunidades. Quería imaginar ese territorio acelerado por esa forma de destrucción de ecosistemas.

Empecé a escribir la historia en la pandemia. En aquel momento, en la Argentina había un brote de dengue, una enfermedad que transmite el mosquito. Es un virus de ARN muy similar al del covid-19 que está presente en climas tropicales, pero por el calentamiento climático se ha extendido a zonas que no eran tropicales, como parte de la Pampa y Buenos Aires. Al tratarse de una enfermedad que afecta al sur global, no tiene la misma repercusión que otras. De hecho, es más antigua que el covid y es bastante similar, pero no hay ninguna vacuna porque no afecta a países ricos.

- ¿Es tu novela gauchopunk?

- Esa es una palabra que una vez me dijeron de chiste y me la apropié. Una mezcla entre la literatura gauchesca y el ciberpunk. Lo pienso como una manera de explorar las herramientas del ciberpunk mediante la historia latinoamericana, de tratar de volver a la historia de lo no humano con el lenguaje de la ciencia ficción. Para mí, es una simultaneidad de realidades: en la novela gauchopunk se toma el pasado y el presente para analizar el futuro. Esta novela transcurre en el futuro, pero en ella se juega a un videojuego del siglo XIX; es como que hay distintas capas de temporalidad que se superponen.

- ¿Hay mucha influencia del manga?

- El manga es un mundo en el que ingresé recientemente, me gustan Shintaro Kago y Junji Ito. Me interesa esa imaginación siniestra que tiene ecos en la literatura que me gusta, como Kafka. Creo que la ciencia ficción tiene la capacidad de ser más permeable a dialogar con otras disciplinas y géneros que la literatura tradicional, por eso el manga me parece que combina bien con la ciencia ficción. Estuve pensando mucho en que los personajes de la novela son niños, además se pasan el día jugando a videojuegos.

- ¿Y ese interés por los videojuegos?

- Me contactó una comunidad de programadores hackers de Argentina que hacen tecnología retro de ocho bits y me convocaron para hacer un videojuego basado en un libro mío anterior. Así descubrí que hay muchos escritores de ciencia ficción que también entraron en el mundo de los videojuegos. De ahí lo de imaginar la escritura como un juego. Supongo que también es una cosa generacional.

- ¿Crees que el haber estudiado Filosofía condiciona mucho tu escritura?

- Me ha ayudado a pensar la ciencia ficción como una cosa más amplia y a tratar de arrastrarla hasta otros géneros. Me gusta pensar la ciencia ficción como una herramienta política y teórica para pensar el presente. De hecho, también escribo ensayo que considero ciencia ficción.

- En la novela mezclas el tema de la terraformación con las virofinanzas. ¿Influencia del filósofo y escritor Nick Land?

- Me interesan Nick Land y el aceleracionismo, pero más en cómo son tratados en la ciencia ficción por autores como Kim Stanley Robison. Me interesa el tema de la terraformación, también cómo el capitalismo se apropia de los tópicos de la ciencia ficción para fetichizar su propia mercancía y las narrativas corporativas con personajes como Elon Musk. Al estetizar la ciencia ficción, el capitalismo le da un valor político a los autores, que deben resolver qué hacer con ello: si simplemente seguir estetizando o tratar de politizar esos imaginarios. Está la fantasía capitalista de vamos a acabar de destrozar la Tierra porque vamos a terraformar Marte, y es como que ahí el capitalismo es invencible. Mi idea era discutir con los imaginarios de qué se puede hacer con la tecnología, cómo producir ambientes como si fueran una economía, concretamente los extintos por el calentamiento global.

- Lo de los ovejines, los genitales autónomos, parece muy de episodio de Rick y Morty.

- La idea es crear el imaginario del contrabando y que pueda aparecer cualquier tipo de mercancía. En la novela se produce un canal en la Pampa que se convierte en el centro del tráfico ilegal. También hay especulación de nuevas identidades de género [terminaciones con la u], quería explorar eso.

- ¿Sobre qué va tu doctorado?

- Es un poco esta idea de tomar la ciencia ficción como una herramienta teórica y explorar materialidades y mutaciones ambientales producidas por procedimientos extractivos en Latinoamérica.

- ¿Te gusta la dinámica de joven promesa asociada a la aparición en la lista Granta?

- Lo bueno de la literatura es que uno puede seguir joven hasta los 50 años. Me da margen para no sentir que estoy envejeciendo. Son listas para facilitar a gente de otros lugares. Yo no me puedo hacer cargo de la etiqueta de otras personas, con que me sigan llamando joven por un buen tiempo, me conformo.

- Con tanta ciencia ficción, ¿se te hace raro publicar en Anagrama?

- Totalmente. Cuando empecé a leer era un sueño publicar ahí, pero entré en el mundo de la ciencia ficción y, como Anagrama se ocupa de una literatura más realista, jamás se me había ocurrido aparecer ahí. Ahora están interesados en la ciencia ficción. Se ve que los logré estafar, cayeron en la trampa. Para mí fue una sorpresa que quisieran mi material.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).