El futuro en llamas de Jorge Comensal

El escritor mexicano habla de su segunda novela, ‘Este vacío que hierve’, en la que aborda la crisis climática y los nuevos tipos de familia.

El escritor mexicano Jorge Comensal. LOLA STUDIO
El escritor mexicano Jorge Comensal. LOLA STUDIO

¿Qué delicada membrana protege nuestros secretos familiares? Esta pregunta tan transversal en la literatura se concreta en forma de una misteriosa novela en Este vacío que hierve (Alfaguara, 2022), del escritor mexicano Jorge Comensal, mezclándose con el espectáculo de la política local y nuevas tendencias generacionales como el animalismo o el ecologismo.

La trama de este libro aborda la vida de Karina, una física de 25 años que trabaja en una teoría cuántica de la gravedad. La noche del 15 de septiembre de 2030, coincidiendo con una ola de calor que causa un gran incendio en Ciudad de México, la protagonista llega al apartamento que comparte con su abuela y se encuentra a esta inconsciente en el suelo, inexplicablemente ebria. ¿De dónde ha sacado esa botella de whisky? Al volver en sí, Rebeca confunde a su nieta con un fantasma del pasado y le revela, a medias, un secreto perturbador sobre la muerte de sus padres, ocurrida 18 años atrás.

Antes de Este vacío que hierve, Comensal (Ciudad de México, 1987), una de las últimas revelaciones literarias de su país, había publicado la exitosa novela de debut Las mutaciones (2016), que aborda con humor el tema del cáncer y que ha sido traducida a una decena de idiomas, y el ensayo Yonquis de las letras (2017). Sus textos también han aparecido en antologías como La sociedad de científicos anónimos (2018) o Nuevas instrucciones para vivir en México (2019), además de en destacadas publicaciones americanas y europeas.

En los últimos tiempos, el escritor ha estado trabajando en una serie de crónicas dedicadas a la vida silvestre. Cuando empiezo a hablar con él, me doy cuenta de que tiene el reflejo involuntario de trenzarse pelos de la barba con los dedos mientras habla.

- ¿Por qué hacer una novela en el año 2030 que no da espacio para los grandes cambios que permite la ciencia ficción?

- Ese era el desafío que me interesaba abordar. Por un lado, que la historia sucediera en un presente extendido donde no estuviéramos tan enfocados en los temas urgentes que capturan la atención pública mexicana. No entro en muchos detalles del mundo, que es seguro será muy distinto, aunque hay cosas que ya han sucedido, como incendios en zoológicos, cosas que me enfrentan a la inmediatez de los escenarios de la historia.

- El interés por la ecología me parece que atraviesa tu anterior obra, sin embargo, el interés por las ciencias exactas es más propio de esta novela. Me ha recordado el último libro experimental de Cormac McCarthy.

- He estado pensando mucho en esas novelas que sacó ahora [El pasajero y Stella Maris] y en cómo influyó su amistad con físicos del Instituto de Santa Fe. En mi caso, siempre he sentido una enorme curiosidad por esas preguntas relativas a las ciencias exactas, y me parecían un componente de la personalidad de Karina, una forma —igual que su afición otaku— de distanciarse del entorno inmediato de sus dificultades y carencias afectivas, yéndose lo más lejos que puede irse de nuestra realidad concreta, que es el vacío cósmico y las dimensiones más diminutas.

Esa obsesión nace a partir de imaginar una escena en la cual ella tiene que arrastrar a su abuela, que no se puede sostener por sí misma, y tiene que subirla a la cama. Al hacer ese enorme esfuerzo de pelearse con la gravedad y sentirse impotente ante ella, supe que ese personaje debía entender mucho más la gravedad y controlarla, encontrar el santo grial de la física, la teoría cuántica de la gravedad.

Portada del libro Este vacío que hierve de Jorge Comensal. ALFAGUARA

- ¿En qué condiciones escribiste la novela?

- La empecé hace unos cuatro años: esos personajes habían ido imponiéndose en mi imaginación. También, a partir de la visita a un cementerio para buscar la tumba de un familiar que no habían visitado en muchos años, mientras caminaba por ese enorme panteón, me las imaginaba a ellas allí perdidas. En ese contexto además estaba atravesado por el efecto inmediato de las noticias sobre incendios forestales, el catastrofismo periodístico que nos abruma. Pensé en toda la predisposición de la hierba seca del cementerio para quemarse, y allí nació la idea del fuego.

- Entonces, eres el tipo de autor que construye novelas a partir de unas pocas imágenes...

- Justamente, sí, comienzo a partir de imágenes que me obsesionan, que surgen de esa manera, y después sí llega la necesidad de darle coherencia y orden. Más tarde hay que combinar ambos estilos. Era muy difícil no saber hacia dónde iba porque no podía imaginar la trama como en otras ocasiones.

- ¿Qué te interesaba del tema de la adicción y la codependencia?

- Me interesaban como formas de llenar los vacíos que metafóricamente están hasta en el título de la historia. También para explorar cuáles son los ganchos y los mecanismos en los que se manifiesta la disfunción de las familias que conocemos; eso que los psicólogos de apoyo mutuo llaman codependencia, esa necesidad de fomentar que el otro te necesite. Era una forma de explorar lo que sucede en familias no prototípicas como la de la novela, formada por una anciana y una joven.

- Yo vivo con mi abuela, de casi 90 años…

- Yo también viví con mi abuela. Te lo confesé porque recién tú lo hiciste. Me hizo muy feliz vivir con ella.

- Tienes que hacer un salto para comprender cosas de hace un siglo. En fin, nada nuevo que no se haya hecho antes.

- Sí, es cierto que se ha convivido mucho con abuelos a lo largo de la historia, en hogares extendidos, pero lo que me parece que es novedosísimo es la enorme atomización de la sociedad que hace que, por ejemplo, la protagonista no tenga una red de apoyo para cuidar a su abuela: ni del Estado porque no existe el Estado del bienestar, ni de la familia porque no existe o es distante. Entonces, en este mundo de familias nucleares más pequeñas, se dan estos escenarios de una intimidad muy cercana llena de desafíos.

- ¿Te hartaste de las referencias como autor cómico?

- Cuando presenté Las mutaciones en España, me di cuenta de que había cierto desfase cultural respecto a los temas que allí estaban en conversación. Aunque en México también habían reconocido el humor, la propia editorial definió la novela como una tragicomedia. [En España] estaba en la discusión pública el tema de la corrección política y los límites del humor, y eso era lo que les interesaba muchísimo, que era algo que no se pensaba tanto en México. No me molesta que se señale el humor, pero no me parece lo más importante. Forma parte de un planteamiento esencial que me ha permitido navegar la existencia, y es que aún en las situaciones más críticas encontramos algo absurdo, alegre, socarrón, curioso, etc. El mundo va a seguir teniendo cosas agradables pese a todas las desgracias grises y serias. Chiste y tragedia.

- Me chivaron que puede que vayan a hacer una película de Las mutaciones… ¿Cómo te has tomado la noticia?

- Pues como casi todas las noticias: con ansiedad. Me pregunto cómo se van a resolver desafíos que me gustan mucho de la literatura, las cosas que no puedes hacer en otro tipo de narración. Es algo que defiendo cuando hablo con alumnos de bachillerato o del liceo, trato de llamarles la atención de aquello que solo pueden encontrar en la ficción. Todas las escenas grotescas entre un hombre mudo y un loro que recita groserías, sostenido a partir de un flujo de consciencia interior... yo no sé cómo eso puede traducirse felizmente. Me da mucha curiosidad.

- El tema del cáncer se puede volver empalagoso.

- Esa novela surge de un fastidio frente al abuso del cáncer como un deus ex machina, el disparador socorrido para crear escenas empalagosas. El cáncer se torna un mecanismo para historias melodramáticas.

- Estás haciendo crónicas silvestres...

- Sí, estoy escribiendo desde hace tiempo ensayo y crónica sobre especies de animales, también vegetales, que me intrigan como espejo. Ahora estoy escribiendo sobre el cóndor de California, será un libro dentro de muchos años; también sobre especies marinas del litoral de México; y reuniendo información sobre murciélagos como una forma de hablar de los conflictos entre México y Estados Unidos. Hablar de la vida silvestre para hablar de nosotros, lo mismo que hago en la novela con las especies cautivas del zoológico, que son motivo para pensar en muchas otras cosas.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).

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