Libros

Feria de Editores, la unión de los más chicos

Un recorrido por la FED de Buenos Aires, donde las editoriales independientes van al encuentro de lectores incontrolables y contraculturales.

Buenos Aires
Visitantes de la última edición de la FED, celebrada entre el 5 y el 7 de agosto en el C Complejo Art Media de Buenos Aires. MATÍAS MOYANO

Jimena tiene un libro de pocas páginas en la mano. Podría ser un fanzine o un apunte de la facultad donde estudia Sociología. En la tapa tiene una imagen grisácea: hombres y mujeres separan escombros de un edificio que fue bombardeado o demolido, no queda claro. En el centro, adentro de un círculo en blanco, en letras negras dice Común (sin ismo). La autora es la filósofa catalana Marina Garcés. Y lo publicó la editorial Pensaré Cartoneras en 2014. Son artículos breves que circularon en diarios y en portales digitales. Jimena lo lee de a sorbos, en los momentos en que la fila para entrar a la Feria de Editores (FED) de Buenos Aires se detiene. Baja la cabeza, enfoca la mirada y avanza un párrafo. Luego, siente a su alrededor las vibraciones de los cuerpos poniéndose en movimiento y lo cierra, pero no lo suelta ni deja de marcar la página con un dedo.

El libro, cuenta Jimena, se lo regaló un amigo editor en la FED del año anterior, que se hizo a cielo abierto, en el Parque de la Estación, con un récord de público superior a las 16.000 visitas. Jimena fue uno de los granos de esa masa lectora de cinco cifras. Señalando su libro, con un mechón negro que le cae por la cara, dice: “Lo encontré antes de venir, cuando me puse a ver los libros que me había traído el año pasado de la feria. Todavía me quedan tres sin leer, un desastre”.

Este año, la FED alcanzó su undécima edición. La primera fue en 2013, en el espacio político-cultural de la radio FM La Tribu, en el barrio de Almagro. En total participaron 15 editoriales pequeñas creadas durante el siglo XXI. La intención de largada era que los editores lleguen al lector sin intermediarios; que puedan charlar, consultar, recomendar, discutir los catálogos que se iban construyendo.

“Nunca se pensó como una contraferia. La FED no está en contra de ninguna otra feria. De hecho nos llevamos muy bien con la Feria del Libro, el Filba y, sobre todo, con el FilFem”, dice Victor Malumián, uno de los organizadores del evento.

Es viernes, el primero de los tres días que dura la FED, que este 2022 se ha celebrado entre el 5 y el 7 de agosto. Malumián está enérgico, con la dopamina alta, diría un médico al paso. Tiene una camisa a cuadros desabrochada y una sonrisa grande, blanca, de satisfacción en la cara. Aprovecha el momento de la entrevista para descansar: cruza las piernas y se recuesta en un sillón de la sala que se acondicionó para recibir a la prensa, en el segundo piso del C Complejo Art Media, ubicado en el barrio de Chacarita de Buenos Aires.

Malumián es editor de Ediciones Godot, pero la figura que mejor le cabe es la de agitador cultural. Participó en revistas, programas de radio, organizó festivales, publicó libros, muchos libros. En sí, es parte fundamental de la red de editoriales, librerías, editores y autores que —según el investigador Alejandro Dujovne en una entrevista para ElDiario.Ar— sostiene un mercado interno y potente que crea las condiciones para hacer circular una “literatura interesante” en Argentina y, cada vez más, en América Latina y España.

De golpe, Malumián para de hablar. La situación de relajo que había sostenido sobre el sillón se desarma. Un sonido roto, que sale del handy que tiene en la mano, lo sacude de los minutos de descanso que había encontrado. Lleva el handy al oído, dice unas palabras que le llegan a un destinatario encargado de orientar la fila que se estira sobre la vereda de la Avenida Corrientes. Con el handy en la oreja, espera la respuesta. Cuando llega, se recuesta nuevamente sobre los almohadones y, como si la pausa no hubiera existido, continúa: “Esta es la feria que dos editores muy pequeños se imaginaron que le convenía a un editor chiquito, que no tenían espacio para mostrar los libros de forma directa, que tenía poca circulación. Un lugar para conquistar lectoras y lectores, y hablarles de forma directa”.

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El C Complejo Art Media de Buenos Aires, durante la FED, que este 2022 registró 18.000 asistentes. MATÍAS MOYANO

El predio del C Complejo Art Media, solo en la parte de abajo, tiene una superficie total de 1.600 metros cuadrados. Una extensión que duplica la superficie techada del Centro Cultural Konex, donde se realizaron varias ediciones de la FED antes de la pandemia. Sin embargo, la FED no multiplicó la cantidad de editoriales: un número que, entre sellos argentinos, latinoamericanos e incluso españoles, gira alrededor de las 200. La superficie del predio está dividida por “calles” que llevan el nombre de escritores y escritoras argentinas que —como pocas situaciones en Argentina— tiene el consenso de todas las partes del mundo editorial: Hebe Uhart, Ricardo Piglia, Tamara Kamenszain, Juan José Saer, Sara Gallardo, Juan Forn. Seis trazados rectos para que el público pueda caminar y detenerse a observar y conversar con los editores y editoras que los reciben del otro lado de la mesa.

Otra de las particularidades que tiene la FED es que todas las mesas de exhibición son iguales. “No importa si vos tenés un montón de plata o poca. La mesa es la misma, la señalética es la misma. Nadie puede traer banners. Hasta la feria anterior no podías tomar más de dos espacios. Para esta feria, que ampliamos los pasillos, se pueden tomar hasta cuatro espacios. Porque, así como crecimos nosotros, también crecieron los catálogos de las editoriales”, dice Malumián.

En la cartografía que va armando el lector cuando entra al galpón de la FED se va a encontrar editoriales pequeñas, medianas, con autores conocidos y con otros ignotos. Bajo el mismo techo calle conviven la editorial Caja Negra con Notanpuan, Mil Botellas con Eterna Cadencia, Futurock con Vinilo, y así hasta superar las 200. Cada editorial puede tener su mesa o compartirla con otra. “Ahí es donde empieza lo colectivo”, dice Malumián, “porque quizás hay editoriales muy convocantes al lado de otras que no se conocen. Y se benefician de ese público. Pasó por tu stand, le gustó la propuesta, y va para adelante. La FED es la unión de los más chicos”.

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La especificidad de la FED es que detrás de cada mesa hay un editor o editora dispuesto a hablar con el lector que pregunta sobre los libros exhibidos. El editor, esa figura invisible detrás de cada libro que llega a las librerías, sale a escena: a contar su historia, a narrar lo que rodea sus libros, a conocer al lector real al cual aspira llegar desde el momento que recibe manuscritos de autores y autoras.

Maximiliano Crespi es editor del proyecto cultural y editorial 17 Grises; también es investigador y crítico literario con un ojo atento sobre la literatura contemporánea argentina. Está al lado de Guillermo Goicoechea, socio y amigo de aventuras desde que eran vecinos en la ciudad de Bahía Blanca, en el centro de la provincia de Buenos Aires. En la mesa que tiene delante suyo, en tapas con colores rojos, verdes, azules y blancas, hay libros de Francisco Bitar, Paula Puebla, Fernando Krapp, Valeria Tentoni, Flavio Lo Presti.

Crespi valora la posibilidad que brinda la FED de poner en contacto directo al editor con el lector. Lo ayuda, dice, para pensar qué relación hacen los lectores dentro del catálogo, para saber qué decisión ponderan al elegir un libro u otro, para indagar qué relaciones hay entre editoriales según los autores emergentes que publican en una o en otra o en varias. En sus palabras, “el lector de la FED no es cualquier lector, es un lector contracultural. Es alguien que viene a buscar no lo que se le vende, sino lo que decide comprar. Es un explorador, en lugar de ser alguien avasallado por los sistemas de comercialización que son los que suelen invadir al lector”.

En el mismo pasillo que 17 Grises, detrás de una de las mesas de la punta, está Belén Garcia, de la editorial española Barrett. De pie y levantando la voz para que se escuche por arriba del murmullo ambiente, dice: “En España hay ferias parecidas, pero no de estas dimensiones”. Y luego, empujada a definir lo que entiende por edición independiente, enumera una serie de valores. Por un lado, “publicar los libros que quieras en el catálogo por más que sepas que no te va a rendir económicamente”. Por el otro, que, a pesar de las dificultades, “se intente salir de la precariedad”, que a todas las personas involucradas en la elaboración de un libro se les pueda pagar dignamente. “Es un poco la filosofía que tenemos, y que vemos que en la FED la comparten muchísimos editores: Cuidar tanto a las personas como a los libros”, resume.

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El lema de las FED es “Si lees, hay un libro para vos”. Alcanza con detenerse en la puerta de salida para testear que es un lema fallido: cada visitante sale del predio con bolsas que contienen tres, cuatro, cinco, seis libros. Durante la semana siguiente a la FED, es habitual ver en redes sociales las imágenes de los “botines”, de la pila de libros que se llevó cada lector o lectora. Hay un gesto de conquista, de apropiación, de atraco en la efusividad de cada lector que despliega el dibujo de títulos y autores sobre una mesa de su casa. El atraco no es hacia los editores ni hacia la FED, sino hacia el mundo hiperproductivo, hacia la guerra permanente de la atención y las nuevas tecnologías, hacia el cuidado de la soledad y de las complicidades —con autores, personajes, representaciones, amigos e interlocutores— que surgen con ella. En otras palabras, es una reivindicación de la lectura como una forma de resistencia.

En la primera página de Común (sin ismo), el libro que Jimena tiene entre las manos, Marina Garcés dice: “En un momento de destrucción de la vida colectiva y de acoso a las personas como el que estamos viviendo, la lectura, y quizás aún más la escritura, reaparece como una práctica que hace comunidad o, más bien, que organiza y articula comunidades muy concretas”. En las páginas siguientes, habla de las posibilidades de las comunidades de lectores indomables. En otras palabras, conociéndola o no, describe lo que pasa todos los agostos en Buenos Aires, durante los tres días que una comunidad de lectores dispersa, incontrolable, contracultural, se amontona para verse de frente y encontrarse luego en los libros.

Escritor. Colaborador en medios como Página/12, Gatopardo, Revista Anfibia, Iowa Literaria y El malpensante, entre otros. Autor de las novelas Un verano (2015) y La ley primera (2022) y del libro de cuentos Biografía y Ficción (2017), que fue merecedor del primer premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina (FNA). Su último libro, coescrito con Fernando Krapp, es la crónica ¡Viva la pepa! El psicoanálisis argentino descubre el LSD (2023), también premiado por el FNA.