Sexto Piso, una editorial con vocación suicida

Surgido del “puro entusiasmo” por la lectura, el sello mexicoespañol se ha erigido en un referente literario tras dos décadas de vida.

Portadas de libros publicados por la editorial Sexto Piso. ELENA CANTÓN
Portadas de libros publicados por la editorial Sexto Piso. ELENA CANTÓN

“Si ya estás en la azotea, salta”, cantaba Palo Pandolfo cuando salía al escenario con Don Cornelio y la Zona, agitando la guitarra como Bob Patiño su cuchillo colérico. Un consejo, un impulso, un arrojo, que podría ser ilustrado con el logo de la editorial mexicoespañola Sexto Piso: la figura de un hombre, en naranja o en rojo, saltando desde la parte más alta de un edificio. Pero antes del logo estuvo el nombre. 

En la discusión sobre cómo llamar a la editorial circularon propuestas inteligentes y pretenciosas. Sin embargo, el nombre Sexto Piso se filtró en la mesa como un invitado que siempre estuvo ahí, en la ronda, pero al que nadie le había dedicado atención suficiente. Santiago Tobón (Medellín, 1975), uno de los directores de Sexto Piso, cuenta que salió de la lengua y de la boca de un compañero de un modo casi involuntario. Decía: “Prefiero tirarme de un sexto piso a madrugar, prefiero tirarme de un sexto piso a trabajar en una oficina, prefiero tirarme de un sexto piso a cualquier cosa que no quisiera hacer”. Así, como si fuese un trampolín o un plafón desde donde saltar, apareció el nombre de la editorial: Sexto Piso.

—Quedaba sonoro, llamativo. Visualmente potente. Impacta por su vocación de riesgo, suicida, que tiene un proyecto editorial independiente —dice Santiago vía audio de WhatsApp desde Madrid, el mejor modo que encontró para poder realizar la entrevista, por los días ajetreados de producción que atraviesa.                    

Santiago no saltó solo desde el sexto piso del edificio. Incluso, se puede decir que durante la caída fue encontrándose con otros colegas. En el año 2002, en la Ciudad de México, el escritor Eduardo Rabasa fundó la editorial junto a otros secuaces —como Felipe Rosete y Diego Rabasa— que venían de las aulas de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de México (UNAM). No se sabe con precisión en qué piso de la caída fue el encuentro entre Santiago y Eduardo, pero sí podemos señalar algunas coordenadas o pistas que dan cuenta de que sucedió.

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Nacido y criado en Colombia, Santiago estudió Literatura en Bogotá. En la universidad tuvo las primeras inquietudes con el mundo editorial: participó en revistas universitarias y en pequeñas plaquetas de poesía, publicaciones propias del ámbito estudiantil. Al terminar la carrera, con Esteban Hincapié creó un pequeño proyecto editorial independiente, Babilonia. El mercado colombiano era entonces un embudo que siempre desembocaba en los mismos nombres: Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, William Ospina, Fernando Vallejo... Santiago y Esteban querían publicar literatura contemporánea, en particular narrativa. Alcanzaron a publicar cinco títulos —Opio en las nubes de Rafael Chaparro, Un beso de Dick de Fernando Molano, por nombrar dos de ellos— que tuvieron cierto runrún entre el ambiente de jóvenes escritores de principios de siglo. Ese recorrido empezó a signarle a Santiago una futura profesión, la de editor, que hasta el momento no había contemplado para pagar cuentas y llenar la alacena de su casa.

A partir de esa experiencia, Santiago obtuvo una beca para estudiar edición en España. Al año siguiente recibió una invitación del British Council para participar en un programa para jóvenes editores en el Reino Unido. Fue entonces cuando coincidió con Eduardo Rabasa de México, que comenzaba una experiencia editorial con apenas un par de libros publicados. Esa experiencia se llamaba Sexto Piso. “Ahí surgió la idea de pensar en una editorial en español que tuviera un alcance menos local, que pudiera viajar a otros países. Por la centralidad de España en el mundo editorial, la idea apuntaba a hacer algo ahí también”.

Santiago dejó de lado el proyecto que tenía en Colombia para empezar a construir Sexto Piso en España, multiplicando la idea de Eduardo que había empezado el año anterior en México. Se asociaron. Y en 2006 abrieron una oficina en Madrid.

El editor colombiano Santiago Tobón, director de Sexto Piso España. CORTESÍA
El editor colombiano Santiago Tobón, responsable de Sexto Piso en España. CORTESÍA

“Éramos gente con mucho entusiasmo pero con poca formación en el mundo editorial”, dice Santiago. Y, como si le estuviera hablando a chicas y chicos que se quieren lanzar de un cuarto, sexto o décimo piso, agrega: “Hay muchas formas de llegar al mundo editorial. Una es gente que venga de sus oficinas y pasillos, y que se vaya conformando una idea personal de ese mundo. Después de hacer una experiencia en el sector, aprende y se lanza. El caso de Sexto Piso no es ese. Surgió del puro entusiasmo, del gusto por la lectura, sin ningún tipo de formación profesional”.

Los primeros libros que publicaron fueron de ensayos: El crepúsculo de la cultura americana de Morris Bergman y A quién los dioses destruyen de Ruth Padel. No salieron hermanados por una temática común, ni fueron pensados dentro de una colección de ensayos, con un nombre grandilocuente que aspire a invadir anaqueles de librerías y de bibliotecas con el tiempo. “Salieron un poco sueltos”, dice Santiago. “Fuimos armando la editorial paso a paso. El plan editorial inicial era muy precario en realidad. No había una enorme idea ni era muy pensado. Fue muy caótico. Lo conformamos libro a libro.”

Luego siguieron libros de narrativa o de literatura como tal. Aforismos de Zürau de Kafka, que fue el primer libro que publicaron cuando la editorial empezó en España. Y, posteriormente, un tándem de autores serbios: Milorad Pavic y Goran Petrovic, que marcaron una línea editorial que fue creciendo mediante traducciones de calidad, y puso en la ruta y en mesas de luz a autores desconocidos para lectores hispanos.

De esa misma época, hay dos títulos de largada que corresponden a un mismo autor que fueron claves para el desarrollo de Sexto Piso: El loco impuro y La locura que viene de las Ninfas, ambos de Roberto Calasso. “Para la editorial fue un espaldarazo importante. Nuestro catálogo era muy exiguo y tener la confianza de un autor de la talla intelectual de Calasso, a quien además admiramos por su trabajo en la editorial Adelpfhi, fue un apoyo importante. Nos abrió muchas puertas con otros colegas editores y agencias literarias para poder acceder a otros títulos a los que, de lo contrario, una editorial tan pequeña no habría podido llegar”.

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Qué es una editorial independiente es una pregunta que sigue su curso bajo tierra y que, cada tanto, asoma a la superficie. Desde inicio del siglo XXI está en la mesa del mercado editorial para ser diseccionada, pensada, discutida, reelaborada. Una pregunta que incluye un sintagma que circula por la boca de lectores y autores como la bombilla de un mate.

Santiago Tobón se toma un tiempo antes de responder. Luego dice: “Es un término que puede llegar a ser problemático, que parece salido en contraposición a otros. Si uno es independiente, ¿quién es dependiente?, ¿de qué somos dependientes? Yo prefiero hablar de Sexto Piso como editorial literaria en un sentido más amplio. Todos tenemos dependencias, pequeñas y grandes. Y se da la paradoja de que los grupos grandes son más independientes del capital, porque tienen más poder económico. Me gusta salvar estas discusiones de dependencias como decía el editor de Pre-Textos, Manuel Borrás, que si tenía que elegir alguna dependencia prefería defender la dependencia a los lectores. Todos cabemos un poco ahí, en ese aspecto.”

Santiago vuelve a sacar el nombre de Pre-Textos cuando se le pregunta por las editoriales con las que Sexto Piso tiene afinidad. También tiene buenas palabras para el fundador de Anagrama, Jorge Herralde, por los consejos que les dio en su momento. Uno que recuerda: “Persistir hasta alcanzar la mayoría de edad de la editorial”. Y de México nombra a Almadía como compañera de ruta, así como a la editorial Era: “Siempre ha sido una editorial independiente con un valioso recorrido, y muy buena consejera”.

En España, Sexto Piso es parte de una asociación que se llama Contexto de Editores, que la conforman cinco sellos (Libros del Asteroide, Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso). Editoriales surgidas durante una época determinada y que, por una serie de circunstancias, decidieron agruparse para trabajar conjuntamente. “Empezó como algo muy pragmático: para ir a la Feria del Libro de Madrid exigen un número de títulos publicados en catálogo para poder optar por una caseta, y si no los tienes te piden agruparte con otra persona o editor. Ya veníamos trabajando colectivamente de un modo informal, recomendando imprentas, traductores, librerías. Finalmente lo formalizamos en una asociación que ya lleva 15 años trabajando conjuntamente.”

Otras editoriales con las que Santiago se siente emparentado son las españolas Errata Natura, Capitán Swing y La Uña Rota; las argentinas Caja Negra y Godot; y la chilena Weders. La lista es larga y “estará llena de omisiones”, dice. Y agrega: “Hubo una serie de editoriales surgidas más o menos en esos tiempos que tuvieron un cambio en la concepción del trabajo editorial. En las condiciones se abarató mucho también, ya no había que tener un gran capital y ser rico y millonario para hacerlo. Se podían hacer tiradas pequeñas y asumir un riesgo económico no tan grande. Y también otras cuestiones puntuales como distribución, librerías especializadas, lecturas alternativas”.

Santiago nombra un estado de situación diferente a cuando se subieron a la azotea del edificio y, con los ojos puestos en sus colegas y no en el suelo de cemento, saltaron. Veinte años después, con ocho colecciones de libros —que van desde Ensayo y Narrativa hasta Arte, Ilustración y Niños—, con varios centenares de publicaciones y con autores del tamaño de Vivian Gornick y Fabio Morabito que confiaron en su trabajo, pueden dar cuenta que al saltar no siempre se cae para abajo.

Escritor. Colaborador en medios como Página/12, Gatopardo, Revista Anfibia, Iowa Literaria y El malpensante, entre otros. Autor de las novelas Un verano (2015) y La ley primera (2022) y del libro de cuentos Biografía y Ficción (2017), que fue merecedor del primer premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina (FNA). Su último libro, coescrito con Fernando Krapp, es la crónica ¡Viva la pepa! El psicoanálisis argentino descubre el LSD (2023), también premiado por el FNA.

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