Nostalgia latina

Barcelona, que no olvida los años en los que se convirtió en un generador de cultura, puede seguir siendo un sólido puente con América.

Barcelona y Latinoamérica, una relación marcada por la nostalgia. ELENA CANTÓN
Barcelona y Latinoamérica, una relación marcada por la nostalgia. ELENA CANTÓN

Barcelona vive su relación con Latinoamérica con nostalgia. Con una doble nostalgia.

La primera, porque Latinoamérica fue destino del exilio y nueva patria de los perdedores de la guerra, de aquellos que fueron abuelos o bisabuelos de los ciudadanos de hoy.

La segunda, porque Barcelona fue, en los años sesenta y setenta , el paraíso de los nuevos autores latinoamericanos que encontraron, en esta ciudad, un espacio de libertad para desarrollar su creatividad. Barcelona se convirtió, entonces, en el epicentro del llamado boom de la literatura latinoamericana y del realismo mágico.

El exilio de barceloneses y de catalanes a Latinoamérica ha sido recordado como una leyenda, más que como una historia real. Una leyenda que se construyó sobre las omisiones que impuso la dictadura franquista y que fortaleció la desmemoria del éxodo de catalanes hacia Latinoamérica. Porque nunca ha sido una historia realmente contada; son más conocidas las historias del exilio en México o en Santiago de Chile que en la misma Barcelona.

Por ello, Barcelona ha establecido una relación con Latinoamérica compuesta de retales de historia, sin darle la verdadera importancia que tuvo para los exiliados, y también para las mismas ciudades latinas. Porque desde México a Santiago, de Buenos Aires a La Habana, podemos encontrar los retazos de los descendientes de aquellos exiliados. Los que se integraron en la UNAM en México o en la Católica en Santiago, los que construyeron cafetales en Veracruz o el retail en Colombia, los que introdujeron las panaderías en Chile o desarrollaron la industria tabaquera y del ron en Cuba. Barcelona y Cataluña están presentes en Latinoamérica, sin duda. Aquí lo vivimos con nostalgia.

Una nostalgia que también aparece cuando recordamos cómo la literatura latinoamericana abrazó Barcelona. Nostalgia del legado de Carmen Balcells y sus relaciones con Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Julio Cortázar y con el boom del realismo mágico. Latinoamérica tenía como epicentro una Barcelona gris, pero con grandes espacios de libertad y de bohemia. Una Barcelona reprimida por el tardofranquismo, pero con una creatividad desbordante que aparecía en universidades, calles y fiestas, donde la generación de la Gauche Divine, ya legendaria, era el icono de una libertad que se veía en el horizonte. Barcelona era, también, una parada obligada y ciudad de paso hacia París, donde en años anteriores se desarrollaron los movimientos de vanguardia y una perfecta combinación creativa entre filosofía, arte, pintura, literatura y política.

Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa, Carmen Balcells, José Donoso y Ricardo Muñoz Suay, en Barcelona, en 1974. AGENCIA BALCELLS
Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa, Carmen Balcells, José Donoso y Ricardo Muñoz Suay, en Barcelona, en 1974. AGENCIA BALCELLS

Esta herencia, esta historia de exilio nunca bien contada y este boom literario ocurrieron en el siglo XX. Mientras, el siglo XXI sigue avanzando, inexorablemente, estructurando nuevos marcos de relaciones entre Latinoamérica, EE UU. y Europa. Vemos como Miami se ha convertido en una capital latina como puente entre EE UU y toda Latinoamérica, y como otras ciudades estadounidenses acompañan este proceso. San Antonio, Dallas, Los Angeles y San Diego se han convertido en pares de ciudades ubicadas en México como Monterrey y Tijuana. En España vemos a un Madrid desacomplejado que se reclama y proclama, basándose en su poder financiero, como la única capital de Latinoamérica en Europa.

Y en esta vorágine, ¿dónde se ubica esta Barcelona nostálgica? Una ciudad libre, moderna y abierta al mundo que también ha vivido sus procesos de cambio en una Europa que, a veces, parece exhausta, pero que sigue disponiendo del sistema social más justo dentro de la geopolítica mundial. Barcelona es la capital de una Cataluña que atraviesa un proceso de introspección, generando la percepción de estar encerrada en sus propios debates. Un territorio que se interroga constantemente a sí mismo y que ha invertido mucha energía en una idea que ha dejado extenuada a Cataluña y a la misma Barcelona. Un tiempo que no ha dejado ver con claridad los beneficios de reivindicar esta identidad compartida con Latinoamérica. Más bien, ha dejado esa idea en el camino oportunidades perdidas.

Pero en este siglo XXI se abren nuevos escenarios. Es ahora cuando Barcelona debe realizar su transformación, real, de ciudad a metrópoli. Una metrópoli, salvando las distancias demográficas, como Nueva York, París o Londres. Una Barcelona que fortalezca su proyección internacional, que participe de la agenda global que interroga a todas las ciudades ante la crisis de confianza de nuestras sociedades políticas y que sea solución ante el gran reto de la crisis ambiental planetaria. Una Barcelona que puede y debe ser puente entre Latinoamérica y Europa. Porque, puentes, no hay uno solo, sino varios. Cuantos más mejor. Madrid sí, sin duda, pero París, Milán, y Barcelona también deben reforzar esta relación Europa-Latinoamérica.

Madrid se ha convertido en una capital financiera global, que ahora suma la atracción de capitales latinoamericanos. Su clase dirigente ha estructurado un discurso en torno a la palabra libertad parecido al discurso central de cierta derecha latina que ve dictaduras venezolanas y socialistas en todas partes y que es temerosa de las palabras solidaridad, igualdad y transformación. Que percibe los cambios como amenazas y no como evolución de derechos. Que ve con temor los movimientos feministas en Chile o los indigenismos de Perú o México.

Ciertamente, algunos de los gobiernos latinoamericanos pueden generar dudas y, seguramente, la eficiencia de sus políticas muchas veces es discutible, como también lo pueden ser en Europa. Pero, también es cierto que algunas de sus reivindicaciones responden a asignaturas pendientes de las sociedades.

Asimismo, la evolución de las nuevas tecnologías plantea nuevas oportunidades para la mejora de las megaciudades del continente americano y para una población extraordinariamente joven, que ha sido formada en universidades y que exige el ascensor social prometido y una reducción de las desigualdades.

Vista aérea de Barcelona, con la Sagrada Familia en primer plano. UNSPLASH/LOGAN ARMSTRONG
Vista aérea de Barcelona, una ciudad que puede ser puente entre Europa y América Latina. UNSPLASH/LOGAN ARMSTRONG

Es en este entorno donde Barcelona, partiendo de su historia, debe construir esta nueva relación como puente entre Europa y Latinoamérica. Un puente cultural, marcado por la potencia editorial de Barcelona, que juntamente con Ciudad de México, Bogotá y Buenos Aires estructuran las capitales de la edición en castellano. Un puente que se construya a partir de la fuerza tecnológica y de emprendimiento, existente en Barcelona, que puede crear extraordinarios espacios de colaboración y de aprendizaje conjuntos entre las ciudades latinas y europeas a través de proyectos de smart cities, innovación, start-ups, salud o universidades. Un puente a partir del reconocimiento internacional de Barcelona como un actor que, tradicionalmente, ha formado parte de la agenda de los desafíos globales como pueden ser la creciente desconfianza en los sistemas democráticos, la crisis climática, los retos demográficos o las desigualdades.

Quizás es el momento de superar esta nostalgia que atenaza Barcelona para volver a ser una de las capitales latinas en Europa. Con otro perfil, con otra visión, con otros intereses y retos. Probablemente más cultural, más tecnológica, más educativa, social y ambiental. Pero estos son los retos de la sociedad en el siglo XXI y Barcelona debe ofrecer su propia agenda.

Hay puentes por construir en ambas direcciones, y Barcelona es y debe ser un pilar. Puentes que permitan transformar la doble nostalgia latina de Barcelona en impulso para reivindicar las identidades compartidas, fundamentales para tejer confianzas. Confianzas personales, políticas, culturales y económicas.

Político. Militante del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). Ha sido consejero de Trabajo e Industria en el Gobierno autonómico de Cataluña, alcalde de Manresa y presidente del Puerto de Barcelona. Licenciado en Derecho, también trabajó como gerente general de Aguas Andinas Santiago de Chile en 2013. Actualmente es el director general de Mercabarna, el mercado central de abastecimientos de Barcelona.

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