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Luces y (algunas) sombras de la Mamá Grande del ‘boom’

Carme Riera repasa la vida de la agente literaria que revolucionó la industria editorial en español en ‘Carmen Balcells. Traficante de palabras’.

La agente literaria Carmen Balcells, figura clave del ‘boom’ de las letras latinoamericanas. E.C./FOTO: DEBATE

Considerada la agente literaria más importante del mundo hispanohablante, representante de seis premios Nobel e impulsora —o, para algunos, creadora— del boom latinoamericano, Carmen Balcells se convirtió, a lo largo de los años, en objeto de devoción, mayormente de los autores más famosos que representó. Al mismo tiempo, sus intentos, muchas veces exitosos, de cambiar las rancias reglas y costumbres que regían el mundo editorial español antes de su aparición le granjearon la animadversión de buena parte de los editores, máxime cuando algunos de esos intentos incluían prácticas poco ortodoxas Como sea, Balcells (1930-2015) fue un factor fundamental a la hora de establecer la ciudad de Barcelona como el principal foro mundial de la literatura en español y, sin su trabajo y el de su agencia, la industria cultural hispanohablante habría sido distinta.

La exitosa y galardonada escritora Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948), amiga personal de Balcells y una de las principales autoras de la agencia, ha escrito su biografía. Con el título de Carmen Balcells, traficante de palabras, el libro, publicado ahora por Debate y resultado de años de trabajo e investigación, consiste en un recorrido por la vida y los logros de la agente a la que Gabriel García Márquez apodó “Mamá Grande”, si bien incluye también algunas voces discordantes, muy escasas, en especial en lo referente al trato, a veces duro, incluso dictatorial, que Balcells podía tener con algunos empleados y también en lo relacionado con la imposición a las editoriales de nuevas prácticas y modos de contratación.

En entrevista telefónica, Riera admite que, quizá, la biografía de una agente literaria pueda despertar un interés escaso en los lectores que no forman parte de la industria cultural. “Aunque tal vez —dice— represente una manera de acercarse a un personaje fascinante, a una persona genial. Haber sido su amiga es una de las cosas buenas que te depara la vida y me hizo distinta. Creo que esa es una buena carta de presentación para cualquier personaje: alguien que te hace distinto”.

Gran parte de la fascinación que despierta Carmen Balcells se debe, sin duda, a la manera irrevocable en que modificó el panorama editorial, creando casi de la nada el oficio de agente y afectando a editores y escritores. “La influencia que tuvo sobre los escritores fue enorme, porque nos hizo, o intentó hacernos, profesionales”, dice Riera. “Cuando Vargas Llosa tenía que atender a sus alumnos de la universidad en Londres, podía escribir mucho menos. Ella consiguió que se dedicara solo a la literatura. Eso es importantísimo. Lo mejor que nos puede suceder. Fue una verdadera pionera en el mundo de las agencias literarias. Ella decía que un agente literario era un intermediario entre un editor y un escritor, función que cumplió extraordinariamente bien”. 

Mario Vargas Llosa y Carmen Balcells, en el Machu Picchu. DEBATE

Riera insiste en que jamás intentó escribir una hagiografía, y que su libro recoge “no solo las virtudes, sino también los defectos; lo positivo y lo negativo, y sí que hay aspectos negativos”. Pese a ello, el tono que se desprende del libro es de una fascinación y admiración por el personaje casi sin cortapisas. Daniel Vázquez Salles, el hijo de Manuel Vázquez Montalbán, se erige casi en la única persona que se opone abiertamente al modo de ser de Balcells. Incluso con los defectos —o quizá, precisamente gracias a ellos—, el retrato que resulta es el de una santa. “Es que, para nosotros, para los autores, fue una santa, con todo lo que nos consiguió”, replica la escritora, quien reconoce que “Carmen podía ser muy dura”.

Balcells, con su colaboradora Magdalena Oliver y Gabriel García Márquez en 1982, cuando el escritor ganó el Nobel. DEBATE

La prodigalidad de Balcells hacia sus autores es legendaria, tanto hacia aquellos que, como García Márquez o Isabel Allende, representaban un porcentaje altísimo de la facturación de su agencia, como hacia otros a los que les tenía un verdadero cariño. De hecho, en Traficante de palabras se incide tanto en el papel fundamental de la agente para modificar la ley impositiva en favor de los escritores de modo que pudieran recibir los anticipos de derechos de manera escalonada, como en el hecho de que, en más de una ocasión, Balcells impulsó a autores que, si bien no prometían grandes réditos económicos para su agencia, poseían para ella un valor literario especial. A veces, utilizando el sistema de la torna, que el libro describe como “una palabra catalana que alude al añadido que especialmente en los comercios de tipo alimentario ponen en la balanza para completar el peso de alguna mercancía”. Si una editorial quería contratar el título de alguno de sus grandes escritores, la agencia, en cierta forma imponía “otro de un autor mucho menos conocido, pero que ella consideraba de interés. Se trataba de vender un paquete, como hacían los distribuidores cinematográficos con las películas”. En una jugosa anécdota recogida en la biografía, Balcells le dice a un editor alemán que, para triunfar en Cataluña, hay que entender bien dos palabras: torna y chanchullo. “Chanchullo es una palabra muy nuestra, muy de aquí”, explica Riera. “Todo eso está dicho como un juego, y revela mucho cómo era Carmen y su enorme sentido del humor”.

Balcells, disfrazada de papisa en una fiesta. DEBATE

En otra jugosa anécdota del libro, Balcells participa de un ritual de ayahuasca y, pese a que le habían advertido de que la ingesta de ese hongo solía provocar grandes crisis de llanto y también de que la propia Balcells había sido descrita por, entre otros, García Márquez, como una mujer de lágrima fácil, lo que ocurrió fue todo lo contrario: “No le dio por llorar, le dio por reír”, cuenta Riera. Si es cierto que la ayahuasca revela el fuero íntimo de una persona, Carmen ríe. “Mucha gente la retrata llorando, pero yo la recuerdo riéndose a carcajadas. Muy inteligente y muy irónica. Incluso la afición a la santería, que aparece en el libro y que es cierta, puesto que llevaba unos collares curativos debajo de los vestidos, siempre estaba contrastada por aspectos racionales. Carmen no daba puntada sin hilo y, si bien el hecho de firmar un contrato los días 7, 17 ó 27 de cada mes le parecía ventajoso, no era cualquier contrato el que firmaba, sino uno que generara réditos estupendos”.

En cuanto a si es cierto que Balcells creara el boom latinoamericano, Riera acota que eso se ha dicho mucho “a partir del 2000”, no antes. “Yo creo que tuvo una influencia muy grande, porque convirtió a Barcelona en la ciudad literaria que era entonces y que ahora no es, desgraciadamente. En buena parte debido al nacionalismo, y a que ahora es una ciudad peligrosa y quien la conduce no lo hace bien”.

Las malas relaciones de Balcells con el nacionalismo catalán aparecen abundantemente plasmadas en Traficantes de palabras. Incluso a pesar de que, en el año 2000, el Gobierno catalán le adjudicó la Medalla d’Or al Mèrit Cultural. Un reconocimiento que, según Riera, tuvo lugar “probablemente para no ser menos que el Ministerio de Cultura [español], que había impuesto a Carmen Balcells en el año 2000 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes concedida en 1999”.

Balcells (centro), en una comida con Fidel Castro. DEBATE

Por otro lado, la biografía incide también en los numerosos intentos de Balcells de crear instituciones que encumbraran a Barcelona como la gran capital de la cultura hispanohablante, como el proyecto Barcelona Latinitatis Patria, que aspiraba a “la conversión de Barcelona en una autentica ciudad de los libros, adonde pudieran acudir investigadores y bibliófilos de todo el mundo, gracias a un gran centro donde se recogerían los documentos de los grandes autores ligados a la ciudad”. Pese a esos esfuerzos por visibilizar la ciudad, Riera lamenta en el libro que el Ayuntamiento de Barcelona todavía no haya rendido tributo a la agente como se merece. “Todavía estamos esperando que el consistorio catalán dedique una calle, una plaza o un jardín a la señora Balcells, tal y como yo misma solicité a la alcaldesa Ada Colau en enero de 2016 y desde entonces en varias ocasiones más”, escribe la autora en un párrafo que revela, sin duda, su inmensa devoción por la agente.

La escritora Carme Riera, autora de 'Carmen Balcells. Traficante de palabras'. FERNANDO MORENO

Ese tono de admiración tiñe todo este libro, donde, quizá, se echa un poco de menos una exploración mayor del terremoto que supuso para el mundo editorial en 2014 la noticia de la poco clara fusión entre la agencia Balcells y la del temido agente estadounidense Andrew Wylie, quien unos años antes había acusado de corrupto a todo el medio literario español, en especial a agentes y editores. Esa operación provocó, entre otras cosas, la salida de la agencia de Maribel Luque, una de sus principales miembros. Riera explica lo que sabe de ese episodio: “La relación entre Wylie y Carmen empezó siendo buena. Querían fundar una agencia a dúo, pero a él le interesaban solo determinados escritores, Carmen no aceptó eso y entonces finalmente la cosa no cuajó. Carmen decidió hacer otras gestiones para vender la agencia. Las estaba haciendo justo cuando murió, pero entonces parece ser que tuvo una conversación con su hijo tan potente, tan importante, que sirvió para que ella se fuera en paz”. Hoy, Luque forma parte otra vez de la agencia Balcells, la cual es dirigida por Lluís Miquel Palomares, hijo de Carmen, en quien, en un primer momento, ella no confiaba. “Eso es verdad”, dice la biógrafa. “Ella lo decía y él también lo decía. No es ningún secreto. Hasta que, en una conversación antes de que ella muriera, él le pidió que no vendiera la agencia, asegurándole que se haría cargo. Y eso fue lo que hizo”. Cuando Riera tuvo la idea de escribir la biografía de Balcells, fue el propio Lluís Miquel Palomares quien le dio “el plácet” a la autora y le permitió ver “todo lo que su archivo contenía”.

Editor, escritor y periodista. Colaborador de medios como Clarín, La Nación, Página 12, La Vanguardia y Cuadernos de Jazz. Autor de la novela Muñeca maldita (2016) y traductor al español de libros de Martin Amis, Saul Bellow, J.M. Coetzee y Woody Allen, entre otros.