Tres años después de abrir en 2008, la librería-café Kálathos de Caracas ya tenía su primera publicación como editorial. En 2016, contaba con 15 poemarios y dos mortificaciones: el costo de publicar en una Venezuela en crisis económica y la censura omnipresente del país. Pero con la mortificación, el anhelo: Kálathos España, una editorial con temas venezolanos capaz de competir en el mercado español.
Y se logró. Cantos de fortaleza, la primera antología publicada, todavía se vende —incluso en Casa del Libro— y son poemas de catorce mujeres venezolanas que bien representan al país. Luego salió Siete sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria, el primer libro de relatos sobre los hechos de 2017. Después, Nuestros más cercanos parientes, una antología de cuentos que sirvió para presentar a los jóvenes cuentistas venezolanos.
Van 90 títulos contando quiénes son, qué hacen, qué piensan y qué les pasa a los venezolanos. Kálathos España ya es un reconocido muestrario de la venezolanidad gracias al buen criterio de sus creadores: “Los Kalatrónicos” David Malavé, psiquiatra y psicoanalista, y su esposa, la gestora cultural Artemis Nader.
Malavé conversa con COOLT —y con el orgullo de una denominación de origen— sobre “esta editorial pequeñita, pero que ahí va”…

Han pasado casi diez años del arranque…
¡Tenía diez años menos! Aunque llegué con cierta edad, no quería jubilarme ni me lo podía permitir. Así que esto me pareció una buena idea y con el tiempo me fui dando cuenta del disparate, menos mal han cambiado las cosas: cuando comenzamos acá era imposible entrar en las librerías, porque no es como en Venezuela. En la librería Kálathos, en Caracas, tú me llegabas con tu libro, yo te lo recibía, te daba un papel, te lo vendía y te pagaba. Aquí no es así. Las primeras presentaciones de libros las hacíamos en restaurantes donde vendían pabellón y asado negro, porque aquí todo está sistematizado, reglamentado y los distribuidores son los que se encargan de la presencia en las librerías. Era una nota presentar en los restaurantes y hasta en una discoteca, pero fue muy duro también. Ya logramos insertarnos, sobre todo en las bibliotecas académicas europeas y norteamericanas, porque en España hay un sistema de colocación para eso. Yo quería que los venezolanos volviéramos a esos espacios y nuestros libros han llegado. Ahora estamos con el papeleo para estar en la feria del libro de Guadalajara. Espero que nos aprueben.
Tercera edición en la feria del libro de Madrid.
Esto ha sido aprender sobre la experiencia, como todo en la vida, y yo vengo del entrenamiento médico, de estar en un hospital y después preguntarme cómo hice equis cosa. Con los libros es igual. Es una experiencia clínica, práctica, que se va afinando y refinando. Tengo tolerancia a la frustración y una capacidad para la perseverancia que, creo, no tiene otra gente. Tú me dices diez veces que no y yo digo once veces que sí. Entrar aquí no es fácil, todo es una prueba muy dura. Te prueban mucho a ver si vas en serio, pero se puede. Cuando me dijeron que para entrar a la feria primero había que agremiarse y después esperar un año, lo hice y seguí. En 2022 fue la agremiación en la Asociación de Editores de Madrid y en la Federación de Editores de España, y un día me dijeron que ya estaba listo, que presentara los papeles para la feria de Madrid. Entonces, presenté los libros, porque tienes que tener un número de publicaciones aceptadas por la agencia del ISBN español para que te permitan estar en una caseta del parque El Retiro los diecisiete días, revisaron… Y nos estrenamos en la feria 2023.
Al principio, antologías, ¿y ahora?
Tenemos varios latinoamericanos. Kálathos es una vasija para contener, entonces uno va conteniendo las expresiones literarias y artísticas que van apareciendo en el idioma, pero sin olvidar nuestra principal línea que es Venezuela, porque ya bastante hemos pasado como para no tener espacio para lo nuestro, para nuestra gente y, en este sentido, tenemos libros que no se hicieron tanto para vender, sino para dejar constancia de lo que ha pasado. Tenemos autores de Centroamérica, Costa Rica, Perú, una de Nicaragua y pronto tendremos uno de Puerto Rico. Incluso de Argentina, que tiene mucha presencia y mucha fuerza editorial aquí en España. Y autores españoles, por supuesto.
Cuando comenzaste en España había tremendo interés por Venezuela, ¿y ahora?
Se diluyó. Cuando llegamos en 2015, Venezuela estaba todos los días en la prensa española, así que cuando salió Siete sellos, el exitazo fue impresionante [logró un crowdfunding para la publicación digital y su promoción, y financiamiento para imprimir dos mil ejemplares]. Todo el mundo quería enterarse de lo que estaba pasando en Venezuela. Cuando Leonardo Padrón sacó Tiempos feroces, el exitazo fue fenomenal. Ya todo eso se diluyó. Por un lado, haciendo autocrítica, nosotros hemos sido muy erráticos e inconsistentes y, por otro lado, el gobierno español actual no es muy crítico ni cuestionador con lo que pasa en Venezuela. Por un lado, al librero español quizás no le guste algún título de nuestro catálogo, porque piensa “otra vez los venezolanos con su rollo y su llantén” y, por otro lado, tienes al Instituto Iberoamericano de Berlín y a las universidades Yale, Princeton, Berkeley, Stanford y Rice comprando para tener un registro que lo que está pasando en nuestro país. Que se diluya el interés por el padecimiento de Venezuela me cuesta mucho aceptarlo, porque para mí, ese es el tema… Siento que es algo complejo que voy tratando de comprender y de digerir todos los días.
¿Diversificar tu catálogo tiene que ver con todo esto?
No. Responde a una necesidad del gremio editorial. Me dicen: “El Caribe te toca a ti” y ahí vamos. Es fascinante.
¿Qué se está leyendo de ficción venezolana?
En esta feria, se llevaron mucho Éxigo de Eduardo Sánchez Rugeles, un escritorazo y un genio como productor. Publicamos su novela este año, que es de una banda de rock juvenil en Venezuela con una fulgurante carrera al éxito, pero que comete el error de componer una canción que no le gusta a Chávez…
Ahí está nuestro tema…
Y estará siempre, porque es nuestra realidad. En esta feria hubo gente que me cuestionó los libros de política de Venezuela. Hubo quien dijo que los venezolanos mentimos sobre lo que pasa en nuestro país. Les dije: pa usted no es así, pero pa nosotros, la realidad es esa dura realidad… A un colombiano no le dicen que no hable de sus años de conflicto; al judío, del holocausto; a los argentinos, de sus desaparecidos; y a los chilenos, de Pinochet… Entonces, Sánchez Rugeles, mete la tragedia venezolana de fondo, pero vas comprendiendo las denuncias.
Otro libro exitosísimo en esta feria fue Viaje a la inversa de Mónica Montañés. Es una historia de su familia, que fue muy antifranquista, muy republicana, muy de izquierdas, roja. Se tuvieron que ir de España a la Venezuela democrática y luego abandonaron la Venezuela madurista para volver a España. Son entrevistas imaginarias y tienen algo que ver con el problema de nuestro país.
Pero este año me impresionó lo mucho que se llevaron poesía venezolana: Cantos de fortaleza todavía es un libro con un destino muy feliz. El almendro florido, de Patricia Guzmán, su penúltimo libro antes de morir. Hubo un momento que pensé que era una cosa del más allá. La gente llegaba, ojeaba, decía que era bello, hermoso y se lo llevaba. Eran españoles, unos alemanes y una inglesa. Claro, es un libro precioso con ilustraciones de Patricia Van Dalen. También se llevaron Bruxa, de Sonia Chocrón e ilustraciones de Pájaro; Fruta hendida, de Edda Armas; La discordia de Babel / Cantábrico, de María Clara Salas; Del fluir, el primero que publicamos de Santos López… Los libros tienen vida propia y son muy misteriosos, hay que asumirlos como unos objetos medio borgianos. Hay unos que salen y no se mueven, y de repente cogen vida y comienzan a venderse.
¿En cuál estás pensando cuando dices eso?
En Las raíces de Europa, de Julieta Rosales. Ella no tenía nada que ver con Venezuela, pero era muy venezolana y estaba muy preocupada por el país, vivía en Venezuela. Como ella era de origen lituano, tenía la teoría de que los pueblos visigodos que llegaron a la península ibérica sostenían que eran un pueblo de origen báltico y no germánico… Ella desarrolló esa teoría por primera vez en lituano. Luego se tradujo al alemán y después ella misma la escribió en español, y la publicó con nosotros. Nos llevamos el libro a la feria… ¡No sabes la cantidad de historiadores que se llevaron ese libro!... Cuando salió, se habrán vendido diez en las bibliotecas de España y Norteamérica, y ahora lo buscan.
Otro libro es Sacramento de la guerra, de Ricardo Bello Toledo, un escritor venezolano en Sevilla. Su novela transcurre en Israel, Siria, Líbano, vuelve a Venezuela y cierra en España. Lo empezaron a pedir las bibliotecas de Turquía y como siete bibliotecas de universidades turcas. Ha dado una vuelta insospechada.
Y el libro El gran secreto de las monarquías europeas, del español Joaquín Javaloys, que sostiene la idea de que se buscaron princesas judías en el exilio que venían de la casa del rey David para poder justificar su derecho a reinar. Terminando la feria Liber de Madrid de 2023, unos bibliotecarios israelíes se interesaron, pero al día siguiente arrancó el problema con Hamás. Le dije a mi esposa: “Los israelíes no van a comprar nada”. A los quince días me llegó un aviso de que había como ocho libros en distintas bibliotecas de Israel en medio de todo este zaperoco.

¿Cómo logra vender una editorial todavía pequeña en el mercado español?
A veces, en estos países, el exotismo cae bien. Somos una editorial española, claro, pero con la banderita venezolana en nuestros libros y aquí en España se defiende mucho la bibliodiversidad. Es cierto que hay sellos editoriales monstruosos que monopolizan todo y se ganan todos los reales, pero también es cierto que los gremios hacen posible la presencia de los pequeños sellos en las ferias y en el mercado, sobre todo que haya sellos con origen en Iberoamérica. Estando aquí me di cuenta que un libro puede llegar a donde sea, pero que, como en la medicina, hay que ir caso por caso.
¿Cómo exportas?
No lo hago yo. Es a través de un distribuidor. No tengo el volumen para hacer exportación por mi cuenta. La norma es que exporta alguien especializado en eso, que tiene la estructura, los precios, cómo colocar y cómo cobrar, así sea en Perú, Guatemala, Chile o Nicaragua. España es una gran plataforma para poder exportar libros. Es un negocio que los españoles llevan muy bien.
¿Los venezolanos siguen leyendo sus libros en España?
Es interesante: en la primera y en la segunda feria de Madrid, nuestros principales compradores eran venezolanos. Era muy cómico, porque llegaban en cambote y se instalaban frente a la caseta, y los españoles se desesperaban, porque no entendían qué tanto hablábamos, por qué nos quedábamos ahí al frente, porque obstaculizábamos el paso. Era una pequeña manifestación. Este año nos han comprado más los españoles.
¿Qué pasó ahí?
Todavía estoy tratando de entender. Creo que tiene que ver con que cada vez conocen más autores venezolanos y reconocen la calidad, y con que Kálathos tiene más presencia. También estuvimos en la feria del libro de Bogotá y en la de Cádiz. Poco a poco han visto que somos gente fina, han dicho que “exquisita”. Es que los venezolanos de cierta edad como yo tuvimos voracidad por conocer y oportunidades de viajar, de aprender del mundo, de leer. En Caracas, la formación universitaria era muy universal, se leía literatura internacional, porque llegaban libros de todos lados. El europeo se sorprende de que uno los conozca, ¿y cómo no los vamos a conocer? Caracas fue muy integradora de la cultura del mundo. Yo creo que esto lo van notando en nuestra inmigración y en nuestras publicaciones.