Club escritura. Martes 19-21 h’, en tiza blanca, buena caligrafía, sobre una pizarra callejera. En segundo plano, una mujer que podría tener 40 años parece flotar, por efecto de su larga gabardina, sobre el banquito de la puerta. Carga una bolsa de tela a rebosar de la Manifesta 12 que se celebró en Palermo (Italia) en 2018. Mira al infinito en armoniosa sintonía con el perro que la acompaña.
Cuatro carteles sobre la pared exterior: el club de escritura es para narrar y crear personajes con voz propia, habrá una clase magistral de Jorge Carrión, se presentará el libro De arte no entiendo nada y cierran los lunes como una cafetería común. No lo es, lo sabremos pronto. El reverso de la pizarra da una pista: Café, vino y libros, esta vez en mayúsculas.
Más carteles, ahora en la puerta, de arriba abajo, de izquierda a derecha: ‘Redacción abierta’, un QR para seguirles en Instagram, ‘5% de descuento para trabajadorxs de la no ficción’, los perros son bienvenidos y uno más largo en el que detenerse. ‘Esto no es un bar pero puedes entrar. Esta es la sede de LATE. Somos una redacción periodística iberoamericana abierta al público con una barra de degustación de historias a través del café, los libros de no ficción, el arte, los talleres, los alimentos y el vino’. Dos webs: la de la revista y la del espacio, son homónimos.
¿La gente que no conoce el espacio entra? ¿No ha habido confusiones, anécdotas? Responde primero Cush Rodríguez Moz, sentados ya sobre dos taburetes todavía nuevos de una sola pata, la pata verde eucalipto. “A veces la gente no se da cuenta de que los libros están a la venta. Creen que son de adorno o que están para leer y, bueno, si alguien quiere hojearlos no hay problema, pero esto es una librería, claro”, cuenta el argentino en una mañana de sábado atípica: es puente largo en Madrid, la ciudad en la que confluyeron los seis reporteros latinoamericanos y españoles que han fundado este espacio.

Rocío Periago habla desde Lorca (Murcia): “Lo quisimos dejar claro porque empezaron a decirnos algunos amigos ‘ay, qué guay, quiero ir a vuestro bar’. Y nosotros como, no, hemos montado una librería. Vamos a dejarlo claro desde el principio. Que te puedes tomar un vino, sí, te puedes tomar un café, y además te vas a tomar un muy buen vino, un muy buen café. Pero esto es una librería. Primero lee el libro”. La curadora de los libros de Late es la también reportera española y fundadora Marta Montojo, e inicialmente contó con la asesoría de una de las personas que más ha estudiado las librerías y su relevancia social: Jorge Carrión. Quien les certificó como primera librería de no ficción. Él, autor del ensayo de referencia Librerías (Anagrama 2013, ampliado este año en una edición de Galaxia Gutenberg), no sabe de ninguna otra librería del mundo consagrada a la no ficción. “Si hubiera otra, al menos en el ámbito hispanohablante, él lo sabría. Así que si no somos la única, somos la principal”, resume Periago.
Los libros forran las paredes del espacio y no hay estanterías despegadas de los muros, por lo que la confusión de quienes piensan que son parte de la ambientación es comprensible en principio. Una estantería distinta, igual apoyada en ladrillo, está dedicada a ‘Libros sobre escritura’. Una tarjetita, escrita a mano con bolígrafo y algo de apuro: ‘Los periodistas de Late recomiendan: Diarios, de Iñaki Uriarte. Si quieres aprender a escribir, a citar autores sin parecer idiota, y a contemplar tu absurda existencia sin atribularte, lee a Uriarte (Juanjo)”. Al segundo volumen de esos diarios lo acompañan: Toda la vida preguntando, de Juan Cruz Ruiz; Mientras escribo, de Stephen King y, entre otros títulos, los dos libros que no pueden faltar en la biblioteca de ningún amante de la no ficción que se precie: Lacrónica, de Martín Caparrós, y Zona de obras, de Leila Guerriero.

Guerriero y Caparrós son tan marca de la casa que impartieron los primeros talleres que acogió el espacio: cuando, en la primavera pasada, aún era solo un local apenas vacío, de paredes desnudas y desconchadas que la obra inminente permitía garabatear o escribir: “Madrid, 16 mar (EFE)- Ha nacido un espacio llamado ‘Late’, un refugio para el periodismo colaborativo, el placer clandestino y el buen café que reunirá a toda clase de personas (pero sobre todo a las farsantes)”, firmado por Montojo con sus siglas de entonces en la agencia de noticias. El 23 de mayo de 2024, el gran maestro de la crónica Martín Caparrós, se encontró con un grupo ecléctico de personas que, sobre todo, había ido a escucharle, a pasar un rato con él. Late dice de sí mismo que es “la casa de la no ficción”. Esos primeros talleres eran, entonces, como enseñar a los amigos el apartamento que acabas de alquilar, por si alguno se anima a echar una mano con la pintura.
Y lo hicieron: el Espacio Late se sostiene con la no ficción y las actividades que la envuelven. Los beneficios del Espacio Late, a su vez, sirven para financiar el periodismo de calidad en el que militan sus fundadores. “La idea de crear todo esto era poder financiar el periodismo que nos interesa. Para poder no depender de los medios tradicionales y poder hacer el periodismo que realmente nos gusta y en el que creemos. Ese periodismo sin prisas, de investigación o documental, donde puedes dedicarle tiempo a un proyecto”, explica Periago. Y añade: “Nuestra propuesta es que te sientes, tomes un café y puedas enterarte bien y conocer a fondo una historia. Espacio Late no es sólo la forma de financiar ese periodismo, sino también de crear una red que lo apoye y lo multiplique”.
Los seis fundadores son reporteros freelance, autónomos en España, ninguno tenía experiencia en la gestión de negocios ni tampoco en la hostelería. “Miedo no había, había mucho entusiasmo. Confiábamos mucho en la propuesta. La experiencia de la Revista Late en construir comunidad digitalmente en diferentes países durante ocho años nos indicaba que, de hacer algo físico, tendríamos resultados parecidos. En muy poco tiempo comenzamos a ver que eso está sucediendo”, dice Rodríguez Moz, que llegó al universo Late, como otros de los impulsores del espacio, de la manera más Late posible: con un taller en el entonces apartamento porteño del argentino Daniel Wizenberg, el puente entre Late Revista y Espacio Late junto a la reportera cubana Mónica Rivero.
Wizenberg es el presidente de la cooperativa de periodistas del Espacio Late. La licencia es de librería con barra de degustación, pero ese paragüas abarca todo un mundo que está vivo y hambriento de expansión. Talleres, clubes de lectura, microteatro, jazz, vinos naturales, cafés de especialidad y presentaciones que no se parecen a las de siempre: aquí el autor se pone detrás de la barra, con el público alrededor, para ofrecer su obra y sus palabras con la ceremonia y el disfrute de una cata. A cargo de este espacio mutante y polifacético está la reportera española Sofía Caruncho Llaguno. Y detrás de la barra, para ofrecer flat white pero también tertulia periodística, las colaboradoras de Late Orianna García Blanco, de Venezuela, y Fernanda Fernández, chilangomadrileña. Todo lo que sustenta Late está hecho, efectivamente, de no ficción.

En tiempos de precariedad periodística, los fundadores de Late han encontrado en las becas una sólida forma de financiación para el espacio. “Armamos equipos con todos los periodistas de la red, no sólo entre los seis, y mandamos más de 20 postulaciones diferentes, de las que nos salieron 12 o 13, y nosotros hemos destinado lo que iban a ser nuestros honorarios al espacio, además de aportar ahorros propios”, detalla Rodríguez Moz. La residencia de Late en Madrid fue una alineación de circunstancias personales y su dirección en el corazón del icónico barrio de Malasaña una rara fortuna: encontraron un local con un alquiler muy asequible. La reforma, que hace casi irreconocible el espacio para quien lo viera antes de septiembre de 2024, no ha sido barata, pero las cosas les van bien, lucen tranquilos.
Aunque por la estética puede parecerlo, Espacio Late no quiere ser “otro bar moderno que nos han puesto aquí”. “Queremos que no sea una cosa ajena. Estamos contando historias latinoamericanas porque tenemos una pata en cada uno de los dos continentes, pero también queremos contar historias de Madrid y escuchar a los vecinos, que sientan el espacio como algo suyo”, explica Periago. La primera redacción abierta con ellos ha funcionado muy bien: han hablado de los problemas de los jóvenes para acceder a la vivienda y a trabajos con buenas condiciones y, en general, de cómo se puede vivir en Madrid en este momento.
Espacio Late, como sus fundadores, es un híbrido, una embajada, un puente entre Latinoamérica y España. “Yo ya estaba viviendo acá y quería justo retomar contacto con América Latina de alguna forma y salió la oportunidad de colaborar con Late. Como soy de aquí y soy de allá, me resultaba una plataforma interesante no solo periodísticamente sino a nivel personal, para seguir tejiendo formas colaborativas de hacer proyectos. Creo que ya no es tanto quien llegue primero, sino quien se vaya el último”. Espacio Late parece un buen lugar para dilatar el tiempo.