El legado inquieto de Rosario Bléfari

El diario personal de una figura central del indie argentino, donde arte y vida se entrelazan con la precariedad, se publica por primera vez en España.

Rosario Bléfari, icónica cantante argentina líder del grupo Suárez, escritora y actriz, cuya obra sigue expandiéndose tras su muerte. CORTESÍA
Rosario Bléfari, icónica cantante argentina líder del grupo Suárez, escritora y actriz, cuya obra sigue expandiéndose tras su muerte. CORTESÍA

Conocer a Rosario Bléfari a través de su Diario del dinero es conocer su obra por la puerta de atrás. Una puerta de entrada inesperada, marginal, desde donde se accede a una trastienda que nos revela un gran desorden: ropa tirada que espera ser ordenada, facturas vencidas, canciones bocetadas en un cuaderno, pequeños pagos que deben llegar, nuevos trabajos que aparecen, café y medialunas en bares de viejos, el hallazgo milagroso de una camiseta hermosa y barata, ese hacer de cada día, mezcla de arte y vida, trabajo y amor, inspiración y practicidad, deseo y carencia, dinero y falta de dinero. Todo esto muestra este Diario: el equilibrio frágil, precario y artesanal que sostiene una poética única como la de Rosario Bléfari.

Rosario se fue demasiado temprano, a los 54 años. Había nacido en Mar del Plata, crecido en Bariloche y falleció en La Pampa, donde la había sorprendido la cuarentena visitando a su padre y decidió quedarse, pasar allí sus últimos días. Atrás dejaba una carrera luminosa, que tuvo como centro la música, pero que se disgregaba en otras direcciones como la actuación, la literatura, las artes visuales. Icono del indie, fue ese su territorio en cada una de las disciplinas. Es como si Rosario siempre hubiera caminado al costado de las avenidas centrales. Multifacética, artista de las partes y no del todo, huyó de la consagración, desplazándose siempre hacia lo nuevo, lo que aún implicaba un aprendizaje, una nueva artesanía. Su voz se fue multiplicando a través de los años, en diversos territorios, donde dejó sus huellas inquietas.

Lo primero que supimos de ella fue su banda Suárez, que debutó en el último año de la década del 80 y siguió hasta el primero de los 2000. Al principio, tocaban sus canciones llenas de ruido y belleza en galerías de arte, muchas veces de espaldas y en algunos shows incluso, separados del público por una cortina de papel que iban recortando a lo largo del concierto. El grupo fue cambiando, creciendo, dentro del indie pop, hasta llegar a melodías perfectas y pegadizas como ese pequeño-gran himno argentino que es Río Paraná. Luego de la disolución del grupo, que se había convertido en un emblema de la música alternativa, Rosario decidió seguir haciendo canciones y lanzó su primer disco Cara en 2001, y luego Estaciones, con el que su figura se recortó aún más. Como en la tapa del disco: radiante, en bikini, esferas multicolores a su alrededor, una nueva luz emanaba su cuerpo. Y también de su voz.

Su carrera solista se fue consolidando con cada disco, que iba introduciendo variaciones al singular mix de sus canciones. Canciones engañosamente sencillas con letras de extraña poesía, que salían del molde convencional de la lírica del pop y del rock, en un arco musical que iba de temas más punkis, con guitarras que galopaban o golpeaban, a baladas dulces y pegadizas. Con Suárez o sin Suárez, Rosario fue una suerte de madrina del indie argentino, capaz de combinar pop y kraut rock, y que se convirtió en un antecedente central para entender a bandas como Él mató a un policía motorizado y tantas otras de este siglo.

En los recitales, Rosario, además, ponía el cuerpo: no unos pasitos rítmicos, sino un gran despliegue, locura, invención. Corría de un lado a otro del escenario, saltaba, tocaba la guitarra frenética. No siempre su voz afinaba como en el disco, pero esa desprolijidad le daba a sus conciertos en vivo un aura especial. No era una front-girl inmaculada, sexy o estudiadamente reservada. Era hermosa y natural. Y sobre todo, se entregaba por completo: fuerte y suave, dulce y desalineada, furiosa y veloz.

El cuerpo de Rosario, a veces excedido, otras contenido. El otro gran hilo de su carrera fue la actuación: en teatro y en cine, en creaciones propias o ajenas. Una generación entera la descubrió en 1999 con Silvia Prieto, de Martín Rejtman, donde ella era el personaje central que daba nombre a la película. La jovencita en pleno proceso de repensar su vida, que se preguntaba tan profundamente por sí misma que se encontraba con otras. Había muchas otras Silvia Prieto en el mundo y ella estaba curiosa de conocerlas. ¿Cómo olvidar sus absurdos diálogos, llenos de timidez y rareza? “Hola, ¿Silvia Prieto?” “Sí, ¿quién es?”. “Silvia Prieto”. La película tenía voz en off de la propia Bléfari en un código de actuación depurado y económico que Rejtman hizo su sello cambiando el cine argentino para siempre. La voz de Rosario ahí, con esos textos maquinales y cómicos, ese tono construido como una pintura hecha solo de colores primarios, es la que siempre nos iba a acompañar. Una misma voz en canciones, muchas otras películas y obras de teatro.

Y también en textos. Poemas en prosa fue su primera incursión en la literatura en 2001. Le siguieron La música equivocada (2009), Antes del río (2016), Mis ejemplos (2016) y Las reuniones (2018), Poemas de los 20 en los 80 (2019), Diario del dinero (2020) y el póstumo Diario de la dispersión (2023). La escritura fue ganando lugar en su trabajo creativo al punto de que en los últimos años de su vida se había convertido en estudiante de la carrera Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes. Una carrera joven, que ocupaba un lugar hasta entonces vacante y anhelado por todos los y las que escribían. Sorprendía verla a ella, enorme figura ya, conocida por todos, convertida en alumna, recorriendo aulas y pasillos con la mejor predisposición. Pero a la vez, esta artista de las partes no tenía ningún problema en estar, escribir, leer o discutir lo que tuviera que ser discutido. Siempre dispuesta a que un fragmento nuevo se uniera a su gran rompecabezas.

'Diario del dinero', el libro más íntimo de Rosario Bléfari, llega por primera vez a España de la mano de Ediciones Comisura. CORTESÍA
'Diario del dinero', el libro más íntimo de Rosario Bléfari, llega por primera vez a España de la mano de Ediciones Comisura. CORTESÍA

Pero la noticia, la gran noticia, es la salida en España de su último libro publicado en vida, Diario del dinero, por Ediciones Comisura, con el prólogo de Julieta Venegas y collages de Susana Blasco. Es interesante pensar este libro, que fue el final, como el primero para leer y conocer a esta artista. Un libro que se mete con un asunto muy material, desde la impronta práctica de los cuadernos de artista, combinada con la zona borrosa y privada de los diarios personales. Un asunto matérico y a la vez evanescente, porque el dinero del que habla no es uno que esté demasiado presente en la vida de Bléfari, sino uno que siempre se va. El texto es un recorrido por su vida cotidiana, un registro minucioso de los trabajos ocasionales, los ensayos con su banda, los quehaceres hogareños, los paseos por la ciudad intentando hacer un trámite, acompañando a su hija al subte, o insistiendo para cobrar una factura. Compone canciones, ayuda a sus padres en La Pampa, comparte momentos con su pareja. Y siempre, por detrás de cada movimiento, aún el más pequeño, se asoma la contabilización, el dinero que entra a cuenta gotas y el que se va. Es como el detrás de escena, el verdadero trabajo de una artista independiente.

Uno de los aspectos más interesante del libro es la decisión de romper el orden cronológico clásico de los diarios y compaginarlo mezclando todas las fechas. A 1986 le sigue 2015, luego 1992 y lo que ocurre es milagroso: se desintegra la idea de progreso, de acumulación, de dirigirse hacia un lugar de éxito económico. O por lo menos de estabilidad. Hay lucha, desequilibrio, pero también goce. El dinero es lo que siempre se esfuma, lo que falta, pero también, inesperadamente llega, aunque no va a durar. No es un dios, no es un héroe, no es un salvador. No hay que esperar nada de él. 

Pero sí hay que esperar mucho de este libro. Y de todos los que vayan llegando de Rosario Bléfari.

Escritora, periodista cultural y curadora en artes escénicas. Colabora en el suplemento Radar de Página/12. Codirectora junto a Laura Citarella del filme Las poetas visitan a Juana Bignozzi (2019). Además de diversos poemarios, ha publicado las novelas El trabajo de los ojos (2018) y Diario pinchado (2021) y el libro Extranjero en todas partes (2023), un perfil sobre los días argentinos del escritor polaco Witold Gombrowicz.

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