Horacio Castellanos Moya, el eterno exilio salvadoreño

El escritor, que publica ‘El hombre amansado’, habla sobre tocar fondo, la vida lejos de su país y la fe que hace falta para ir a la guerra.

El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya, autor de 'El hombre amansado'. GUNTER GLÜCKLICH
El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya, autor de 'El hombre amansado'. GUNTER GLÜCKLICH

Horacio Castellanos Moya nació en Tegucigalpa, Honduras, en 1957, pero se crió en El Salvador. De allí se marchó a los 22 años para recalar en diversos países —Canadá, México, Costa Rica y España entre otros— y convertirse en uno de los escritores centroamericanos con más peso en la escena literaria mundial.

Definido por Roberto Bolaño como un “melancólico que escribe como si viviera en el fondo de alguno de los muchos volcanes de su país”, el autor publica ahora la novela El hombre amansado (Literatura Random House, 2022), en la que recupera a su protagonista paranoico Erasmo Aragón para seguir describiendo el hundimiento en la vida de los exiliados. Depresión, dependencia económica y una larga fuga internacional son la receta de una historia que logra arrancar de lugares inhóspitos tensión combinada con fina oralidad.

Un título más para una trayectoria que podría resumirse en tres ejes. El primero es la desgraciada fama del exiliado tras recibir amenazas de muerte por la escritura de El asco (1997), en la que, parodiando al austríaco Thomas Bernhard, Castellanos Moya azotaba a su propio país. El segundo es que el autor ha logrado ese estadio de los autores maestros en el que su estilo es reconocible sin necesidad de ver la firma. Un estilo basado en la construcción de personajes centroamericanos muy complejos y en cultivar con genialidad el monólogo interior. Y el tercer eje aparece con la totalidad de su obra, en la que se pueden capturar como si fuera un hormiguero de arena los estratos e impactos de los conflictos políticos sobre gran variedad de perfiles de personas.

Los textos incluidos en la antología Roque Dalton: correspondencia clandestina y otros ensayos, publicada el año pasado, permiten ganar profundidad en la apreciación de la obra novelística de Castellanos Moya. A través de su lectura se puede señalar la escisión entre distintas escuelas culturales: la del socialismo revolucionario contra el nacionalismo del abuelo del autor, Moya Posas. Así que podría afirmarse que, en general, en la prosa de Horacio el exilio no solo es físico, sino que a veces también supone fractura genealógica que desemboca en esos personajes totalmente desencajados como este Erasmo Aragón con el que el escritor cierra ahora una especie de trilogía. 

Castellanos Moya me atiende para COOLT por videollamada. Le explico que, un lustro atrás, una trabajadora de Seix Barral me regaló su novela Insensatez (2004), publicada por Tusquets, y que de ahí salté a la reedición de El asco y ya quedé profundamente prendado. Horacio me pregunta por el nombre de la chica, pero afirma no recordar demasiado y que todo eso fue hace mucho para él.

Portada del libro 'El hombre amansado' de Horacio Castellanos Moya. LITERATURA RANDOM HOUSE

- Hablando de mujeres, y empezando un poco por la tangente, me da la sensación que en su literatura ellas tienen mucho peso. En El hombre amansado se intensifica ese rol primario.

- He publicado dos novelas en las que la mujer es protagonista principal: La diabla en el espejo (2000), monólogo de mujer acomodada del Salvador, y Tirana memoria (2008), donde aparece una mujer más adulta y conservadora. En el resto de novelas las mujeres aparecen como en la propia vida. A veces, cuando se establecen relaciones pueden ser conflictivas. Pero creo que la aparición de las mujeres en mis libros depende mucho más de la trama.

- A nivel mundial, hay una corriente que señala la superioridad social del hombre en términos de privilegios. Sin embargo, en El hombre amansado la posición del personaje es totalmente asimétrica respecto a ellas: no solo sufre sus abusos en la infancia por parte de tres mujeres sino que además depende económicamente de una sola mujer.

- Esto nace de un personaje que había trabajado en novelas anteriores, Erasmo Aragón, que aparece en El sueño del retorno (2013) y en Moronga (2018). Ahí ya esta totalmente hundido y esta novela representa las consecuencias lógicas de dicho hundimiento. No lo hice con un propósito extraliterario. El protagonista debía tocar fondo. Es un personaje que no simpatiza con la corrección política. Es salvadoreño, ha sido educado en una cultura machista y violenta; por lo tanto, cuando va a países en las que esa no es la pauta, entra en conflicto y no sabe adaptarse. La consecuencia es el hundimiento que relato.

- El protagonista expresa varias veces añoranza de El Salvador. ¿Es la suya también?

- El protagonista añora y, al mismo tiempo, cuando se reúne con otros salvadoreños no le gusta que le hablen del país. Tiene cierta incapacidad social. En mi caso, añoro lo normal, nada especial, como la gente que lleva varios años lejos y la siente lejana. Mi añoranza es por cosas precisas, no por abstracciones.

- Entre los artículos que acompañan a su libro Roque Dalton: correspondencia clandestina y otros ensayos leía sobre el exilio y la extrañeza: cuando se vuelve y ya nada es igual.

- Esa ha sido una constante en la historia de la humanidad: la guerra produce grandes flujos de población. En este momento está sucediendo en el este de Europa, en Ucrania, pero es que las guerras anteriores en Afganistán y Siria produjeron también unas migraciones bárbaras. La guerra en Centroamérica en la década de los ochenta también produjo sus flujos migratorios, que todavía perviven porque pasaron a transformarse en migraciones económicas. Lo que sucede en Europa me hace pensar en las dificultades de la gente que lo pierde todo, que deja atrás sus cosas y sus familiares, que tiene que enfrentarse al reto de adaptarse a una nueva sociedad sin instrumentos para la inserción, incluyendo gente mayor a la que se les hace mucho más difícil el exilio.

- Luego volvemos a la novela, pero, ya que hablamos del ensayo, allí parece que se presenta a usted mismo como un cobarde. Cobarde respecto a los poetas salvadoreños que se convirtieron en revolucionarios y respecto a una tradición familiar de poder político en Honduras. Sin embargo, el resultado es que es un autor internacional con libros en varios idiomas, lo que me parece un posicionamiento radical, más que muchas acciones propiamente políticas que quedan en nada.

- Para actuar en una guerra, para involucrarse y tener la decisión de matar al prójimo, se requiere una fe, o una obligación inevitable como la fuerza o la ley. Yo nunca tuve fe. Eso explica que me dedique a contarlo y que lo aclare, ya que alguna gente considera erróneamente que yo me impliqué en el conflicto salvadoreño tomando las armas, cosa que jamás hice. La experiencia en el combate es única, pero yo no la tengo. Ahora bien, que todo eso resultara en mi beneficio no hay ninguna duda, pero eso simplemente sucedió. Cuando arrancó la guerra civil y decidí no involucrarme, no tenía claro que iba a producir la obra que luego he escrito. Uno se mueve por intuiciones, por emociones, pero pudo haber sido lo contrario. Podría haber sido que no involucrarme me produjera esterilidad, pero así pasó.

- Retornando a la novela, hay tres temas que me parecen muy contemporáneos a los que ha dotado de tensión: el desconocimiento de los efectos de los medicamentos en el propio cuerpo cuando uno empieza una terapia, los efectos de la paranoia y la depresión y, en último lugar, el impacto de una enfermedad de transmisión sexual en una pareja.

- En lo que respecta a los medicamentos rigiendo la vida del protagonista me pareció un modo de explicar una conducta errática. La paranoia y la depresión ya son parte constitutiva del personaje de Erasmo Aragón en anteriores novelas. Lo de la enfermedad sexual fue muy azaroso. Me cayó en la mente que podía ser un detonante para la novela, el salto al clima del hundimiento.

- ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?

- La fui escribiendo muy poco a poco. Me tomó mucho rato, como dos o tres años. La comencé antes de la pandemia y la corregí entonces. Si miro todos los cuadernos de notas que tengo me pregunto: ¿cómo pude tomar tantos apuntes para una novela tan corta? Fue cocinada a fuego muy lento y sometida a un proceso de depuración del lenguaje muy estricto.

- Debe de estar harto de que se lo digan, pero la verdad es que, cuando compartí con un amigo mío mi ejemplar de El asco, lo primero que me dijo es que debía crearse un heterónimo para hacer una versión catalana del mismo. ¿Todavía le piden versiones de otros países?

- El tiempo pasa y al final eso fue publicado hace 20 años. Llama la atención que ha sido publicado en lugares donde el nacionalismo es fuerte, como en Serbia o en Turquía, pero ya no me han hecho muchas propuestas últimamente.

- Se nota su pasión por Roque Dalton, que comparte con el protagonista de la novela. El poeta estuvo en la casa de un familiar suyo. ¿Su conexión con él es por una cuestión material o más bien se trata de un flechazo artístico?

- Es un tema que tiene que ver con la literatura. Cuando empezaba a leer encontré su obra y me deslumbró. Desde entonces, es un poeta que releo. Me gustan su desenfado y su humor, también la sátira y el sarcasmo. A eso habría que sumar su trágica muerte, que lo hace más morboso. Pero lo primero que me interesó y que lo hace valioso para mí es su poesía.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).

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