El Premio Nobel de la Paz de 2025 otorgado a la líder venezolana María Corina Machado, del que sus conciudadanos se enteraron muy temprano la mañana del 10 de octubre, tiene un signo que lo hace muy particular.
Se trata de un reconocimiento a una mujer metida en la política desde hace 25 años, una líder perseguida por el gobierno que lleva más de un año actuando desde la clandestinidad por sus ideas, promoviendo un cambio democrático para Venezuela y exigiendo que se respete y reconozca el triunfo electoral del candidato Edmundo González, a quien apoyó tras ser inhabilitada, y quien se impuso en las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. El proceso fue respaldado por testigos de mesa en todo el país, que conservaron copias de las actas probatorias y contaron con el aval de observadores internacionales. El resultado no fue reconocido por el régimen de Nicolás Maduro.
La noticia del Nobel no llega a un país que está en paz, que tiene un gobierno reconocido ni donde hay libertades democráticas. Se trata de un país en conflicto, donde gobierna un régimen “cívico-militar” cuyas actuaciones en materia de derechos humanos están registradas en informes de organismos internacionales, como la Misión de Determinación de los Hechos de la ONU, la cual documenta una larga historia de violaciones de derechos humanos en Venezuela. El premio ocurre en el contexto de un gobierno que solo es reconocido por países como Rusia, China, Nicaragua, Irán, Cuba o Corea del Norte, donde imperan regímenes autocráticos.
La decisión del Comité del Nobel fue recibida con gran esperanza por gran parte de los venezolanos, donde la discreción o el silencio han sido el tono ante la noticia. No era factible una celebración masiva por tan importante noticia. El resguardo ha sido la fórmula para expresarle su reconocimiento a la líder opositora, y casi todos los medios informativos —hoy sujetos a censura o en poder de grupos afines— optan por pasar por alto ese hecho. Aun con ese temor, se han generado numerosas declaraciones en las que se resalta ese reconocimiento y el beneficio que puede ser para Venezuela, en tanto que podría contribuir a un cambio hacia la democracia y las libertades. Figuras de la sociedad civil se han pronunciado a través de las redes sociales, y grandes pancartas desde universidades del país han saludado el premio sin comprometer a las instituciones que representan.

El premio en el conflicto internacional
Otra novedad a destacar por esa noticia, que ha tenido un impacto en el mundo, es que ha sido combustible para avivar las llamas de la polarización que afecta nuestros tiempos y ha extremado los enfrentamientos entre izquierdas y derechas, o entre globalistas y demócratas, desde donde cada bando califica al otro de extremista. Unos la saludan y otros la califican de golpista y de promover una invasión.
Es de resaltar que el fundamento del premio otorgado a la líder venezolana por parte del Comité Noruego fue “promover los derechos democráticos del pueblo” y “mantener encendida la llama de la democracia frente a una oscuridad creciente”.
Ante eso, algunas figuras de la escena política internacional lo han cuestionado. Desde Latinoamérica, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, durante una rueda de prensa, al ser consultada sobre el Premio Nobel de la Paz de 2025, respondió que no opinaría sobre eso. Gustavo Petro cuestionó que se lo dieran a una mujer que ha manifestado su respaldo a Israel en el conflicto contra Hamás. También cuestionó que Machado “no haya sido hasta el momento crítica” con los bombardeos a embarcaciones con supuestas drogas por parte de Estados Unidos y que, más bien, ha pedido el apoyo del gobierno de Donald Trump contra Nicolás Maduro. “¿No le parece que el pueblo venezolano no debe estar bajo la amenaza de una invasión y, en cambio, debería estar para desatar el gran diálogo nacional con toda la venezolanidad, sin excepción?”, preguntó Petro.
Desde Cuba, Miguel Díaz-Canel lo calificó de “vergonzoso” y señaló que rechazaban firmemente esa maniobra política para “minar el liderazgo de Nicolás Maduro”. Llamó la atención la posición del gobierno de Gabriel Boric, de Chile, considerado de izquierda, que, a través de su canciller, Alberto Van Klaveren, expresó el reconocimiento a Machado: “Ella es la dirigente indiscutida de la oposición venezolana y todos sabemos que la situación en Venezuela es muy compleja, muy dura.” Desde Chile se unieron otras voces, de diversas tendencias, con un reconocimiento a Machado y la esperanza de un cambio hacia la democracia. Otros líderes del continente han preferido, hasta el momento, no pronunciarse sobre el premio.
Hasta Donald Trump, cuyo gobierno ha respaldado la lucha de María Corina, se sintió decepcionado por no haber sido él quien recibiera ese galardón, luego de haber logrado importantes acuerdos de paz en varios conflictos mundiales, incluyendo el más reciente en la Franja de Gaza.

La mayoría del mundo occidental ha manifestado su reconocimiento tanto al premio como a la lucha y trayectoria de María Corina Machado. La Unión Europea, en palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, celebró el Premio Nobel y destacó que no solo reconoce la valentía de la líder venezolana, sino que representa a “cada voz que se niega a ser silenciada”. La representante europea expresó que “no se puede encarcelar el espíritu de libertad y la sed de democracia siempre prevalece”. Por su parte, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU advirtió, al reconocer la importancia del premio a Machado, que el gobierno de Maduro “sigue persiguiendo a las voces críticas”.
Desde los medios y redes, otras figuras importantes de Europa se unieron al reconocimiento, entre ellos el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien incluso se comunicó con Machado telefónicamente, señalando que “es la justa recompensa de su lucha”. Otro hecho que se destaca es el silencio del presidente de España, Pedro Sánchez, quien hasta el momento no se ha pronunciado sobre el premio. Desde las redes y medios de comunicación, sus adversarios han cuestionado ese silencio.

La “ultraderechista”
Desde Venezuela, el pronunciamiento del sector madurista se hizo a través del medio oficialista Telesur, señalando en su encabezado: “De golpista a Nobel de la Paz”. En la nota reiteraron el discurso sobre ella, señalándola como una “ultraderechista que intentó sin éxito llegar al poder por vías no institucionales” y a quien acusan de hacer un llamado a la intervención militar. En un acto de celebración del “Día de la Resistencia Indígena”, Maduro calificó a la premiada con el Nobel como “bruja demoníaca”. Pero lo más indicativo de la molestia que le ha generado a la cúpula de poder ha sido haber ordenado el cierre de su embajada en Noruega, y aunque la orden no menciona la razón, es un hecho que allí está la causa. Las autoridades de Noruega lamentaron esa medida, que consideran no tiene ninguna justificación.
Premiados y perseguidos
María Corina no ha sido la primera premiada por la paz mientras es perseguida en su propio país. En la historia de los Premios Nobel, es otra activista que se suma a la lista de laureados que han recibido ese reconocimiento siendo perseguidos por el gobierno de su país. Aung San Suu Kyi, líder de Birmania, galardonada en 1991, ha pasado un total de casi 15 años bajo arresto domiciliario. Otros lo han recibido estando en prisión, uno murió en la mazmorra y otros terminaron en el exilio. Como ella, hubo también dos mujeres muy destacadas que recibieron el premio amenazadas por el poder. Ambas fueron de Irán: Shirin Ebadi, en 2003, defensora de los derechos de las mujeres, quien se encuentra en el exilio desde 2009, y Narges Mahammadi, en 2023, activista que, igualmente por defender los derechos de la mujer, ha estado presa desde 2021. María Corina acompaña ahora a estas destacadas mujeres, ya que está solicitada por el gobierno de Maduro para ser procesada por delitos como “traición a la patria”, “terrorismo” y otra serie de acusaciones.

Perseguida durante 25 años
María Corina Machado, de 58 años, ingeniera industrial, entró en la política en los años en que lleva el chavismo en el poder. Sus actuaciones en más de dos décadas han estado dentro de los mecanismos constitucionales. En Venezuela no hay enfrentamientos armados entre dos bandos políticos. Las armas solo están del lado del poder actual. Las actuaciones de la oposición durante 25 años han estado en las urnas electorales, en el Parlamento, en las instancias del poder civil y en las manifestaciones pacíficas masivas en momentos de alta conflictividad.
Entró en la actividad pública a comienzos del gobierno de Hugo Chávez, cuando fundó la organización Súmate, una ONG que se dedicó a vigilar y apoyar la transparencia electoral. En 2011 fue electa diputada, logrando la mayor cantidad de votos hasta ese momento en la historia de la Asamblea Nacional. Pero dos años después fue destituida como diputada por haber sido aceptada como representante alterna ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
Machado nunca militó en ninguno de los partidos políticos opositores existentes en esos primeros años y, en 2012, decidió fundar su propio partido, Vente Venezuela, con una clara y abierta tendencia al concepto liberal-republicano. Una ideología que otras organizaciones, también democráticas, evitaron identificar, conservando ideas más tradicionales en el país, tendientes a la socialdemocracia y con cierta carga de populismo.

Su ascenso como principal líder nacional fue sorprendente. Con una oposición dividida y desesperanzada y una población desmovilizada después de una etapa de muchos conflictos en las calles, con manifestaciones masivas en 2014, 2017 y 2018, la participación en elecciones había decaído por el control del gobierno sobre el ente electoral. En un nuevo escenario, una parte opositora abandonó los llamados a la abstención y volvió a la vía electoral para retomar la conexión con la población.
No era visible para muchos políticos que en el país se estaba produciendo un cambio de paradigma en la gente: del populismo hacia el liberalismo. Un proceso que no comenzó de la noche a la mañana. Las estatizaciones realizadas por Chávez, las expropiaciones de fincas productivas, el fracaso económico de las industrias estatizadas —que antes del chavismo estaban en pleno funcionamiento— y, en consecuencia, el daño a la estabilidad laboral y económica de cientos de miles de trabajadores generaron una conciencia en la población de rechazo a todo aquello que oliera a lo gubernamental o a propiedad del Estado.
El discurso oficialista, según el cual los males del país tienen su origen en el bloqueo internacional y las sanciones “auspiciadas por la oposición radical”, no había calado. La corrupción, la ostentación de fortunas y el bienestar de líderes de la cúpula y personajes vinculados al poder mostraban una realidad distinta a la pobreza que padece la mayoría de la población.

Con el reflujo de las manifestaciones por la alta represión y debido a que una gran parte de los venezolanos había decidido emigrar, varios de los principales partidos políticos opositores decidieron convocar a unas elecciones primarias para elegir un candidato único para las elecciones presidenciales que tendrían lugar en 2024. Esas primarias se efectuaron el 22 de octubre de 2023, superando las trabas impuestas por el gobierno. Y allí se produjo el ascenso indiscutible de Machado como líder del país.
De manera masiva, los electores optaron por ese nuevo liderazgo encabezado por esta mujer, quien desplegó un discurso frontal contra el gobierno de Maduro, en el que resaltó la necesidad de retomar la libertad económica, el trabajo, el respeto a la propiedad privada, atraer grandes inversiones para reconstruir la economía del país y promover las privatizaciones de la gran cantidad de empresas del Estado que se encuentran quebradas.
El evento fue desconocido por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Aun así, se realizó con muchos obstáculos y, con la ausencia del sistema automatizado del Consejo Nacional Electoral (CNE), se lograron establecer 3.000 centros de votación y 5.000 mesas. Dos millones y medio de venezolanos salieron a las calles a emitir su voto para escoger a un líder que los representara en la compleja tarea de reconstruir el país. No se trató solo de una elección, sino de una “rebelión cívica”, como la calificaron observadores en aquellos días.
A pesar de que se le calificaba de radical por su lenguaje frontal, María Corina logró conectar con una población cansada del discurso gubernamental y consiguió algo insólito en una elección: el 92,35 % de los votos fueron para ella.
Inhabilitada por el gobierno de Maduro como candidata presidencial, luego de complejas barreras impuestas desde el gobierno, la Unidad Opositora logró que fuera aceptado un candidato desconocido para el país: un diplomático de carrera y profesor universitario que estaba en el equipo de la Plataforma Unitaria y quien resultó ganador con casi el 70 % de los votos, impulsado por la presencia de María Corina en la campaña y sus recorridos por todo el país al lado del candidato Edmundo González.

Represión en campaña
Mucho antes de las elecciones pautadas para el 28 de julio de 2024, había comenzado la persecución contra dirigentes de Vente Venezuela y opositores que participarían en el proceso electoral. En marzo de 2024, cuatro meses antes de la elección, se ordenó la detención de cinco integrantes del equipo directivo de Vente Venezuela, incluyendo a su mano derecha y jefa de campaña, Magali Meda, quienes tuvieron que refugiarse en la Embajada de Argentina, donde permanecieron durante 13 meses, hasta que finalmente lograron escapar. Hoy se encuentran refugiados en Estados Unidos.
Luego del proceso electoral, líderes y cientos de activistas, colaboradores, testigos y miembros de las mesas electorales corrieron la misma suerte. Un caso emblemático fue el de un importante dirigente de Voluntad Popular, Freddy Superlano, encarcelado dos días después del proceso electoral y que aún se encuentra tras las rejas.
Es mejor el silencio
Los escenarios han ido cambiando y las razones para la persecución han ido tomando diversos matices. Aquellos que participaron en las elecciones del 28 de julio, hace un año, fueron acusados de recibir financiamiento para promover un golpe de Estado. Hoy, la supuesta amenaza de invasión ha tomado protagonismo y la cabeza visible de esa “trama” es quien ha recibido el Premio Nobel de la Paz. A la “defensa de la patria” se ha acudido para movilizar a la población venezolana, que se mantiene distante de esa hipótesis y se ocupa fundamentalmente de cómo resolver el día a día. Así como la discreción hacia el premio de Machado, la prudencia es la fórmula que más se aplica para sobrellevar una de las más severas crisis que ha vivido el país en los últimos cincuenta años.