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Messi y la felicidad reencontrada en Miami

El futbolista argentino encara la recta final de su carrera en la capital latina de Estados Unidos. Y la ciudad se ha rendido al ídolo.

El futbolista Leo Messi, que vive una nueva etapa en la ciudad de Miami. ELENA CANTÓN/FOTO: INTER MIAMI

Lionel Andrés Messi lleva pocos días como vecino de Miami. Pero es un lapso suficiente para que odie con las tripas a sus rivales de Orlando City. Tiene motivos. El más importante es la sustancia de la que está hecho este futbolista de 36 años. Por debajo de su piel de cordero impropia de un ídolo argentino, de su humildad exasperante, de su retórica elemental y su mirada anodina, late una bestia ultracompetitiva.

Lío se mudó a Miami para disfrutar de sus últimos años como profesional. Lo admitió él mismo. Podría haber ganado más petrodólares en Arabia Saudita (diez veces más, para ser precisos), y está a la vista que todavía le quedaba físico para jugar en una liga europea por al menos un año. Pero, tras coronarse en el Mundial de Qatar, optó por el confort de una ciudad conocida y amigable para él y su familia. Ni dinero fácil, ni un last dance en la máxima exigencia mundial. Eligió la experiencia inédita de abrazar a Thiago, Mateo y Ciro inmediatamente después de convertir un gol; de tener a sus tres hijos a golpe de vista y distancia de rescate dentro del pequeño Pink Stadium de Fort Lauderdale, un estadio con capacidad para apenas 18.000 personas, ubicado 50 kilómetros al norte de la ciudad de Miami.

Tras dos años traumáticos en el PSG de París, Messi buscó desintoxicarse bajo el sol de Florida. No es el primer argentino que se ve seducido por los cantos de sirena miamenses. Al contrario, Messi se inclinó por un combo muy requerido por sus compatriotas de clase alta. Uno compuesto por las playas de tarjeta postal, las islas VIP que integran el condado de Miami-Dade, los comercios y shopping de Brickell y la movida cool que se despliega en el barrio de Wynwood. También, por la posibilidad de cenar de forma casual con amigos y conocidos famosos, como el cantante Diego Torres, en el Café Prima Pasta de Miami Beach, restaurante administrado por un chef argentino.

Esa entrega vital, sin embargo, no debe confundirse con indolencia competitiva. Messi nunca fue ni será indiferente ante la alternativa de ganar o perder. Ni siquiera en un torneo como el de la Major League Soccer (MLS), que no está a la altura de su leyenda. Y, tampoco, de su impactante nivel actual. Porque si bien ya quedaron atrás sus tiempos de apogeo ultrasónico en el Camp Nou, Messi fue la figura indiscutible de la Leagues Cup ganada por el Inter el pasado 19 de agosto. Convirtió 10 goles en los siete partidos que disputó por esa copa. Sin su genio futbolístico, el Inter no hubiera tenido ninguna chance de ser campeón. La estrella nacida en Rosario arribó a un club que iba último en la liga y nunca había ganado ni siquiera una medalla por el segundo puesto. Una franquicia con apenas tres años de historia, en la que sus compañeros más jóvenes cobran apenas por encima del salario promedio de los Estados Unidos. Un banquero estándar de Wall Street gana más que lo que los hermanos Jorge y José Mas Canosa, empresarios dueños del Inter, le pagan al lateral derecho del equipo.

Messi celebra un gol con sus compañeros del Inter en un partido contra el FC Cincinnati, el 23 de agosto. INTER MIAMI

Hasta antes del debut de Messi, los jugadores tenían una cábala. La tradición no les garantizaba éxitos deportivos, pero la mantenían porque los acercaba a sus hinchas más fieles. En los días de partido iban caminando unos 400 metros desde el sector de entrenamiento hasta el campo. En el trayecto el público formaba una especie de pasillo para que se sintieran acompañados rumbo al estadio. El ritual ya no es posible por razones de seguridad. Ahora el equipo se sube a un autobús para un viaje de 2 minutos.

En la era preMessi, sólo una periodista del Miami Herald cubría los entrenamientos del Inter. A Michelle Kaufman la reconocían el personal y los jugadores, y ella paseaba libremente por las instalaciones de Fort Lauderdale. Pero en el último tiempo se le sumaron 199 colegas y, para acceder a una práctica de 40 minutos debe atravesar un detector de metales y someterse a la revisión de su cartera. Messi trastocó el clima pueblerino que se respiraba en el club.

Periodistas siguiendo el primer entrenamiento de Messi con el Inter Miami, el 18 de julio. INTER MIAMI

El encono del astro argentino contra el equipo de Orlando excede su voracidad habitual. Existen razones tanto históricas como coyunturales. El Inter Miami y el Orlando City son los rivales clásicos del estado de Florida en el contexto de una enemistad que va más allá de lo futbolístico. Orlando es popular gracias al universo infantil de Disney World. Miami, en cambio, se autopercibe glamorosa, progresista y ajena a la masividad cutre que generan el ratón Mickey, el perro Pluto y el pato Donald. En Miami viven o tienen una mansión lista una serie de celebridades que incluye a Shakira, Gloria Stefan, Lenny Kravitz, Shaquille O´Neal, Will Smith, Matt Damon, Tom Cruise, Oprah Winfrey, Julia Roberts, Britney Spears, Paulina Rubio, Miley Cyrus, Julio Iglesias y Sylvester Stallone. También, claro, al inglés David Beckham, accionista fundador del Inter y encargado de convencer a su amigo Messi sobre las ventajas de vivir en Miami.

Visto desde fuera de Florida, en cambio, el abismo de las pequeñas diferencias entre las dos ciudades se diluye por completo. Miami, Orlando, junto a todas las ciudades y condados del estado sureño, son registradas con cierto desdén desde la opulencia política de Washington DC y el poder financiero de Nueva York. En casi 250 años de historia, Florida nunca logró poner un presidente en la Casa Blanca.

Pero hace unas semanas ocurrió algo más. Algo que le agregó tensión a la rivalidad entre ambos equipos. Fue en la semana previa al cruce de dieciseisavos de final de la Leagues Cup entre Orlando y el Inter. Vandalizaron por la madrugada un imponente mural de bienvenida a Messi en el barrio de Wynwood. El autor de la obra callejera, en la que la cara de Lío emergía sobre un skyline de la ciudad, es un reconocido artista local. Se trata del rosarino Chris Moramarco, quien se mudó a Miami en 1991 y es fanático de Messi. Moramarco forma parte del grupo de seguidores del Inter autodenominado Vice City 1896, año en que se fundó la ciudad estadounidense.

Los agresores mancharon el mural y, en el mismo acto, ofendieron la honra maiamera. Lo hicieron con pintura violeta, el color representativo de Orlando City. Por si quedaban dudas sobre los responsables, agregaron un mensaje jactancioso: “FL is Purple”, firmaron. Al día siguiente, Moramarco y otros 40 hinchas del Inter restauraron la obra en tiempo record.

“Nuestra forma de lidiar con el ataque fue unirnos y ser aún más fuertes. Esperamos poder jugar contra Orlando. Nos encantaría ver a Messi jugar contra ellos", declaró el artista Moramarco, en una búsqueda solapada de revancha. Los deseos del artista se cumplieron. Orlando pasó de ronda, y el llamado “clásico de Sol” se concretó días más tarde.

Las Garzas de Miami jugaron de locales. El Pink Stadium estaba cargado de una electricidad inusual para un partido de soccer en los Estados Unidos. Lo sintieron los hinchas, los jugadores, los directores técnicos y el árbitro. Orlando dispuso sobre Messi una marca personal rigurosa. El capitán del team color rosa recibió patadas, un codazo y adjetivaciones secretas, pero adivinables, hechas a boca tapada. Messi discutió cara a cara con los rivales y reaccionó de forma inédita. Golpeó desde atrás al mediocampista peruano Wilder Cartagena. La vendetta le valió una merecida tarjeta amarilla, la primera y única que recibió desde su arribo a Miami. En homenaje a Michael Jordan, para el diez argentino se volvió personal, y entonces metió dos goles para hundir a Orlando por 3-1. Moramarco y sus compañeros de la barra del Vice City estaban extasiados. Coreaban en loop el hit ‘muchaaaachos’ desde las tribunas del estadio Pink. 

Messi chuta el balón en el partido de Inter Miami contra Orlando City de la Leagues Cup, el 2 de agosto. INTER MIAMI

El mural creado y reconstruido es uno de los que ahora se multiplican en las calles de Miami-Dade. Se trata del condado más grande del estado de Florida. Ahí viven unos 3 millones de personas, repartidas en 34 ciudades. De ese universo, el 70% de los habitantes tiene origen latino. Se consiguen cubanos, colombianos, venezolanos, haitianos, argentinos, ecuatorianos, nicaragüenses, hondureños, paraguayos, salvadoreños y mexicanos, todos englobados bajo una identidad algo difusa. O dos, en realidad. La de hablar español y la de ser conocedores del deporte hegemonizado por Messi desde hace casi dos décadas.

En las calles arboladas del pueblo de Coral Gables, en las escaleras mecánicas del shopping icónico de Brickell, bajo los rascacielos vidriados del Downtown, en el tradicional restaurante Versailles de Little Havana y en los bares hipsters de Coconut Grove desfilan los nenes unidos por un sentimiento: amor por el diez argentino. Expresan su admiración a través de camisetas que les fueron provistas por sus padres, quienes aprueban el vínculo imaginario y también adoran a este ídolo no controversial. La remera rosa chicle del Inter, con la palabra mágica de cinco letras impresa en la espalda y las tres tiras alemanas a los costados, fue la más vendida en 24 horas en la historia de todos los deportes. Messi superó en ese rubro a Cristiano Ronaldo, Tom Brady y Lebron James.

Messi, con Jorge y José Mas y con David Beckham, en su presentación oficial, el 16 de julio. INTER MIAMI

Las suscripciones para ver los partidos de la MLS por Apple TV se duplicaron desde el pase de Messi a los Estados Unidos. Y si las marcas le sacaron el máximo rédito posible a la operación, los políticos se dijeron a sí mismos que ellos no eran menos. El alcalde de la ciudad de Miami fue el que se sumó a la ola con mayor desparpajo. Francis Suárez sorteó entradas en primera fila para ver el debut de Messi en el Inter. A cambio, el dirigente republicano solicitó un aporte para su campaña presidencial.

A donde sea que vaya, Messi multiplica las cadenas de valor. Estimula el consumo, la pasión, el cholulismo, el arte, la codicia y los lances. Sólo en el barrio de Wynwood se consolidó un circuito de cinco murales que celebran su presencia.

En Little Haití se encuentra uno de los más populares. Está en la puerta del restaurante Fiorito, sobre una pared de ladrillos de tres metros de alto. El dueño de la parrilla, el argentino Maximiliano Álvarez, dio muestras de su genuina fe messista. Mandó pintar el primer plano del jugador en 2018. Lo decidió mucho antes de que Messi se consagrara en Qatar, dejando definitivamente en mute las voces minoritarias que dudaban de su talento.

Mural de Messi en el restaurante Fiorito de Miami. CORTESÍA

“Muchos clientes creen que el restaurante es de Lío. O me preguntan si lo conozco. Pero la verdad es que todavía no vino. Por supuesto que ya lo invité y lo estoy esperando con los brazos abiertos. El día que lo haga, solamente le voy a decir una cosa: gracias”, explica el dueño de Fiorito.

Desde el debut de Messi contra el Cruz Azul, la parrilla de Little Haití se benefició sin buscarlo. Según calcula Álvarez a ojo, el local aumentó sus ventas en un 20%. Porque muchos turistas de Miami googlean la dirección del mural y se topan con Fiorito. Y una vez ahí, se premian a sí mismos con un bife, un choripán o empanadas picantes.

Tras alcanzar la saciedad cárnica, los visitantes cumplen con el objetivo original: dejar constancia en Instagram de su enorme fortuna. ¿Cuál? Que sus vacaciones coincidieran con el momento histórico en el que el centro de gravedad futbolero se mudó a Miami para ser feliz.

Periodista. Trabaja para La Política Online y Radio con Vos. Fue editor jefe de Política en el diario El Cronista y redactor en CríticaPerfil, elDiarioAr Newsweek. Ha colaborado con Rolling Stone, Le Monde Diplomatique, Anfibia, Veintitrés, 5W, Playboy, Brando y Crisis, entre otros medios. Es autor de los libros de investigación periodística Francisco de Narváez y la política como plan de negocios (2013) y Durán Barba, el mago de la felicidad (2019).