Antoni Gutiérrez-Rubí: “La Generación Z no es indiferente, está desencantada”

El consultor político y fundador de Ideograma analiza los nuevos códigos electorales, las grietas generacionales, la brecha de género y el poder de los algoritmos en la juventud global.

El consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí, autor de “Polarización, soledad y algoritmos”, donde analiza el desencanto político de la Generación Z. YARUMO STUDIO
El consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí, autor de “Polarización, soledad y algoritmos”, donde analiza el desencanto político de la Generación Z. YARUMO STUDIO

En una época en que los discursos políticos se acortan y los análisis se diluyen en titulares, Antoni Gutiérrez-Rubí (Barcelona, 1960) sigue apostando por la profundidad. A pesar de haber sido insultado por Javier Milei en redes sociales e intentado expulsarlo como asesor político en Argentina, el fundador de la consultora Ideograma y referente en el ámbito de la comunicación política lleva más de cuatro décadas descifrando el lenguaje de las audiencias. Su más reciente libro Polarización, soledad y algoritmos. Una radiografía de las nuevas generaciones (Siglo XXI editores, 2025) no es sólo un estudio de campo sino también una advertencia: no estamos escuchando bien a quienes heredarán nuestras democracias.

“El malestar juvenil no es una moda ni un capricho: es estructural, transversal y amplificado por los algoritmos”, explica con una lucidez que no renuncia al matiz. Para él, la generación Z no está desconectada, está desencantada. Y no por azar.

Hace unos años, desde Ideograma, exploraron el universo millennial, sobre todo en América Latina. Hoy han trasladado el foco hacia los Z, porque, como dice Gutiérrez-Rubí, “ya trabajan, ya votan, ya tienen identidad política”. Aunque la globalización ha homogeneizado buena parte de sus gustos, valores e incluso su estética digital, el contexto sigue pesando: “El descontento con la democracia es más fuerte en América Latina; la infelicidad, más acentuada en Europa Occidental y Estados Unidos” afirma.

La combinación letal en este estudio visibiliza por la precariedad económica y sobreexposición digital. “A diferencia de otras generaciones que también vivieron crisis, la Z convive con redes que viralizan el malestar a diario. Eso potencia la ansiedad y el desencanto”.

Portada de 'Polarización, soledad y algoritmos', el nuevo libro de Antoni Gutiérrez Rubí. CORTESÍA
Portada de 'Polarización, soledad y algoritmos', el nuevo libro de Antoni Gutiérrez-Rubí. CORTESÍA

Esa desafección tiene consecuencias electorales como bien puede conocerse en los focus groups desarrollados para esta investigación, donde los jóvenes españoles afirmaban sentirse más identificados con influencers políticos que con partidos. “El voto joven no está definido ideológicamente. Oscila entre la guerra cultural, el voto antisistema y la influencia de las redes”, sostiene. La consecuencia es una política líquida, emocional y fragmentada.

Ante tal desmoronamiento no queda otra que preguntar si estamos ante una era de post-democracia. Gutiérrez-Rubí matiza que “los jóvenes no tienen su voto definido ideológicamente” y asegura que “más que apatía, hay desconfianza". Y donde hay vacío, dice, entran los discursos extremos. "La derecha populista ha sabido leer ese vacío: simplifican, personalizan, ofrecen certezas. Aunque sean falsas”.

Lo vimos en Argentina. Mientras la Marea Verde empujó a miles de jóvenes mujeres a votar por el progresismo en 2019, Javier Milei conquistó ese mismo electorado juvenil en 2023. ¿Qué cambió? Gutiérrez-Rubí no lo atribuye a la incoherencia, sino a fracturas no atendidas: “La brecha de género entre los jóvenes Z es la más grande que se ha registrado en la historia reciente. Las redes, lejos de cerrar distancias, generan mundos paralelos”.

En su libro, identifica tres causas de esa división: el efecto búmeran del feminismo, la segmentación de los algoritmos según el género y la estrategia política que capitaliza la confrontación. En los grupos de discusión en Barcelona, varios jóvenes confesaron no querer salir con chicas feministas. “Y viceversa. Esa desconexión afectiva, no sólo ideológica, es profundamente preocupante. Si no hay relaciones, no hay posibilidad de entenderse”.

Las redes no sólo son el escenario del desencuentro: también moldean la percepción de realidad. Gutiérrez-Rubí distingue entre el “filtro burbuja” -término creado por el ciberactivista Eli Pariser-, que selecciona lo que vemos, y la “cámara de eco”, que lo multiplica hasta radicalizarlo. “Un chico que ve vídeos de derecha suave en YouTube puede acabar en canales abiertamente misóginos. El diseño algorítmico es un carril acelerado hacia los extremos”.

Una manifestante en Paraná, Argentina, el 29 de diciembre de 2020, esperando la aprobación del aborto legal en el Congreso nacional. PAULA KINDSVATER CC BY-SA 4.0
Una manifestante en Paraná, Argentina, esperando la aprobación del aborto legal (2020). PAULA KINDSVATER CC BY-SA 4.0

Esa es una de las razones por las que, según el autor, la política ha mutado de estética: los líderes ya no se parecen a estadistas del siglo XX, sino a figuras provocadoras, hipervirales, muchas veces violentas. “El lenguaje político se ha estetizado como el del narcotráfico: amenaza, polariza, humilla porque es lo que más retención genera”.

Pero hay una paradoja que resiste: ¿cómo una generación tan individualista puede ser, al mismo tiempo, tan activa en causas sociales? Gutiérrez-Rubí recurre al sociólogo François Dubet para explicarlo: “Antes, el mundo se organizaba en torno a clases. Ahora, vivimos un régimen de desigualdades solitarias. La Generación Z defiende derechos desde identidades muy particulares. Parece egoísmo, pero es otra forma de justicia social”.

En esa atomización identitaria, lo colectivo se diluye y, con ello, el sentido de pertenencia. “El concepto de masa ha perdido vigencia. Un joven ecuatoriano puede sentirse más próximo a uno inglés que a su vecino de calle. Lo que pesa ahora son los intereses compartidos, no las coordenadas geográficas”.

El riesgo o la alerta, es la soledad. “La clase social determina la cantidad de horas que pasarás preso del móvil y la soledad será la enfermedad de los precarios del futuro”. En Estados Unidos, los hijos de Silicon Valley van a colegios sin pantallas, mientras las clases bajas están hiperconectadas desde la infancia. “Eso tendrá consecuencias educativas, emocionales y cognitivas irreversibles”.

Tanto en América Latina como en España, los 'centennials' valoran menos la democracia que las generaciones anteriores. IDEOGRAMA
Tanto en América Latina como en España, la Generación Z valora menos la democracia. LIBROGENERACIONZ.COM

Buscando esperanza y resistencia

¿Hay posibilidad de frenar el algoritmo? ¿De recuperar una cultura política basada en el diálogo y no en el clickbait? Gutiérrez-Rubí cree que sí, pero con condiciones: “Necesitamos modelos de mediación que establezcan límites a los sesgos algorítmicos, pero también educación crítica, campañas de alfabetización mediática y políticas públicas valientes” afirma.

En los grupos que entrevistó tanto él como sus homólogos en Ideograma, algunos jóvenes decían sentirse en control del algoritmo, como si pudieran “entrenarlo”. Esa ilusión de poder es, para él, incluso más peligrosa que la ignorancia. “Confiar en la barra libre de contenidos es el primer paso hacia la manipulación total”.

Aun así, hay señales de resistencia. Algunos jóvenes de la Generación Z empiezan a abandonar las redes, conscientes del deterioro mental que les provoca. Otros, intentan reconstruir vínculos afectivos y offline. Pero no es suficiente. “Si seguimos igual, la sociedad del futuro será más solitaria, más fragmentada y más desigual. No podemos permitirlo”.

Por eso, insiste en que el desafío no es adaptar a los jóvenes a la política tradicional, sino transformar la política para que vuelva a generar ilusión. “La democracia necesita un relato de futuro porque sin esperanza, todo proyecto colectivo fracasa”, concluye.

Periodista cultural y especialista en marketing digital. Creadora y editora de la web feminista Culturetas. Jefe de producto de The Objective. Colaboradora de medios como Letras libres, Altaïr MagazineLetra global y Be latina.

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