Los últimos ‘rambos’ de Fidel Castro

Irene Gutiérrez habla sobre ‘Entre perro y lobo’, su documental sobre tres veteranos de la guerra de Angola que siguen entrenándose en Sierra Maestra.

Fotograma del documental 'Entre perro y lobo', de Irene Gutiérrez Torres. EL VIAJE FILMS
Fotograma del documental 'Entre perro y lobo', de Irene Gutiérrez Torres. EL VIAJE FILMS

“Aprendimos a quererte / Desde la histórica altura / Donde el sol de tu bravura / Le puso cerco a la muerte / Aquí se queda la clara, / La entrañable transparencia / De tu querida presencia…”

¿Quién no se ha emocionado, independientemente (o no) de sus ideas políticas, con alguna versión del épico himno compuesto por Carlos Puebla? Aquel conocidísimo ‘Hasta siempre comandante. Lo que propone la cineasta ceutí Irene Gutiérrez Torres en Entre perro y lobo, que llega a los cines españoles este viernes 18 de junio, podría ser justo lo contrario: aquí ya no hay épica, los gloriosos días de la guerra de Angola quedan ya muy lejos, pero Estebita, Miguel y Alberto siguen entrenándose a diario, en la selva cubana, para tratar de mantener vivo el espíritu revolucionario.

Angola fue la más extensa y rica de las colonias portuguesas de África. Mientras que otras, como Guinea-Bissau, Cabo Verde o Mozambique, alcanzaron la independencia cuando la Revolución de los claveles, en 1975, Angola lo tuvo más complicado. Según el propio Fidel Castro, en conversaciones con Ignacio Ramonet (Fidel Castro, Biografía a dos voces, Debate, 2006), “Estados Unidos puso un plan encubierto” para frustrar la independencia angoleña y “convertirla prácticamente en un condominio del corrupto Mobutu, dictador del Zaire”, con el apoyo del Gobierno “fascista y racista” de Sudáfrica. Al principio no había más que “480 instructores militares“ cubanos en Angola, pero, hasta 1991, cumplieron ahí misión “más de 300.000 combatientes internacionalistas y cerca de 50 000 colaboradores civiles cubanos”.

Y Angola no fue un Vietnam para Cuba, al contrario. Gracias a la decisiva ayuda cubana, el MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola) sigue gobernando en su país, y se propició el fin del apartheid. Se mire como se mire, aquello fue hito: era la primera vez que un país del Tercer Mundo acudía al rescate de otro que no fuese fronterizo con él. Es más, con un océano de por medio. Pero aquellos tiempos heroicos quedan ya muy lejos. Fidel Castro falleció en 2016, y su isla anda a la deriva desde la caída del Muro de Berlín. Y sin embargo, pese a la precariedad y a las desilusiones, Estebita, Miguel y Alberto continúan entrenándose como auténticos rambos cubanos, al son de consignas como “Sólo los cristales se rajan, los hombres mueren de pie”; “Cien años de lucha: Una sola revolución” o “Patria o muerte: ¡Venceremos!”.

Fotograma del documental 'Entre perro y lobo', de Irene Gutiérrez Torres. EL VIAJE FILMS
Fotograma del documental 'Entre perro y lobo', de Irene Gutiérrez Torres. EL VIAJE FILMS

- Fuiste profesora en la escuela de cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. ¿Cuánto tiempo has vivido en la isla? No sé si sigues viviendo ahí...

-No, ahora vivo en Bruselas, donde llevo un proyecto de investigación sobre la representación de fronteras, que es un tema al que soy muy sensible porque nací en Ceuta. Crecí en una ciudad en la que no había muros, y de repente, en 1995, se convirtió en una cárcel, tanto para los que están afuera como los que están adentro. Entonces muchos nos mudamos. A Cuba llegué en 2002, y estudié hasta 2005; regresé como profesora, y finalmente viví ahí de 2012 a 2016, que fue cuando rodé Hotel Nueva Isla, que también produjo El Viaje Films [como Entre perro y lobo]. He ido yendo y viniendo.

-¿Es verdad que Hotel Nueva Isla, que mostraba a los marginados de la sociedad cubana, tuvo problemas con la censura?

-No exactamente. Lo que sucedió fue que la aceptaron en el Festival de Cine de La Habana, pero no a concurso, en el cine más lejano y en un horario, a las cuatro de la tarde, en el que nadie va al cine. Entre perro y lobo sí que ha sido seleccionada para la Sección Oficial, y está recibiendo un tratamiento muy distinto, a pesar de que el tema viene a ser el mismo: la Revolución devorando a sus hijos...

-Quizás el trato ha sido distinto porque los tres protagonistas, a pesar de la precariedad de sus vidas, siguen creyendo firmemente en los principios de la Revolución, ¿no crees?

-Sí, y además se da el caso de que en esa geografía de Sierra Maestra, donde viven los protagonistas de la película, no son tan críticos como en La Habana. Los tres son cafeteros durante dos temporadas al año, las tierras pertenecen al estado y están más vigilados. Y hay una cuestión generacional también: sus abuelos lucharon por la independencia junto a José Martí, y sus padres estuvieron con el Che. A ellos les tocó Angola, no iban a decir que no. Las nuevas generaciones, en cambio, son mucho más críticas.

-Tengo entendido que los más de 300.000 cubanos destacados en Angola fueron voluntarios. Al menos, según el propio Castro, ¿era así?

-Bueno, les preguntaban: ¿Quién ama verdaderamente a su patria? Los que se pongan en la fila de la derecha son patriotas, y de ahí a Angola. Los que dijeron que no fueron malmirados, porque si perteneces a un sistema comunista no puedes ser tan egoísta de pensar en ti mismo. Lo común está por encima de lo individual, y los designios de tu vida pertenecen a otros, que quieren pertenecer al último bloque de conflictos armados de la Guerra Fría.

-Al final, pese a todo, la intervención en Angola fue un éxito para Cuba, ¿no?

-Sí, Fidel Castro se plantó en los acuerdos que pusieron fin a la guerra de Angola, y dijo: mi primera premisa es que el apartheid desaparezca como sistema político. Y todo después de luchar contra un gigante, un poco como Palestina contra Israel. Habían invadido Namibia, y Agostinho Neto, líder del MPLA, llamó a Fidel por teléfono y le dijo: “Me vienen a sacar, necesito tu ayuda”. Y él acudió. Fue bonito, ¿cómo no va a ser bonito? Y más cuando lees a Franz Fanon, el gran ideólogo de la descolonización, y ves que Cuba estuvo siempre implicada en el panafricanismo, al menos desde que envió ayuda a Argelia en 1963, a pesar de que la isla acababa de ser arrasada por el huracán Flora.

La cineasta Irene Gutiérrez, con los protagonistas de 'Entre perro y lobo'. EL VIAJE FILMS
La cineasta Irene Gutiérrez, con los protagonistas de 'Entre perro y lobo'. EL VIAJE FILMS

- Así, en general, era una época de líderes con más carisma que los de ahora, ¿no te parece?

- Sí, yo estuve en Libia cuando todavía estaba Gadafi, que está claro que hizo cosas terribles, pero también es verdad que los emigrantes subsaharianos llegaban ahí y se quedaban, trabajaban y tenían dinero. Él invirtió mucho dinero en la idea del panafricanismo, que es algo que no convenía al bloque occidental. El problema con Cuba es que, luchando con el imperialismo, se aliaron con esa otra forma de imperialismo, que es la soviética. Es entonces cuando todo se enturbia.

-Sobre todo porque, con la caída del Muro, todo se desmoronó para Cuba. Durante los primeros años del “Periodo Especial” se respiraba un ambiente de desencanto que creo que también se respira en la película. ¿Estás de acuerdo?

-Sí, desde mi punto de vista, el gran error de la Revolución ha sido no haber dado el relevo. Podrían haber seguido construyendo desde las premisas revolucionarias, pero contando con las nuevas generaciones y una isla más conectada con el exterior y con unos ideales más contemporáneas. Ahora que no están ni Fidel ni Raúl, solo hay unos burócratas muy grises, que no han dejado paso ni a sus hijos, ni a sus nietos. Hay dos generaciones mudas. Es un poco “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.

-En la película, como se suele decir, la selva cubana de Sierra Maestra también es protagonista. ¿Por qué decidiste rodar la mayor parte del metraje en la selva?

- La selva es un estado mental en el que confluyen el pasado angoleño, el presente, porque pasan realmente mucho tiempo ahí, y de paso el pasado de la Revolución. La idea de filmarlos ahí vino de que, cuando los entrevistaba, se levantaban y gesticulaban para escenificar lo que me estaban contando. Todo muy físico, y me dije: esto tiene que estar en la película. Como la idea del testimonio a través de entrevistas me parecía aburrida, y el testimonio oral, en Cuba, está muy filtrado, consciente o inconscientemente, por la oficialidad, decidí centrarme en la idea de cuerpo. Las huellas de lo que pasó en los cuerpos de hoy. Y además, con los entrenamientos, en caliente, era  más fácil que salieran los testimonios más duros.

Tráiler del documental 'Entre perro y lobo', de Irene Gutiérrez. YOUTUBE

- De ahí a esos entrenamientos constantes y absurdos, como una mezcla desolada de reenacting y paintball. ¿Cómo los escogiste?

- Les conocí a través de amigos de la Televisión Serrana, que participaron en la película. El 50% del equipo es cubano. La Televisión Serrana es un proyecto de la UNESCO, para la producción de cine campesino cubano, y su ayuda fue muy importante a nivel logístico, y porque Sierra Maestra es territorio militar. Tardaron un año en darnos permiso para rodar. Y me quedé con Estebita, Miguel y Alberto en particular, porque ya se conocían de antes, y forman como una trinidad de cabeza, cuerpo y corazón. Y además fueron los más participativos. De repente te decían: ¡Ahora vamos a hacer un ataque aéreo! Todo estaba muy basado en sus entrenamientos, ellos decidían qué cosa hacer en cada momento, invirtiendo un poco la jerarquía entre actores y la directora, cosa que me gustaba.

- ¿Se conocían ya de Angola?

- La relación entre Miguel y Alberto es muy fuerte, porque estuvieron juntos en un lugar llamado La Finca del Miedo, que estaba junto al río, en la frontera con Namibia, donde sufrían constantemente emboscadas cuando salían de la base. Un lugar muy peligroso, terrible, lleno de minas. Los sudafricanos les bombardeaban toda la noche con morteros para no dejarles dormir, y recordarles que estaban ahí mismo. Estebita, por su lado, fue tanquista, panadero y zapador, desactivador de minas...

-En la película hay muchos silencios que pueden ser elocuentes.

-Se trataba de hacer una película desde una mirada crítica, pero también desde el respeto y que no perjudicara a los que han participado en ella, porque la situación de los veteranos de la guerra de Angola en Cuba sigue siendo un tema tabú. Es en esa grieta donde florece la película.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

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