La buena vida según Mahani Teave

La pianista de la Isla de Pascua triunfa con su primer disco. Pero, para ella, el verdadero éxito está en otro lado.

La pianista Mahani Teave, en un recital en la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui. DWORKIN COMPANY
La pianista Mahani Teave, en un recital en la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui. DWORKIN COMPANY

“No sentí que el resto del mundo necesitara otra versión más, no necesitaba una versión mía”, responde la pianista Mahani Teave sobre por qué debutar con un disco ahora y no antes. Está lejos de ser una pregunta antojadiza. Mahani tiene 38 años y, de ellos, 29 los ha vivido junto a un piano. Primero en Rapa Nui, la Isla de Pascua, a más de 3.000 kilómetros del continente. Luego en Valdivia, ciudad del sur de Chile a la que se trasladó a los 10 años para estudiar su instrumento junto a la profesora Ximena Cabello, en la Universidad Austral.

“La verdad es que yo le hice un poco el quite a grabar, porque me gusta mucho más la experiencia en vivo. No me convencía mucho lo de la perfección técnica que se busca en la grabación. Preferí siempre una presentación en directo, donde no es todo perfecto, pero hay una energía riquísima. Creo que hasta ahora no había encontrado una razón para grabar un disco”, explica la artista a través de videollamada desde su remota isla natal, ubicada en el Triángulo de la Polinesia del Océano Pacífico Sur. 

Pero ese motivo apareció, y el álbum Rapa Nui Odyssey vio la luz este 2021 a través del sello Rubicon Classics, alcanzando el número 1 en la lista de música clásica de Billboard.

Fue David Fulton, coleccionista estadounidense de violines de Cremona, quien convenció de la idea a la pianista cuando visitó la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui, fundada por Mahani y ocho compañeros y compañeras. Quizás, surgirió Fulton, la grabación de un disco podría dar un impulso a ese proyecto.

“Ahí sentí que había un propósito más allá, que la venta del disco ayudaría a la escuela. Y, además, al parecer sí había gente que quería escuchar mi versión de las cosas. También tenía la libertad de grabar un repertorio de música muy querida para mí. Siento que son como grandes amigos que me han acompañado por mucho tiempo, y yo ya sentía que quería grabarlos, para dejarles descansar otros varios años y después retomarlos, con otra interpretación”, dice la artista, que este año también ha protagonizado un documental en Amazon nominado a los premios Emmy.

Esos amigos que conforman el disco doble son algunos maestros barrocos y románticos: Bach, Liszt, Handel y Chopin, entre otros. Y también una seña de identidad clara: Rapa Nui Odyssey cierra con ‘I He a Hotumatu'a’, un canto ancestral que relata el momento de la muerte de Hotu Matu’a, el primer rey de la Isla de Pascua. En esta versión, se acompaña de otro artista rapanui, el cantante Enrique Icka.

La pianista rapanui Mahani Teave. DWORKIN COMPANY
La pianista rapanui Mahani Teave. DWORKIN COMPANY

“Un bombardeo de globalización”

Los seres humanos somos mucho más de lo que todos ven. Y cada una de nuestras dimensiones están conectadas. A veces lo notamos y lo notan otros. A veces no. En el caso de Mahani, pareciera ser un libro abierto, pues música, educación y activismo ambiental son tres conceptos que marcan todos sus pasos. La pianista atribuye esos cimientos a su madre.

“Ella es estadounidense y su bisabuelo fue creador del Sierra Club, que es uno de los clubes medioambientalistas más antiguos de Estados Unidos. Mi abuelo luchó por que no se hicieran ciertas represas allá y siempre se hablaba en casa del tema. Recuerdo a mi mamá saliendo con tormenta a protestar contra la planta de celulosa que estaba matando el Santuario de la Naturaleza en Valdivia, en el sur de Chile. O haciendo sus propias camisetas para pronunciarse respecto de ciertas temáticas. Quizás otra persona pensaría en que uno solo no hace la diferencia y que es más cómodo quedarse en la casa, calentita, que salir en un día de invierno con lluvia, con el paraguas, para protestar por los cisnes”, relata.

También recuerda las actividades que su madre organizaba con los niños del barrio, como jornadas para plantar árboles en parques o limpiezas costeras en el río Calle Calle, que cruza la ciudad de Valdivia. “Quizás no tenían un gran impacto más que el que provocaba en nosotros como niños. Esto también me ha hecho dimensionar la importancia de cada persona en sus acciones, porque pueden ser muy pequeñas y al final tienen un impacto muy grande por la inspiración que crean en otros”.

Su conciencia medioambiental también, dice, está marcada por su infancia en Rapa Nui. “Crecer allí, con toda esa naturaleza increíble y ver el deterioro rápido que hubo. Cómo se empezó a multiplicar infinitamente la basura y micro plásticos que empezaron a llegar a nuestras costas. La playa que era arena pura, hoy es en gran parte microplásticos, entonces, es solo cosa de tener los ojos abiertos”.

En las grandes ciudades, tal vez, es más fácil ignorar ciertos elementos, pero en la isla no: “Acá sabes dónde va tu basura. Todos los días paso en el auto cerca del vertedero y ves que está creciendo y creciendo, en una isla que tiene límites. Por lo tanto, no es tan difícil concluir que estamos en un planeta entero que tiene límites y todas nuestras acciones repercuten. Este mismo plástico que está llegando a nuestras costas, yo no puedo decir que es culpa de los chinos, los norteamericanos o del australiano, a pesar de que tienen sus etiquetas, porque esa botella, es mi microplástico que también está yendo a parar a otra parte. Nosotros somos uno. Somos una sola humanidad repercutiendo en todos”.

Concierto de Mahani Teave para la serie 'Tiny Desk', de la emisora NPR. YOUTUBE

La pianista reconoce que, si bien la pandemia ha sido un periodo muy difícil para la isla, también tuvo un lado luminoso. “La gente volvió a cultivar, las personas volvieron a sí mismas, a sus raíces. Los primeros meses fueron un desastre porque nosotros dependemos en un 100% del avión para comprar, pero hoy todos tienen verduras, ya sea para consumir ellos o para vender. La gente se organizó más, se están haciendo más trabajos colaborativos. Era solo cosa de recordar”.

Mahani hace hincapié en aquel último verbo: recordar. Advierte que ese deterioro que observó en Rapa Nui durante mucho tiempo no fue solo medioambiental, sino que la cultura de la isla “fue desapareciendo, y también el idioma”.

“Yo me fui justo antes de cumplir los 10 años. Viví un tiempo en la isla en que no había calles pavimentadas, prácticamente no había autos, muy poca luz eléctrica en las calles, en los ochenta recién se instaló luz. Era un tiempo en que ibas a un negocio y había un tarro de leche y ya, porque el avión llegaba una vez a la semana y el barco, una vez al año. Para construir algo, imagínate, tardabas años y años”, recuerda. Pero aún con aquellas dificultades, la artista dice que “había un sentido de comunidad muy distinto”, porque no había un concepto del dinero y la gente era extremadamente generosa. “Al cosechar, por ejemplo, nunca lo hacían solo para ellos, siempre lo hacían pensando en toda la familia, en los vecinos. Si iban a pescar no era solo para su alimento diario, sino para toda la familia extendida, para todos”.

La pianista rapanui Mahani Teave. PILAR CASTRO
La pianista rapanui Mahani Teave. PILAR CASTRO

Mahani explica que hay un momento en el que todo eso cambió: “Cuando vinieron con la película de Kevin Costner”. La artista se refiere a Rapa Nui, el filme de 1994 dirigido por Kevin Reynolds y producido por Kevin Costner y Barrie M. Osborne. “Vinieron con todo Hollywood y todo lo que eso significa, desde las drogas hasta mucho, mucho dinero. A los extras les pagaban muchísimo, toda la isla estuvo involucrada en esta película y la gente adquirió el sentido del dinero. Desde ese minuto, todos tenían plata para comprar televisores y automóviles. Se convirtió en algún momento en el lugar con más autos per cápita y algo cambió”.

Mahani lo califica como “un bombardeo” de globalización. “Fue muy rápido, no hubo tiempo para ir seleccionando qué era bueno y qué no era tan bueno para la isla, y hoy creo que hay mucha añoranza por volver a esos tiempos de trabajar en comunidad no por un bien monetario”.

El nacimiento de la idea y luego la construcción de la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui fue en esa dirección de fomentar el bien comunitario. Y, además, utilizando la globalización con fines positivos. “Se involucró gente de todo el mundo, todo el que quiso ayudar llegó, y hubo gente que apoyó con un crowdfunding desde todas partes”, cuenta. Más de 400 personas llegadas a la isla desde diferentes rincones del planeta colaboraron en la edificación del centro.

Fue en el año 2012 en que Mahani, el cantante Enrique Icka y otros isleños crearon la ONG Toki, que toma el nombre de la herramienta rapanui con la que se construyeron los moáis. La idea del proyecto era clara: que los niños pudiesen desarrollar sus talentos en la isla, sin verse obigados a marcharse al continente, tal y como le pasó a la pianista a los nueve años de edad.

La escuela Toki Rapa Nui fue diseñada bajo la perspectiva del Earthship Biotecture, un tipo de arquitectura propuesta por el estadounidense Michael Reynolds en la que la construcción se realiza con materiales reciclados y, además, se busca la autosuficiencia. En la escuela, que recibió el Premio Nacional de Medioambiente en el 2015, se reutilizaron 10 toneladas de cartones, seis de pellet, 1.500 neumáticos, 30.000 latas de aluminio y 20.000 botellas de vidrio. Asimismo, el edificio genera su propia energía con paneles solares y reutiliza las aguas de lluvia.

Esta visión sostenible empapa también el quehacer de la escuela. El centro cuenta con su propia huerta, cultivada con técnicas ancestrales rapanui, que provee de las frutas y verduras que, tradicionalmente, son traídas del continente con un alto costo para los habitantes de la isla. Los productos cosechados se comercializan allí, ayudando a financiar Toki, pero también una parte es donada a adultos mayores vulnerables.

Mahani explica que este proyecto se basa en un pensamiento holístico del desarrollo de cada persona. Es por eso que no solo imparten clases gratuitas de música en disciplinas clásicas y de la tradición rapanui, sino que también organizan actividades de cuidado del medioambiente y de rescate patrimonial, como, por ejemplo, reuniones entre niños y ancianos, conectando así a las nuevas generaciones con la sabiduría de sus ancestros.

Alumnos de la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui, con Mahani Teave. DWORKIN COMPANY
Alumnos de la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui, con Mahani Teave. DWORKIN COMPANY

Para la pianista, la implicación en este proyecto “fue algo que se dio” de forma natural. Mahani estaba viviendo en Alemania cuando sintió la necesidad de volver a Rapa Nui y fundar Toki: “Tenía más sentido. Podía vivir en la isla y seguir saliendo a tocar conciertos, porque tenemos aviones. Me demoro 18 horas a Europa, pero podía tener esta calidad de vida desde esta isla que me llamaba. Quería poder aportar a la gente de acá con las cosas que yo había aprendido. Antes de que se fueran dando estas situaciones, sentía que tenía una vida un poco incompleta. Pensaba que estaba entregando tanto en los conciertos, pero que también habían tantos otros concertistas que estaban mostrando su hermosa música, que quizás a mí no me necesitaban tampoco, pero que en la isla sí podía ser un aporte. También siempre quise ayudar al planeta con todas las cosas que se me habían enseñado. Esta fue la oportunidad de hacerlo”.

Una oportunidad  con la que Mahani puede materializar su visión de la educación “desde un lado espiritual”. La pianista cree que lo que se enseña hoy en las escuelas tradicionales no será aplicable en un futuro no muy lejano, ya que las problemáticas “van a ser tan grandes que lo que vamos a necesitar serán niños inmensamente creativos”, líderes con una base ética sólida. “Yo lo veo como un todo, somos seres humanos completos, no somos solo un cuerpo, somos seres emocionales, intelectuales, espirituales, físicos, conectados con la tierra, responsables de lo que hacemos”.

Ella cree que el cambio ya está sucediendo: “Siento que estamos en una búsqueda, como si nuestro cuerpo humano, la humanidad entera, estuviera muy incómoda en esta situación. Estamos buscando una nueva forma de ser y de vivir la vida”.

“Un espacio común”

La búsqueda de un cambio también recorre las relaciones sociopolíticas de Chile, donde los diferentes pueblos originarios han sido víctimas de la violencia sistemática durante años. La plurinacionalidad es un concepto que está cada vez más presente en el debate público chileno, y algo que muchos sectores están empujando para que esté escrito en la nueva Constitución.

“Siento que para el pueblo rapanui hay un tema histórico que es muy parecido al tema de la [mal llamada, da a entender con un gesto de sus manos] pacificación de la Araucanía”, dice Mahani, usando el término que la historia oficial determinó para nombrar el genocidio del pueblo mapuche. “Ustedes [los habitantes del continente] no saben la brutalidad que hubo desde que se anexó la isla al país, todo el sufrimiento. Todas esas cosas son parte de la información que no se quiso transmitir, pero que sí creó mucho dolor. Parte del resentimiento de la isla y la desconfianza nace desde ahí. Nunca se ha contado la historia como realmente fue, nunca se ha mirado al dolor en los ojos y se ha dicho esto sucedió, de todo corazón pedimos disculpas y ahora aprendamos y tratemos de visualizar un futuro distinto”.

Y Mahani cree que esta nueva etapa, con la Convención Constitucional —en la que el pueblo rapanui está representado por la constituyente electa Tiare Aguilera— supone un gran paso. “Creo que vamos en la dirección correcta, y creo que todos debemos tener humildad. Ahí vamos a poder avanzar de una forma más rápida. Por un lado, los que necesitan pedir las disculpas correspondientes deben tener la humildad de reconocer que se equivocaron y que se siguen equivocando. Por otro, quienes están profundamente heridos, tienen que decir, ‘de acuerdo, vamos a dejar de lado este rencor para trabajar juntos’. Eso es lo importante, que se encuentre un espacio en común”.

Mahani Teave, actuando con alumnos de la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui. DWORKIN COMPANY
Mahani Teave, actuando con alumnos de la Escuela de Música y de las Artes Toki Rapa Nui. DWORKIN COMPANY

“El rol del artista es servir a la sociedad”

Espacios en común. Visión social. Son conceptos que se pueden asociar al pianista Roberto Bravo, figura fundamental en la carrera de Mahani. Cuando ella tenía nueve años, el maestro chileno visitó la Rapa Nui para dar un concierto y allí se conocieron. Roberto apadrinó y tomó bajo su alero a Mahani cuando esta se fue a Valdivia a estudiar piano, y así se forjó una relación que dura hasta hoy y traspasa la vinculación musical: Mahani reconoce que él le inculcó el rol de servicio y educativo de la música y el arte.

“Yo estudiaba en el conservatorio con Ximena Cabello, pero también viajaba con él, me hacía clases y me invitaba a tocar conciertos. Un día tocábamos en el Teatro Municipal de Santiago, pero al día siguiente en un barrio muy vulnerable, al día siguiente en una cárcel, al otro en escuelitas. Él siempre me habló de esto, que el rol del artista es servir a la sociedad. Nosotros somos canales para que la música pueda fluir y ser libre. Desde el lado humano yo le debo muchísimo, y desde el musical también”, reconoce. “Él siempre estuvo pendiente de otros músicos niños, apadrinando a otros niños, creó su fundación para poder becarlos”.

“Varias cosas me impactaron cuando era niña”, dice Mahani. Y recuerda una en particular: una presentación en una cárcel de mujeres. “Yo tenía 12 años y fuimos a tocar con Roberto y algunos amigos suyos, cantantes. Al final se me acercó una de las mujeres y nos sentamos a conversar. Primero me habló de lo que se arrepentía. Me dijo que fue solo un momento en el que cometió un error muy grande. Y después agradeció que fuéramos a tocar para ella, porque la hacía sentir como un ser humano nuevamente, como una persona con dignidad, porque nosotros llevábamos lo mismo que hacíamos en el Teatro Municipal, a la cárcel. Y que eso la había hecho sentir como un ser humano con dignidad nuevamente”.

“Fue gracias a todas esas experiencias que lo que más me llama la atención de tocar en grandes escenarios es poder tocar en pianos fantásticos, con una acústica hermosa, pero más que eso, nada. No considero que eso sea un éxito y tocar en una cárcel o en un hospital no lo sea. Al contrario, me siento agradecida de tener la oportunidad de ir a entregar la música a un hospital, a la cárcel”.

—Nos dimos la vuelta completa en esta conversación, Mahani —le digo—. Partimos hablando de tu disco y sobre cómo las grabaciones, para ti, perdían la energía del concierto. El contacto y la afectación humana. Sobre cómo las coordenadas en las que encuentras el éxito no son las tradicionales.

—¡Es verdad! —dice riendo—. Ahora te calzan todas las piezas ¿no?

Periodista especializada en música pop y feminismo. Directora de la revista digital POTQ Magazine y fundadora de la web Es Mi Fiesta. Organizadora del festival Santiago Popfest. En 2020 publicó Amigas de lo ajeno, libro que da voz a algunas de las artistas más representativas de la música chilena.

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