Pamela Rodríguez empieza de cero

Tras años de éxitos en Perú, la cantante inicia una nueva etapa bajo las nubes de Galicia. “No tengo nada asegurado”, dice.

La cantante peruana Pamela Rodríguez. JULIÁN CORRO MARTÍN
La cantante peruana Pamela Rodríguez. JULIÁN CORRO MARTÍN

El lugar donde nos encontramos, un café en el barrio coruñés de Zalaeta, con un espejo de pie que refleja a los comensales y varias mesas desperdigadas a lo largo de una vereda iluminada por un único rayo de luz. Sentada en una butaca de madera con un respaldo incompleto, usa un vestido negro de tiras delgadas por encima de las rodillas y unas Converse con plataforma onduladas y futuristas con las que parece asaltar el silencio del mundo.

—¿Te parece bien aquí?

Es cerca del mediodía en A Coruña y la voz de Pamela Rodríguez (Lima, 1983) se eleva entre los voceríos. Cuelga su bolso de tela blanca en la esquina de la silla y se acomoda el pelo negro azulado en un moño alto y curvo que distrae la atención. Después ordena café, leche para cortarlo y agua con gas en copa de balón.

—Me siento mejor cuando tomo el agua con gas en vaso de gin tonic. Es de las pequeñas cosas que me hacen feliz. Ahora podemos hacer un brindis matutino. ¡Salud!

Las uñas pintadas de negro de Pamela Rodríguez tienen algo que anima. Tiene 39 años y una trayectoria musical que pasa por discos situados entre los primeros puestos del ranking peruano, colaboraciones con músicos como Kevin Johansen y su nuevo rol como cantante de Los Pilotos, el grupo electrónico fundado por Banin Fraile y Florent Muñoz, de la banda granadina Los Planetas. Mientras vuelve a acomodarse sobre la silla, su voz sobresale entre las conversaciones tranquilas de los coruñeses.

—Siempre digo que lo número uno es que Galicia no tiene neurosis. Estamos hablando de un mundo convulsionado, y de pronto Galicia se presenta como un lugar casi postapocalíptico donde se vive en armonía. La gente es silenciosa, probablemente la única voz que escuches en este barrio sea la mía.

En junio del 2020, Pamela Rodríguez dejó Lima y se mudó a la provincia de A Coruña con sus dos hijas y el papá de la segunda, que es coruñés. Se instaló en los bosques de Cambre, al noreste de Galicia, en una casa cercada por un paisaje rugoso y frondoso, rodeada de robles, castaños y nubes. La pasó bien y mal, compuso canciones, escuchó bastante a Mark Hollis y fue mamá como pudo. Todo a la vez y bajo la niebla y el embeleso de las meigas gallegas.

—Apenas llegué me vi impactada por la belleza de Galicia, este despertar de las estaciones que no había tenido antes, ni en Lima ni en Caracas, ni en ninguna otra ciudad en la que he vivido. Nunca había tenido conciencia del despertar de las estaciones, de esta mística, de los olores, de las flores, de estas nubes que van pasando entre los bosques.

Por los cielos de Galicia pasan nubes extensas y condensadas. A veces todas se unen para formar una franja larga que se extiende sobre el horizonte. En esta niebla  puedes perderte como el Augusto Pérez de Unamuno o puedes animarte a interpretar una canción que te gusta mucho, como hizo Pamela Rodríguez con ‘Las nubes’, del grupo chileno Arranquemos del Invierno. La letra habla de hacerse mayor, del paso del tiempo, de hacerse más grande, más sabio, más cobarde y acaso más salvaje.

Videoclip de 'Las nubes', de Pamela Rodríguez. YOUTUBE

—‘Las nubes’ es el primer trabajo como solista que me atrevo a hacer, porque tales han sido los cambios a nivel personal, los cambios de vida, que no me sentía lista. Yo para nada me siento una máquina de producción; voy entrando de manera muy natural y orgánica hacia las diferentes etapas. Y esta era como una de ¡espera, acá no puedes sacar nada! Aquí hay todo un paisaje y una forma de vivir que integrar, toda una nueva voz que descubrir, hay un canto natural en el ambiente. Un canto que siento, que lo voy escuchando y claramente lo percibo de manera tangible mientras lo voy componiendo. El sonido de Galicia se mete en ‘Las nubes’. Unas nubes en movimiento.

Para la grabación de esta canción —que forma parte de su próximo EP Meigas— Pamela Rodríguez trabajó con tres artistas gallegos: Pablo Lesuit y Sergio Puga, que grabaron el bajo y la batería respectivamente, e Iván Ferreiro. A él lo conoció a través de Banin, de Los Planetas. La cantante escuchó su caja de ritmos y sintetizador modular un día en su casa y días después el rumor seguía sonando en sus oídos. Cuando le comentó a Ferreiro que estaba haciendo algo entre pop, electrónica sutil y ambient y que había encontrado unos sonidos que le parecía podían acompañar la canción, Ferreiro aceptó. Rodríguez condujo de Coruña a Vigo con su hermano Pepe. Pocas horas después tenían grabados los sonidos del sintetizador modular y la caja de ritmos. Compartieron una cena y un vino y los hermanos siguieron hasta completar la canción.

—Yo soy fan de la música de Iván, de hecho había versionado su canción ‘El pensamiento circular’, una canción hermosa. Él es un tipo icónico, una megaestrella. Lo veo como una persona inquieta, en búsqueda todo el tiempo, lleno de sonidos y cacharros, te dice mira esto y mira el otro, es como un científico loco.

El realizador Marcos Cenamor grabó las imágenes para el videoclip de ‘Las nubes’. En él, una vistas desde el aire dejan ver el paisaje umbrío de una playa de A Coruña, donde Pamela Rodríguez, bajo un cielo gris y vacío, dice: “Me he vuelto más vieja, me he vuelto más sabia, me he vuelto más grande y un poco salvaje”.

—Haber venido a España significa empezar de cero y eso no es nada fácil. No tengo nada asegurado. En Lima yo tengo una carrera de muchos años. A los 19 años me fui abriendo un espacio en la escena local y tenía mucho trabajo.

La cantante Pamela Rodríguez, en concierto con Los Pilotos. JULIÁN CORRO MARTÍN
Pamela Rodríguez, en concierto con Los Pilotos. JULIÁN CORRO MARTÍN

Su primer disco salió en 2005. En la portada hay una foto suya, el pelo largo y rubio y los labios rosados. Sonríe cándida entre dibujos de flores. El álbum, llamado Perú Blue y creado sobre la base de sonidos de la música criolla peruana, un poco de jazz, blues y pop, la llevó a su primera nominación al Grammy Latino 2006 como Mejor Artista Nuevo. Su siguiente álbum fue En la orillaproducido por Greg Landau y editado en 2007. En alguna de las tantas entrevistas que le hicieron en aquel entonces anunció que el disco que seguía “estaba más peruano que nunca”. Se publicaría en 2011 bajo el título Reconocer.

—Pronto tengo mi primer concierto como solista aquí en Coruña y me ha tomado un tiempo ver qué formato usaré. He tenido que llegar primero y entender, abrir bien los ojos para conocer mi entorno. Ser parte de Los Pilotos ha sido muy bueno.

Semanas después de que Pamela Rodríguez llegue a Galicia en 2020, Florent y Banin, miembros de Los Planetas, grupo leyenda del indie español, la convocan para el EP Alianza Atlántica. En este proyecto, los músicos colaboran con artistas latinoamericanos y mezclan tecno-disco pop, sintetizadores, psicodelia, teclados, cuerdas. Con Pamela Rodríguez graban ‘Enredado en mis dedos’, una canción melosa, espacial, conducida por la voz femenina que por ratos levanta vuelo para luego bajar gradualmente. Les va tan bien que al momento de contemplar las alternativas de montar el show en vivo, la invitan a la gira. Tocan en Valencia, Madrid y otras ciudades. La química se siente en el escenario, llevan el pop electrónico con guitarras y la chispa se enciende entre la audiencia. Allá arriba brota todo el desenfreno, el placer auténtico y genuino que va de dentro hacia fuera. La hedonista traviesa conectando con el gozo, que la hace libre de ser quien es. Pamela Rodríguez queda como la vocalista.

—Yo nunca había tocado con músicos así, son cósmicos, psicodélicos, tienen una magia, una cosa, un oficio, una creatividad que sorprende. Cantar para ellos es ponerse al servicio, la música es nuestro motor, pero realmente nos va muy bien trabajando en equipo. Cada tocada es como estar en un viaje escolar, los shows son una bomba, nos divertimos y hay mucha emoción, mucha entrega y locura. ¡Me han removido esa fibra de rock and roll!

Videoclip de 'Cambia mi suerte', de Pamela Rodríguez con Los Pilotos. YOUTUBE

Sobre la mesa hay dos tazas de café vacías, dos copas de gin, cada una con una lonja de limón, una jarrita para leche de un juego de té de la casa de cualquier abuelita y varias servilletas arrugadas como acordeones. Pamela Rodríguez se acomoda una de las tiras del vestido y pregunta si está hablando muy rápido o riéndose muy fuerte.

Cuando Pamela Rodríguez era niña, la rodeaban guitarras, amplificadores, micrófonos y ensayos musicales. Su padre hacía rock and roll. La llevaba a las jam sessions y hacía canciones. Así aprendieron ella y su hermano Pepe a conectarse con la música. En Universidad de North Texas aprendió jazz y música clásica, pero haciendo su primer disco, Perú Blue, produjo piezas musicales que trascendieron. El álbum le trajo reconocimiento.  Y a cada uno de los eventos fue acompañada de muchas personas. “Íbamos todos”, dice mientras se le escapa una carcajada sucinta.

* * * *

Hemos dejado el café y caminado a través de las calles del barrio de Monte Alto hasta llegar al departamento de Pamela Rodríguez, ubicado en una rúa en ascenso que lleva el nombre de un ingeniero polifacético que se desveló por A Coruña. Es un departamento en el último piso.

—Entra, te muestro la casa.

Adentro hay una escalera de madera que conduce al segundo piso; a la derecha, un pequeño estudio con varios teclados, cables, parlantes, amplificadores, micrófonos y un papel kraft pegado en la pared donde dice “agosto Pamela” y los nombres de canciones y tareas que necesitan recordarse.

Cuando cruzamos la puerta que conduce a la sala un viento pasa veloz y se cuela por la ventana abierta. Aquí y allá se ven algunos juguetes, un par de frazadas sobre un sofá de cuero y, en una de las paredes, un dibujo de dos árboles y tres flores enfiladas, otros dos dibujos abstractos y un par de recortes de revistas. Pamela Rodríguez pasa de una habitación a otra y desaparece en la cocina. Se escucha su voz diciéndole algo a su hija acerca de una medicina.

En la sala hay un estante con un par de ejemplares de la revista Kinfolk, su libro Desmadre, un disco de Los Pilotos, un jarrón, un cargador de móvil y algunos libros. Cuando regresa a la sala se sienta. Luego vuelve a levantarse y da dos pasos hasta donde hay una tele. Enciende o conecta algo, vuelve, toma su móvil y sigue hablando mirando la pantalla.

—Mi vida ha sido compleja, nada de lo que me está pasando es simple, ni lo que me pasa a nivel personal ni a nivel profesional, pero bueno, la vida es la vida y no se va a simplificar.

Empuja la frazada marrón claro hacia un lado y se acomoda sobre el sofá. Cruza las piernas. Quedan al descubierto. Levanta la vista y dice:

—¿Tienes tiempo para oír la canción en la que estoy trabajando? Todavía falta, pero allí vamos, faltan los toques de Pepe, una que otra cosita por aquí y por allá. Queremos lanzarla en septiembre.

Las primeras notas de ‘Chica Huracán’ resuenan dentro de la sala. Al principio, Pamela Rodríguez sigue el ritmo con un solo pie, luego canta sobre la voz que sale del parlante. La va elevando hasta imponerla sobre la otra por completo. Una de las tiras de su vestido negro cae y se asoma uno de sus hombros. Gira la cabeza un poco, deja el móvil, lo vuelve a tomar. El ritmo de la canción se va acelerando hasta producir una tonada que da ganas de bailar. En medio de la canción aparece la pequeña Lila, que corre hasta ella. Pamela Rodríguez la levanta del piso de madera, la rodea con los brazos, con una mano le agarra un pie. Las dos tienen la piel muy blanca. Juguetean. Van de un extremo de la sala al otro. Se miran en un espejo que hay tras un mueble apoyado sobre la pared. Lila colgada del cuello, con orejas de ratón rosa y un vestido con manchas disformes, y su mamá dirigiendo los pasos mientras el eco de su voz queda como una estela en al aire. “Dices que todo es un milagro. Te veo bailar, entre la gente, eres un imán fosforecente”.

—Aquí viene una especie de rap que no me gusta mucho. Ignóralo. ¿Lo sacamos? ¿Tú qué crees? Escucha.

Ya casi estalla la tarde y afuera, en la A Coruña de Emilia Pardo Bazán, Sofía Casanova y María Pita —mujeres destacadas de la historia gallega—, despunta un tímido rayo de sol entre las nubes corpulentas. Va a ser la hora del almuerzo y Pamela Rodríguez entrará en la cocina, abrirá una lata de Estrella Galicia, beberá un sorbo, apretará play y se pondrá a cocinar puré, arroz y pollo. Entre el escaso espacio entre la cocina y el lavadero dará un giro de baile, luego quizá se siente. Servirá el almuerzo a uno o a varios niños-grandes. Y luego subirá a su habitación en el segundo piso, se lanzará sobre su cama y hará una siesta. Más tarde le agregará una estrofa a la canción.

Periodista especializada en medioambiente. Cofundadora de Ravel Agency, ha sido editora de la revista Savoteur y guionista independiente en Media Networks, así como colaboradora en medios como El País, L.A. Times, El Malpensante y Altaïr Magazine. Actualmente cubre cuestiones relacionadas con la Amazonía peruana a través de una beca otorgada por Rainforest Journalism Fund.

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