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Pola Oloixarac descose el traje nuevo del emperador

La escritora habla de su ‘Galería de celebridades argentinas’, donde desnuda a figuras de la política actual como Javier Milei.

La escritora argentina Pola Oloixarac. DENISE GIOVANELLI

Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) es muy atrevida. Desde su pseudónimo, uno inolvidable, filoso, hace extensiva esta intencionalidad y se despacha con un ensayo como Galería de celebridades argentinas (Libros del Zorzal, 2023), donde se atreve, justamente, a perfilar representantes de la política del país sudamericano sin piedad. ¿Y con razón?

Oloixarac viene de la narrativa. La preceden tres novelas: Las teorías salvajes (2008), Las constelaciones oscuras (2015) y Mona (2019), además de un libreto de ópera, Hércules en el Mato Grosso (2014). Graduada en Filosofía, la autora se luce ahora con este texto en el que retrata a figuras como Javier Milei, Cristina Fernández o Mauricio Macri, las cuales no dejan de ser un espejo de la política internacional. Galería es pues un libro para el mundo entero: estos personajes (celebridades) dan cuenta del estado de las sociedades que habitamos. ¿Pola Oloixarac? Políticamente incorrecta.

- Juzgué al libro por su tapa: al leer Galería de celebridades argentinas, pensé en “celebridades” y me equivoqué.

- Ese título puso Bartolomé Mitre a lo que sería el primer panteón de la historia de los próceres de la Argentina. Me llamó mucho la atención porque pensé: “¿Galería? ¿Son frescos que vemos en una galería?”. Pero me lleva a la idea de retrato: tiene algo pictórico la galería, ya en el título de Mitre. Después, está la idea de que Mitre mismo usara la palabra celebridades para referirse a gente como San Martín. Nunca pensé a San Martín como una celebridad, entonces me parece interesante cómo esa palabra llega hasta nuestros días; fresca, forma parte del habla de todos los días, pero con otra connotación. Celebridad es Wanda Nara, pero a la vez ¿qué hace Wanda? Nos cuenta su vida, es lo único que hace: es una narradora de su vida. Kim Kardashian, igual. Hay muchas de las cosas que hacen los políticos, nuestros próceres actuales a los que votamos, elegimos, etc., que tienen que ver con utilizar estas técnicas como hacen Wanda Nara o Kim Kardashian para que sepamos sobre ellos. Trabajo sobre esos discursos, sobre esos dispositivos con los que ellos narran su historia.

- La Pola que conocimos por su narrativa, sus novelas, comenzó a escribir columnas en el diario Perfil mucho más políticas que literarias y ahora publica una obra con estas características.

- Este libro es superliterario porque me dedico a lo que más me divierte: mirar detalles y describir personajes. Me gustan las tramas pero no soy una escritora de tramas. Los detectives, la conspiranoia, no me interesan. Los puedo disfrutar, pero nunca me interpelaron mucho. En cambio, siempre me volví loca con esos párrafos que, de pronto, generan como un abismo hacia la otra persona y se entra por un túnel que es un huracán dentro de una escena complicada, de sensibilidad, donde alguien se está protegiendo pero a la vez está diciendo algo... Todos esos entramados que hace Tolstoi, muy del siglo XIX, como muy Henry James. Momentos así.

Lo divertido es que la trama ya la tenía armada, porque esta gente hace todas las cosas a la vista; vamos siguiendo las rutinas, las acciones de la realidad argentina, esa era mi trama. Y ellos son gente que se ve, se ofrecen a la vista, buscan seducir y narrar. Entonces podía operar sobre la narrativa de alguien y transformarla. Eso me parece literario, pigliano.

- Abundan las referencias literarias, además. Ahora bien: una celebridad es Britney Spears, quiero decir, el mundo pop. Entonces, ¿celebridad hoy es un político como puede ser el presidente Alberto Fernández o, como decías, San Martín?

- Me parece que esa idea de celebridad está más relacionada con los nuevos políticos. ¿Qué hace Martín Losteau, un ministro echado por el kirchnerismo que tiene que reorganizar su imagen? ¿A qué recurre? Se dedica a salir con un montón de chicas famosas con alto perfil. Tiene un agente de prensa, evidentemente, porque no es el príncipe Harry. Es decir, no tiene una prensa espontánea esperándolo y preguntándose: “¿Qué está haciendo Martín el echado?”, o “¿cómo están los rulitos de Martín hoy?”. ¡No! A nadie le pasa eso. Es así, no es Harry. Empecé a ver que se hace fotos como las que genera Britney Spears acosada por los paparazzi; saliendo con el café en plan: “Ay, basta, no me jodan”. Él siempre muy natural, como que se acaba de bañar, y las chicas miran a cámara como: “¿Qué pasa? ¿Por qué hay alguien acá?”. Ahí pensé que este hombre tiene todo armado y a ellas las está usando como un escudo humano para generar la narrativa de la celebridad hot, del nuevo hombre apuesto y deseable para poder pasar de ser un técnico a ser un candidato. Esto es algo que ya habían hecho otros personajes donde también se asocian a una mujer para empezar a salir en las revistas del corazón. Y si esa mujer es linda, quizás Argentina también te va a querer.

Esta manipulación de recursos para narrar en los medios y en las redes son los de las celebridades. Mitre fue muy visionario en llamar a la gente que se ocupa del quehacer público “celebridad”: ya estaba visualizando esta clase de movimientos narrativos que son específicos. Macri también funcionó como un político de celebridad, él era un playboy. El playboy que de pronto dice: “Me voy a dedicar a la política”, “empecé a leer diarios y a los 40 años me interesé”. Fue muy celebrity también su construcción: es la construcción de un outsider. El outsider que viene de la fiesta, que no está tocado por la problemática de la política. Era un personaje antipolítica tipo Javier Milei. Milei primero iba a los programas a cantar canciones de Leonardo Favio, vestido de superhéroe y funcionaba como un payaso, le caía simpático a los medios… La gente decía: “¿Pero qué va a hacer este loco?”. Y ahí, entre esa sinergia con el medio que necesita hacer cosas para sobrevivir, para generar views, se termina viendo a un hombre completamente desequilibrado que es candidato a presidente. Y solamente es posible por la operación de marketing mediático que generó en términos de ser una celebridad. Milei me contestó en la Feria del Libro. O sea, está actuando en relación al libro. Vi un vídeo donde dice: “Parece que la gente está nerviosa porque no estoy casado, así que quizás es algo que podemos resolver con alguna señorita que esté por acá”. El tipo va a empezar un casting y en un mes se casa.

- ¿Cuáles son tus herramientas de investigación?

- Primero veo el material, todo lo que ellos dicen. Veo los vídeos, leo sus producciones, los libros que publican, todo lo que hacen; y después hablo con gente de su entorno. Trato de investigar cuánto hay de esto. Por ejemplo, Milei produjo mucho material. Dice cosas como que el sexo le parece espantoso, para él es una cosa fisiológica que tiene que descargar. El tipo es casto, le causa terror una mujer sexuada. La gente se pone nerviosa porque “lo estás juzgando porque no está casado”, pero yo lo que me pregunto es: la derecha está asociada a la familia, a los valores tradicionales, el respeto; y él constantemente le falta el respeto a las mujeres, ¿qué clase de hombre de derecha es?

Hay algo entre los ideales y las acciones que creo hay que interpelar: si Milei es el que propone la derecha, ¿dónde está esa derecha? ¿En la loca idea que tiene sobre vender nuestros órganos? Es un individuo que no puede pensar en términos productivos, nunca manejó ni un kiosco, no sabe lo que es la vida y la relación con los demás. No es el tema de si se casó o no: relacionarse con el otro es algo muy problemático para él. Se pelea con todos sus amigos, si no estás en la misma línea que él, te bloquea. Quedó él solo, no tiene ninguna estructura: está él con su hermana. Y después dice: “Quiero ser presidente para que ella sea primera dama”. Una especie de lapsus freudiano increíble, porque ¿quién es la primera dama? La esposa del presidente. Y ahora parece que la segunda dama sería Victoria Villarruel, una abogada procesalista que se ha dedicado a defender a militares. En una entrevista ella dice en referencia al matrimonio igualitario: “¿Pero para qué matrimonio? Si ya tienen la unión civil”. La idea liberal sería que todos tenemos derechos a las mismas cosas, pero para ella no se aplica si alguien es gay. Hay demasiadas cosas que hacen ruido dentro de esa construcción.

El político argentino Javier Milei, en la Feria del Libro de Buenos Aires, el pasado 13 de mayo. EFE/JUAN IGNACIO RONCORONI

- En los últimos tiempos, el término “libertario” se aplica a gente como Milei, de derecha, cuando el libertario originalmente (y esto es más que una cuestión etimológica) era el anarquista. ¿Cómo es que, en esta nueva era, a nivel global porque no es algo solo de la Argentina, el libertario pasó a ser el votante de derecha?

- La definición de libertario que toma Milei y toda esa gente es la definición norteamericana del término. Ellos se piensan siempre en relación con Estados Unidos. Allá hay gente que está a favor de que todo el mundo tenga un arma y de que el Estado no exista, o más bien de que sus funciones sean nulas. Y por eso los Estados republicanos y los libertarios dentro de Estados Unidos fueron como los grandes antivacunas, antibarbijos. Miami generó una industria médica en torno a que la gente se fuera a vacunar ahí y que la pasaran bien sin necesidad de usar barbijo. Empezó a tener mucho éxito, gente de toda Latinoamérica iba a pasar ahí un fin de semana. Tenían vacunas para todo el mundo, había un libre mercado. Esto es lo que implementó el gobernador Ron DeSantis, que ahora es el candidato republicano que quiere destronar a Donald Trump dentro del partido. 

Es eso: ellos importan totalmente el modelo norteamericano. Y además, la pandemia en Argentina fue uno de los peores casos. La idea de encerrarte y de cerrar las escuelas fue algo inédito. En México no pasó: todo estaba abierto. En Barcelona los chicos iban a la escuela todo el día. Y me parece que muchos seguidores de Milei son personas que quedaron muy mal con la pandemia, que perdieron seres queridos, que se dieron cuenta de que el Estado no te cuida, no hace nada por uno excepto sacarte impuestos, que te mata con carga fiscal. Milei entra por ahí. Es increíble que alguien tan desequilibrado es el que diga algo tan sensato: la carga de impuestos es ridícula y el Estado funciona mal.

- ¿Temiste en algún momento que alguno de los involucrados en el libro te lleve a juicio?

- Mis textos trabajan sobre los dichos de las personas. Hablo con gente y hago mi interpretación de qué es lo que pasa. En todos los libros de no ficción siempre está la posibilidad de que alguien quiera protestar en ese sentido. La cuestión es que no trabajo con espías que me pasan una data que estoy diseminando… No, yo trabajo con lo que hiciste, con las fotitos que te sacaste, con lo que dijiste y con lo que dijiste que vas a hacer; también con lo que no estoy tan segura de que quieras hacer.

- ¿Cuál fue el perfil más difícil de hacer?

- [María Eugenia] Vidal, [del partido Propuesta Republicana]. Ella tiene una construcción de “mami” que me superinteresó, pero también me interesaba cuidarla. Pertenece a un partido político que buscó disciplinar su cuerpo. Ella contó cómo tuvo que bajar de peso y cómo había que moldearla porque había algo que sobraba para poder lanzarse a la alta política. Esas son cosas que nos pasan a las mujeres. Es como que podemos lograr un montón de cosas, como la ley del aborto, pero el tema de la imagen todavía es un disciplinamiento cultural que sigue estando ahí, y es con lo que una trabaja.

- Y el perfil de Patricia Bullrich… ¿le habrá caído mal?

- No sé. Yo prefiero no frecuentar políticos. No estoy alrededor de ellos porque, si una se rinde a su seducción, después escribe para agradar o para no ofender, y ya no estaría haciendo bien mi trabajo. Solo tengo que observar. Esa distancia la protejo, es mi distancia de creación. Y si les gusta o no les gusta, qué sé yo…

- Hay otra característica muy destacada en tus escritos que es la polémica.

- Mi primer libro, Las teorías salvajes, generó polémica de una manera curiosa para mí. Era 2009, las redes sociales recién empezaban y en ese momento me impresionó. Eso me enseñó a apreciar y a amar el combate. El combate en las redes es algo hermoso. ¿Qué mejor definición del universo que exista una persona que está equivocada o que piensa algo diferente a mí? Me parece espectacular, es como un ensayo colectivo visceral de gente que se dice: “Tengo que reaccionar ante esto, no sé bien qué decir pero lo voy a decir igual”. Me gusta. Cuando la literatura es fuerte y potente hace eso, genera un efecto que no se puede controlar. Y no se puede guardar en una cajita, hay que tener una opinión, hay que decir algo.

Lo que me pareció muy lindo de escribir estas cosas es que en general el público que reaccionaba era un público lector, entrenado en la literatura, pero cuando publiqué un texto sobre Santiago Cafiero, de pronto tenía como lectores a ministros, que también sentían que tenían que reaccionar como lectores viscerales. Eso me pareció precioso, es la conversación que tenemos. ¿Cómo vamos a discutir si no lo hacemos efectivamente? Además, es muy lindo porque es todo con palabritas.

- Hoy estás radicada fuera del país, en Barcelona, viviendo otra realidad política. ¿Harías algo así con políticos actuales europeos?

- En España sé que no podría porque soy argentina, soy una migrante. A pesar de que no me autopercibo inmigrante, a pesar de que mi mamá era de Perú y mi abuela también. O sea, Colón vino a buscarnos a nosotros: viniste y me tocaste el timbre, y ahora yo vivo donde quiero [risas]. Pero igual sigo siendo argentina, y lo que yo hago es un poco como tomarles el pelo a los políticos, reírme de ellos, algo que no podría hacer nunca en España, porque a los españoles no les gusta que venga un argentino a reírse de ellos. No se puede.

- Entonces, ¿vamos a tener una segunda parte?

- Sí, sí, se viene. Tenemos más galerías, de toda clase. Tenemos mucho para dar, quedaron muchos fuera.

- ¿Cómo es hacer no ficción?

- Es muy distinto. Estudié Filosofía, y el periodismo medio que me lo inventé. La experiencia es muy distinta, por ejemplo, nunca había presentado un libro en la Feria del Libro. Hasta entonces todo había sido más cute, más nicho. Es muy divertido esto de ir a programas de televisión y estar discutiendo métodos narrativos, porque estamos usando personajes que son públicos, pero en definitiva estamos hablando de literatura y de qué hacemos con ella. Es algo nuevo para mí. Los literatos somos una secta, estamos en nuestro mundo y nuestra oscuridad, y nos encanta… De repente, sacar esas palabras que habitan en la oscuridad y llevarlas a los reflectores de la tele es raro, divertido y nuevo.

- ¿Qué les mandarías a leer a los políticos?

- El Facundo de Sarmiento. Amo, me vuelve loca, hay tanto ahí… Y además él me parece un narrador tan contemporáneo: leo frases y no le tocaría nada. No me pasa lo mismo con otra gente del siglo XIX, como Alberdi, a los que el tiempo les pasa de otra manera. La prosa de Sarmiento todavía es increíble. De hecho, a Borges una vez le dijeron: “¿Qué se siente ser el mejor escritor argentino de la historia, que es lo que andan diciendo de usted?”, y él respondió: “Debe de ser alguien que no leyó a Sarmiento”.

Periodista, editora y crítica cultural. Especializada en entrevistas públicas en el mundo literario y musical, además ha publicado crónicas y ensayos en antologías y publicaciones de habla hispana. También colabora escribiendo en diferentes medios como Le Monde Diplomatique, Diario Armenia y los suplementos de cultura de Perfil, Clarín e Infobae, entre otros.