El pan como asunto de clase

Nicolás Meneses fija su mirada en el Chile proletario en ‘Panaderos’, una novela sobre “la ceguera que desciende del trabajo y del sacrificio”.

Dibujo de Marcos Roda que ilustra la portada de 'Panaderos', de Nicolás Meneses. BARBARIE EDITORA
Dibujo de Marcos Roda que ilustra la portada de 'Panaderos', de Nicolás Meneses. BARBARIE EDITORA

Todos hemos pasado a horas intempestivas frente a las rejas de una panadería cuyo olor dejaba adivinar el trajín en su interior. Probablemente entonces hemos fantaseado con la vida de esos hombres y mujeres que trabajan por la noche para que, cuando se levante la primera hornada de trabajadores, puedan encontrar el mostrador rebosante de productos.

Nicolás Meneses (Buin, 1992) captura todo lo mencionado en Panaderos, que vio la luz en Chile en 2018 de la mano de Hueders y que este 2022 ha adquirido distribución en España gracias a la recién nacida editorial Barbarie, que ha sabido valorar la propuesta de ficción social de este joven escritor.

Además de la obra que nos ocupa, Meneses —que actualmente combina la escritura con la docencia y la codirección del sello Provincianos Editores— ha publicado los libros de poesía Camarote (Ediciones Balmaceda Arte Joven, 2015) y Manejo integral de residuos (Ediciones Overol, 2019), la novela Throguel Online (Emecé, 2020) y el libro de crónicas Jugar a la guerra (Editorial Aparte, 2021). Su trabajo le ha valido diversos premios, los parabienes de autores como Alejandro Zambra y la inclusión en la lista de 100 jóvenes promesa de las letras de la revista chilena Sábado.

En Panaderos, Meneses narra la historia de William Fuentes, quien, después de que su padre quede mutilado en la panadería, se ve obligado a empezar a trabajar para sustentar a la familia. El sentido de responsabilidad funciona en paralelo a la obsesión por la seguridad, y el joven protagonista se sumerge en una rutina escapista con los videojuegos. Poco a poco la vida doméstica va degenerando y, en una especie de transformación kafkiana, es el hijo quien debe calzar el uniforme del padre para poner algo de sentido común antes de desmoronarse.

- Te dedicas a la edición y la docencia, pero el nivel de detalle de Panaderos me hace pensar que se trata de una experiencia parcialmente real...

- La novela la escribí en paralelo y terminando mi ciclo de panadero. La docencia y la edición las empecé a trabajar posteriormente. Así que la novela recoge esa experiencia, la observación del oficio de panadero en un supermercado, y al mismo tiempo recoge experiencias de las panaderías tradicionales de Chile. Ahí sí hubo más investigación y leí algunos libros. Me basé también en una panadería que hay cerca de mi casa.

- Parece que, más allá de tu propia experiencia, en tu obra hay un interés por el mundo laboral. De hecho, tienes también un poemario sobre los basureros.

- En lo poco que he leído de escritura del momento en Chile, hay poco sobre el trabajo. Antes sí que había una tradición, la literatura social chilena, que surge en el siglo XX y tiene como tema principal el oficio. Había muchos escritores que no tenían preparación académica, que venían de vidas complicadas, con múltiples oficios. Esa tradición la admiro mucho, aunque más me marcó ponerme a trabajar a primera edad. En el nuevo libro que aparecerá trato el trabajo infantil.

- ¿Te gusta la etiqueta de la ficción social?

- No me gustaría que se me encasillara en eso, tengo otra novela sobre videojuegos, estoy escribiendo sobre deporte, etcétera. Si ahora me han encasillado en el mundo del trabajo, quiero constatar que tengo muchos más intereses por desarrollar.

- Me has dicho que trabajaste como panadero, y más allá de esta novela tienes otro texto dedicado al pan. ¿Qué valor simbólico le encuentras a este alimento?

- El pan, concretamente unos tipos específicos llamados hallulla y marraqueta, tienen un sentido omnipresente en la vida del chileno, sobre todo un sentido de clase. Algo que comprobé trabajando en el supermercado es la relación entre los tipos de panes y quienes los consumen. La hallulla y la marraqueta responden a una necesidad alimenticia de calorías que en la clase baja chilena es una tradición. Eso es tan así que la cena es pan con agregado y una taza de té, lo mismo el desayuno y a veces el almuerzo. Se genera cultura alrededor del pan y el propio pan genera su cultura: por ejemplo, aquí cada año se elige la mejor marraqueta. Pienso en los espacios que ocupan, en quienes los consumen... Creo que el pan es una cuestión de clases en Chile muy marcada.

- Parece que al protagonista no le da miedo ir a trabajar, que le da más miedo convertirse poco a poco en el padre y aceptar el cambio de roles en la familia.

- El miedo de William tiene que ver un poco con el devenir padre y con toda esa porfía y ceguera que desciende del trabajo y del sacrificio. William valora la importancia del colectivo, también del trabajo, pero no entiende el sacrificio, el ponerse en riesgo por el otro. El rol de la madre en la novela es el de la conciencia lúcida que  sabe que William no debe sacrificarse por el resto. Ese es más su miedo que volverse panadero, entiende la paranoia de la profesión fruto del accidente que presencia. No entiende ese valor tan de clase media de sacrificarse por el futuro de los familiares.

El escritor chileno Nicolás Meneses, autor de 'Panaderos'. CORTESÍA
El escritor chileno Nicolás Meneses, autor de 'Panaderos'. CORTESÍA

- ¿Te parecía indispensable transmitir la oralidad de los lugares de los que hablas?

- La oralidad nace de la imagen virtual que tengo de personajes reales. William es un personaje al que le presto experiencias, pero el resto de panaderos son de carne y hueso. Soy mucho de escuchar en todos los oficios en los que he estado y mi papel era un poco rescatar cómo yo percibía que hablaban ellos, el tono informal y con humor de la panadería. Esas voces ya estaban ahí y yo simplemente las recogí.

- Mencionas en el texto que “trabajar es autodestructivo”. ¿No te da miedo que digan que es una queja específica de la “generación de cristal”?

- Esa afirmación aforística me parece una constatación de hechos que se emparenta con el hecho de estar expuesto: cualquier trabajo expone a la persona al deterioro en determinado grado, el protagonista lo vive en carne propia, él y sus amigos tienen accidentes. Es una reflexión sobre cómo el trabajo en la era industrial lleva tanto desgaste para el trabajador del siglo XXI; la afirmación es solo una constatación de ello. No quiero ir contra el trabajo, es un tema que no se puede esquivar. Los problemas aumentan cuando el sujeto se autoexplota, como le sucede al padre.

- ¿Hay un compromiso tuyo con el Chile de las comunas dormitorio?

- Creo que, desde que comencé a escribir, lo he hecho sobre lo que conozco, sobre territorios y oficios que no he encontrado dentro de gran parte de la literatura chilena. Hay espacios y subjetividades que se están repitiendo mucho, ese es el drama de la literatura chilena. Hay un prototipo de personaje narrador que se publica y difunde mucho. Al mismo tiempo, hay una gran diversidad sobre la que no se habla, y por eso la percepción final es que no se escribe de muchas cosas. He sido jurado del Premio Bolaño y me sorprende que los jóvenes no salgan de esos espacios, de la novela del estudiante que quiere ser artista. La poesía se sale un poco, pero la narrativa se vuelve muy monótona. Me desilusiona que incluso la gente que protesta no salga de los temas más recurrentes. En la editorial en la que trabajo intentamos buscar otras subjetividades.

- ¿Tu labor de editor ha transformado tu faceta de autor?

- Ya no tengo ansiedad por escribir. Antes escribía muchísimo, y cuando empecé a editar, además de un tema de tiempo, no tenía la ansiedad de encontrar algo nuevo. Me llama más la atención publicar a debutantes y encontrar cosas novedosas de la periferia. Mi rol de editor también me ha hecho mucho más exigente, ahora ya no me gusta desarrollar sin saber el final. La conciencia crítica se agudiza, hay más planificación. Panaderos, al contrario, fue muy intuitiva, un constante fluir… Ahora no puedo sentarme sin saber sobre qué quiero hablar. Eso ha cambiado. Ahora pienso en libro en todas sus dimensiones.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).

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