Poco después de las once de la mañana, cuando Carlos Maciel pidió al público tomar asiento, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara volvió a acomodarse en su propio ritual: la mezcla de formalidad, expectativa y ese rumor que sólo producen miles de personas cuando saben que están frente al inicio de algo grande. El recinto, que cada noviembre convierte a Guadalajara en una capital de la conversación escrita, abrió paso a la entrega del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances y al arranque oficial de nueve días en los que los libros vuelven a ocupar todas las bocas.
La primera en subrayar el momento fue Karla Planter, ahora la primera mujer en encabezar la Universidad de Guadalajara. Con la serenidad de quien reconoce el peso del oficio literario, señaló que la obra de Amin Maalouf dialoga con la época actual y que la literatura, más que un refugio, es una construcción del pensamiento crítico. A su lado, José Trinidad Padilla López, presidente de la FIL, reforzó esa idea. Recordó que la feria nació para honrar la libertad editorial y que la lectura, más que un acto de consumo, es una trinchera. Aprovechó para anunciar que la familia de Juan José Arreola donó la biblioteca del escritor a la universidad, donde será resguardada.
El ambiente terminó de abrirse cuando Marisol Schulz, directora de la FIL, declaró que Barcelona “viene con todo”. Su anuncio no era exageración: era el preámbulo de una presencia -como ciudad invitada de honor- que incluye música, ciencia, gastronomía y literatura traducida especialmente para esta edición. Esa promesa la confirmó Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, quien recordó el vínculo histórico con México, país que ofreció refugio a escritores catalanes durante el exilio republicano. Con una frase que resonó en catalán, celebró que en México pudieron salvar sus palabras.
Antes de llegar a la ceremonia central, Marcelo Ebrard entregó a Planter y a Schulz un certificado de excelencia, el primero en México, para reconocer el proceso bajo el cual la Feria se ha consolidado como la más importante en lengua hispana. El gesto añadió una capa oficial a un evento que desde hace años funciona como referencia continental.
Cuando el micrófono pasó a Carmen Alemany Bay, representante del jurado, la atmósfera se apretó con atención. La lectura del acta fue contundente: Maalouf es una de las voces más lúcidas del presente literario, capaz de explorar la memoria, el exilio, las fracturas y los mestizajes del mundo moderno sin caer en el nacionalismo ni en la religión como respuestas fáciles. Jorge Volpi continuó ese trazo al describir cómo la obra del franco-libanés reinventa el pasado para explicar quiénes somos hoy y advertir quiénes podríamos ser en un futuro inquietante.
Entonces apareció Maalouf. Su figura tranquila —bufanda blanca, traje oscuro, cabello rebelde— avanzó hacia el podio sin prisa. Leyó en francés, mientras las pantallas mostraban la traducción. Lo que dijo confirmó lo que sus lectores ya saben: su mirada es amplia, crítica, pero no renuncia a la esperanza. Admitió su fascinación por los avances tecnológicos, por la posibilidad de tener “al alcance de los dedos todo el conocimiento del universo” o de conversar con su familia al otro lado del planeta. Pero también expresó su desconcierto ante lo que no imaginó: el aumento de la violencia, el debilitamiento de la democracia, la permanencia de la guerra.
Sin embargo, no habló desde la amargura. Dijo con claridad que el mundo de antes no regresará y que la humanidad debe ser consciente de ese cambio para avanzar. Reconoció que la velocidad del presente exige esfuerzos colectivos, que sólo es posible superar los retos si las sociedades se elevan por encima de sus prejuicios y sus codicias. Fue ahí cuando su voz adquirió un peso distinto: afirmó que la literatura es una herramienta para reparar el presente e imaginar el futuro, y que sólo hay dos caminos posibles: sobrevivir juntos o desaparecer juntos.
El auditorio Juan Rulfo respondió con un aplauso profundo, cargado de emoción, como si cada frase hubiera encontrado un eco inmediato en la sala. Era el tipo de aplauso que confirma que un discurso no sólo fue escuchado, sino entendido.
El homenaje al mérito editorial
En la misma jornada, la FIL otorgó el Homenaje al Mérito Editorial a la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe (EULAC). Recibieron la distinción su presidenta actual, Lía Castillo Meneses; la directora de la Editorial de la Universidad de Guadalajara, Sayri Karp Mitastein; y Juan Felipe Córdoba-Restrepo, director de la Editorial de la Universidad del Rosario. En la ceremonia, el presidente de la FIL, José Trinidad Padilla López, destacó que las editoriales universitarias han sido pilares del pensamiento crítico y del avance social en la región. Subrayó que sus catálogos contienen las preguntas, luchas y esperanzas de América Latina, y que su labor convierte el conocimiento académico en patrimonio público.
El reconocimiento, explicó, se otorga por casi cuatro décadas de trabajo de la EULAC en la difusión del pensamiento académico y en la integración del gremio editorial universitario. Castillo Meneses agradeció a la FIL por ofrecer espacios para el diálogo y crecimiento, y recalcó que se trata de la primera ocasión en que el premio se entrega a una asociación y no a una persona. Recordó que la EULAC se fundó en 1987 en Lima y que actualmente agrupa a 430 editoriales pertenecientes a doce redes nacionales. Para ella, el premio impulsa a redoblar esfuerzos y confirma que su trabajo contribuye a la construcción de puentes en la región.
Sayri Karp destacó que las editoriales universitarias han trabajado durante décadas para acercar el conocimiento y formar sociedades más democráticas. Definió a las editoriales como “una casa llena de ventanas” y sostuvo que los libros pueden transformar a las personas y volver más justas e inclusivas a las sociedades. Córdoba-Restrepo, por su parte, subrayó que la labor editorial no existiría sin los lectores, cuya atención y crecimiento motivan al gremio a continuar. Consideró que el reconocimiento representa tanto un honor como una responsabilidad futura.
La ceremonia incluyó una breve presentación de la trayectoria de los tres homenajeados, todos con participación prolongada en asociaciones editoriales universitarias y con aportaciones en la formación de redes académicas en América Latina.