¡Felicidades, ‘Ñ’!

De cómo el Festival Eñe se convirtió en una celebración del idioma y de la revista cultural de ‘Clarín’ al calor de la joven novela latinoamericana.

La editora de 'Ñ', Matilde Sánchez, con los periodistas Martín Caparrós y Juan Cruz, ayer, en el Instituto Cervantes de Madrid, en el Festival Eñe. INSTITUTO CERVANTES/ALEJANDRO CANA E IRENE RAYA
La editora de 'Ñ', Matilde Sánchez, con los periodistas Martín Caparrós y Juan Cruz, ayer, en el Instituto Cervantes de Madrid, en el Festival Eñe. INSTITUTO CERVANTES/ALEJANDRO CANA E IRENE RAYA

En el marco del Festival Eñe, que se celebra hasta el 27 de noviembre en Madrid y Málaga alrededor de los libros y que este año tiene a Argentina como país invitado; con la presencia del editor responsable del diario Clarín y de la revista Ñ, Ricardo Kirschbaum; con la editora general de dicha revista cultural, Matilde Sánchez; con las dos décadas de vida de esa publicación a la vuelta de la esquina —o sea el año que viene— y el número 1.000 sobre la mesa… Con todas esas presencias y confluencias, ¿cómo no comenzar un evento, aunque esté dedicado a la joven novela latinoamericana, festejando la ñ y dándole gracias a esa letra de ensueño?

Y más que de ensueño, de pereza, pues de ahí nació, como recordó en su primer turno de palabra el escritor y periodista hispanoargentino Martín Caparrós, uno de los ponentes. Sí, sí, hispanoargentino como el mismo se llamó, recordando el nacimiento de su padre “ahí al lado, a 500 metros” de la sede del Instituto Cervantes en la madrileña calle de Alcalá con Barquillo, donde se celebraba el acto de ayer. Contó entonces Caparrós cómo dio con los orígenes de la ñ al buscar un nombre mejor que Hispanoamérica, mientras escribía su libro Ñamérica, porque ¿quién dice Hispanoamérica?: “Eso es solo para los actos oficiales, donde hay un locutor que lo diga, si no… Yo no escuché a nadie decir ‘¡oh, qué hispanoamericano’… lo que sea”.  Nombrando a la ñ como estandarte del idioma y a este como lo que nos une, él quiso saber “por qué teníamos esa letra cuyo sonido existe en las lenguas romances (y otras que no los son), pero lo forman de otra manera”. Y ahí es donde encontró a unos perezosos monjes: “El asunto es que cuando copiaban y copiaban y copiaban estaban hartos de poner dobles n, y así es como decidieron que iban a poner un signo arriba cada vez que se encontraran la n repetida”.

Ñ, refugio de la cultura 

Y de la madre de todas las ñ a la Ñ en singular, la revista cultural que nació en y del periódico argentino Clarín en 2003 y que, como escribe su editora desde 2014, Matilde Sánchez —moderadora del evento—, en el número 1.000: “Conservaba de las viejas páginas literarias el declarado propósito de seguir de cerca el panorama del libro, [pero] asumiendo que la cultura tiene tanto de expresión como de industria y es creadora de trabajo en su ecosistema: que la vida cultural es el aire que nos permite vivir juntos”.

El editor de Clarín, Ricardo Kirschbaum, en declaraciones a COOLT, recordaba la apuesta del lanzamiento: “Salir del molde de una publicación estrictamente literaria y abarcar muchos temas de la cultura, de todas las disciplinas que la atraviesan. Resultó ser un producto muy bien recibido por el público, porque hubo un momento en Argentina en que la cultura fue un refugio en medio de las crisis y, curiosamente, esto ayudó a sostenerla”. 

Ya en el propio acto, y de vuelta a la ñ, Kirschbaum recordó más en detalle un comienzo marcado por la lucha para que en los ordenadores se incluyeran “esa letra que no es un pariente pobre de la n, sino un símbolo de resistencia y singularidad”. Para resistencia, la del formato del papel de la cabecera, que celebra su número 1.000 con un recopilatorio de los mejores artículos, columnas, entrevistas que pasaron por sus páginas y que se puso en circulación en el acto del martes 15 en Madrid, antes que en Buenos Aires, donde se distribuirá el próximo 26 de noviembre. Al final, Kirschbaum recordó la importancia de la ñ también para lenguas como el quechua, ya que permite escribir la fonética de muchas palabras, muy representado en ese idioma. Para despedirse eligió una de ellas: añay, gracias.

Ricardo Kirschbaum, editor del diario argentino 'Clarín', ayer, en el Instituto Cervantes de Madrid, en el Festival Eñe. INSTITUTO CERVANTES/ALEJANDRO CANA E IRENE RAYA
Ricardo Kirschbaum, editor de 'Clarín', durante su intervención en el Festival Eñe. INSTITUTO CERVANTES/ALEJANDRO CANA E IRENE RAYA

¿Es inevitable hablar del ‘boom’?

El tiempo del acto iba pasando, el espacio de esta crónica también… ¿y la joven novela latinoamericana? Estaba en el título del acto, la moderadora lo intentaba con preguntas bien tiradas desde el principio a sus interlocutores, Caparrós y el periodista cultural español Juan Cruz, pero entonces se mencionó el boom, diciendo que sería inevitable hablar del boom y entonces sí que fue inevitable hablar del boom. Quizá se habló demasiado del boom y demasiado poco del calor de la joven novela latinoamericana, que se estaba quedando frío ya de esperar.

Su momento lo tuvo gracias a la insistencia de Matilde Sánchez, que se lanzó con las características que esta podría tener: la importancia de las subjetividades, “con el descubrimiento de una primera persona que no era tan característica de la literatura latinoamericana, salvo en el caso de Fernando Vallejo”; tener firma de mujer, lo que puso a todos de acuerdo;  y, por último, el auge del género negro y del terror. Caparrós agregó una enmienda: la falta de riesgo en la forma. “No hay búsqueda estética, sino que se depende mucho de los géneros o las formas ya consagradas o de la actualidad. Es como si el fracaso de las vanguardias de allá por los setenta no se levantara jamás y nos tuviera aún un tanto apichonados. Y yo digo, si un pintor pintara hoy como Delacroix sería un poco ridículo, ¿no? En cambio, la mayoría de los escritores lo hacen de forma semejante a un Flaubert o a un Balzac”, afirmó. Juan Cruz mostró su desacuerdo rotundo y señaló autoras que estaban “rompiendo y creando obras de altísimo riesgo”.

Por fin llegaban algunos nombres, gracias. Cruz hizo su apuesta y mencionó a Samantha Schweblin, Carolina Bello, Selva Armada... “Esto se pone bueno”, señaló la moderadora, que pidió nombres a Caparrós. Los suyos fueron Juan Villoro, Alan Pauls, Daniel Guebel, Guadalupe Nettel y, entre los más jóvenes, Carlos Manuel Álvarez o Joseph Zárate. “Pero si me pongo a darle vueltas seguro que encontraría muchos más”, aseguró. Matilde Sánchez completó la nómina con Cristina Rivera Garza, Claudia Piñeiro, Gabriela Cabezón Cámara —“hace una gauchesca gongorina que me divierte mucho”—, así como los ensayos de Antonio Ponte y, aunque está traducido, “el western agauchado de Hernán Díaz, A lo lejos”.

De “justicia literaria” habló Juan Cruz en último lugar, al referirse de nuevo a la selección periodística del número 1.000 de Ñ. Con justicia literaria llegó a última hora y, en forma de esquema o enumeración, una buena nómina de autores y especialmente autoras por los que pasa la novela latinoamericana en la actualidad. Una referencia de mínimos, agazapada entre los comentarios sobre el boom, sus consecuencias y derivadas, pero valiosa a la hora de seguir investigando ese calor de las letras al que se refería el título de la sesión.

Periodista cultural. Colaboradora de medios como La Maleta de Portbou, El Salto y La Marea o de las revistas Diseño Interior y La Aventura de la Historia, con temas que van desde la filosofía y la poesía hasta la arquitectura y el diseño. Es autora de la novela La otra vida de Egon (2010) y los libros de relatos Siete paradas en el país de las sombras (2005) y La carretera de los perros atropellados (2012). 

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