Cuando el escritor venezolano Eduardo Sánchez Rugeles vio la película Almost Famous, quiso hacer algo así, pero en novela. Cuando ya la estaba pensando, quiso que fuese una biografía musical, pero le salió novela, su nueva novela: El polvo en la garganta, la primera de la tetralogía sobre una banda de rock venezolana de la década de los noventa llamada Éxigo.
En esta primera entrega publicada por la editorial Kálathos España, los personajes Daniella Morandi, Frank Mijares, Guillermo “Willie” Sullivan y María Helena “Shena” Hidalgo se preparan para un único concierto en Madrid veinte años después de que alcanzaran la fama universal. Cada uno recuerda el origen de la banda, así como sus desencantos, tragedias y búsquedas de un sentido vital en un país jodido, pero que por instantes los hizo felices.
Tras seis novelas y tres premios literarios —el iberoamericano “Arturo Uslar Pietri” en 2010, el internacional “Sor Juana Inés de la Cruz” en 2012 y el venezolano de la Crítica en 2013— Eduardo experimenta con más que palabras: a través de elementos transmedia difumina el límite de la ficción y la realidad. El polvo en la garganta es libro, banda sonora original, actores y redes sociales; una novela que se lee, se oye y se vive en la vida real y la digital.
Así podemos oír cuatro canciones del álbum La esperanza mientras leemos cómo fueron compuestas, ojear fotos promocionales o de ensayos, y curiosear videos de momentos estelares “del pasado” para complementar la lectura de esta novela que, a ratos, no lo parece.
Llegué tarde, cuando ya has tenido todas las entrevistas y has dicho todo, menos que 'Éxigo' es el verdadero, el primerísimo hashtag venezolano #DominioTotalDelMundo…
Exactamente. Éxigo lo logró primero, hace veinte años… Me parece divertido cuando la gente me dice que las hice dudar sobre la existencia de la banda. Hemos confundido hasta a la inteligencia artificial. Al principio, cuando le preguntabas quién es Shena de Éxigo, te decía era una artista muy famosa venezolana de finales del siglo XX.
Hablemos de este experimento transmedia. Es una novela, un álbum y una nueva experiencia de lectura…
Realmente fue un hallazgo accidental. Era una novela parecida a lo que ya venía haciendo en Blue Label / Etiqueta azul y El síndrome de Lisboa. Pero lo que sí la hacía más ambiciosa fue que la pensé como una trilogía para contar la formación, el ascenso, la caída y el fracaso de la banda. Durante un año, leí biografías musicales con mucho empeño. Encontré formas y estrategias que quise copiar para hacerlas novela. Cuando vi que esto era una biografía musical, se me ocurrieron las ideas locas transmedia. Todo empezó a transformarse cuando vi que las biografías tienen fotos, citan entrevistas que abren en YouTube y las canciones en Spotify.
Claro, en las biografías musicales hay un material de archivo. Aquí había que crear todo: la novela, las canciones, el perfil en Wikipedia, el concierto para Instagram, la entrevista de YouTube…
Así es. Todos estos archivos de Éxigo existen, porque son reales, pero todo es ficción. Cuando vi que las biografías tienen fotos, pensé cómo iba a tener unas si los personajes no existían. Me quedé pensando en cómo darle forma a eso y entendí que la experiencia de lectura de la biografía musical es más amplia: estaba leyendo, escuchando música, viendo videos en YouTube y ahí fue que enloquecí.
El polvo en la garganta le debe mucho a la música que la acompaña, ¿cómo fue el trabajo con el músico Nelson Castro, el Heriberto real?
Desde muy temprano me di cuenta que necesitaba la música. Yo sí soy melómano, sobre todo del rock noventero en español, pero no sé tocar ningún instrumento ni distinguir un fa de un re. Ahí empezó la preocupación, la alarma, el agobio, porque sin las letras de las canciones no podía contar la historia. Entonces, lo primero que hicimos fue la música. Le comenté la idea a Nelson. A los veinte días me dejó un mensaje: “No he dejado de pensar en lo que me contaste y te hice esta canción a ver qué tal”. Esa canción es Alma azul, que se convirtió en el esqueleto y en la estructura de gran parte de la obra y en el leit motiv de Shena. Nelson iba conociendo el argumento en desarrollo. Le dije, por ejemplo: “Esta canción la va a hacer Daniella. Está saliendo de una crisis de ansiedad y de una situación familiar muy jodida. Está aturdida, atormentada, se siente sola, está mirando por el balcón y quiere hacer una canción que sea una reflexión en torno a la soledad. Tengo una lista de cosas que tienen que ver con la soledad”. A la semana, Nelson me mandaba la maqueta con una letra que después interveníamos. Fue emocionante y estimulante esa primera etapa de creación musical, nunca lo había hecho.
¿Después de la música vino la novela o el casting de los protagonistas?
Mientras hacíamos la música, yo estaba inventando el argumento, los álbumes, las canciones, los grandes hits, la scaletta. Entonces, tuve claro que Éxigo tiene cinco discos que son La esperanza, Parto prematuro, Doble vía, MTV Unplugged y Orígenes. Pero no había redactado ni una línea de la novela. Necesitaba las caras, las fotos y hablé con la asistente de dirección en Dirección opuesta. Ella conocía a los chicos aquí en Madrid, venezolanos todos, y nos reunimos en octubre de 2019. Les dije: “Yo lo que quiero es que ustedes sean los protagonistas de mi libro, ¿están a bordo?” Y fue extraordinario: Estefanía Pomares hizo las fotos. En lo que Amaia Kintana [quien interpreta a Daniella] y Graziella Mazzone [Shena] se pusieron a cantar, yo estaba vuelto loco. Todo sumaba y todo fluyó muy bien. Ya yo narro con ellas, con ellos. Cuando llegó el covid es que redacté la novela y creé el arco de todo el proyecto exigal. Ya tengo el final visto y la trilogía que tenía en mente se me convirtió en una tetralogía, porque el segundo libro tenía una estructura muy rara.
¡Eres el creador de un grupo musical y el mánager!
Sí, algo así es.
¿La tetralogía sería…?
El polvo en la garganta; Camino a la perdición, que es el viaje a Santiago de Chile en carro. Ya está terminado, está en etapa de revisión ortotipográfica y esperamos publicar al final del año que viene. Ya tenemos material fotográfico para alimentarlo. Luego sería Esclavos del juego y La soledad esculpida en piedra.
¿Tendrán algún elemento transmedia adicional?
Efectivamente. Ahora mismo estamos levantando fondos para grabar el álbum La esperanza, la idea es que esté en las plataformas digitales en el primer semestre del año que viene. Queremos hacer los cuatro libros con instrumentos musicales, pero no como las maquetas artesanales de los personajes ensayando, que son las que escuchamos en los QR [hasta ahora Hormigas gigantes y amarillas, Alma azul, Soledad y Despiértame]. Queremos grabar en un estudio con músicos de primer nivel y que suene bien potente. También hay muchísimos videos y fotos. Cuando haya más lectores, podremos ir mostrando fragmentos de la novela en nuestro Instagram.
Por su complejidad, una apuesta editorial así no se le da a cualquiera, ¿cómo fue este recorrido editorial?
Yo me di por vencido con las editoriales españolas, pero no en plan “fracasé, qué triste estoy, no lo logré”, sino “me cansé de seguir mendigando atención a gente que claramente no le interesa”. Desde El síndrome de Lisboa y con otro manuscrito inédito, toqué todas las puertas que había que tocar, hice el recorrido, cumplí todos los checks y los tiempos de espera eran irracionales, me resultaban muy agobiantes. Ni siquiera hubo rechazo, porque el rechazo es parte del oficio. Fue indiferencia, no había interlocutor. Como te conté, esta novela la escribí en 2020 y entre 2022 y 2025 estaba esperando que le llegara su oportunidad.
¿A qué crees que se debe esa indiferencia editorial?
No sé si es la saturación del sector o que ahora todo es telemático, o que el sector está muy enviciado y tiene sus prácticas muy consolidadas. Esto no pasa solo con los escritores extranjeros residenciados en España. Hay escritores emergentes a los que también les cuesta mucho visibilizar su trabajo. El elemento suerte también pesará. También está el mundo de los agentes literarios que es súper enrarecido. He tenido generosos y transparentes, y nefastos, ofensivos, vejatorios, y criminales, prefiero no recordar. Así que estoy muy tranquilo de este lado del camino. Me siento cómodo de haber salido con Kálathos. Creo que con otra editorial hubiese sido muy difícil hacer lo que David Malavé me permitió hacer.
Supe que te propusieron una serie audiovisual, pero cambiando la nacionalidad de los protagonistas de venezolanos a mexicanos o argentinos…
Fueron sugerencias de algunos editores del ámbito literario y gente del sector audiovisual que miraron el proyecto por encima. Me dijeron que no podía funcionar si son venezolanos, porque aleja al espectador promedio. También me dijeron que para que el manuscrito ganara interés del editor español, convirtiera a Daniella en vasca o gallega y que en la escena que transcurre en la zona llamada “Tierra de nadie” de la Universidad Central de Venezuela, donde los chicos cantan Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, cambiara las canciones por las de Antonio Flores para que los españoles las reconocieran. Yo siempre estuve muy reticente de hacer esos cambios. Estoy abierto a revisar el manuscrito si el editor tiene observaciones interesantes que van a aportar valor, pero cosas así me resultaban muy irritantes.
Hablemos de los temas que orbitan y que no tienen nada de ficción: las diferencias sociales todavía marcadas en Caracas y la importancia de las conexiones, los rumores de acosos en el Sistema de Orquestas, las torturas del régimen, la decadencia de Venezuela y hasta de cómo nos hacemos la vista gorda ante todo esto, ¿por qué estos temas y por qué no ponerlos en primer plano?
Las novelas que a mí más me atrapan son las que hablan de episodios históricos muy dolorosos, pero desde la periferia o que se centran en la vivencia de un personaje en lugar de irse al centro del poder o a los héroes. Me gusta la historia tomada de perfil, vista desde una ventana. Tenía muy presente que quería contar la historia contemporánea de Venezuela, pero no a través de líderes políticos, estudiantiles u opositores de oficio. La historia de la banda me podía dar todos los argumentos que yo necesitaba para contar el país, todas esas tragedias que has enumerado y que, efectivamente, como has dicho, muestran las diferencias, las injusticias y las indolencias.
Y de la clase media…
Exacto, quizás la más sacudida, insultada, vejada y vapuleada por la experiencia revolucionaria, y poner esa clase media en conflicto hizo el desafío literario más atractivo.