Escribir o no escribir en verano, esa es la cuestión

Una lista de recomendaciones literarias para rescatar la imaginación del limbo de los proyectos inacabados.

Escribir o no escribir en verano, esa es la cuestión. ELENA CANTÓN/FOTO: CAMILA CORDEIRO
Escribir o no escribir en verano, esa es la cuestión. ELENA CANTÓN/FOTO: CAMILA CORDEIRO

A pesar de las aplastantes temperaturas durante los meses de verano boreal, cuando la rutina, los horarios estrictos y las deadlines se relajan ante la inminencia de las anheladas vacaciones, somos muchas las que volvemos a esos proyectos dejados a medias, abandonados en un punto muerto. Un limbo oscuro, brumoso y maloliente donde habita una sobrevida mutante: los libros que no acabamos de escribir. Sin embargo, es un lugar desde el que llegan seres extraños, como los monstruos que se acumulan en cada una de las temporadas de la serie Stranger Things provenientes del Mundo del Revés. Criaturas temibles que vuelven y nos acechan para recordarnos esa parte de nuestra creatividad e imaginación que ha quedado anclada, estancada, oxidándose, en esa otra dimensión alternativa. Llamadas continuas para volver a ese manuscrito donde sobreviven a duras penas ideas, tramas, personajes, experiencias personales, curiosidades, anécdotas, relatos de viajes, listas de deseos y toda una miscelánea de material zombie, desesperado por volver a la vida en búsqueda y captura de nuestra atención.

Pero quizás no sea el inmovilizante verano, tampoco la infernal sobrevida de autoexplotación que supone ponerse con todo el cuerpo y la cabeza a escribir un libro. Esa maratón solitaria que le roba tiempo a la vida personal y que no trae demasiado reconocimiento económico, en verano o en cualquier momento del año. No. Quizás sea que hay que decidir si escribir o no escribir. Si enfrentar a los monstruos y acompañarlos en el camino de vuelta al limbo de los proyectos inacabados o empezar uno nuevo. O seguir siendo asediado en sueños por el Procrastinator, esa especie no extinta que nos inventa excusas cada vez mejores de manera aleatoria y mortal.

Si estás del lado del que quiere emprender la aventura de volver al limbo de los proyectos abandonados o quieres hacer que uno renazca de sus cenizas o empezar de cero, aquí una serie de libros para escribir o pensar sobre escribir y avanzar sobre el terreno fangoso de la escritura, la creatividad, la imaginación y la autoexigencia con más compañía que una linterna y el aliento nauseabundo de algún ser temible acechándonos desde la oscuridad de nuestras ansiedades e inseguridades. Aquí un par de escritoras y un escritor que nos abren la puertita a ese limbo que han decorado con sus consignas, ideas, consejos y advertencias para los incautos que se animen a seguirlos hasta allí.


Portada de 'El libro de escribir', de Gabriela Bejerman. ROSA ICEBERG

‘El libro de escribir’ - Gabriela Bejerman

Poeta, narradora, cantante, editora, Gabriela Bejerman es un incombustible personaje de la escena literaria y artística de la Ciudad de Buenos Aires desde fines de los años noventa. Y en este singular volumen editado por Rosa Iceberg a medio camino entre las memorias y el manual de consignas prácticas, recopila las decenas actividades que ha imaginado y aplicado después de décadas ofreciendo talleres de escritura literaria.

Con un lenguaje intimista pero irreverente, Bejerman nos muestra cómo la sorpresa puede esconderse debajo de la descripción prosaica de un electrodoméstico o una receta de cocina. O una actividad rutinaria pero epifánica, como ese pequeño momento de libertad en que una abre las ventanas por primera vez en el día o se da un pequeño gusto o capricho, como tomar un café después de dejar a su prole en la escuela. Sus ejercicios conectan la escritura con la diversión y el hedonismo para develar una mirada reveladora e inspiradora entre el sacrificio y la rutina.

“¿Cuál es la felicidad de escribir? Flotar por encima de todo temor. Viajar en válvulas blandas, componiendo a tientas, por el puro placer de entrar en movimiento, sin apuro por llegar ni por escapar. Este es el lugar donde el mundo no tiene límites. No necesitamos mecenas ni tecnologías. El viejo lenguaje dispuesto a darse vuelta ante nuestro comando. Las palabras, que fueran rabiosas de veneno, ahora se someten al delirio nuestro, al capricho de la invención. Todo puedo, digo, hago. Este libro es el lugar donde macerar las ganas y calentar el cuerpo para lanzarnos al entusiasmo de escribir. Está hecho de consignas que pretenden guiar la búsqueda de un espacio donde las reglas ajenas caen, los miedos caducan y escribir es posible”.


Portada del libro 'El viaje inútil', de Camila Sosa Villada. UÑA ROTA/DOCUMENTA

‘El viaje inútil’ - Camila Sosa Villada

En su primera y muy popular novela, Las malas (Tusquets, 2019), la escritora cordobesa narró la historia de una comunidad de travestis que adoptan un bebé abandonado como una celebración contagiosa del deseo utópico, carnavalesco, queer.  Algo de la dureza y la hostilidad del mundo que presentó en ese brillante debut emerge en esta memoir, editada por La Uña Rota y Documenta Escénicas, sobre su pulsión hacia la escritura como performance y salvación.

Como una transformación beatífica contra la soledad y la tristeza que la asediaron desde su infancia, aquí Camila Sosa comparte esos momentos de (auto) descubrimiento y epifanías, como la escritura del nombre propio por primera vez con el padre o el despertar a la lectura con la madre, hasta la amiga sexagenaria que se convierte en mentora y una suma de los primeros recuerdos un lejano pueblito de Traslasierra, en Córdoba, Argentina.

El viaje inútil del título se devela así un poco en el mito del origen de esta heroína: “Mi primer acto oficial de travestismo no fue salir a la calle vestida de mujer con todas las de la ley. Mi primer acto de travestismo fue a través de la escritura”. Es todo el proceso, el largo y camino de destilar, en el caso de la autobiografía, sobre los propios recuerdos, pero también, agregaría yo, esa memoria traicionada por la imaginación que es la ficción y los primeros coqueteos con inventarse a una misma, de la forma que salga, absurda, ridícula, pero valiente en su voluntad de perderse para volverse a encontrar:

“Perdida y confundida, sin poder contarle a nadie mi mejor secreto, decidí ponerme a escribir. Di luz a un alter ego con el nombre más obvio que se me pudo ocurrir: Soledad. Soledad era yo misma como protagonista de una novela espantosa en la que me enamoraba del profesor de la secundaria, y en la que citaba algunas particularidades de mis compañeros de escuela. La escribí a mano, con tinta azul y en hojas de cuaderno. Esa novela, donde por primera vez hablaba de mí como de una mujer, no tuvo final”.


Portada del libro 'Compadezcan al lector', de Kurt Vonnegut y Suzanne McConnell. CATEDRAL

‘Compadezcan al lector’ - Kurt Vonnegut y Suzanne McConnell

Este es un libro-homenaje que recopila y edita con el ojo atento de una amiga y alumna aventajada los consejos y advertencias para la escritura del mítico escritor de Indianápolis. Aunque se lamenta de que la popularidad del personaje, un ícono de la contracultura y el pacifismo, haya ganado a la lectura de sus libros, para quienes no conozcan toda la obra de Vonnegut puede ser una excelente puerta de entrada, así como un agujero sin fondo del cual escanciar innumerables observaciones basadas en la experiencia, ese único virus que lamentablemente no se contagia.

Evitando caer en el sermón, Compadezcan al lector (Catedral, 2021) tiene perlas autobiográficas sobre los comienzos de Vonnegut, que no fue conocido popularmente hasta después de la publicación de su quinta novela, Matadero 5, una irreverente obra de autoficción sobre el traumático bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial. Aquí se puede leer la carta que le envió a su familia, después de ser liberado de un campo de presos políticos en Alemania. La carta es un ejemplo de su estilo preciso, pero con importancia al detalle y cierta ironía. Una semilla de su futura obra. Un proceso de perseverancia y trabajo constante que no estuvo exento de un humor descacharrante y autocrítico, lejano a la autocompasión. He aquí algunos de sus consejos más prácticos:

“Cuando escribo, me siento como un hombre sin brazos ni piernas que tiene un lápiz de cera en la boca. ¿Es esto un consejo? Para mí, sí. Significa: tú puedes hacerlo. Todos los escritores se sienten ineptos. Incluso Kurt Vonnegut. Sigue sentado, sigue escribiendo”.

“Ten agallas para cortar. Existe la posibilidad de que también le hagas collares a Cleopatra, por así decirlo. Pero tu elocuencia debería ir en función de las ideas que tienes en la cabeza. Este podría ser tu principio: si una frase, sin importar lo excelente que sea, no ilumina el tema de alguna manera nueva y práctica, quítala.”

“Los novelistas no solo son en líneas generales excepcionalmente depresivos, sino que además tienen, de promedio, el mismo coeficiente intelectual que la asesora de cosméticos de una galería comercial. Nuestro punto fuerte es la paciencia. Hemos descubierto que escribir permite incluso a una persona estúpida parecer algo inteligente solo con que esa persona repita el mismo pensamiento una vez y otra, mejorándolo un poquito cada vez. Se parece bastante a inflar un globo con un bombín de bicicleta. Cualquiera puede hacerlo, solo requiere tiempo. Debemos reconocer que el lector está haciendo algo que le resulta difícil, y la razón por la que no cambiamos el punto de vista tan a menudo es para que no se pierda; y la razón por la que separamos lo que escribimos en párrafos es para que sus ojos no se cansen, es para llegarle sin que lo sepa y hacer su trabajo más fácil. Tiene que volver a montar nuestro espectáculo en su cabeza, el vestuario y la iluminación incluidas. Su trabajo (el del lector) no es fácil”.


Portada del libro 'La obligación de ser genial', de Betina González. GOG & MAGOG

‘La obligación de ser genial’ - Betina González

Con una astucia y una capacidad ensayística elogiables, la escritora argentina comparte experiencias personales como sus primeros pasos en la literatura cuando era una niña, la pulsión adrenalínica por el secreto o su estancia de 12 años en Estados Unidos que la hizo reflexionar sobre la extranjería y el lenguaje. Y todo para pensar en esa conexión profunda, esa pulsión oscura pero inconmensurablemente satisfactoria que nos empuja a escribir. Y, sobre todo, a escribir ficción. Este es un ensayo iluminador que no va tanto sobre consejos y advertencias, pero sí sobre la voluntad de ser otra, de ser una “desubicada” en relación con las otras actividades laborales o la vida personal que nos demandan todo el rato. O sobre el mismo peso de la tradición, de un canon cifrado en los grandes nombres masculinos, la falta de modelos, esa búsqueda a oscuras, que han hecho todas las escrituras de las generaciones previas.

Pero, sobre todo, sobre el flagelo de la autoexigencia, y el doble estándar que se impone sobre el trabajo de las escritoras en la evaluación de la calidad de su trabajo. La obligación de ser genial (Gog & Magog, 2021) ofrece acertadas fórmulas y brebajes inspiradores para esquivarla sin perder la vocación de libertad creativa en el intento:

“Su corolario es simple: una escritora tiene siempre la obligación de ser genial, un escritor puede conformarse con ser bueno, aceptable o directamente mediocre pues incluso la mediocridad le ganara un espacio en el campo literario, espacio que ya le estaba garantizado por la sola pertenencia de género. La genialidad es la respuesta favorita del campo literario para dar cuenta de las mujeres escritoras como anomalía o excepciones, llamaradas convenientemente aisladas en un panorama ‘naturalmente’ masculino. Centrarse en su genio, ser profunda y deliberadamente una desubicada puede ser una toma de posición para una escritora. Hacer de su exclusión su estrategia, su fiesta, su astucia”.


Pódcast 'Escribir es un lugar', de Laia Jufresa

‘Escribir es un lugar’ - Laia Jufresa

Entre las centenas de pódcasts de autoayuda y/o inspiracionales, esta serie de capsulas breves (no más de media hora) reúnen humildad y una extraña sabiduría. Jufresa no solo es novelista, sino que también se dedica al coaching y coordina una comunidad de escritoras en lengua castellana que reúne a decenas de mujeres alrededor del mundo. A la luz de esa experiencia, el pódcast es el lugar donde ella comparte algunos consejos y anécdotas alentadoras sobre cómo robarle tiempo a la vida para algo tan fútil y, en apariencia inútil, como la escritura

También sobre cómo no escribir a partir de una idea y sobre la importancia de la constancia, la perseverancia y el recurso a los ejercicios prácticos cuando la rutina amenaza con bloquear la imaginación. Además, se pueden escuchar aquí razones sólidas para vencer el síndrome de impostora, que asedia sobre todo a las escritoras, deshabituadas como estamos a una educación que solo parece indicarles a los hombres el camino de la seguridad en sí mismos y su trabajo.  Antes de escuchar este pódcast, palabros como coaching me daban urticaria, pero Laia, con su carácter tranquilo y una modestia que esconde sabiduría práctica nos lleva del camino para mirar al monstruo del limbo de los proyectos inacabados de frente. Pero la criatura abominable que habita ahí ya no nos hace caso. A pesar de las altas temperaturas o la yincana infinita de festivales y eventos culturales en este último verano, entre guerras y pandemia, ella sigue ahí, escribiendo.

Escritora. Colaboradora de medios como El País, Letras Libres y El Mundo, entre otros. Autora del libro de poemas Este es el momento exacto en que el tiempo empieza a correr (2015), el libro de relatos Constelaciones familiares (2020), el ensayo Érase otra vez. Cuentos de hadas contemporáneos (2021) y las novela La puerta del cielo (2018) y Hemoderivadas (2022).

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