Libros

‘Caminantes’, o el paseo como acto de desobediencia

Edgardo Scott reflexiona “desde la reivindicación” sobre el arte de caminar en un ensayo poblado por ‘flâneurs’, peregrinos y vagabundos.

El arte del paseo, el tema central de 'Caminantes', de Edgardo Scott. E.C.

Tú decides realmente si quieres alargar o no esa lenta vuelta, el gravitacional deambular, hasta topar con aquella interacción que te permita volver a casa siendo otro. Esta apertura a ciertas posibilidades es la que diferencia al paseo del simple trayecto funcional. Pero las opciones no terminan aquí: dar un paseo puede implicar tomar una pausa, conquistar un espacio o desplegar un discurso sensual.

Sobre todas estas posibilidades en los andares y las diferencias entre flâneurs, paseantes, runners, vagabundos y peregrinos nos ilustra en forma de pecios ensayísticos el escritor argentino Edgardo Scott en Caminantes, un título publicado originalmente en 2017 por Godot y que ahora, en una edición ampliada, llega a España de la mano de Gatopardo. En él, el narrador combina sus reflexiones en torno al arte del paseo con las de otros muchos autores, a menudo argentinos, que ya meditaron en su literatura sobre las gestiones mentales que uno realiza durante sus desplazamientos a pie.

De esta forma, el lector podrá encontrar al hombre de la multitud del cuento de Edgar Allan Poe convertido en el reverso oscuro del flâneur, a Rosa Chancel, a Barthes y el amor por su madre, los street hauntings (zonas hechizadas) o la enorme sombra de Borges a través de Bioy Casares y Estela Canto. En la medida en que el filósofo alemán Karl Gottlob Schelle aclara que el paseo se trata de una construcción cultural, Caminantes funciona como un diccionario.

Scott (Lanús, 1978) fue fundador e integrante del Grupo Alejandría, que hacia 2005 inició en Buenos Aires un movimiento de lecturas y ciclos literarios. Psicoanalista y músico, el escritor ha publicado la nouvelle No basta que mires, no basta que creas (2008), el libro de cuentos Los refugios (2010) y las novelas El exceso (2012) y Luto (2017). Asimismo, es editor de Clubcinco Editores, traductor y colabora con artículos críticos en La Nación, Infobae, Revista Ñ, Otra parte y Quimera. Actualmente vive en Francia, desde donde atiende a COOLT.

El escritor argentino Edgardo Scott, autor de 'Caminantes'. DANTE FERNÁNDEZ

- Últimamente he cubierto varios libros relacionados con la psicogeografía, sin embargo, en el tuyo me ha parecido llamativo que desde la primera línea esté construido desde la reivindicación: al empezar, ya dices que se camina poco y mal.

- Desde la reivindicación y también desde cierta distinción: hace unos años empezó a explotarse el acto de caminar, y yo veía que había cierta imaginación que llevaba a lugares comunes en los que bastaba caminar para transformarse en flâneur o paseante docto. Me llamó la atención cómo se confundían las cosas y el modo en que el caminar se ligaba a la mirada turística y a las prácticas saludables, como que caminar es algo que te recomienda cualquier método.

La idea era recuperar distintas tradiciones para el que verdaderamente camina. Tenemos bicicletas, automóviles, el metro... casi no hay necesidad de caminar hoy en día, si alguien lo hace es intencional. La pregunta era: ¿qué intenciones tenemos? Me encontré con que era un tema literario, y leyendo me fui encontrando con muchos artistas que habían escrito sobre el paseo con una poética singular.

- ¿Cómo abordaste las variables de lo que significa el paseo? A mí se me rompió la pierna…

- Eso vendría muy bien para el tipo de ficciones que se lleva hoy en día. Yo debería haberme quebrado las piernas dejando en riesgo la posibilidad de volver a caminar; luego, al volver a caminar, escribir un libro… pero no fue así para nada.

Soy de los suburbios de Buenos Aires, ahí siempre se tiene que ir hacia la ciudad en transporte público, en viaje de horas en colectivo, justamente la práctica de la caminata no tiene que ver con mis hábitos. Lo que sí me interesaba era la asociación del caminar con la lectura, que el caminar pueda ser un acto crítico y poético. En ese momento colaboraba con un periódico argentino en el que escribía artículos críticos. Se me ocurrió hacer una nota sobre este tema, pero me encontré con que era un tema infinito. Las notas fueron creciendo hasta que me di cuenta de que tenía que ser un libro. Además, encontré el tono de no ficción con el que me sentía cómodo. Ahí se dio la primera versión chiquita, no incluía los walkmans; en la segunda edición pude incluir más caminantes y en la edición catalana he podido incluir muchos más.

- Si el caminar es un acto cultural, me preguntaba si, más allá de los autores, podíamos hacer clasificaciones nacionales. Especificar, por ejemplo, las propiedades de la psicogeografía inglesa, el situacionismo francés, una tradición latina…

- Yo soy anarquista, en cierto modo los nacionalismos no me caen muy simpáticos. Eso no quita que haya países y tradición. Pero me parece que el acto de caminar es anárquico, desobedece. Como Thoureau, que, cuando surge la ciudad moderna atravesada por ferrocarriles, decide irse al bosque a caminar. Se trata de ir a contracorriente de la alineación cultural, así que cualquier tradición, la inglesa o la latinoamericana, tiene un movimiento de ruptura y otro de continuidad. Ahora estamos en una época paradójicamente muy ideologizada, creo que nunca fue la ideología tan fuerte desde los años sesenta. Pero, por otra parte, es una época despolitizada en la que el criterio histórico está fuera de moda. Nunca cristalizaría una tradición en función de las naciones.

- Al inicio del libro se habla de la imposibilidad del flâneur convertido en turista, pero luego surge cierto optimismo hablando del caminar como habitar, descansar o seducir. ¿Podemos imaginar un caminar libre?

- La libertad solo funciona en términos de liberación. Uno no es libre en sí mismo, sino en función de algo de lo que se libera. Creo que el libro tiene esa inspiración crítica de intentar encontrar el propio camino y, sin embargo, en esa singularidad no estar alienado en un sí mismo. Esa es un poco la paradoja: todo atenta un poco contra la libertad.

Ayer leía al crítico inglés Terry Eagleton que decía que la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra a los Estados totalitarios. A nosotros nos acosan los discursos más que nunca, todo el tiempo nos quieren vender algo, entonces me parece que el desafio de libertad ahora tiene que ver con ser receptivo y crítico a la vez.

- Eres psicoanalista y músico, ¿crees que eso ha afectado a tu ensayo?

- El psicoanálisis es mi trabajo, escribo por amor al arte. En cambio, sí vivo y trabajo como psicoanalista, que además de un marco teórico es un sistema de lecturas. En ese sentido, habrás visto que en el libro hay una línea en la que lo que me interesa del caminar es la mirada crítica y poética, es decir, la lectura. El psicoanálisis es una determinación en mí, como el carpintero que mira una mesa.

La música para mí es clave no solo en mi vida personal, porque vivo escuchando música y en un día sin Spotify me muero, sino que además supongo que a nivel literario eso hace que le dé mucho valor a la construcción formal y al tono, a la atención a la lengua y a las distintas figuras musicales: la fuga, el contrapunto, la resonancia… Aquellos que sabemos algo de música prestamos atención a eso.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).