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Aura García-Junco en la era del poliamor

La escritora mexicana habla de ‘El día que aprendí que no sé amar’, ensayo en el que cuestiona las visiones estándar de las relaciones afectivas.

La escritora mexicana Aura García-Junco, autora de ‘El día que aprendí que no sé amar’. ELENA CANTÓN/FOTO: ANDREA MARTÍNEZ

Hace más de dos mil años que el poeta romano Ovidio escribió su Ars amatoria. Mucho se ha dicho sobre al amor desde entonces: una cascada imparable de narrativas para codificar el deseo. Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988) detecta las mutaciones actuales y se detiene para obtener un nuevo registro sobre los códigos del corazón en su ensayo El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral, 2022), en el que parafrasea y edita al poeta latino clásico para los nuevos tiempos poliamorosos.

El texto de García-Junco —autora de la novela Anticitera, artefacto dentado (2019) y parte de la última lista Granta de los 25 mejores narradores jóvenes en español— bebe de las fuentes del mundo clásico y del feminismo transinclusivo para abordar el tema del poliamor. Sin embargo, su obra se distingue de los manuales poliamorosos al uso al señalar posibilidades de perversión de la teoría o los sesgos privilegiados. Hay, por supuesto, una crítica al amor romántico como estructura de significación individual, y también a las lecturas darwinistas de la economía sexual o a la reciente construcción cultural del rito de las citas.

García-Junco enumera uno a uno los distintos símbolos actuales en el juego del amor y la construcción del deseo: desde el terror mediático al violador empleado como método disciplinario, pasando por la educación sexual a partir de la pornografía, la visión cristiana del amor sufriente o las propias contradicciones de cualquier proceso cruzado por el capitalismo.

Más que una guía o un manifiesto sobre el poliamor, el texto híbrido de García-Junco funciona como la conciencia del devenir poliamoroso en la que el sujeto deseante analiza con minuciosidad cómo pueden llegar a funcionar sus mecanismos internos. La autora ya avisa, eso sí, que no parece un camino sencillo: “La introspección no es un regalo de los dioses que viene por default con cada neonato, sino algo que se desarrolla con una buena educación emocional, una crianza responsable y un etcétera de elementos que nadie tiene en su conjunto”.

- Este ensayo entronca con toda una tradición de autoras que mencionas, como Brigitte Basallo o Kate Millett, que ponen sus emociones y sus experiencias en el centro del texto.

- A mí me interesa como dices esa tradición de ensayo sobre las emociones desde las emociones, si bien hay otras que no lo hacen así, como Sara Ahmed, que casi no pone su experiencia y resulta brillante. Pero para mí era imprescindible que hubiera cuerpo y corporalidad, porque al final esta investigación surgió del interés por comprender mi propia experiencia. También quería que fuese muy híbrido y no se quedara en mi experiencia o en la de la gente que me rodea, ya que entonces iba a estar sesgado. Tengo el chip académico de querer buscar la mayor cantidad de fuentes posible, pero resulta evidente que, entre las que acabé eligiendo, hay una línea en común que es en general feminista. No me interesaba citar a Erich Fromm o Zigmunt Bauman porque no hay cuerpo en su texto.

- ¿Te has sentido expuesta ahora que el libro se ha publicado y llega a esta fase internacional?

- Nunca pensé en eso, puse las anécdotas que sentí que eran necesarias para el texto. Por lo demás, formaban parte de la argumentación. Justo cuando estaba a punto de terminar el libro un amigo me dijo que era valiente. ¿Valiente por qué? No entendí hasta que el libro estuvo en imprenta; en general no soy una persona muy pública ni posteo en redes sociales, entonces comprendí que hay ahí una parte que no expongo más allá de mis amigues. Pero, superada la vergüenza, me ha servido como una especie de terapia.

- En el texto hay una genealogía muy meditada. Está por ejemplo Virgine Despentes pero no Camille Paglia. Hay citas al feminismo radical pero críticas a su vertiente tránsfoba. ¿Cómo ha sido la construcción de esa genealogía de feminismos?

- Hay una parte que es muy meditada y otra que es muy azarosa. Cuando escribes un libro sobre amor, lo primero que descubres es que hay tres millones de textos al respecto y, como tal, tienes que hacer una elección que es casi una tirada de dados que tiene que ver con atracciones incomprensibles. Kate Millett me parecía imprescindible porque sigue muy vigente, hay otras fuentes derivadas de feminismo radical que no quise incluir porque se han convertido en algo en lo que no estoy de acuerdo y que muchas veces va contra los derechos humanos. No me interesa el feminismo que se interesa por oprimir grupos ya oprimidos.

También fui consciente de que debía ir hacia atrás e investigar una genealogía de textos más allá de lo que se produce en este momento. Hay amnesias generacionales en las que se piensa que todo es nuevo, pero leyendo una genealogía de textos feministas ves que hay textos escritos en la Ilustración que siguen absolutamente vigentes. Me interesaba no caer en esa amnesia.

- Queda claro que la monogamia es un sistema, como lo define Brigitte Vasallo. No me queda claro si la poligamia es un hackeo a ese sistema o la propuesta de uno nuevo.

- No creo en la tabula rasa, es demasiado ingenuo pensar que nos podemos remover hasta el último chip de machismo. Estamos construyendo a partir de lo que hay para llegar a otras cosas. Así son los procesos históricos, lentos, y arrastran en muchos momentos las mismas cosas de las que están huyendo. Hay muchas buenas intenciones y muchos tropiezos.

Aura García-Junco invita a pensar más allá de la monogamia. ANDREA MARTÍNEZ

- He leído otros ensayos poliamorosos como Ética promiscua de Dossie Easton o el más reciente El fin del amor de Tamara Tenenbaum, y en el tuyo me ha gustado que señalas hasta qué punto la monogamia funciona como un sistema económico y que no todo el mundo tiene los recursos para abandonarlo. ¿El poliamor puede acabar convirtiéndose en un privilegio de los que puedan permitírselo?

- Desde mi optimista corazón me gustaría que todo el mundo pudiera elegir sus relaciones, pero hay estudios sobre señales de clase entre los que sí practican el poliamor. Hay el componente económico, pero me parece más interesante que no sea siempre necesariamente así: creo que tejiendo redes más amplias podrían encontrarse otros modos de apoyarse y crear comunidad. Sin embargo, el capitalismo empuja en dirección contraria. Se nota mucho en los estudios que menciono, porque las clases medias son las que más intentan nuevas formas no convencionales. Ahí sí vemos el privilegio, pero es que esa idea de los pactos y el diálogo requiere de una serie de capitales simbólicos y recursos emocionales que no son más comunes.

- ¿Crees que el poliamor puede ser más que una alternativa al patriarcado y serlo también del capitalismo?

- Hay de todo, no hay una sola lucha contra el patriarcado. Hay luchas antipatriarcales que buscan que las mujeres tengan más capital económico y se vuelvan capitalistas importantes. Sin embargo, sí hay muchos otros feminismos que sí intentan construir algo hacia afuera del capitalismo, pero no se puede borrar tu contexto ni crear una comunidad de la nada como en el sueño hippie. Desde la no monogamia se pueden construir cosas muy buenas como redes o nuevas formas de entender las relaciones más allá del individuo. Pienso en la teórica rusa Alexandra Kollontai, que tiene textos sobre cómo la familia nuclear es una estrategia para mantener el capital. Hay más de 100 años de debate alrededor de cómo abandonar el capital.

- Si alguien te dice que tienes toda la razón pero que es muy complicado esto del poliamor, ¿qué le dirías?

- Sí es cierto que es muy complicado, pero no tanto como dar el primer paso. La simple idea de pensar en socializar el amor ya es una diferencia muy grande. Algo a lo que me gusta apelar es a la generosidad contigo misma y con las otras personas.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).