Hoy (Lumen, 2025) es el cómic de Agustina Guerrero en el que reivindica parar de la histeria cotidiana. Para ello la autora de esta autoficción decide dar una vuelta por Barcelona en la que desmenuza con agradables dibujos la metrópolis. Me ha impactado su lectura por varios motivos, el primero de los cuales es que sin duda se trata de una obra psicogeográfica en la que se descubren ritmos y emociones de la ciudad mientras se anda a la deriva como los situacionistas franceses. En este sentido puede evocar conceptualmente a ensayos como La linterna de papel de Will Burns, El mundo inconmensurable de William Atkins, La ciudad de los vivos de Nicola Lagioia o, por poner un ejemplo español, De paseo por los limbos de Anna Adell.
El segundo motivo es que me ha recordado momentos intensos de mi vida que también involucraron largos paseos por la ciudad de Barcelona. Una vez muy jovencito que me despidieron estando en Gràcia bajé hasta el mar, cerca del puerto, pensando qué diablos haría con mi vida. El día que decidí fundar una editorial también di un largo paseo para retrasar llegar a la casa de mi amiga en el Eixample. ¿Por qué para pensar a veces nos ponemos a andar? El paseo que ejemplifica Guerrero nos invita también a meditar sobre los lastres de nuestras obligaciones, impuestas por otros o por nosotros mismos.
¿Qué pasaría si un día decidieras cambiar el rumbo de tu jornada? Y si, por una vez, dejaras de banda las rutinas que tienes milimétricamente establecidas, los planes que tu jefe, que nunca descansa, ha elaborado con calculada perfección, las tareas que te autoimpones porque todo esté exactamente como tú te gusta? A veces hay que soltar el control: pararse, andar sin rumbo, sumergirse en el presente y mirar. Mirar es una elección, nos recuerda Agustina Guerrero en esta novela gráfica que transcurre en un solo día en Barcelona: un día dedicado a dejarse llevar, a escuchar las historias que la ciudad tiene para explicarle y a abrirse a aquello inesperado. Porque son precisamente estos momentos en que uno se atreve a observar, sentir e improvisar los que dejan una impronta más honda en la memoria y dan placer y sentido en la vida.
Con ocho libros publicados, más de 200.000 lectores y traducciones a varias lenguas, Guerrero se ha consolidado como una de las autoras de novela gráfica más leídas y estimadas. Se dio a conocer con Diario de una Volátil y ha sido aclamada con títulos como La compañera, El viaje o Érase una vez la Volátil.
¿Cómo nació la idea?
Básicamente el libro, al principio, iba a tener otra temática. Siempre había pensado en dibujar un libro que transcurre en un día, un paseo, al principio lo imaginaba como un viaje a diferentes décadas de Barcelona, recorriendo barrios y como viajes en el tiempo, más ficción. Luego tuve un acontecimiento, de hecho el cómic va dedicado a un amigo que falleció cuando yo estaba iniciando el libro, así que tuve que frenar. Sentí entonces que no debía ir a la ficción, que debía contar mi momento vital y me pareció como darle un giro a la historia, hacer un libro que celebre la vida y darle importancia a los días. Quería hablar de esa necesidad de frenar y ser conscientes del tesoro que tenemos.
El cómic parece un ejercicio de psicogeografía. ¿Te gusta el ejercicio de andar y descubrir la ciudad?
Le veo mucho potencial que no solo remarco en este libro. Es crucial la idea de darle importancia al paseo en sí sin ningún tipo de pretensión. Lo he venido haciendo en muchas viñetas esa cosa de sentarse y prestar atención, creo que esta obsesión por la observación viene desde muy pequeña. De hecho mi trabajo depende mucho de ello, de observar lo que pasa a mi alrededor para luego poder escribirlo. Es un ejercicio que hago a menudo cuando me siento colapsada y como abrumada, entonces salgo a pasear.
Dar un paseo no es algo tan fácil. Poder pasear sin que te vengan ocho millones de pensamientos o esa necesidad de responder correos, de estar disponible continuamente, esa idea de pasear sin ningún tipo de fin y solo de observar no es fácil.
¿Qué es lo que más te interesa de retratar la ciudad?
En este libro en concreto me interesaba retratar una ciudad viva, meterme en los barrios, en zonas que habitan. No irme tanto a la Barcelona tan política. Quería mostrar una Barcelona auténtica, la que yo realmente paseo. Vivo en Barcelona y no voy a las zonas que están llenas de gente, como que me interesaban más las personas de barrio.
¿Es una gran decisión decidir desconectar?
Creo que en la introducción acelerada del libro y el color, los tonos azules, se ve esa idea de lo que era antes, un personaje adicto al teléfono, se nota esa progresión. Es una necesidad física lo de desconectar, la situación actual no es natural y nos está pasando factura. Por eso esa decisión de buscar herramientas o cosas que te hagan bajar al presente, sean lo que sean, puede ser un paseo pero a mi también me hacen muy bien las plantas. No puedes estar siempre pensando, para mi desconectar es un ejercicio que tiene claros beneficios.
¿Cómo gestionas las emociones de retratar tu intimidad?
Al principio me cuestionaba hasta donde contar, hasta donde no. Pero mis libros no dejan de ser algo que yo puedo hacer, que yo puedo controlar, que decido con que tono contarlo, con que dibujo acompañarlo. Mientras yo tenga el control de eso no me hace daño. De hecho creo que es necesario a veces abrir melones, como para generar debate, para hacer clic en la cabeza de la persona que lo lea. Soy muy cuidadosa con mi vida real, en las redes no es que aparezca mucho, suelo mostrar mi trabajo. Pero todo lo que es mio más intimo, mi familia, mi casa, mis viajes, mi ocio, eso lo reservo para mi y luego todo lo demás que decida mostrarlo lo hago a través de los cómics.
Llevas casi diez años en la profesión, ¿qué ves al echar la vista atrás?
Veo un progreso necesario, gradual. A veces reniego de muchos trabajos que hice, o viñetas de mis primeros libros que a día de hoy no podría hacer, porque me resultan machistas o con un mensaje que ya no me hace gracia. Pero en vez de renegar me imagino un progreso y una evolución que es necesaria para llegar al día de hoy. Y espero que siga.
¿Cómo ves el sector del cómic en España?
Desde que empecé la verdad que me siento muy cómoda. El tema de las traducciones no es algo que controle, a veces te compran los derechos y a veces no. Me gustaría que mis dos libros anteriores tuvieran la oportunidad de estar en más países. A día de hoy me siento una afortunada por estar trabajando en esto, por haber publicado mis libros, de que se sigan vendiendo, etc. Hacer un libro no es algo fácil y hay muchos factores a tener en cuenta, ahora que tengo ocho libros a mis espaldas hay cosas en las que puedo ceder, otras en las que no, puedo tener más control en lo que hago.
¿Por qué decidiste cambiarte de nombre?
De hecho eliminé el nombre de La Volátil en la novela gráfica El viaje, que fue la primera novela gráfica que hice. En la cubierta ya no sale, pero sí sale en su fisonomía: en su moño, en su camiseta de rayas o su compañera. Fue muy poquito a poco este desprendimiento del personaje. Me sentí que estaba siendo muy honesta, que me estaba abriendo en canal, y luego viéndolo con distancia ya no me sentía representada por este personaje que es más una caricatura. Lo veía más infantil. Es más fácil de dibujar pero sentí que era el momento de dar el paso. Fue una decisión muy meditada, me dije al inicio que no podía eliminar al personaje, que reconocían mi trabajo por mi personaje. La Volátil estaba en un momento muy fuerte, muy sólido, pero luego pensé que la que estaba en un momento solido y fuerte era yo, la autora, no el personaje. Me parece que hay otra lectura de que no somos siempre los mismos. Yo siento que el personaje sigue estando ahí pero ha evolucionado, se ha convertido en la mujer que soy hoy.