Disculpe, señor, ¿con cuál programa hizo esas ilustraciones?
-Con ninguno. Todo lo pinté a mano.
El estudiante quedó asombrado: le costaba trabajo entender cómo las imágenes que veía podían tratarse de pinturas. Ante él, estaba un mundo en el que se observan a guerreros mayas con atuendos futuristas, robots en medio de templos aztecas, naves espaciales inspiradas en el dios Quetzalcóatl. Ese es el arte del artista mexicano Raúl Cruz, quien ha buscado en el pasado, y en el futuro, la inspiración para su obra. “La tecnología es maravillosa, pero la experiencia sensorial de crear a mano es insustituible. El olor de la pintura, la viscosidad, la consistencia, el sonido del pincel, los pelitos del pincel que se quedan atorados, la luz, el peso. Todo lo que implica una obra tradicional es una experiencia donde está el tacto es mucho más enriquecedor”.
Raúl Cruz es alguien delgado, con un cabello canoso, que destaca por su buena conversación. Puede hablar de datos y acontecimientos históricos, de artistas clásicos, como de diferentes películas que lo han fascinado. Puede contar detalles de exposiciones que ha hecho en México y en otros países a lo largo de 30 años. Trabaja como ilustrador freelance, y en su trayectoria, ha tenido clientes de diferentes ámbitos: publicidad, editorial, cine, etc.
Los primeros trabajos de Raúl comenzaron en su infancia, cuando tenía la costumbre de dibujar inspirado en las series y películas de ciencia ficción que veía en la televisión. Y esa afición nunca lo abandonó. Durante su adolescencia, nació el sueño de crear imágenes para cómics y producciones cinematográficas. Pero la obra que más disfruta hacer es la que él denomina “fantástica”, que combina los mundos de las culturas originarias de México con elementos futuristas.
Cuando Raúl culminó el bachillerato, no buscó ir a la universidad: en lugar de eso, prefirió buscar direcciones de diferentes empresas e ir tocando la puerta de cada una de ellas ofreciendo sus servicios como ilustrador. Sin embargo, en México no existía un mercado interesado en ilustraciones con temática de ciencia ficción. Logró conseguir clientes, pero que le hacían encargos de otra naturaleza. Fue allí cuando nació la división de su obra comercial y de su obra autoral.
Muchas personas solían relacionar su trabajo con imágenes que habían visto en diferentes películas. Eso le hizo entender que, si quería lograr una propuesta con una identidad propia, tenía que dotar a su trabajo de un factor diferencial. La idea de remitirse a las culturas mesoamericanas apareció ante él. “Un día se me ocurrió hacer una nave espacial con forma de cabeza de Quetzalcóatl. Después hice una nave espacial con forma de calendario azteca. Me di cuenta de que profundizando en la historia hay muchísimo para conceptualizar”.

¿Fantástico y ciencia ficción es lo mismo?, ¿por qué usas ese término?
Es para que lo asocies con un tipo de arte. Es muy cierto que a veces se abusa de las calificaciones, y esa división es para el estudio de una obra. Es como cuando alguien analiza el trabajo de un autor: a veces me da risa porque los biógrafos agregan demasiadas intenciones imaginarias de los artistas, se imaginan todo un mito de las personas, —que no dejan de ser humanos—, con sus carencias y virtudes, y de pronto las idealizan de forma muy rara. Pero estrictamente, mi obra es de fantasía y ciencia ficción. Lo hago para que la mayoría de la gente la ubique en un género visual, no necesariamente para que sea fantasía o ciencia ficción, aunque lo es. Para mí, la ciencia ficción es lo que no ha sucedido, pero podría suceder a través de la ciencia, por eso hay quienes dicen que debería llamarse “ficción científica”. En cambio, la fantasía me gusta relacionarla con seres fantásticos. Un robot es ciencia ficción, pero un duende es fantasía. Evidentemente, es más ciencia ficción que fantasía. Pero no tienen que ser calificaciones tan estrictas. Me gusta calificar la fantasía en brujas, duendes, dragones, y la ciencia ficción en hierros y tornillos, máquinas, robots. Pero puede haber un coqueteo entre ambos. Incluso puede haber amuches, como les dicen a los duendes mayas, pero mezclados con tecnología, allí hay un cruce entre ambos géneros. Pero siendo práctico, el término es fantastic art.
¿Las culturas mesoamericanas están diferenciadas en tu trabajo?
Sí existen diferencias al llevarlas en la interpretación que manejo, pero se mezclan. Para empezar, hay una confusión mundial, empezando por nosotros los mexicanos, de pensar que fueron las mismas culturas, porque simplemente las vemos como “las mesoamericanas”, pero en términos de apogeo y decadencia hay mucha diferencia de años. He visto que en libros y reportajes hay una gran confusión. Curiosamente, la cultura teotihuacana se asentó en México hace miles de años, y cuando los aztecas encontraron la ciudad de Teotihuacán en un esfuerzo casi arqueológico, tenía siglos abandonada. Le decían “la ciudad de los dioses”, pero no sabemos nada concreto sobre quienes fueron los que la hicieron. Existían muchas ciudades mayas, en cambio, había una sola ciudad azteca, hasta que los españoles llegaron. Los mayas tienen un arte mucho más depurado, yo diría más trabajado y profundo, con una filosofía más pensada, y hay distintos mayas en distintos tiempos y con distintos tipos de arte. Los artistas mayas eran más libres, hay más curvas y espirales en su arte. Los aztecas, en términos más estéticos, tienden más a lo geométrico.
¿Dirías que buscas una estética que tiende a lo “ruinoso”?
Me gustaría comentar primero que una de las formas con las me gusta visualizar este trabajo, y casi cualquier trabajo de pintura, es dividirlo en dos áreas: una cosa es la técnica y otra el concepto, la idea que queremos decir. Puede haber un artista que tenga una técnica muy depurada y haga un paisaje o una manzana, entonces admiramos la obra, pero no nos dice nada; y otro que tiene un concepto profundo, pero no lo sabe plasmar. En la intención de mostrar un juego del tiempo, con una arqueología con máquinas, estás atrapado en el tiempo, pero no sabes en qué tiempo: si es un universo paralelo o algo de hace miles de años. Tiene que ser novedoso y viejo. Las antigüedades nos parecen fascinantes, porque son objetos que ya hicieron un recorrido en el tiempo. Un objeto nuevo nos llama la atención, pero no nos dice nada. Me gusta pintar objetos futuristas como viejos y oxidados, pero que podrían estar en el futuro, porque lo viejo presupone una historia. Ese juego me fascina. Al hacerlo sucio, desgastado y oxidado, ya creé una historia, y me gusta que la gente la invente también. Todo esto del tiempo tiene que ver directamente con la obsesión que me nació del tiempo desde niño, y la trascendencia de las obras humanas, del aprovechamiento del tiempo de tu vida y de tu legado.
¿Cómo fue tu paso a la tridimensionalidad?
No es un paso, eso estuvo desde siempre. Tuve una época en la que hacía maquetas de naves espaciales con material reciclado, con tornillos, plumas, envases de champú. No se puede disociar el arte en 2D con el arte en 3D. Muchas veces, el artista quiere ver un cuadro en escultura y al mismo tiempo el escultor dibuja también. He estado creando trabajos dimensionales —me gusta más esa palabra—, estoy trabajando en unas vasijas que parecen ser arqueológicas, pero que también parecen futuras. Siempre ha estado presente, y ahora que tengo la intención de seguirlo haciendo, lo he trabajado más con ideas tridimensionales.
Has ejercido una profesión que se conoce como “diseño de personajes” o concept art. ¿Crees que han influenciado en tu arte?, ¿es concept art autoral?
Sí, por supuesto. A mí me decían que, al darle una identidad, era concept art, muchos años después entendí que este tipo de trabajo encaja en el concept art, que ahora es una rama muy solicitada en el cine, los cómics y los videojuegos. Creo que lo primero que cruza por la cabeza al hacer un concepto para eso, es ser original, funcional y estético. Me refiero a que, si es un robot, sea lógico su funcionamiento, pero que al mismo tiempo sus extremidades y articulaciones sean distintas a las de otros robots; y que en la realidad pueda ser funcional, pueda moverse. Y tiene que ser estético, tiene que verse bien. Me gusta hacer bocetos y bocetos en cuadernos hasta que voy generando ideas, hasta que lo termino. Eso es mi trabajo personal. En el caso de los clientes, ellos tienen que decidir si lo que hago es lo que ellos tienen en mente. Es el mismo proceso, con la pequeña gran diferencia de que soy libre, es como a mí me gusta, en cambio, en el trabajo por encargo es según los requisitos que el cliente pide en el tiempo, está más limitado.
¿Dirías que, entre todas tus obras, has creado un universo ficticio (así como ha hecho Stephen King) o varios?
Pareciera que es una tendencia el imaginar escenarios postapocalípticos, son historias no muy lejanas a la realidad. Pero no toda mi obra es así. Hay obras donde todo es felicidad. Cada obra es distinta. Es mejor pensar que están abandonadas por alguna razón, sin que haya pasado algo más relevante que el tiempo. Me encantaría que se hiciera una película con mi concepto. Pero ni me han buscado para eso, ni yo he buscado a cineastas. Aunque sí me han buscado para que les diseñe algún personaje. Lo que sí pasó una vez es que di una conferencia en una escuela, y después me empezaron a pedir imágenes; les pidieron a los alumnos que a partir de mis obras ellos crearán unas historias, tenían que ser microcuentos. Me pareció que hicieron cosas muy interesantes, tanto en intención como en resultado. Me gusta que la gente interprete. Cuando me preguntan que qué quise decir, siempre evito responder. Cuando la gente me explica que se imaginó al ver la obra, es algo muy enriquecedor.
¿Crees qué hay historias, o posibilidades de historias, en tus cuadros?
Tal vez ni siquiera posibilidades, me gusta pensar la imagen, y quizás, después la historia que podría explicar. Pero es visual, a la hora de pensar en una escena para un cuadro, el proceso es gráfico. Es como la sensación que yo imaginaría si la torre que veo por la ventana estuviera destruida, después pienso por qué estará destruida, —pero la estética y los colores me seducen—, y después pienso si necesita explicarse la historia. Hay más gusto por lo visual y más estética que lo narrativo en términos verbales. Me han invitado a foros y eventos, y siempre que se habla de ciencia ficción latinoamericana, se asume que es siempre en literatura. Y yo digo que está bien, no tengo nada en contra, pero gran parte de lo que nos queda en mente de esas historias es por lo gráfico. Lo visual se recuerda más. Una imagen no necesita una historia, aunque se le puede acompañar de una narrativa literaria. En mi trabajo por encargo, que hago ilustraciones para libros y revistas, sí leo los textos que voy a ilustrar.
¿Lees de arqueología para nutrir tu obra?
Por supuesto. Mientras más aprendes, más sabes qué hay por aprender. Siempre te das cuenta de que tu conocimiento es poquito. Siempre trato de aprender, pero es un tema vasto, la vida no da para saber toda la cosmogonía, costumbres e historias de estas culturas, aún con los aztecas que estuvieron 100 años nada más. Hubo culturas antes, como los olmecas, y los mayas con todo su universo. Me pareció muy impresionante lo que te contaba hace un rato de Teotihuacán, que ya era una ciudad abandonada cuando los aztecas llegaron. Ya habían pasado siglos. Imaginar cómo vivieron antes, sus formas de vivir, de comerciar, sus políticas, me pareció interesante, pero la obra es más estética, me voy más a los estampados de las telas, las esculturas, la arquitectura. Lo histórico lo hago para un análisis más literario, histórico o filosófico, que probablemente en algún momento se refleje.
¿El resto de México también te es inspirador?
Es una visión nacional, pero no quiero ser demasiado nacionalista. Es para tomar algo de las culturas del país en el que me tocó vivir, pero la conquista, la revolución y las distintas etapas son interesantes. Las culturas originarias estaban allí, luego llegan los europeos y surge la cultura colonial, luego la independencia. Y luego, viene la revolución mexicana. En esas cuatro etapas se divide la historia de México. Me gusta tomar esas etapas hasta la actualidad. Tengo obras donde están edificios actuales, especialmente de la Ciudad de México. Toda mi historia personal está inculcada por la historia de la Ciudad de México.





