Mundial de Potrero: puro fútbol

El mayor torneo ‘amateur’ de Argentina reúne cada año a 200 equipos en la ciudad de Pinto. Tres días de goles, apuestas, asados y mucha emoción.

Mundial de Potrero: puro fútbol. ELENA CANTÓN/FOTO: SHUTTERSTOCK
Mundial de Potrero: puro fútbol. ELENA CANTÓN/FOTO: SHUTTERSTOCK

Nano camina lento desde la mitad de la cancha hasta el punto del penal. No levanta la vista, que apunta a sus botines gastados. El andar cansino estira los segundos. Cuando por fin alza la mirada, ve a toda su familia detrás del alambrado.

Nano es el capitán del histórico Los Troncos de Tigre. Tiene 42 años y mil batallas en sus piernas. No se lo ve nervioso, a pesar que hace años que no le toca definir una tanda de penales.

Su arquero (que además es su hijo) ya atajó dos y es su oportunidad para terminar la serie. Mira al portero. ¿Tendrá 20 años menos que él? ¿Importa eso?

El silencio se rompe con el silbato y el defensor arranca su carrera hacia la pelota, entre sudor y polvo. 3... 2...1. El arquero va hacia un lado y el tiro hacia el otro. Gol.

En el festejo, comienza una carrera loca hacia su gente. Se saca la camiseta y la revolea como un debutante. Se tira de cabeza en esa montaña de abrazos que se hace entre amigos y familia. Hay mucho más que el pase a la tercera ronda en ese desahogo; hay lágrimas y emoción.

Nano es uno de los centenares de jugadores que han acudido a Pinto, en la provincia argentina de Santiago del Estero, para disputar el Mundial de Potrero. Un campeonato de fútbol amateur en el que 200 equipos de todo el país compiten en 60 horas corridas por el increíble botín de 14 millones de pesos. Campamentos, banderas, apuestas, asados, partidos de madrugada, excampeones que piden tirar su cenizas en esas canchas, pasión y mucha pierna fuerte se dan cita en este Woodstock del balón único en el mundo.

Nano es de Pinto, la ciudad organizadora del evento, pero hace 20 años que vive en Tigre, zona norte de Buenos Aires, donde fue a ganarse el mango luego de la crisis de 2001 y terminó formando una familia. Pero el fanatismo por el Mundial del Potrero lo hace volver año a año desde hace más de una década, tanto que esta vez juega con el hijo y el sobrino.

“Para nosotros el Mundial de Potrero es una pasión que compartimos con la familia. Yo los fui contagiando (risas). Levantar ese trofeo con ellos sería un sueño mucho más valioso que la plata”, cuenta a COOLT.

Si bien este año no se dio esa oportunidad —Los Troncos perdió por penales en tercera ronda—, el zaguero comenta la felicidad de lo vivido: “Para los que somos futbolistas de alma, es lo máximo. Nos preparamos todo el año para esos 20 minutos que nos pueden llenar de gloria. Somos un equipo de barrio que se centra en la familia siempre a pulmón y con garra para hacerle fuerza a cualquiera”.

A pesar del sinsabor de la eliminación, el experimentado jugador se emociona al destacar la felicidad de haber compartido cancha con su hijo y sobrino: “Jugar con ellos es algo que no lo puedo describir. Es mágico, imagínate ver a la madre/tía llorando con el hermanito afuera gritando; mis hermanos, tíos, primos y amigos. Estas cosas no se olvidan”.

Jugadores de Los Troncos de Tigre, en el Mundial de Potrero 2022, en Pinto, Argentina. CORTESÍA
Jugadores de Los Troncos de Tigre, en el Mundial de Potrero. CORTESÍA

Un torneo multitudinario

¿De qué hablamos cuando hablamos de Mundial de Potrero?

Esta competición, antes conocida como Copa Pinto, toma su nombre del fútbol que se juega en lugares abiertos o descampados. Un fútbol de barrio, espontáneo, que atiende más a la gambeta y al engaño que al orden táctico, y que tiene su máximo exponente en el estilo de Maradona.

El Mundial de Potrero se juega cada primer fin de semana de octubre, como parte de los festejos del aniversario del Club Atlético Social Pinto, fundado en 1914. El torneo se celebra desde hace 50 años, pero tomó relevancia a partir de la década del ochenta y noventa, cuando el boca a boca lo posicionó como la principal competencia de jugadores no profesionales de Argentina.

A pesar de su carácter amateur, testimonios aseguran que varios jugadores de primera división pasaron por esas canchas, como Néstor Ortigoza, el mundialista “Chelo” Delgado y Gonzalo Montiel.

Este año fueron más de 200 equipos los que llegaron a Pinto, un municipio de 8.000 habitantes ubicado a 220 kilómetros de la capital de Santiago del Estero y a casi 900 de Buenos Aires. El torneo se juegua en cuatro canchas. De cada una sale un ganador de zona, que en esta edición se llevaba 3,5 millones de pesos. Luego, esos cuatro campeones juegan por la Copa y el honor de ser el mejor del año.

El gran campeón de este año fue La Loma. Los otros tres ganadores de zona fueron Kamikaze, Villa las Delicias y La Florida. Fueron tres días a puro fútbol, del 7 al 10 de octubre.

Los equipos llegan a Pinto en buses desde las distintas provincias del país. Pagan una inscripción de 100.000 pesos y conocen a sus rivales después de un sorteo. A partir de allí, buscan alojamiento, ya sea en casas o carpas, y se preparan para el turno que les toque. Hinchas, familias y jugadores comienzan con un ritual que, dependiendo el horario, tiene de fondo ruedas de mate o parrillas humeantes.

La espera es parte fundamental de la magia. Los tranquilos días pintanos se llenan de jugadores aficionados de todo el país, que vienen a compartir una fiesta. Camisetas y banderas de todas formas y colores inundan las pequeñas calles hasta hace poco silenciosas.

Risas canticos y música acompañan estiramientos precompetitivos y algunas indicaciones tácticas. De todos modos, la pelota ya está rodando, sea en campeonatos de penales (donde también se mueve mucha plata) o en las apuestas que se dan partido a partido.

La cantidad de equipos participantes lleva a que los encuentros sean de dos tiempos de 20 minutos y eliminación directa, con penales en caso de empate. Los partidos pueden celebrarse en cualquier horario (día, noche o madrugada), ya que las canchas están en funcionamiento continuamente. Hay 35 árbitros que hacen turno de seis horas

“Son partidos muy duros y al ser tan cortos, un error y te quedas fuera. Es a todo o nada siempre. El Mundial de Potrero no es para cualquiera, y el ambiente que se vive ahí, tampoco”, explica Nano, el capitán tigrense.

Seguidores de La Loma, el equipo ganador del Mundial de Potrero 2022. CORTESÍA
Seguidores de La Loma, el equipo ganador del Mundial de Potrero 2022. CORTESÍA

La Loma, en la cima

Raúl es metalúrgico y uno de los técnicos del gran campeón del Mundial de Potrero de este año, La Loma, procedente de la región de La Matanza. Es la primera vez que un equipo de los suburbios bonaerenses ha logrado llevarse la copa a sus calles. En la final derrotó por los penales a otro equipo de La Matanza, Kamikaze.

Para Raúl, lo vivido es “algo impagable, que no se olvida nunca más en la vida”. El futbolista dice que el torneo es “inigualable”, y que exige muchos sacrificios: “Hay que juntar mucha plata, organizar el viaje, pedir permiso en el trabajo, etc.  Y lo peor es que no hay revancha. Perdés y te volvés”.

Cuando se llega a final de zona —es decir, se eliminan todos los conjuntos de una cancha y se compite por el pozo monetario de 3,5 millones de pesos—, muchos equipos deciden compartir el premio con el adversario para asegurar una porción de ganancia. No fue el caso de La Loma. “Nosotros jugamos por todo, porque si bien el dinero suma, para La Loma la plata va y viene, pero la gloria no tiene precio”, cuenta Raúl.

Emocionado, el futbolista relata la vuelta a casa: “Fue algo inolvidable, nos esperaban con fuegos artificiales, murgas y fiesta. Vos pensá que muchos fueron de esta parte de La Matanza, y es la primera vez que alguien se trae la copa. Lo vivido es algo que nos queda para siempre”.

De alcanzapelotas a protagonista

En 2019, última edición del Mundial de Potrero antes de que el torneo se interrumpiera por la pandemia, Kevin era alcanzapelotas. Detrás de la línea de cal vio cómo su tío Nano casi alcanzaba las semifinales capitaneando a Los Troncos de Tigre. Hoy, a sus 18 años, Kevin comparte con él la defensa central del equipo y cuida el arco de su primo.

Sobre la llegada a Pinto, recuerda: “Fue un viaje muy difícil. Salimos el jueves a la noche, pero a mitad de camino el micro se nos rompió y tuvieron que mandarnos otro, lo que atrasó todo. Llegamos tarde y casi sin dormir al primer partido”.

Kevin asegura que soñó muchas veces con poder jugar el torneo. “Desde chiquito que veo el Mundial y no veía la hora de poder estar en cancha, es algo que no me voy a olvidar nunca más en la vida”, cuenta el debutante, que agrega: “Ponerle a tu escudo la estrella de Pinto te marca de por vida”.

Este año, Los Troncos no tuvieron suerte, pero Kevin ya se ilusiona con una nueva oportunidad en 2023. “Pienso en tener revancha el año próximo con más experiencia”, dice.

Aunque ahora vive en Buenos Aires, Kevin es pinteño y conoce bien el alboroto que genera el torneo: “Pinto es un pueblito de 8.000 habitantes y en esos tres días hay casi 20.000 personas. Ves camisetas de todos los colores, tonadas de todos lados. Juegas contra los mejores del país y eso, para los que amamos el fútbol, es hermoso”.

Kevin y Nano, de los Troncos de Tigre, en el Mundial de Potrero. CORTESÍA
Kevin y Nano, de Los Troncos de Tigre, en el Mundial de Potrero. CORTESÍA

El Mundial del esfuerzo

Para los equipos de barrio que viajan cada año a Pinto, llegar a competir es tan difícil como la competencia en sí.

Maximiliano Meza, capitán de Bouchard, un equipo de la zona sur de la provincia de Buenos Aires, subraya el “esfuerzo” y “la organización” que exige el torneo. Poder jugar en Pinto es “un trabajo de todo el año”.

Además de los 100.000 pesos de inscripción del torneo, a Bouchard el autocar le costó 550.000 pesos y el alojamiento, 1.500 pesos por persona. A eso hay que agregarle la comida y bebida, además de botiquín y vestimenta. Para sufragar esos gastos, Bouchard realizó todo el año rifas, campeonatos y parrillas.

Todo ese despliegue, cuenta Maximiliano, valió la pena: “Para nosotros fue una experiencia única. No te digo que todos los partidos son tranquilos, porque te estaría mintiendo. Todos van a ganar y creen que pueden hacerlo, más con tanta plata en juego, pero así y todo, el ambiente es muy lindo y reina el amor al futbol”.

Un clima de hermandad, eso sí, que en ocasiones se quiebra: este año, un penalti polémico derivó en una agresión al árbitro y una batalla campal que obligó a la policía a intervenir.

Mural dedicado a Maradona en el campo del Club Atlético Social Pinto, organizador del Mundial de Potrero. CASP
Mural dedicado a Maradona con los colores del Club Atlético Social Pinto. CASP

De cenizas y “Pelusas”

Esa pasión por el fútbol, más allá del premio en metálico, hace que todos los equipos sueñen con volver a Pinto en 2023.

“Venir al Mundial de Potrero es mucho más de lo que pasa dentro de la cancha. Es conocer a gente de todo el país que comparte una misma pasión”, dice Ramón Ledesma, uno de los históricos organizadores del torneo.

“Cuando ves gente que viene a tirar las cenizas del padre a estas canchas, porque te cuentan que acá fueron felices, entiendes lo que nos despierta el fútbol a los argentinos”, agrega Ramón.

El organizador del torneo recuerda que en 1973 los Cebollitas, con un tal Diego Armando Maradona, vinieron a jugar un partido a estas canchas. El paso del astro argentino quedó tan marcado en todos que, este año, el muralista y grafitero Nicolás Leiva inmortalizó la imagen del Pelusa en las paredes del club anfitrión. Así, un Maradona con los colores de Pinto fue testigo de todos aquellos que soñaron como el de Fiorito.

Porque, en Argentina, para ser campeón mundial, solo se necesita un potrero y un puñado de amigos que te acompañen.

Periodista. Ha colaborado en medios como Vice, Noisey, Página 12, Infobae Rock.com.

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