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“Centroamérica puede confundir a las personas”

Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica, tiene claros los retos de una región cuya diversidad descubrió de joven en coches de línea.

Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica, en la Florida International University, en Miami. FIU/MARGI RENTIS

El nieto de la afrojamaiquina Eugenia Allen Taylor, una mujer que sacó de la pobreza a cinco hijos sola, fue el presidente más votado de la historia de Costa Rica. Luis Guillermo Solís Rivera (San José, 1958) entrega una fotografía suya, de bebé, en brazos de su abuela cuando se le piden imágenes de su vida.

La narrativa del progreso social es el cauce de su pensamiento como historiador y de su praxis como político. Llegó a la Presidencia de Costa Rica con una campaña cercana y un mensaje de cambio, inclusión y justicia social. Gobernó con esa ruta entre 2014 y 2018.

De adolescente, y después de joven, “hizo la del Che, pero no en motocicleta sino en autobuses”, recuerda uno de sus asesores más próximos. Recorrió durante años ciudades y poblados de la Centroamérica de los setenta, un periplo que definió para siempre el encuadre de su actividad política y académica.

Comenzó su carrera en los durísimos años ochenta centroamericanos, como parte de los equipos negociadores de la paz. El estudio del conflicto y su resolución ha sido desde entonces también una de sus líneas de investigación académica. Ha escrito centenares de artículos y libros sobre la región: todos sus trabajos aterrizan en este conjunto de países heterogéneos y complejos.

Maras, violencia, emigración, pobreza, desnutrición, catástrofes naturales. Maíz, frijoles, volcanes, lagos, surf, selvas tropicales. ¿Qué palabras habitan nuestro imaginario centroamericano? ¿Qué evocamos cuando pensamos Centroamérica?

Conversamos con Luis Guillermo Solís para despejar tópicos y asir matices. Nos atiende en su despacho de la Florida International University (FIU), donde se desempeña ahora como director interino del Centro de Estudios Latinoamericanos y Caribeños. Entre las fotografías políticas que muestra aparecen su familia numerosa, Barack Obama, el Papa, el rey Felipe VI o la última misión de observación electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que lideró en esa Guatemala de la que quedó prendido hace algunas décadas.

- ¿Por qué cuesta tanto entender bien Centroamérica?

- Probablemente porque se puede definir a Centroamérica de cinco o seis maneras distintas y eso puede llegar a confundir a las personas. La histórica, las cinco provincias del antiguo Reino de Guatemala: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. La geopolítica, que incluye a Panamá y Belice. La Centroamérica embroncada en la cuenca del Caribe, donde participa República Dominicana como parte del sistema de integración regional (SICA). La mesoamericana, que no incluye a Panamá y solo a la mitad de Costa Rica. Se puede cortar el pastel centroamericano de tantas maneras distintas, que se evidencia la diversidad de una región que en principio la gente considera homogénea.

- ¿Qué países centroamericanos se parecen más entre sí?

- Estructuralmente hablando, económica y políticamente, el Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) tiene una dinámica propia. Desde el punto de vista del crecimiento económico, los niveles de bienestar y el índice de desarrollo de la ONU, Costa Rica, Panamá y Belice. Nicaragua tiene un pie en un lado y otro en el otro: padece una gran pobreza, pero, por otro lado, goza de niveles de seguridad pública más parecidos a los de Costa Rica y Panamá que a los de los países del Triángulo Norte.

- ¿Cómo lo ha logrado?

- Por un lado, viene desde 1981, cuando el Gobierno sandinista organiza los Comités de Defensa Sandinista (CDS), que replicaban los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba. Tenían mucho control de cada cuadra, de cada barrio, de cada ciudad. La propia gente se cuidaba a ella misma.  Por otra parte, Nicaragua tiene un modelo de policía mucho más moderno que el de los demás países de la región, creada y entrenada por la entonces Alemania Oriental con una estructura muy comunicativa, una policía muy cercana a la población. Esta policía y los CDS permitieron llegarle a lugares donde podía producirse crimen organizado. Además, Nicaragua tiene el ejército probablemente más moderno y apertechado de la región. Con armas rusas muy sofisticadas, lo que le permite tener capacidad de represión con respecto al crimen organizado. Mantiene muy buena relación con las Fuerzas Armadas de EE.UU.

- Otra de las excepciones de la región es Costa Rica.

- Sí. Los niveles de bienestar y seguridad de Costa Rica se deben a tres grandes razones que son históricas, no coyunturales. En primer lugar, apostó por la educación pública muy tempranamente en su vida republicana: la independencia de Centroamérica fue el 15 de septiembre de 1821, estamos a punto de celebrar el bicentenario, y en 1839 existía ya la primera escuela para niñas. La reforma de 1869 explica por qué en la Constitución actual está estipulado que el Estado debe dedicar hasta el 8% del Producto Interno Bruto a la educación, de infantil a la universidad. Así, 150 años de historia te generan una masa de talento humano que nos permite tener, por ejemplo, ingenieras e ingenieros produciendo equipo médico altamente cualificado.

- ¿Y las otras dos razones?

- La gran reforma social de los años cuarenta, con la creación del seguro social. Un sistema que hoy tiene un componente de salud para todos y se paga por medio de empleados, Estado y trabajadores. Tenemos pensiones universales, bajitas, pero para todos. Y, por último, la otra razón histórica es la inexistencia de un ejército, no gastamos en armas y eliminamos una de las fuentes principales de inestabilidad que han tenido los Estados latinoamericanos.

- Pero tampoco Costa Rica está exenta de dificultades.

- No, desde luego. En Costa Rica la deuda llega hoy a niveles que vuelven inmanejable cualquier solución que no sea un recorte de gastos que afecte a su vez a los niveles de empleo y los servicios del Estado. Y es un país que durante más de medio siglo disfrutó de una situación de bienestar que beneficia a una masa de clase media que es muy exigente frente a esa desarticulación social.

Luis Guillermo Solís, expresidente de Costa Rica, en la Florida International University, en Miami. FIU/MARGI RENTIS

- ¿Qué tareas pendientes tienen en común los países centroamericanos?

- Es necesario el fortalecimiento de los partidos políticos, el mejoramiento de la representación política en las instituciones legislativas y los gobiernos locales. Muchas de las soluciones económicas pasan por el empoderamiento de las mujeres, que no están suficientemente incorporadas al trabajo formal y cuando lo están reciben salarios menores a los hombres por labores iguales. Y también la reforma educativa es esencial en una región como la nuestra, la falta de acceso generalizado a internet nos está dejando atrás. Son medidas todas que requieren recursos y tiempo. Las cosas que se deben hacer las sabemos, pero los recursos para lograrlo y los tiempos necesarios para ello conspiran contra una solución en el corto plazo a estas disfunciones.

- ¿Cómo influye México en la región?

- El papel de México es fundamental y lo ha sido desde la época precolombina. Las altas culturas mexicanas tuvieron gran influencia en los pueblos indígenas, que son incluso derivados de ellas. Estamos hablando de una influencia cultural, lingüística, alimentaria. Por ejemplo, en la dieta, con los frijoles, el maíz y la calabaza. Pero también cosas más recientes, como la música de mariachis, que es muy querida en Centroamérica.

Muchas de las soluciones económicas pasan por el empoderamiento de las mujeres

- ¿Y en lo político, económico y social?

- La geopolítica mexicana es muy importante para la provisión de petróleo, para las iniciativas diplomáticas. Es un factor político especialmente significativo en países como Guatemala, que está en su límite geográfico. Colombia también es relevante, pero su influencia tiene un alcance menor, sobre todo se da en Panamá, que era provincia colombiana en el momento de la independencia, y en las naciones isleñas del Caribe, con la excepción del sur de Costa Rica.

- Después está el tema migratorio.

- Sí. Por ejemplo, durante mi mandato fue esencial el apoyo del entonces presidente mexicano Enrique Peña Nieto para el tránsito de la altísima migración cubana que se acumuló en la frontera y a la que Nicaragua le cerró el paso, entre diciembre de 2016 y marzo de 2017. México también fue muy importante para los refugiados guatemaltecos que tuvieron que salir de la zona de conflicto en los altos de Guatemala hacia México buscando protección ante la política de tierra arrasada de los militares guatemaltecos en su momento.

- ¿Y ahora?

- México a veces favorece más a los sectores dominantes y otras veces no. Su política pivotea. El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una política muy pragmática hacia Centroamérica, ejerciendo de primer valladar para impedir la llegada a EE.UU. de migrantes de la región. Es un hiperpragmatismo tremendo que se puede entender dadas las relaciones tan intensas entre EE.UU. y México. Pero también propone reuniones con los presidentes de la región para generar programas de empleo que permitan el arraigo de esas poblaciones en sus propios territorios, contribuye en la lucha contra el crimen organizado, intercambia información de inteligencia con las agencias centroamericanas, ejerce una política exterior sobre Centroamérica bastante sofisticada que hay que entender en sus diferentes manifestaciones.

Luis Guillermo Solís, conversando con Barack Obama. CORTESÍA ARCHIVO L.G. SOLÍS

- ¿Cómo quedará Centroamérica tras la pandemia?

- El paso de la pandemia por la región ha sido devastador igual que los fenómenos naturales extremos que recurrentemente se manifiestan en la zona: terremotos, huracanes, dos de ellos en la misma zona en menos de 15 días y categoría 5, erupciones volcánicas, deslaves, tormentas tropicales. Y ahora la pandemia, un fenómeno de una proporción sin precedentes que deja, por lo menos, cuatro lecciones. La importancia de contar con un sistema público de salud de buena calidad que pueda enfrentar una crisis mayor como esta, un sistema de atención primaria, secundaria y terciaria lo más amplio posible. La necesidad de una mayor coordinación regional centroamericana para prevenir y atender desastres naturales y de otro tipo. Una planificación para la compra de vacunas, de equipos de protección. Y, por último, que el mundo tenga una actitud un poco más responsable frente a las economías de renta media, que es un concepto que me parece una trampa, pinta a países como los nuestros como si fuéramos casi desarrollados cuando en realidad no es así y nos impide acceder a recursos financieros porque no somos comparables con naciones de África, por ejemplo.

- El contraste entre la imagen internacional de algunos países y su realidad interna.

- Así es, por ejemplo, se habla de Panamá como “la Singapur del Caribe” sin detenerse en que eso es solo una sección del país. Costa Rica tiene lo que tiene, pero el 21% de la población, ahora con la pandemia creo que ya el 23%, es pobre y el 9% extremadamente pobre. Esto solo se puede atender con recursos internacionales que nos permitan administrar esas crisis.

- Y en el marco de estas necesidades, ¿cómo está el debate sobre derechos humanos?

- En Guatemala más del 50% es evangélico o protestante y pentecostal, el tema de la diversidad sexual o los derechos como el aborto ni se discuten, simplemente no. En El Salvador tampoco. En Nicaragua, el Gobierno sandinista, que se dice muy progre, ni siquiera reconoce el aborto terapéutico, cuando está en riesgo la vida de la madre. En Costa Rica, durante mi Administración, se avanzó mucho en tema de derechos, consultamos a la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el matrimonio de las parejas homosexuales [resolvió a favor en 2018 y desde 2020 es legal]. Sin embargo, no se ha avanzado sobre el aborto, que sigue penado, salvo el terapéutico. Y nada hace pensar que se pueda avanzar porque ya hay partidos políticos que han hecho de esto una bandera, que tiene que ver con el surgimiento de movimientos religiosos pentecostales que asumen una agenda cultural muy en contra de la apertura. Mi posición es que derechos humanos son derechos humanos y deben verse integralmente, pero hay que valorar la oportunidad, tienen sus momentos y etapas. No puede darse un debate sobre temas que requieren un entendimiento muy complejo cuando se discute la supervivencia mínima de personas que no tienen oxígeno para respirar.

Hay muchas Centroamericas sociológicamente hablando

- Una región muy atravesada por las religiones.

- En la cuenca del Caribe hay una espiritualidad de larga data, algunas cristianas, otras venidas de África como el candombe o la santería en Cuba, que se trasladan al Caribe centroamericano. Hay una fuerte impronta del catolicismo español desde la conquista, la entrada de las ideas protestantes históricas, los movimientos pentecostales, unas olas que van más allá de la conversión personal de los individuos y están más vinculadas a temas de política, partidos políticos religiosos que siguen la teología del bienestar, que se trasladaron desde EE. UU. a Latinoamérica y tienen fuerza por ejemplo en Guatemala, en Costa Rica, también en Brasil y Perú. Es un fenómeno muy complejo que está teniendo una influencia fuerte en la zona.

- De nuevo, una región más diversa de lo que parece.  

- Hay muchas Centroamericas sociológicamente hablando, no es lo mismo la de los indígenas que la de los mestizos; la de las mujeres que la de los hombres; la de los jóvenes que la de las personas adultas mayores; la de las mujeres rurales y las mujeres urbanas; la de las mujeres rurales mestizas y las mujeres rurales indígenas; esto hace que se vuelva muy necesario entender que las políticas públicas en una región como esta deben aterrizarse a los niveles territoriales de menor escala, si nos quedamos solo en los grandes nunca podemos llegarle a los problemas básicos esenciales que están en la raíz y en el territorio.

Periodista independiente. Entre tres mundos: Estados Unidos, Latinoamérica y la España despoblada. Fue corresponsal de la Agencia EFE en Washington, reportera para El Mundo en Argentina, freelance en Guatemala, oficial de prensa en la Organización de los Estados Americanos y periodista digital en Univision Noticias. Colabora en medios como Infolibre, Revista 5wLa Marea, La Opinión de Zamora y Tinta Libre y en el programa Club de Prensa de NTN24.