Artes

La ‘Noche de fuego’ que quemó San Sebastián

Tatiana Huezo habla de la película que triunfó en el festival donostiarra. Una historia de tres adolescentes en una aldea mexicana acosada por narcos.

Barcelona
Fotograma de la película 'Noche de fuego', de Tatiana Huezo. THE MATCH FACTORY

Con muy buen criterio, el jurado que presidía la productora española María Zamora, entregó el sábado pasado el Premio Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián a Noche de fuego, de la cineasta de origen salvadoreño afincada en México Tatiana Huezo. Un filme que ya tuvo su gran estreno mundial en el último Festival de Cannes, donde mereció una mención especial, y que próximamente llegará a Netflix. En San Sebastián —cita que sirve de trampolín del cine latinoamericano hacia Europa—, la película producida por Nicolás Celis (Roma) también obtuvo los premios AECID y RTVE-Otra Mirada. Y seguirá sumando.

Dividida en dos tiempos, en los que las tres protagonistas son interpretadas por distintas actrices, niñas y adolescentes, Noche de fuego es la adaptación de la novela Ladily, de la escritora estadounidense de ascendencia mexicana Jennifer Clement. Ambientada en un pueblo perdido en las montañas donde crecen las opiáceas amapolas, la película arranca con una escena tan elocuente como memorable: al oír los todoterrenos negros rugiendo por la carretera, una mujer, cuyo marido está fuera de cobertura, esconde a su hija en un agujero cavado en el suelo, que parece una tumba. Las mujeres, en ciertas zonas de México, están enterradas en vida, sobre todo cuando son jóvenes y bonitas, pues los narcos buscan diversión de usar y tirar.

El feminicidio en México, una vez más. Ya lo hemos visto abordado por Lourdes Portillo en su histórico documental Señorita extraviada; en Cómprame un revolver, de Julio Hernández Cordón, que será objeto de una completa retrospectiva online en la próxima Muestra de Cine Centroamericano, del 1 al 8 de octubre; o en la más reciente Mostro, del jovencísimo José Pablo Escamilla. La diferencia, sobre todo con las que no citamos, es que Huezo no solo da la espalda a la violencia, sino que nos sumerge en el día a día de estas chicas que, pese a la terrible amenaza y a las duras condiciones de vida, se esfuerzan por llevar una vida normal, mientras son contempladas por la madre naturaleza, tan fastuosa y salvaje como cruelmente indiferente.

Tatiana Huezo presta mucha atención a los detalles. Es una veterana. Aunque Noche de fuego es su primera ficción, lleva más de 20 años detrás de la cámara. Nacida en San Salvador en 1972, dedicó a su país de origen el multipremiado El lugar más pequeño (2011), donde recogía los testimonios de los habitantes de una pequeña aldea, Cinquera, arrasada por el ejército durante la guerra civil, para mostrar la capacidad de volver a empezar de la gente corriente, mientras que en Tempestad (2016) daba buena cuenta de la violencia en México a través de la deriva de dos mujeres. Así que, en Noche de fuego, vuelve a pisar terreno conocido —aldeas recónditas, mujeres en peligro, naturaleza hermosa pero impasible—, aunque esta vez lo hace a lo grande.

Fotograma de la película 'Noche de fuego', de Tatiana Huezo. THE MATCH FACTORY

- Cada vez hay más películas sobre la violencia en México, ¿la situación ha empeorado?

- Creo que sí. México está inmerso en una situación difícil de violencia e impunidad que se agudizó cuando el expresidente Felipe Calderón declaró una absurda guerra a los narcos hace como 15 años, un discurso que justificaba de alguna manera miles de muertos y de desaparecidos a lo largo y ancho del país, y un ambiente de impunidad en el que todo vale, sobre todo en las zonas alejadas de México D.F., que concentra todas las ayudas.

- Lejos de México D.F, siempre es peor, ¿no?

- Sí, en esos territorios más alejados del centro la mujer está mucho más expuesta, como refleja la novela de Jennifer Clement, que está ubicada en la montaña de Guerrero, aunque podría transcurrir en cualquier pueblo rural de México. En Guerrero son muy acosadas, pero también podríamos hablar de Chiapas, Oaxaca, y todo el norte del país...

- Imagino que en Guerrero no filmaste, pues, como se ve en la película, está controlado por los narcos.

- No, ahí como dices es una zona con una presencia importante del narco, con siembra de amapolas para la producción de opio, y presencia militar. No se podía rodar ahí, pese a que es una montaña bellísima. En México tienes que tener mucho cuidado de donde ruedas, porque hay que tener siempre muy en cuenta los dispositivos de seguridad.

- Parece que te gusta meterte en líos, porque nunca ruedas en la ciudad, tus películas siempre son muy rurales...

- Sí, siempre me pongo a rodar en lugares perdidos, en medio de la nada, sin cobertura telefónica. Tempestad, por ejemplo, se rodó a lo largo del golfo de México, que es una zona de mucho trasiego de drogas, con distintos cárteles disputándose los territorios, y era muy difícil rodar por ahí de forma segura, sobre todo en el norte, en Matamoros. Yo me quería meter en los barrios que están muy abandonados, porque la gente había huido de la violencia, y ahí me encontré con una figura muy importante que era una especie de negociador. Él se encargó de pedir permiso a las distintas facciones para que pudiera trabajar… En cuanto a Noche de fuego, tardé muchos meses en encontrar lo que llamo “mi montaña”, que tenía que estar a una cierta altura donde la amapola pudiera crecer, con una vegetación exuberante, y el río que buscaba… Y así, hasta que descubrí la Sierra Gorda de Querétaro.

Tráiler de la película 'Noche de fuego', de Tatiana Huezo. YOUTUBE

- Entonces, ¿las amapolas que aparecen eran de atrezo?

- Sí, cada bulbo de amapola está sembrado por el equipo de arte. La película me supuso un reto enorme, porque al contrario que los documentales, hubo que crearlo todo, incluidas las amapolas. Ahí no había nada.

- ¿Tuvisteis algún problema de seguridad durante el rodaje de Noche de fuego?

- No, más bien durante el casting, cuando estábamos buscando rostros en las comunidades más recónditas. Como estábamos buscando chicas, nos echaban porque pensaban que éramos unos robachicas. Pero cuando finalmente llegamos a “mi montaña”, la comunidad se implicó muchísimo. En la película aparecen casi 300 extras. Durante nueve semanas, vivimos en las casas de migrantes, entre todo el equipo éramos un centenar de personas.

- Nunca había visto a las fuerzas del orden tan acobardadas ante los narcos.

- Te agradezco que te fijaras en ese detalle. Hay un momento en el que los soldados se echan al suelo cuando pasan los narcos por el pueblo, dando disparos al aire, y hay uno de ellos que, del miedo que tiene, ya no se vuelve a levantar. Creo que ese detalle carga de veracidad el relato. Al venir del documental, quería darle complejidad a cada escena, para que fuera real. El ejército y la policía están compuestos de muchas personas muy diferentes entre sí. Los hay corrompidos, pero también los hay más normales. Los más jóvenes son chavales campesinos e indígenas, que vienen de condiciones muy precarias, y el ejército es su única salida.

La cineasta salvadoreña-mexicana Tatiana Huezo, directora de 'Noche de fuego'. ARCHIVO

- El ejército o el narco, ¿no?

- Así es. Si vas a un colegio y preguntas, los niños te dirán muchas veces que quieren ser narcos, porque les hacen corridos, tienen dinero y a las mujeres guapas…

- Lo han visto por la tele…

- Sí, hay toda una gama de productos audiovisuales, series y películas, que glorifican la figura del narco. Yo quería alejarme de todo eso, pero tampoco quería victimizar a mis personajes, sino mostrarlas con sus claroscuros. Quería construir ese monstruo violento de manera latente, porque es cierto que nos ha hecho mucho daño en México el acostumbrarnos a las imágenes explícitas de violencia que nos han vuelto el corazón y la cabeza indiferentes. Nos hemos inmunizado, hemos normalizado esa violencia y esa es la gran tragedia que hay ahora.

- Me ha interesado que la protagonista se tenga que cortar el pelo para pasar por chico, justamente ahora que Afganistán está tan de actualidad. Ahí, cuando los talibanes gobernaron hace 20 años, sucedía precisamente eso. Qué coincidencia, ¿no?

- Sí, totalmente. En la película es un recurso desesperado porque es un pueblo donde raptan chicas, cosa muy común en muchas partes de México. Hay algún paralelismo con Afganistán, porque es una cancelación de la feminidad, de tu cuerpo, de tu pelo, aunque son dimensiones muy diferentes.

Fotograma de la película 'Noche de fuego', de Tatiana Huezo. THE MATCH FACTORY

- ¿Alguna de las seis protagonistas está pensando en actuar? En contraste con el resto del equipo, todas son, claro, actrices noveles.

- Espero que sí, porque tienen muchas posibilidades. Fue muy difícil para ellas, estuvieron inmersas durante nueve semanas en todo este universo, y prácticamente se volvieron soldados, en el sentido de que fueron muy disciplinadas. Todas vienen de un ambiente muy rural, aunque todas tienen mucha capacidad para percibir las cosas y transmitir emociones. Espero que esta experiencia les pueda abrir posibilidades de futuro.

- ¿Y el tuyo? Creo que has vuelto al documental, ¿no? Estás rodando El eco...

- Sí, vuelvo a estar en un pueblo en medio de la nada, donde llueve tremendamente y cae hielo en invierno. Ahora mismo está todo verde, espectacular, pero luego llega la sequía y todo muere, los animales, todo. Es muy brutal el cambio en el paisaje, que vuelve a ser un personaje, aunque la película cuenta la historia de unos niños, pastores sobre todo, que son el corazón de la historia. Aquí no hay violencia, si es que la pobreza no es una forma de violencia, porque todos pertenecen a familias en situación de supervivencia, aunque ese no es el foco, sino más bien el eco de los padres en los hijos, la vida, el trabajo. Vuelvo a estar inmersa en el universo de la infancia, y trabajando sobre lo que significa crecer en distintos ámbitos. Al ver crecer a mi hija, tiendo a recordar cómo son esos miedos y esa magia que habita en la infancia. Estoy perdidamente enamorada de este territorio fascinante, contestatario y de una honestidad brutal.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.