Artes

‘Matria’ o la tierra que constriñe

Álvaro Gago retrata la precariedad laboral y emocional de una mujer atrapada por su entorno. “Lo auténtico sobrevive en la periferia”, dice el cineasta.

La actriz María Vázquez, en la película 'Matria', de Álvaro Gago. AVALON

No le bastó con contar su rutina, sino que quiso darle alas. Por eso, tras un cortometraje que retrataba la lucha diaria de Ramona, Álvaro Gago (Vigo, 1986) decidió, en el marco de un largometraje, otorgarle a ese personaje el poder de “despertarse”. En otras palabras, de mirar en su interior y crear ese espacio para ella misma en el que permitirse ser vulnerable y, al fin, poder sentirse libre: de crear su propia Matria.

Así fue como nació una película que es la evolución del retrato de una madre y trabajadora gallega, hecha de un territorio concreto, y que inspiró la mujer de carne y hueso que cuidó del abuelo del director (y guionista) durante los últimos años de su vida: Francisca Iglesias Bouzón. Ella misma interpretó a Ramona en el corto, estrenado en 2017 y merecedor del Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance del año siguiente. Ahora, el personaje regresa en las carnes de la actriz María Vázquez —ganadora de la Biznaga de Oro a Mejor Actriz en el reciente Festival de Málaga, de cuya Sección Oficial el filme ha formado parte tras su estreno mundial en la Berlinale­— para representar a una de tantas mujeres sumidas en la precariedad laboral que sacan la vida adelante como pueden. Una inestabilidad que también trasciende al plano emocional y que atrapa, limita y constriñe. Donde el territorio, en este caso las Rías Baixas de Galicia, pesa como una losa. Donde la vida se vuelve casi invisible.

- Matria se inspira en la mujer que cuidó de tu abuelo en sus últimos años. ¿Qué viste en esa vida concreta que tenía que ser contado?

- Vi la vida de muchísimas mujeres que pasan totalmente desapercibidas, que viven alrededor de todo el mundo, pero de las que normalmente apartamos un poco la mirada porque quizás es demasiado doloroso enfrentarse con la realidad de las cosas. Y es que estas mujeres sobreviven en un entorno laboral muy precario con dos o tres trabajos que apenas les dan para llegar a fin de mes. Y esta precariedad laboral, después, se traslada a todos los ejes de su vida, y es realmente lo que las sume en una precariedad emocional, porque, si tuviesen un trabajo digno y bien pagado, podrían independizarse. Lo que pasa es que la precariedad laboral las ata y condiciona. Me atrae esa antihistoria que no sale en los libros, la historia de nuestros vecinos y vecinas, nuestro día a día, nuestra cotidianidad, nuestro entorno más inmediato y próximo… Ese en el que, habitualmente, no se pone en el foco.

Tráiler de la película 'Matria', de Álvaro Gago. YOUTUBE

- Primero llegó el corto, y ahora, el largometraje. ¿Te quedaste con ganas de profundizar, de contar más?

- ¡Sin duda! Además, lo sentí de una manera muy nítida. Fue rodando el último plano del cortometraje, en ese pabellón de deportes, con Ramona sentada en las escaleras, sumiéndola en una rutina cíclica que no se agrietaba. Y recuerdo pensar: “A esta mujer, aunque sea por justicia poética, aunque sea en la ficción, tengo que darle el espacio para que busque un nuevo horizonte”. Lo que me permitía el formato del largo era expandirme en personajes que, en el cortometraje, aparecían de una manera puntual, como eran la hija y el marido, e incluir un aspecto a nivel caracterial que había capado por completo: el sentido del humor. Este último define un poco una manera de relacionarse, de entender la vida; y a mí con las películas me gusta contar historias, pero, sobre todo, reflejar una existencia. Y el humor me ayudaba a esto, y también a descomprimir a nivel narrativo y dramático la historia. Es un arma que Francisca utiliza en su vida diaria para sobrevivir, para enfrentarse a la realidad, y es algo que ella hace de manera especialmente punzante y ágil, pero es una característica común a muchísimas mujeres que he ido conociendo durante toda mi vida.

- Ramona es una luchadora y una superviviente atrapada en su propia vida. ¿Cuánto pesa en ella el territorio donde ha nacido?

- ¡Todo! Pero el entorno patriarcal, neoliberalista, hipercapitalista y agresivo pesa en todos y todas. Ya lo decía Marx en su momento: son las circunstancias las que determinan la conciencia de los individuos y no al revés. Y, en este caso, son las circunstancias y el entorno regido por una serie de normas no escritas que limitan muchísimo las perspectivas y los horizontes de la gente.

Son muchas las mujeres que, como Ramona, hasta los 42 años que tiene en la película, nunca se han cuestionado su papel, simplemente intentan encajar en un modelo o en un sistema que las tiene extremadamente esclavizadas. La película plantea cómo, a través de una pequeña modificación de las circunstancias vitales, en este caso laborales, se empieza a agrietar este conjunto de normas, este entorno tan opresivo, y cómo Ramona, casi de manera inconsciente, empieza a abrir esas grietas y a buscar esos nuevos horizontes, ¡algo que es dificilísimo! De hecho, mucha gente me pregunta: ¿por qué no deja a esa persona con la que está? Esa es una pregunta que viene desde fuera, desde otro entorno, porque, más allá de la dependencia económica, está la que viene de la tradición y la cultura, que es tremenda, enorme, y no te deja ver más allá. Y que te hace realmente pensar: “Yo nací un poco para esto, esto es lo que siempre se hizo aquí y voy a cumplir con lo que me toca”.

- Aunque Matria es la historia personal de una mujer, también lo es de todo un territorio. Más que una vida, ¿querías contar una manera de vivir?

- Eso está en mi corazón a la hora de abordar todos mis proyectos: reflejar una forma de entender la vida, de relacionarse, una cierta musicalidad del habla, de las palabras, un cierto acento… En global, una manera de existir en el mundo. Desde lo específico, desde lo local, desde la unicidad de, en este caso, Galicia. Pero podríamos hablar de cualquier entorno, sobre todo, de cualquier pueblo periférico de España. Y digo esto porque creo que hay un reconocimiento, por parte de los cineastas en este país, de que lo auténtico sobrevive en la periferia, porque las ciudades se están volviendo muy artificiales, muy plasticosas. De manera natural y consciente, los cineastas viajan adonde reside un cierto tipo de verdad, y esto está en las comunidades pequeñas.

Álvaro Gago, director de 'Matria'. AVALON

- Has rodado en gallego. ¿El cine español debe abrirse a otras lenguas?

- ¡A ver cuando reconocemos finalmente, de manera transversal, la riqueza lingüística y cultural de este país! Siento que tengo una responsabilidad de cara a la preservación de esa riqueza. El gallego es una lengua particular que está muriéndose y, como no hagamos un esfuerzo similar al que se está haciendo en el País Vasco, va a terminar siendo residual. Y con la lengua al final muere un pueblo, una cultura, una manera de entender la vida, ya que, en el intercambio con otras maneras de afrontar la vida, las personas pueden enriquecerse de visiones diferentes. Había un deseo por mi parte de cultivar la diferencia, porque ahí está un poco el gusto, y el gallego también era indisociable de reflejar una existencia en la pantalla. Si capas la lengua, te cargas la identidad total.

- Ramona lo sacrifica todo por el futuro de su hija Estrella, pero falla como madre…

- No tiene cultivada la escucha, y esto es porque la carrera continua en la que vive, creada por las circunstancias, le impide realmente comunicarse de otra manera con su hija. Ramona tiene un plan trazado que cree que es el mejor para que su hija pueda tener más oportunidades. Lo que pasa es que no reconoce a su hija como individua, con sus propias querencias y deseos, y ahí es donde la comunicación no fluye, no existe. El reconocimiento de que, quizás, no lo ha hecho del todo bien como madre, le da un valor a la propia Ramona, que es capaz, a medida que su proceso de apertura avanza, de ir a pedirle perdón a su hija.

Reivindico una figura de madre defectuosa como Ramona, con sus virtudes y sus defectos, porque habitualmente tendemos —o yo veo muchos retratos así en la pantalla— a construir mujeres que se convierten casi como en almas blancas, intentando crear como empatía, y esto al final lo que construye es un referente tan alejado que no es humano, que está tan blanco que crea también mucha ansiedad y mucha frustración. Hay que representar a personas poliédricas, en toda su gama de colores. Ramona es mala madre y machista, porque vive en el entorno en el que vive. Y Ramona es impulsiva, pero tiene otras virtudes en sí.

- Esa madre imperfecta se aleja también del matriarcado gallego al que estamos acostumbrados. ¡Rompe con el mito!

- A la mujer que está doblemente esclavizada, porque tiene que trabajar dentro de casa y también fuera, se le presupone una fuerza descomunal para tirar con todo, para echarse la familia y la casa a la espalda y sacarlo todo adelante. Es la definición de mujer poderosa que está lejísimos de la realidad, una asociación errónea de ideas que aún pervive, porque es un mito que está muy arraigado por toda una serie de motivaciones históricas…

En 'Matria', Álvaro Gago retrata las relaciones madre-hija. AVALON

- De espaldas, siempre en la cocina. No vemos más del hogar de Ramona. Fuera de casa, la actividad no cesa. Trabaja, busca trabajo, busca a su hija… No hay respiro, solo nervio. La cámara, siempre muy pegada a la protagonista, casi persiguiéndola. ¿Cómo has abordado la película a nivel formal?

- De la misma manera que la película viaja hacia la apertura emocional, desde el punto de vista formal también queríamos que navegase hacia una progresiva descompresión de la imagen. Una imagen inicialmente muy sucia, muy ruda, que prácticamente intenta que sientas el sudor de Ramona, la tensión y el agobio, este “corre, Ramona, corre”; y que, poco a poco, se va abriendo y va cogiendo cierta estabilidad. El sonido también va mutando y pasa de atosigar a dar un poco más de espacio y respiro. Hay toda una construcción de la banda sonora, sobre todo al inicio de la película, que es agresiva. Eso era algo que queríamos reflejar, porque aquí [en Galicia], vas a cualquier casa y escuchas a los vecinos que están cortando no sé qué, con la sierra mecánica, es parte del ecosistema sonoro. También la profundidad de campo aumenta a medida que avanzamos en la película. A Lucía C. Pan, mi directora de fotografía, siempre le pido que tire de su instinto. Toda la preparación la hacemos previamente al rodaje del plano, pero luego, cuando estamos rodando, quiero que sea su instinto el que la guíe, que se convierta casi como en un canal, y que traslade la emoción que está sintiendo en ese momento a la cámara.

- Matria es un despertar, un puñetazo en la mesa, un paso al frente. ¿“Se puede” es el mensaje optimista que hay implícito?

- Sí, sin duda. Lo que pasa es que el sistema en el que vivimos es muy listo y, cuando todos estos esfuerzos individuales como el de Ramona se transforman en esfuerzos colectivos, tiene rápidamente mecanismos para callarlos. De repente, ves a los mineros en Asturias que van y hacen el camino andando desde Gijón u Oviedo a Madrid, pero eso se disipa de manera muy rápida con prejubilaciones cuantiosas. Creo que Ramona, allá donde vaya, ya abrió esa grieta. Desde su propia intimidad, va a empezar a construir esa “matria” en la que yo también quiero vivir, y va a revertir positivamente. En principio, en las mujeres de su entorno, que también se van a empezar, quizás, a cuestionar ciertas cosas, y van a empezar a agrietar sus propios entornos. Y esto es imparable, porque el movimiento feminista lo es y engloba todo: la lucha económica, de las minorías, de las razas oprimidas, de todos los colectivos…

- ¿El cine tiene la responsabilidad de tratar de cambiar las cosas?

- Tiene una responsabilidad grande de hacerte sentir los escalofríos suficientes como para que esto revierta después de manera más concreta. El cine, y todo en esta vida, es político, y como cineasta siento esa responsabilidad. Aunque después se componga un ejercicio que esté más asociado a un arte más elevado o se perciba como un esfuerzo más pegado a la tierra, el germen y el deseo tienen que ser de urgencia y de cambiar las cosas; incluso, cuando como cineasta no veas la manera de hacerlo. Igualmente, es la única manera de sentir ese fuego que te empuja a estar luchando por un proyecto durante tanto tiempo, de tener una urgencia lo suficientemente poderosa como para sostenerte en la empresa tan milagrosa que es hacer una película.

Periodista cultural. Colaboradora de medios como Cinemanía, La Vanguardia, Viajes National Geographic y El Confidencial