Lady Drag, el icono improbable

De artista estigmatizado a convertirse en el rostro de la indignación popular en El Salvador. “Siento que hago falta”, dice Marvin Pleitez.

Marvin Pleitez, caracterizado como Lady Drag, el icono de la indignación popular en El Salvador. ELENA CANTÓN/FOTO: CORTESÍA
Marvin Pleitez, caracterizado como Lady Drag, el icono de la indignación popular en El Salvador. ELENA CANTÓN/FOTO: CORTESÍA

“Estamos ante una generación cobarde”. El cartel es tan contundente como quien lo lleva, un drag cuyo torso desnudo no solo exhibe sus pectorales y esculpido abdomen, si no un desafiante símbolo de bitcoin tachado. Trasgresor, pero con conciencia social, Lady Drag volvió del Más Allá para expresarse en el escenario más exigente de su vida: la calle. Su irrupción sentó como una bofetada al conservadurismo afincado en un país que, paradójicamente, proyecta una imagen de modernidad. Desde uno de los colectivos más estigmatizados de El Salvador, la Lady habló por todos los que tienen algo que decir respecto a la gestión del presidente Nayib Bukele. “La opción no es esconderse, hay que salir a la calle”, emplazó una y otra vez el icono de las protestas masivas del pasado octubre contra el Gobierno salvadoreño, a quien también se ha visto recientemente marchando contra la violencia machista.

¿Quién es este personaje que “nació” casi sin proponérselo, se “suicidó” al terminar un peculiar reinado y ha “resucitado”, con más ímpetu? La Lady es, sencillamente, el recurso que encontró el artista Marvin Pleitez (San Salvador, 1982) para que su voz no se perdiera en el coro, y su mensaje se escuchara alto y claro. Pero Pleitez es la Lady y mucho más: bailarín, actor de teatro, fisiculturista, director escénico, docente, activista, modelo de desnudos artísticos, artista del performance y, sobre todo, un sobreviviente que le apuesta al futuro sin olvidar el pasado que lo curtió, y cuya historia comparte con COOLT.

Lady Drag, en una marcha en contra de las desapariciones y asesinatos de mujeres en San Salvador, el 28 de noviembre. EFE/RODRIGO SURA
Lady Drag, protestando contra las desapariciones y asesinatos de mujeres en San Salvador, el 28 de noviembre. EFE/RODRIGO SURA

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“Todo empezó por la danza. Crecí en una de las colonias más peligrosas de San Salvador, donde el tema de las pandillas era muy visible. No había mucho referente artístico, pero fui un niño que a nivel corporal siempre andaba dando brincos, saltando, dando lata… Bailaba mucho y de todo, hasta que logré entrar a la Escuela Nacional de Danza Morena Salarié, en un programa que se llamaba Jóvenes Talentos y ahí conocí otras expresiones artísticas”

“Al teatro llegué por casualidad, casi de accidente. Acompañé a un amigo a una clase de interpretación, y el profesor dijo que no quería a nadie de espectador, que todos los presentes teníamos que entrar al ejercicio. ‘Va ‘jueputa, por metío me pasa esto’, pensé, pero la experiencia fue mágica. En aquella clase, que jamás olvidaré, encontré tal conexión a nivel de expresión corporal, que en uno de los ejercicios me desbordé y terminé llorando. Ahí comprendí que yo pertenecía a ese mundo. Me distancié un par de años de la danza contemporánea para concentrarme en el teatro y estudiar en los talleres de la Universidad de El Salvador”.

“Yo tenía cierta ventaja, porque venía del baile, y determinadas asignaturas se me daban fácil, así que me enfoqué más en los aspectos teóricos. Al principio me decían Marvin el bailarín, pero yo quería ser conocido como actor. Por esos años me nutrí de maestros como César Pineda, Francisco Borja… Todos mis referentes fueron salvadoreños. También aprendí a hacer malabares, zancos, telas y toda disciplina que me sirviera en escena”.

“Mis primeros pasos fueron en el Teatro Universitario, semillero de actores en este país, donde no hay una carrera de actuación avalada por el Ministerio de Educación. En aquellas puestas siempre fui protagónico, y pronto una compañía profesional me contrató como elenco fijo. Durante cuatro años trabajé con ellos en obras, pero también hacíamos trabajo comunitario, íbamos a las comunidades a impartir talleres de teatro, danza, prevención de riesgo, igualdad… Ahí comenzó mi interés en la docencia. La calle, esa vieja escuela, volvía a darme una lección…”.

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“A los 13 años me escapé de casa y viví en la calle. Mi infancia y adolescencia fueron muy duras, y sufrí abusos que me afectaron emocional y psicológicamente. A veces digo que las artes y el teatro me salvaron la vida, pues me ayudaron a liberar los miedos y frustraciones con las que crecí. Mi mamá se fue al Norte cuando yo tenía 2 años, y mi papá fue muy violento, física y verbalmente… Aún conservo cicatrices de sus castigos. Al tiempo volvió mi mamá y me fui con ella a otra colonia peligrosa”.

“Fueron tiempos difíciles, de pedir comida en casa de gente rica, de recoger latas para vender y comer, acarrearles agua potable a los vecinos, y mil cosas más que solo sirvieron para hacerme más fuerte. Nunca fui afeminado, jugaba al fútbol, me peleaba, era una especie de líder, pero tuve la mala suerte de crecer en una comunidad donde todo lo controlaban las pandillas, y nadie de afuera podía entrar. Hubo un tiempo en que mi mamá volvió a irse a Estados Unidos, y me quedé al frente de la casa, a cargo de mi hermana y mi sobrina”.

“En la escuela pública donde estudié solo éramos varones, y la mayoría se fue del país, acabaron en una pandilla o presos. Nadie escapa a ese mundo. Sufrí chantajes y amenazas hasta que logré irme de aquella colonia, para jamás volver. Ser asesinado era una posibilidad real, y se vivía con miedo y un sigilo que nunca se cura del todo. Para ser honestos, los pandilleros nunca me golpearon ni me violentaron, e incluso conocí el lado humano de muchos de ellos, pero sabía que aquello no estaba bien. Ya para ese entonces yo era el chico que bailaba, que le gustaba actuar, que impartía aeróbicos en el barrio… Ser una persona creativa me ayudó a salir de ese ambiente, y pronto el teatro me ayudó a liberar los monstruos en mi mente y mi corazón”.

Lady Drag es el alter ego del artista salvadoreño Marvin Pleitez. CORTESÍA
Lady Drag es el álter ego del artista salvadoreño Marvin Pleitez. CORTESÍA

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“Fue difícil ser un niño y un adolescente gay, pero la adultez no lo hace más fácil, y menos en un país como este y dedicándome a lo que me dedico. En 2011 una serie de televisión me despidió por mi orientación sexual. Encima, uno vive con la presión extra de no defraudar a aquellos que te ven como una inspiración, un pilar, un referente… Y muchos se quedan con la imagen exterior, el aspecto duro, la fortaleza física, la solidez de mis convicciones, pero igual… soy humano”.

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“Hay muchos desafíos para hacer teatro hoy día en El Salvador, y el mayor es y será económico. Da cólera y tristeza que tengamos casi que mendigar para producir un espectáculo. Además, hay prejuicio respecto al artista en este país, te etiquetan de inmediato: ‘Vos sos teatrero, fumás marihuana, eres desordenado, bohemio’. Y para mí era peor, artista y homosexual. Y esos estigmas nunca desaparecerán, mientras se siga viendo al arte como un hobby o una pérdida de tiempo, y no como una carrera a la que nos dedicamos muchos”.

“Soy un privilegiado que puedo vivir del teatro, pero muchos colegas no tienen esa suerte. Igual, habrá días que no tengo para comer, pero nada me quita la felicitad de hacer lo que me gusta, a pesar de los pesares. Siempre trato de encarar la adversidad con firmeza y serenidad, pero es difícil loco, es difícil… No me faltan ganas de irme del país, pero siento que hago más falta aquí. Esta es mi trinchera…”.

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“El transformismo nunca me llamó tanto la atención, aunque tenía amistades que se travestían, y yo las ayudaba en sus shows, bailando, montando una coreografía. Poco a poco entré a ese mundo, igual con mucha influencia del teatro, y así nació Lady Drag. Sin la menor experiencia entré al concurso de Miss Scape, una competencia para drags que duraba como tres meses, con diferentes etapas, trajes de baño y de noche, fantasía, espectáculos, una gala… Era un gasto de plata grande, y yo no tenía nada. Conocía a maquillistas y vestuaristas, pero muchos no creyeron en mí. Al final me ayudó una mujer trans que vivía en la peligrosa colonia de Tutunichapa. Para hacer corta la historia, Lady Drag ganó”.

“Asumí mi reinado decidido a romper moldes. Así llegaba con la cabeza rapada y púas, hacía shows conceptuales, sin preocuparme si la Lady se veía bonita o fea, sin importarme la crítica, y eso gustó. En la última presentación del reinado suicidé al personaje. En esa decisión pesó mucho algo que me dijo un profesor: ‘Marvin… ¿cómo quiere usted que lo reconozcan en este país, como un actor de teatro o como un travesti?’. Aquello fue muy fuerte”.

Lady Drag, en una protesta en El Salvador contra el Gobierno de Bukele. CORTESÍA
Lady Drag, en una protesta en El Salvador contra el Gobierno de Bukele. CORTESÍA

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“Por entonces, me vinculé a la Alianza Francesa y viajé a Cuba con un proyecto, y allá estudié dirección escénica. Con ese aval me contrata la Ópera de El Salvador, y caen trabajos más importantes, pero también las críticas de quienes no entendían en el gremio que yo tuviera tal responsabilidad a mi edad. En Cuba me enamoré también de los desnudos artísticos, y armé un proyecto con fotógrafos nacionales”.

“Así iba, hasta que hace tres años me piden asesoría para reabrir la mejor discoteca de ambiente en El Salvador. El gerente me preguntó por la Lady, pero yo no estaba interesado en resucitarla. Tanto insistió que al final accedí, pero tenía clarísimo que iba a darle otro enfoque, con más protagonismo social”.

“Pronto comenzaron a llamarme de otros negocios de ambiente, pero a muchos tuve que rechazarlos: ser drag en este país es carísimo, loco, es caro, caro, y muchos no valoran mi pan. Si no me pagan el gasto de producción, prefiero decir no. Y mientras volvía a posicionarme como artista drag queen en El Salvador, sobrevino el actual contexto de inconformidad con ciertas políticas, y sentí la necesidad de salir a las calles a expresarme, pero no como Marvin, porque nadie me daría bola, si no como la Lady. Ella sí se haría oír. Y vaya si se notaría…”.  

“Te lo juro: jamás pensé que la Lady tendría el impacto que ha tenido en las marchas, ni que llamara la atención para que los medios la entrevistaran. Yo siento la afinidad de la gente con ella. También sé que muchos me verán como un payaso, pero no me importa: la vida me dio golpes más fuertes y pude superarlos, imagínate tú si me van a quitar el sueño unos comentarios en redes”.

Periodista. Ha trabajado como corresponsal y reportero cubriendo historias en Centroamérica y el Caribe.

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