El rechazo más cruel

El respeto a la diversidad sexual en Honduras parece una quimera. Victoria, activista trans, lucha por un cambio.

La activista trans Victoria, en Tegucigalpa, Honduras. LUIS BRUZÓN DELGADO
La activista trans Victoria, en Tegucigalpa, Honduras. LUIS BRUZÓN DELGADO

“Yo soy Victoria, aunque en mi documento de identidad siga apareciendo un nombre masculino”, dice mientras se maquilla ante el espejo. “Creo que nunca fui un niño, sino una mujer atrapada en un cuerpo diferente, un cuerpo ajeno”, prosigue al mismo tiempo que la esponjilla coloca sobre el mentón una base que oculta cualquier sombra inoportuna. El lápiz negro marca el contorno de sus cejas estilizadas. “Soy parte de una gran diversidad de mujeres. Igual que las hay gordas, flacas, altas, pequeñas… yo soy una mujer distinta, con algo extra”, añade riéndose, mientras el pincel colorea los párpados de un azul con tintes turquesas.

Victoria se coloca las pestañas postizas. Son largas y oscuras, como algunas etapas de su vida. Apenas supera los 30 años, pero su existencia ha sido intensa, como el carmín que culmina el proceso de transformación. Transformar puede ser una palabra clave en la vida de esta joven transgénero de Tegucigalpa. Mientras cepilla su melena, Victoria dice que quiere cambiar el mundo. Después de haber transformado su propia vida, se ha convertido en activista por los derechos de las personas LGTBI en su país, Honduras. “Los transgénero o transexuales somos los más discriminados dentro de ese colectivo. Muy poca gente entiende lo que significa ser trans. Por ejemplo, un hombre gay no sueña con ser una mujer, solo quiere tener una pareja de su mismo sexo; mientras, las mujeres trans pensamos y sentimos como mujeres”.

Victoria, maquillándose. LUIS BRUZÓN DELGADO
Victoria, maquillándose. LUIS BRUZÓN DELGADO

Victoria se coloca una chaqueta de colores estampados, se ajusta unos pantalones de cuero y se sube en unos tacones altos, como si se preparara para ser la presentadora de un concurso de misses, actividad que realizaba de forma habitual antes de la pandemia. Desea volver a ese mundo y ver de nuevo a las jóvenes trans desfilar entre música y luces de neón, algo que no ve incompatible con la lucha hacia un modelo de sociedad más equitativo: “La belleza no es solo algo exterior. Tenemos mucho que aportar y esos eventos son una plataforma para avanzar hacia la igualdad, porque allí llegan otras personas que no son LGTBI y también medios de comunicación. Es oportuno aprovechar eso para concienciar a la sociedad”.

Así pues, más allá del vestuario, el maquillaje y los bailes, los certámenes oficiados por Victoria funcionan como altavoz de los reclamos del colectivo trans hacia la no discriminación y la aprobación de una ley por la igualdad y la equidad, algo que consideran urgente para avanzar hacia la inserción social de todas las personas LGTBI. “Solo así se podrá lograr que en particular las trans tengamos oportunidades de trabajo y no seamos discriminadas o maltratadas a causa de los estereotipos, más en un país como Honduras, donde buena parte de la población sigue siendo muy conservadora”.

Obligadas a sobrevivir en la calle

En Honduras, los clichés vinculan a las personas trans casi de forma natural con la prostitución. “Nos ven solamente como sexoservidoras, porque a menudo nos vemos obligadas a vender nuestro cuerpo para poder sobrevivir”, dice Victoria. “Desde el momento en el que tu propia familia te rechaza y te echa a la calle, has de buscarte la vida. Nosotras podemos tener una profesión, pero nadie nos contrata, porque nuestro carnet de identidad dice que somos una cosa y nuestra expresión de género indica otra. Y eso infunde temor y reprime a los empleadores”.

Victoria también vivió en el pasado noches de peligro en las esquinas del centro de Tegucigalpa y otras ciudades. “El trabajo sexual no es fácil. A menudo tienes que soportar frío, lluvia o personas que pasan a tu lado gritándote improperios o lanzándote objetos. Nos exponemos a cualquier tipo de hombre, a enfermedades de transmisión sexual o incluso a que nos maten, pues el índice de homicidios en Honduras es alto”.

Solo en el distrito central de Tegucigalpa cada año se registran un centenar de crímenes contra el colectivo LGTBI. La mitad de los delitos y violaciones se dan contra las personas trans. “Ni policías ni jueces forenses le dan un tratamiento adecuado a los transfeminicidios. En la mayoría de los casos, no identifican el cadáver en función de su género. Solo lo catalogan como un hombre vestido de mujer. Además, normalmente las denuncias por agresiones no cumplen su ciclo procesal y quedan en la más absoluta impunidad”, explica Victoria, añadiendo un problema más al rezago del país en materia de acceso igualitario a la Justicia.

Prostitutas en Tegucigalpa. LUIS BRUZÓN DELGADO
Un grupo de prostitutas en Tegucigalpa. LUIS BRUZÓN DELGADO

“Los hombres que se nos acercan buscan una fantasía. Nosotras los atendemos y luego les entra miedo de que vayamos gritando lo que ha ocurrido, o que se lo contemos a su esposa o a sus hijos, o que otros vayan a pensar que son gays o algo así, y muchos se vuelven violentos”. Victoria huye de los malos recuerdos, pero guarda nostalgia de los ratos compartidos con sus compañeras: “Lo que más me gustaba era conocer a chicas trans de otros países, aprendía de ellas, lo pasábamos bien, nos reíamos, nos tomábamos fotos, nos imaginábamos que éramos modelos de algún programa de televisión…”.

Victoria tuvo que emigrar a otros países de Centroamérica. Protagonizó un periplo en el que la discriminación y maltrato estuvieron siempre presentes. El peor momento fue un violento episodio con un cliente adinerado: la golpeó, la encerró, la drogó, la amenazó con una pistola, le cortó el cabello y hasta quiso tirarla por un barranco. Victoria logró zafarse de él y regresó a Honduras, pero los problemas no terminaron. Siguió sufriendo acoso, extorsiones y violaciones por parte de los pandilleros que dominan buena parte de los barrios de la ciudad.

Tampoco es fácil el trato con la policía. Las personas que trabajan en la calle a menudo se ven implicadas en redadas y acaban siendo detenidas. “Si mi carnet de identidad indica que soy un hombre, me meterán en una celda con hombres, entre delincuentes o malhechores que detienen por 24 horas en cualquier posta policial y que muchas veces combaten su frustración violando, golpeando e incluso matando a las personas trans”.

Labor incansable hacia la igualdad

Ahora, en su rol de defensora de los derechos de las personas LGTBI, Victoria pone énfasis en el trabajo con los policías y los operadores de Justicia, labor que desarrolla desde algunas ONG y otras instancias que apoyan la modernización del sector judicial. “Es necesario educarlos, cambiar su percepción hacia la población LGTBI, que nos respeten”.

En la sede del Poder Judicial se la puede ver capacitando a fiscales, jueces, médicos forenses y otros cargos para lograr un verdadero cumplimiento de las leyes y el trato adecuado hacia las personas de su colectivo. “La tarea es ardua, porque también es necesario concienciar a otros ámbitos del Estado”, dice Victoria. En Honduras hubo un intento de reformar el artículo 321 del Código Procesal Penal con el fin de endurecer las penas por delitos de discriminación hacia la población LGTBI. “Era un avance considerable porque imponía penas de hasta cinco años de prisión. Pero, al final, la mayoría de diputados votó en contra. Las sanciones quedaron en simples llamadas de atención. Solo hay condena si hay una segunda agresión, pero es mínima y se puede eludir realizando algún trabajo de tipo social. Una vez más, las personas LGTBI hemos quedado desamparadas”.

Victoria no se rinde. Ahora está inmersa en una labor de incidencia política con el fin de aprobar la Ley de Igualdad y Equidad. Esta norma no solo beneficiaría a la población LGTBI, sino también a otros grupos históricamente vulnerables, como menores, personas con discapacidad, indígenas y afrodescendientes,

El otro objetivo claro de Victoria es la Ley de Identidad de Género. Su aprobación supondría la posibilidad de contar con un carnet de identidad que refleje el género que la persona decide tener. “Eso nos evitaría, por ejemplo, problemas a la hora de ir a un banco, para el acceso al estudio, a la salud… Hoy en día, si acudo a un servicio público de salud, gritan mi nombre masculino frente a todo el mundo y las personas cuchichean y se burlan. Por eso nos vemos obligadas a buscar otros servicios en el sector privado”.

Tenemos que educar a las personas en el tema de la diversidad sexual, para vencer los prejuicios

Asimismo, Victoria subraya el papel que debe desempeñar la educación. Ella misma intenta aleccionar a los jóvenes, explicándoles las diferencias entre los distintos tipos de género y la importancia del respeto a la dignidad. “Tenemos que educar a las personas en el tema de la diversidad sexual, para vencer los prejuicios. Y tan importante como hablarles es escucharles. Se genera un diálogo en el que los jóvenes expresan sus sentimientos. Se atreven incluso a confesar que han sido machistas. No es extraño escuchar muchos testimonios de chicos que se alejaban de cualquier expresión LGTBI por miedo al qué dirán los demás. Pero después de estas charlas se dan cuenta de que los derechos humanos son inviolables y que el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Victoria también se reúne con otras chicas trans en espacios de conversación y apoyo mutuo. Atienden a las víctimas de agresiones y a otras chicas que adquieren enfermedades de transmisión sexual. Su labor es incansable, pero su reto es prepararse más. Por eso también cursa el último año de bachillerato, el cual se vio obligada a abandonar a los 17 años por la discriminación que sufrió: “No podía llevar el pelo largo, ni cualquier rasgo femenino, ni ropa ajustada, ni las cejas depiladas. Era una represión constante”.

A Victoria le gustaría graduarse de la carrera de Periodismo, algo que solo una chica trans en Honduras ha conseguido con anterioridad. Expresiva y comunicadora, Victoria ya ha participado en varios programas de televisión, y cree que los medios le pueden ayudar a difundir su ideario. “Estoy segura de que la igualdad llegará y las nuevas generaciones disfrutarán de un mundo sin crímenes de odio. Porque lo único que queremos es vivir con libertad, como cualquier otra persona”.

Periodista y realizador audiovisual, con especialidad en etnografía y desarrollo. Ha trabajado en medios como la Agencia EFE y en instituciones de cooperación internacional. Autor de diversos libros y documentales sobre la realidad social y cultural de Centroamérica.

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