‘Del otro lado’, la película de la reconciliación colombiana

Iván Guarnizo quiso conocer al guerrillero de las FARC que tuvo a su madre secuestrada en la selva casi dos años. Y le dio un abrazo.

Iván Guarnizo y Güérima, el exguerrillero que secuestró a su madre, en la película colombiana 'Del otro lado'. GUSANO FILMS
Iván Guarnizo y Güérima, el exguerrillero que secuestró a su madre, en la película colombiana 'Del otro lado'. GUSANO FILMS

Después de una larga ruta festivalera, que arrancó en Málaga y ahora recala en L'Alternativa de Barcelona —cuya 27ª edición se desarrollará del 15 de noviembre al 5 de diciembre—, Del otro lado por fin se estrenó en Colombia, donde tuvo su gran premiere en el Festival de Bogotá, seguida de un encuentro con el público al que asistieron el director de la película, Iván Guarnizo; el guerrillero que mantuvo cautiva a su madre durante 603 días en la selva, Güérima; y el mismísimo expresidente Juan Manuel Santos, Premio Nobel de la Paz por lograr que las FARC depusieran las armas el 24 de noviembre de 2016, después de más de medio siglo de lucha, en una ceremonia que aparece en el documental. Para entonces, Beatriz Echeverry, la madre de Guarnizo, que fue secuestrada el 6 de abril de 2004 junto a su primo Julio Arango, ya había fallecido.

En un principio, Guarnizo no podía sentir más que rabia por los captores, pero los diarios que su madre mantuvo durante su cautiverio selvático le llevaron a comprender que la relación entre Echeverry y Güérima había sido de afecto maternofilial prácticamente desde el primer día, aunque no por ello su vida había dejado de estar en peligro constante, privada de libertad y soportando condiciones insalubres, amén de no saber nada de los suyos. Del otro lado documenta, paso a paso, el largo proceso de la rabia al perdón, un modelo que podría acabar contagiando a una población harta de décadas de violencia. Como otros muchos colombianos, el cineasta y montador Iván Guarnizo vive en Barcelona desde hace ya como 20 años, espera a que algo cambie en su país —donde la guerra sigue por otros frentes— y no es optimista. Pero tampoco pierde la esperanza.

- ¿Te viniste a España porque ya no podías más de tanta violencia?

- Sí. Vine a estudiar, pero luego me di cuenta de que no quería volver, porque en los noventa, Colombia era una pesadilla absoluta. La guerra contra las FARC duraba desde 1964, y entonces estaba en uno de sus peores momentos, porque a partir de los años ochenta se había podrido más con el narcotráfico. La sensación de inseguridad en todos los lados era insoportable. Estudié en San Antonio de los Baños (Cuba), luego intenté quedarme en Nueva York, pero era impagable, y luego me vine aquí, a estudiar en la escuela donde daba clases [el cineasta español] José Luis Guerín. A mi madre la secuestraron cuando yo ya llevaba cuatro años en Barcelona.

- A tu madre la secuestran durante un viaje en lancha, cuando iba a visitar a unos parientes. Fue terrible, pero al menos tuviste suerte de que cayera en manos de un tipo como Güérima, con el que conecta desde el primer día, ¿no crees?

- Claro, aunque obviamente durante el secuestro jamás pensé que tuviésemos buena suerte, porque no lo sabíamos. Y la incertidumbre, aunque sea un tópico, es lo peor. Estuvimos 12 meses sin saber nada de ella. Ni siquiera hubo otra llamada de las FARC, más allá de la primera en la que nos pidieron un millón de dólares de rescate, que no podíamos pagar. Creían que era rica, aunque, honestamente, en esa época, en Colombia no solo secuestraban a políticos, sino a todo tipo de gente, y el secuestro se convirtió en una suerte de trauma nacional.

El cineasta colombiano Iván Guarnizo, hablando por teléfono, en 'Del otro lado'. GUSANO FILMS
El cineasta colombiano Iván Guarnizo, hablando por teléfono, en una escena de la película documental 'Del otro lado'. GUSANO FILMS

- Pero en una guerra suceden muchas cosas terribles, ¿no?

- Por supuesto, hubo desapariciones, desplazamientos, muchas cosas… Pero el secuestro se convirtió en algo muy mediático, en parte porque muchos secuestrados eran familia de los propietarios de los noticieros… Y luego, el gran error de las FARC, a mediados de los noventa, fue aceptar el secuestro como medio de financiación para la Revolución.

- Pero antes también secuestraban.

- Sí, pero sólo a políticos importantes con fines ideológicos o propagandísticos, y se financiaban de manera muy precaria, atracando bancos y esas cosas, mientras que, más o menos en el 96, las propias FARC sacaron una ley, que llamaron la Ley 002, con la que autorizaban toda la clase de secuestros. Hasta entonces incluso buena parte de la clase media apoyaba a las FARC, porque los veían como una cosa idealista revolucionaria. Pero luego, como cualquier persona podía ser víctima de lo que llamaban retenciones, que no eran otra cosa que secuestros extorsivos, su popularidad cayó en picado.

- ¿Fue entonces cuando el narco entró en juego?

- Sí, antes la hoja de coca se cultivaba en Bolivia y Perú, los  grandes carteles de Pablo Escobar y Rodríguez Gacha solo tenían los laboratorios en Colombia. Pero las FARC empezaron a cobrar el gramaje, un impuesto sobre la hoja de coca, y aceptaron que se cultivara en Colombia. Ese flujo de dólares hizo que las fuerzas de las FARC se multiplicaran. En las zonas donde había más narcos, se secuestraba menos, y al revés. A mi mamá la secuestraron en una zona en la que ese año solo hubo dos secuestros, el suyo y el de su primo, mientras que, en otras partes del país, se secuestraban 600 ó 700 personas al año.

Beatriz Echeverry, la madre de Iván Guarnizo, director de 'Del otro lado'. GUSANO FILMS
Beatriz Echeverry, la madre de Iván Guarnizo, director de 'Del otro lado'. GUSANO FILMS

- Eso sí que es mala suerte.

- Alguien la vendió. Cuando las FARC les paró la lancha, la llamaron por su nombre, igual que a su primo. Antes del viaje, alguien, que tenía que ser cercano a la familia, les vendió la idea de que una señora millonaria estaba yendo para ahí. Es curioso, porque tuvo que ser por dinero, y creemos que esas cosas no se cobran hasta que se cobra el rescate, y esa persona tenía que saber que no podíamos pagar un millón de dólares. Así que esa persona nunca cobró, y a ella no la soltaron hasta que se dieron cuenta de que nunca podríamos pagar esa cantidad. Mi madre tuvo suerte de ir a parar a manos de Güérima, pero me gusta pensar que para ellos también fue una suerte conocer a mi madre. Él tenía una humanidad muy potente, ella sabía responder con amor y con cuidados. Fue una suerte mutua.

- Imagino que no llegaste de la noche a la mañana a esa conclusión, que te costó perdonar a Güérima, y todo lo que representaba, ¿cómo fue ese proceso?

- Al principio, cuando liberaron a mi madre, sentí euforia por volver a verla y saber que estaba viva. Luego, poco a poco, vino la rabia, porque mi mamá sufrió las consecuencias del secuestro. Estuvo enferma del riñón durante el secuestro, luego tuvo cáncer de riñón y finalmente murió en 2012. El secuestro dinamitó nuestras vidas. Mi relación se fue a la mierda, la de mi hermano se fue a la mierda. Mi vida cambió de manera radical, y me quedó como una esquirla…

- Muy buena, por cierto, Esquirlas, que también está en L'Alternativa. No sé si la has visto...

- Sí, me encanta. Además, el sonidista es muy amigo mío. Pero, como decía, me quedó como una esquirla, que se empezaba como a infectar. Entonces ya filmaba, pero sin pensar en hacer una película, solo para no estar tumbado en la cama llorando. Lo increíble fue que, un mes antes de morir ella, se anunciaron los diálogos de paz de manera tan inesperada. Ahí me dijo que había perdonado, y fue cuando me di cuenta de mi rabia. Cuando empezaron los diálogos de paz, se habló mucho de la justicia transicional, según la cual no se podía aplicar la misma justicia a los guerrilleros que a los delincuentes comunes, puesto que habían llegado a un acuerdo. No se estaban rindiendo. Se hablaba de penas alternativas, y yo me pregunté si me servía de algo que metieran al secuestrador de mi mamá 30 años en la cárcel, y la respuesta fue no. No, no me sirve de nada.

- Entonces todavía no habías leído los diarios en los que relata el día a día de su secuestro, y su relación de afecto con Güérima, ¿no?

- No, solo cuando se firmaron los acuerdos, en 2016. Empecé a leerlos para tratar de entenderla, preguntándome cómo había sido capaz de perdonar, y que tenía que hacer yo para hacer eso mismo. Y solo entonces fue cuando descubrí esa cercanía tan bestia entre ella y Güérima, de modo que el perdón me llegó cuando llegué a conocerla mejor, sus motivos y todo lo que había vivido en la selva: una vida muy contradictoria, porque el dolor y la desesperación no se los quitó nadie, pero al mismo tiempo vivió un apego maternofilial que fue correspondido.

Un mapa muestra el último rastro de la madre de Iván Guarnizo, en 'Del otro lado'. GUSANO FILMS
Un mapa muestra el último rastro de la madre de Iván Guarnizo, en la película 'Del otro lado'. GUSANO FILMS

- ¿Cómo es que decidiste rehacer el mismo viaje que tu madre?

- Los diarios abrieron esa puerta, y deliberadamente los fui leyendo mientras hacíamos el viaje, aunque solo hicimos 400 kilómetros, muy poco en comparación. Llegó un punto en el que no pudimos seguir río arriba, porque todavía quedan las disidencias, una pequeña parte de las FARC que no firmó los acuerdos. Nosotros creíamos que estaban 300 kilómetros selva adentro, pero ahí nos dicen que no, que están al lado. De hecho, a día de hoy, no hubiéramos podido hacer ni el principio del viaje, porque ya están muy cerca.

- ¿Ha crecido mucho esa FARC disidente?

- Más que crecer, ha ido ganando parte del territorio que las FARC desocuparon. Hay muchos territorios en disputa, entre los disidentes, el ejército y los narcos, y por eso en los últimos dos años la violencia ha aumentado un montón. Todavía más con la entrada de los narcos mexicanos, como el de El Chapo, que son tan sanguinarios como Pablo Escobar en los años ochenta. La guerrilla al menos estaba imbricada en el territorio que controlaba, porque muchos de sus combatientes eran de la zona, pero en el sur se está dando una guerra con los carteles mexicanos que están matando a quien se ponga en su camino, hay masacres a cada rato.

- También mueren muchos exguerrilleros que dejaron las armas, ¿quién los mata?

- Se los carga la extrema derecha, creo. Los que eran los paramilitares. Los mata que no entienden que hayan podido cambiar de vida. Una vez guerrillero, siempre guerrillero. Cuando hicimos la película habían caído unos 180, y ahora deben de ser casi 300. Güérima lo dice en algún momento: “Antes estaba armado, y ahora estoy armado de miedo”. También dice que no se arrepiente de nada, y eso que estuvo 20 años guerreando en la selva, con todo lo que eso implica.

Tráiler de la película documental 'Del otro lado', de Iván Guarnizo. YOUTUBE

- En la presentación de la película en el Festival de Bogotá, Güérima dice que se apuntó a la guerrilla porque “en Colombia por pensar distinto te matan”.

- En los ochenta, a cualquiera que fuera de izquierdas se le etiquetaba de guerrillero. A mi propio padre también le etiquetaron de guerrillero solo porque había leído a Marx, y solo era un burgués que bebía cuando salía con sus amigos. En este proceso, me di cuenta de que había rehumanizado al guerrillero, porque siempre nos dijeron que solo les faltaban pezuñas y oler a azufre. Cuando deshumanizas a alguien, te da igual que lo maten como a un perro. Después de conocer a Güérima, me pregunté si no habría otros como él en la guerrilla. Aunque hubiera habido sádicos, como en el ejército, no todos debían serlo.

- En la misma presentación, hay un poco de tensión entre el expresidente Santos y Güérima, sobre todo al principio, pero luego la cosa se relaja, ¿no te pareció?

- Sí, cuando los del festival nos propusieron que Güérima se sentara con Santos y conmigo, le llamé y le dije: “Esto puede ser muy bueno, o muy malo”. Hubo un momento en el que Santos le dice a Güérima: “Mi primera acción militar como ministro de defensa fue matar a su jefe”, que era Negro Acacio. Güérima le responde: “Si yo hubiera estado, no hubiera pasado”. Pero luego todo se arregla, y Güérima quedó muy satisfecho con Santos.

- Santos estuvo bien cuando dijo algo así como “los que lo han pasado peor en la guerra son más generosos con el proceso de paz que los que menos lo han sufrido”, ¿no te parece significativo?

- Sí, total. Para que veas en 2016, hubo un plebiscito por la paz, y salió el ‘no’ a los acuerdos de paz, por muy poco, aunque luego se volvieron a sentar en la mesa, y ya lo pasaron directamente por el Congreso, sin plebiscito, por miedo a que volviera a suceder. Y eso la derecha colombiana nunca lo ha perdonado. Lo significativo es que, en algunas partes del campo, como Bojayá, donde las FARC cometieron una masacre, ganó el ‘sí’ por abrumadora mayoría. Y eso que en Bojayá mataron a 80 personas refugiadas en la iglesia, entre ellas mujeres y niños, con unos misiles caseros propulsados con gas butano y rellenos de dinamita. En otros lugares como ese hubo más de 90% a favor del ‘sí’, mientras que en ciudades como Bogotá y Medellín, que apenas habían sufrido la guerra, salió un 60% de ‘no’.

Iván Guarnizo y su hermano Papeto, en la selva colombiana, en una escena de 'Del otro lado'. GUSANO FILMS
Iván Guarnizo y su hermano Papeto, en la selva colombiana, en una escena de 'Del otro lado'. GUSANO FILMS

- Es curioso que Santos, un tipo de derechas, fuese quien llegase a un acuerdo con las FARC. 

- Sí, traicionó a Uribe, que es el presidente más de derechas que hemos tenido. Para la extrema derecha, que es la de Uribe, Santos es un traidor. Y luego vino Iván Duque, que es un títere de Uribe. En las próximas elecciones, es muy probable que gane el candidato de la izquierda Gustavo Petro, porque Duque pasará a la historia como nuestro peor presidente.

No quería dejar de comentar lo de Las voces del secuestro, el programa radiofónico en el que los familiares lanzaban mensajes de ánimo a los secuestrados. ¿Bastante extraordinario, no?

- Sí, es el único país del mundo que ha tenido que generar un programa de radio para consolar a los secuestrados. Empezó a mediados de los noventa y ha seguido hasta hace poco. Al principio, la gente no podía llamar por teléfono, sino que tenían que personarse en la emisora, por lo que llegaban de todas partes de Colombia para hacer cola y hablar durante un minuto en la radio en directo, como 100 personas en una noche.

- Ahora que estamos en España, ¿ves concomitancias con lo de ETA? Pienso en el reencuentro entre Revilla y Urrosolo, que ya se llevaron “bien” durante el secuestro del primero.

- Está por ejemplo Carlos Martin Beristain, que es el comisionado de paz para el exilio colombiano, y fue el que activó los encuentros entre etarras y víctimas, a través del GAC (Grupo de Acción Comunitaria). Al principio eran encuentros entre presos y víctimas sin ninguna conexión, luego vinieron otros como el de Revilla, y en ese momento fue cuando justamente yo estaba pensando si iba a ser capaz de sentarme con Güérima. Por otro lado, tampoco se puede comparar, ya que las víctimas de ETA no llegan a mil, mientras que, en Colombia, a lo largo de 50 años, hubo más de 200.000 muertos, más 100.000 desaparecidos, seis millones de desplazados y dos de exiliados. En un país de 50 millones de personas es una locura. Y eso que se trata de una guerra olvidada, que nunca salía en las noticias.

- Solo se habla de los narcos, ¿verdad?

- Sí, y eso sólo es un aspecto más de la guerra colombiana. El narco medró gracias a la guerra, y al consumo de Estados Unidos y de España, que es el mayor consumidor de coca de Europa. Sin eso, el narco sería imposible.

En 'Del otro lado', Iván Guarnizo reconstruye el viaje en lancha de su madre por Colombia. GUSANO FILMS
En 'Del otro lado', Iván Guarnizo reconstruye el viaje en lancha de su madre por Colombia. GUSANO FILMS

- ¿Cómo ves el futuro de Colombia?

- Tengo un pesimismo importante, porque sé que los cambios no van a venir con un nuevo presidente. Tienen que venir de la sociedad civil, que podría llegar a encontrar caminos como el mío, que llegué al perdón, y más tarde a la reconciliación, cuando logré socializar mi dolor —somos muy egoístas, y solemos creer que nuestro dolor es solo nuestro—. Pero luego me di cuenta de que era algo más colectivo.

- ¿Cómo ha sido la recepción de la película en tu país?

- Tenía miedo de que pasara desapercibida, por la pandemia, pero ha sido lo contrario. La película se estrenó en el festival, y luego seguimos en salas, con las entradas agotadas. El Tiempo, que es el diario más importante de Colombia, nos sacó a página completa con un artículo muy bonito. Incluso un locutor radial, muy institucionalista, Julio Sánchez Cristo, también la ha elogiado. Ha habido mensajes de Ingrid Betancourt, y de toda clase de personalidades. Desde el 14 de octubre he ido a 17 presentaciones por Colombia, y pasaron cosas que solo pueden darse en una sala de cine. Fue como una catarsis colectiva. Al final de la proyección, en vez de preguntar, levantaban la mano y contaban su historia en relación con el conflicto. Estaban todos muy afectados, llorando, y contaban cosas como “a mi papá lo mataron los paramilitares, no he hablado nunca de esto con mi familia, y voy a hacerlo”. Eso fue en Cali. En Bogotá, uno dijo: “Me voy a pedirle perdón a mi mamá ahora mismo”. Incluso una pariente mía, muy de derechas, de familia militar, se acercó a Güérima y le dijo: “Llevo 14 años con ganas de picarlo, escupirle y pisotearle, y ahora lo que tengo ganas es de abrazarle, y decirle que le he perdonado”. Pasaron muchas cosas así. No me esperaba ese efecto, y eso es de lejos lo que más me ha gustado. No quiero parecer pedante, cada caso es distinto, pero lo que puedo decirle a la gente es que el perdón es sublime, que a partir del momento en el que perdoné, me convertí en mejor persona.

Periodista cultural especializado en cine y literatura. Fue redactor de la revista Fotogramas durante 17 años. Ahora colabora regularmente con medios como La Vanguardia, El Mundo, Cinemanía o Sofilm, entre otros. Ha comisariado la exposición Suburbia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

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