Artes

Basuritas Discos, arqueología musical desde México

Julián Huerta es un cazador de sonidos ignotos: los busca por todo el país y los comparte en su tienda, un antiguo puesto de tacos.

Ciudad de México
Julián Huerta, el arqueólogo musical al frente de Basuritas Discos. ELENA CANTÓN/FOTO: PANCHITA AR

Todo aquel que cruza la esquina de la calle Dr Lavista con la avenida Cuauhtémoc, un punto del centro de Ciudad de México en el que confluyen las colonias de Roma y Doctores, se transforma en escucha involuntario de la música que proviene de un viejo puesto de tacos. Es la tienda de Basuritas Discos, alias del DJ Julián Huerta, todo un arqueólogo musical dedicado a rescatar los sonidos más ignotos. 

Las canciones flotan en el aire, los funcionarios judiciales de la zona aceleran el paso, los músicos callejeros se suman y los melómanos curiosos no pueden evitar detenerse para echar un vistazo a los álbumes de vinilo que atestan el puesto de Julián, un apasionado por la música desde niño que a principios de los dosmiles empezó a involucrarse en grupos locales de garage y surf instrumental. “Yo usaba el sampler, grabábamos fragmentos de películas con caseteras, también captamos ambientes en la calle para las canciones”, cuenta Basuritas, quien agrega que tocar con bandas y crecer con ellas le dio “chance de conocer más”. Así se fue interesando por aquella música que se oculta “tras el rock y otras formas blancas”, sonidos producidos “con una lógica ajena” a la de esa industria que intenta acotar los gustos del mercado.

En paralelo a su participación en Sonido Gallo Negro y La Redada, grupos que contribuyeron a valorar el rol de Ciudad de México dentro de la música latina, Basuritas comenzó a buscar viejos discos y canciones, a menudo hallados en tianguis, los característicos mercados mexicanos al aire libre. Y también empezó a grabar a artistas de dentro y fuera de la capital: desde músicos sin hogar a campesinos de pueblos aislados que tocan por pura afición. “Me fijo mucho en los músicos menos convencionales. Hay artistas que tienen un ingenio distinto, que los hace más auténticos, eso es en lo que me fijo”, cuenta Julián, con el que hablamos sobre sus expediciones en busca de los sonidos que despiertan su interés.

Antes de que la entrevista comience, Basuritas destaca el trabajo que se está realizando en la Fonoteca Nacional de México sobre archivos inéditos de grabaciones realizadas por el etnomusicólogo de origen estadounidense Raúl Hellmer, una de las figuras que más trabajó por la preservación de la música autóctona mexicana.

- ¿Cómo te acercaste a las grabaciones de campo?

- Buscar discos me llevó a conocer grabaciones de campo, no solo de México, sino del resto del mundo. La industria nos vendió el rock y otras formas blancas, pero creo que, buscando, hay más músicas todavía escondidas.

- Es paradójico que los discos de grabaciones de campo no son tan buscados, pero sí los de rock que tuvieron esa mezcla de elementos indígenas.

- La gente que está buscando discos con la intención de revender no están tan familiarizados con esa música, lo que se cotizó es algo pasteurizado. Si revisamos un poco la historia de los discos en México, aristas como Jorge Reyes, Luis Pérez, Antonio Zepeda, Grupo Tribu... mucha gente ya había hecho esa mezcla de instrumentaciones. En los ochenta, Víctor Fosado fue un músico que viajaba por México, compraba artesanías en los pueblos y los vendía en su café aquí, construyó instrumentos e investigó su historia.

- Supongo que no hay una ruta fija para conseguir grabar a un músico no convencional, se trata de un recorrido azaroso...

- Es complicado de encontrar, pero en México y en todas partes del mundo hay gente que hace música de formas muy naturales. La gente logra mantener ciertas costumbres y usos que encuentro muy interesantes. Por ejemplo, hice unas grabaciones entre Costa Chica y Guerrero, donde hay una comunidad afromexicana, eso me llevó a visitar varios pueblos.

- Llegar a un lugar desconocido y preguntar por la música debe de requerir su práctica...

- Voy preguntando si conocen a músicos que andan por ahí. Muchas veces no tienes que preguntar: vas a la iglesia y se ponen a tocar música superbonita, que habla sobre cómo conciben a Dios y lo interpretan en su lengua con un sentimiento distinto. Muchos se dedican a la música y otros son campesinos que tocan. Tú te vas moviendo y las formas de expresión van cambiando.

- Esa idea del músico campesino suena opuesta al ego del músico profesional.

- En la ciudad se ha moldeado la música como una carrera, pero eso no tiene nada que ver con lo que es hacer música. Muchas personas tienen la única intención de tocar porque les gusta expresarse, otros pueden presentarse en una boda, y hay quienes solo tocan en su casa, no tienen el oficio de cobrar por tocar. Cuando vas a estos pueblos, te das cuenta de que han ido creando mucha música de forma natural a lo largo de las generaciones. Por ejemplo, cuando escuché por primera vez un rosario interpretado por músicos locales, con trompetas, saxofones y trombón, quedé maravillado, extasiado. Era como escuchar a Sun Ra, lograban comunicarse con el lenguaje universal que es la música.

El puesto de Basuritas Discos en Ciudad de México. CORTESÍA

- ¿Te tratan de loco llegando a un pueblo a buscar a música?

- Claro, obviamente, han de pensar: “¿No tiene algo mejor que hacer? Seguro, pero cada loco con su tema.

- ¿Cómo comenzaste a grabar a músicos callejeros?

- En 2016, le propuse a la revista Mi valedor, creada por María Portilla con la idea de acercarse a personas en situación de calle, hacer un CD con música. El tema eran los sonidos de la urbe, y muchos de los músicos que grabé vivían en la calle y otros no, pero todos se expresaban allí. A pesar de que vivimos en una ciudad con millones de habitantes, si recorres varias partes, no solo el centro, sino la periferia, encuentras a gente que se dedica a tocar todo tipo de música y en todo tipo de lugares. Muchos ejecutan los clásicos bonitos, pero es más complicado encontrar al que no cumple el criterio y enfrenta la música desde otra manera.

- Esos músicos siempre están en lucha contra la gente que los rechaza...

- Hoy el trabajo como músico se valora muy poco aquí, sobre todo cuando no eres reconocido. A la gente no le importan estos músicos, no los ven como a esas estrellas por las que podrían pagar 100 ó 250 dólares en un festival de una cerveza. El criterio ha llegado a ese punto ridículo. En otras civilizaciones, la música ha sido muy valorada para diferentes usos y en diferentes contextos, pero la irracionalidad en la que vivimos de idolatrar lo artificial favorece toda esa manera de vender.

- Me imagino que son diferentes las formas de abordar a un músico que está en situación de calle que a uno que no lo está.

- Para contactar a un profesional, primero tienes que hablar con su manager. Aquí la labor es diferente, más directa, ya que en muchas ocasiones lo que le importa al músico es esa canción que está interpretando en ese momento y ya.

Periodista musical. Ha colaborado en medios como Vice, La Jornada, The Wire y Sounds and Colours.