La cara B del auge del vinilo

Las ventas de discos de vinilo no paran de aumentar. ¿Las contrapartidas? Fábricas saturadas, retrasos y marginación de artistas y sellos pequeños.

ALBERTO HERNÁNDEZ MEDINA
ALBERTO HERNÁNDEZ MEDINA

El año pasado, con la pandemia ya bastante avanzada, de pronto se me ocurrió que llevaba meses sin gastar dinero en conciertos. En un arranque de fan comprometida, decidí comprarme los discos que más me habían gustado en lo que iba de 2020 (antes del coronavirus, eso era algo que solía hacer en los propios conciertos si el grupo me gustaba). Los compré en vinilo por eso de tener un objeto más bonito que un CD, aunque luego, para horror de los puristas, casi siempre opte por escucharlos en Spotify.

Los datos de ventas de vinilos del año pasado muestran que no solo yo tuve esa idea: según un informe de la RIAA, la asociación de discográficas de Estados Unidos, en 2020 las ventas en ese formato aumentaron un 29,2 %. En España se sigue la misma tendencia, con un aumento del 23 % de las ventas de discos en vinilo, según datos de Promusicae. “Todos los años ha habido un incremento de la demanda, que era más o menos previsible por la tendencia al alza de los últimos 10-15 años”, explica Alain Consonni, fundador de Press Play Vinyl, una de las tres fábricas de vinilos que hay en España. Sin embargo, el pico de los últimos meses ha pulverizado la media de los años anteriores, creando “una situación de exceso de demanda y escasez de oferta que nos ha costado meses atajar”.

Esa situación que señala Consonni es la cara B del bum del formato. En otros negocios, un aumento en la demanda significa simplemente que hay que producir más. La oferta se pone al nivel de ese pico y todos contentos. En el caso de los discos de vinilo, sin embargo, no es tan fácil: quedan muy pocas fábricas grandes en el mundo. Las que han abierto en los últimos años, como Press Play Vinyl, en funcionamiento desde 2019, son más pequeñas. En Europa, por ejemplo, casi toda la producción se centraliza en GZ Media, una macroplanta situada en la República Checa. Hasta arriba de pedidos de discográficas grandes y pequeñas, los plazos de entrega de los discos de vinilo son cada vez más amplios y no siempre se cumplen. Ya no es extraño que la fecha de lanzamiento de un disco sea una y la de ese mismo disco en formato vinilo sea otra más tardía.

Snap! Clap! Club es un sello independiente nacido en 2011 en Barcelona. Cuando empezaron, los plazos de los vinilos estaban por las seis semanas, algo con lo que podían trabajar bien, cuenta Dani Cantó, uno de sus cofundadores. En ese momento, los que editaban en vinilo eran principalmente sellos como ellos, pequeños e independientes. La entrada de las grandes discográficas empezó a alterar el equilibrio. “Primero llegó el Record Store Day [el Día de las Tiendas de Discos, cuando suelen salir ediciones especiales limitadas], que supuso que de diciembre a marzo las fábricas estuviesen bloqueadas porque todo el mundo quería fabricar para abril”, explica Cantó. Aun así, con un poco de organización y evitando esas fechas, podían seguir editando en vinilo sin mucho problema.

Pero en 2020 llegó la locura. Al perder los ingresos de los directos y los festivales, las grandes majors se volcaron en los vinilos. “Hacen un poco que el Record Store Day sea todo el año”, dice Cantó. Además, en muchos casos no son discos nuevos. “Se ha disparado la reedición. Catálogos enteros de artistas. Cuando en vez de un disco haces seis, todos al mismo tiempo, cuando hay demanda además de ediciones especiales con libretos o vinilos en color, que son cambios de maquinaria, eso satura las fábricas”, añade. Y aquí no todos juegan al mismo nivel: las fábricas priorizan los pedidos más grandes (no todas, Consonni asegura que en Press Play Vinyl van por orden de llegada, que aunque están ampliando tampoco tienen maquinaria para hacer frente a grandes pedidos). Los sellos pequeños, los que ayudaron a mantener viva la llama del vinilo, se quedan los últimos de la fila. “A la gente que hemos estado fabricando 10 o más años se nos ha dejado totalmente atrás por intereses mercantiles. Al final se nos ha echado a la cuneta”, lamenta el cofundador de Snap! Clap! Club.

Elena Sestelo, que antes estaba al frente de la banda gallega When Nalda Became Punk, aprovechó el año pandémico para escribir el que será el disco debut de Tears To Go, su nuevo proyecto en solitario y autoeditado. Cuando se puso a buscar fábrica para la edición en vinilo, se encontró con la realidad de los plazos que ya le habían contado contactos del mundillo. “Yo entregué todo el material a la fábrica y pagué el 14 de mayo y me dieron fecha para el 27 de septiembre”, relata. Es decir, para cuatro meses después. Cuenta también que en todos los presupuestos dan un plazo, pero añaden que la empresa no se compromete a cumplirlo. “Y tú tienes que pagarlo todo antes. Desembolsas una pasta casi sin ninguna garantía y no puedes ni organizarte”, dice. De hecho, no ha dado una fecha de lanzamiento fija para el disco y lo deja como “otoño” por si acaso.

Intentar hacer coincidir la fecha en la que estarán disponibles los vinilos con el lanzamiento en digital es algo que también intentan hacer en Snap! Clap! Club, aunque Cantó explica que, si el plazo es muy amplio, al final “el disco lleva mucho tiempo hecho” y para los artistas pequeños es complicada la espera. “Además, el horizonte de seis meses no te lo comprometen, siempre puede haber retrasos”, añade. Sacar primero en digital y luego en vinilo no es una opción para los más pequeños. “El interés propio de los discos es muy corto. Una vez que sale en Spotify ya está. Si tú tienes los vinilos tres meses después, te los comes”, apunta. A una multinacional no le importa, pero para un sello o artista pequeño es perder todo el dinero de la inversión.

Discos de vinilo ALBERTO HERNÁNDEZ MEDINA

Precio e impacto medioambiental

En su búsqueda de fábricas y presupuestos para su disco, Elena Sestelo se planteó sacarlo solo en digital. Dani Cantó también dice que en Snap! Clap! Club están casi convencidos de dejar de editar en vinilo. Y esto aunque ellos en 2020 también se vieron beneficiados por el pico de demanda y vendieron más que nunca. “Tiene que haber también algo de responsabilidad por parte de todos, sobre todo a la hora de controlar el plástico que fabricamos. Creo que no nos estamos planteando la carga ecológica de la cultura que tenemos. Por más que comprar cultura sea algo que debemos y que tenemos que hacer, los formatos son plástico y afectan”, reflexiona Cantó.

Las fábricas de vinilo están también intentando rebajar su impacto medioambiental. Desde Press Play Vinyl, Alain Consonni enumera las medidas que toman: “Contratamos nuestra electricidad a comercializadoras que ofrecen energía renovable, utilizamos circuitos cerrados de agua y vapor para no derrochar más que un poco por evaporación, colaboramos con imprentas que utilizan tintas veganas y cartonaje sostenible (reciclado en algunos casos y siempre reciclable), reciclamos absolutamente todo el plástico y cartón que se genera durante la fabricación y empaquetado de discos y en la medida de lo posible animamos a nuestros clientes a no retractilar sus discos y optar por soluciones como el polybag reutilizable”.

Luego está el precio. El PVC, la materia prima de los vinilos, es cada vez más cara y los márgenes con los que funcionan muchas veces las grandes discográficas son muy amplios. “El tema del precio es muy bestia. Cuando las cosas son muy caras, tanto vinilos como conciertos —y ahora los conciertos están en precios prohibitivos—, y tenemos una generación de gente sin trabajo o precarios, nos estamos levantando una puerta blindada para generaciones que vienen. A la larga es cargarnos el público”, denuncia Cantó.

Esto no significa dejarlo todo en manos de Spotify, que bien sabemos que tiene sus problemas (también de impacto medioambiental), sino buscar alternativas. “Si tu público no puede comprar un vinilo, por qué no un fanzine, un casete, objetos. Lo que la gente quiere es apoyar tu música y tener algo a cambio”, dice Cantó. “La idea es intentar generar algo que sea bonito, que no sea en serie y que intente impactar lo mínimo en el medioambiente”.

Eso desde el punto de vista de quien crea y fabrica. ¿Debemos los consumidores dejar de comprar vinilos? No necesariamente, pero quizá sí pensar algo más en quién lo lanza, en si el dinero va a un artista o sello independiente o a una gran corporación. Cantó lo resume en intentar apoyar lo local, sin que eso suponga dejar de consumir lo extranjero: “Apoyar a un artista local e independiente comprando su vinilo o algún otro producto lo que marca es que sacar discos a ese grupo merece la pena. Y a veces eso marca la diferencia y ayuda a que un sello independiente con ideas diferentes siga adelante, que piense que pueden seguir sacando cosas porque la gente los apoya”.

Periodista. Colaboradora de medios como El País y Archiletras. Cofundadora del medio digital de tendencias Disquecool.

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