Ricardo Silva Romero, desde el más allá con humor

El escritor colombiano, “un optimista sobre la base del horror”, narra las vidas de ocho personajes unidos por la muerte en ‘Zoológico humano’.

El escritor colombiano Ricardo Silva Romero, autor de 'Zoológico humano'. CORTESÍA
El escritor colombiano Ricardo Silva Romero, autor de 'Zoológico humano'. CORTESÍA

Hay un concepto de Platón que dice que la vida es sueño y morir, el despertar, de lo que puede deducirse que solo los muertos podrían narrar la verdadera historia. A partir de tan rica premisa y del personaje de un escritor muerto en jocosas circunstancias, el novelista colombiano Ricardo Silva Romero nos presenta su último gran proyecto literario, Zoológico humano (Alfaguara, 2022), incluido en la colección internacional Mapa de las Lenguas.

Se trata de todo un golpe en la mesa: una propuesta de gran novela (¿americana?, ¿latinoamericana?) en la que además el autor despliega un grandísimo abanico de recursos humorísticos, incluyendo toques de pervertida metaficción. El protagonista, Simón, encadena una desgracia tras otra (huérfano, divorciado, fracasado, sus novelas robadas por un hacker) y muere justo cuando conoce a una mujer paseadora de perros que le da ganas de vivir.

A partir de la defunción de Simón, conocemos las historias de una monja colombiana del siglo XVII, un sepulturero portugués que presenció la destrucción de Lisboa en un terremoto, un soldado alemán de la Primera Guerra Mundial, un astronauta que tiene una experiencia mística, una joven aliada de Alejandro Dumas, una rockera en el delirio de la fama de los ochenta y vidas futuras como la de una maestra china en un mundo en combate contra las máquinas.

Zoológico humano evidencia las dotes narrativas de Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975), un autor omnívoro, ya que ha tratado tanto con la poesía como con el ensayo, el cuento infantil, las novelas al uso y proyectos monumentales como el de esta ocasión. Entre su obra publicada destacan Walkman (2004), que noveliza nueve días de su vida; El hombre de los mil nombres (2006), que recorre la vida del cineasta Lester Brown; o su biografía sobre Woody Allen, que apunta visiones sobre el humor que comparten los dos autores. Quedamos pues para charlar tras el dantesco viaje que supone asomarse a su última novela.

- ¿Cuál es el origen de Zoológico humano?

- Yo tenía desde hacía unos años la idea de escribir una novela en la que a ocho personajes de ocho culturas y ocho momentos les sucediera una misma cosa al mismo tiempo, lo cual sonaba a ciencia ficción o fantasía… algo lejano a mis instintos. Pero cuando murió mi padre, en 2016, en los funerales me hablaron de un libro de un neurólogo, La prueba del cielo (2012), de Eben Alexander, que ha estado en los estantes de literatura de autoayuda durante años, pero que realmente fue escrito por un científico incrédulo que experimenta morir y regresar al cuerpo.

Leí el libro, pasó el tiempo, escribí alguna otra novela como Río muerto (2020), y cuando empecé a organizar la biblioteca de mi padre encontré un libro que se llama La vida después de la vida, que reúne testimonios de gente que murió y regresó, también desde el punto de vista de un científico. Pensé que eso era lo que les podía suceder a los ocho personajes al mismo tiempo. ¿Por qué al mismo tiempo? Porque la experiencia del tiempo sucede dentro del cuerpo: es el cuerpo el que envejece, cuando se está fuera del cuerpo se está fuera del tiempo. 

- ¿Y cuándo empezó a escribir la novela?

- En 2019, ya resuelto el luto y dispuesto a contar la historia de las ocho experiencias. Tenía un final que eran las protestas sociales de ese año en Colombia, particularmente ingeniosas como caceroladas o cantos. Ese era mi final, pero vino la pandemia y el final se movió en esa dirección. Me di cuenta de que la novela ya remitía a pestes, plagas y momentos semejantes a lo que sucedía. Lo otro que le entregó al libro la pandemia fue una ironía respecto al título. Originalmente hacía referencia a los museos humanos europeos, pero en la pandemia eso parecía sucedernos a todos. Uno estaba encerrado y veía animales recorriendo las ciudades y las calles. Éramos nosotros los que estábamos en jaulas con caras asustadas.

- Iba a preguntarle por influencias como La divina comedia de Dante o El Atlas de las nubes de David Mitchell, pero a lo mejor tenían más peso esos dos libros sobre la muerte que mencionaba antes…

- Tienes razón, también eso era un referente. El libro asume de igual modo que la vida más allá sucede y a mí me han gustado mucho las películas de vida en el cielo, que son usualmente sátiras de la vida en la tierra, como Visa al paraíso (1991), de Albert Brooks, la de El cielo puede esperar en sus dos versiones (1978, 2001)… Esas historias holísticas también eran un referente y hay una conclusión a la que se llega en Zoológico humano sobre el género de cada vida: si cada vida es trágica o cómica, resolviendo hacia el énfasis en lo cómico.

Portada del libro 'Zoológico humano', de Ricardo Silva Romero. ALFAGUARA

- ¿Qué importancia tiene para usted la comedia?

- El humor es la estrategia de todos los libros que he hecho, por más serios que parezcan. La novela empieza con una muerte por exceso de anestesia, no puede haber una defunción menos noble y más ridícula. Además, hay un personaje que se toma muy en serio la vida, pero la experiencia de la muerte le enseña que él no es un ser trágico, sino más bien cómico y mediocre, al que la vida indulta, le permite fracasar. Todos nos sentimos parte de un drama y hacemos lo posible por no sentirnos ridículos en el día a día, somos lo más serios que podemos, pero la realidad que se esconde es cómica.

- Me cuadra mucho que escribiera la biografía de Woody Allen.

- Hay una gran influencia de cómicos citados en la novela. Pero, sin duda, hay algunos de los detonantes de Woody Allen que están ahí, como ese descaro sobre la vida y la muerte.

- ¿Qué espera de su inclusión en la colección internacional Mapa de las Lenguas?

- Eventualmente, en mis años de escritura, algunos libros han llegado a otros países y otros fueron traducidos. En esta colección, ese viaje a las librerías de todas partes parece más organizado. Hay como una curaduría previa a la llegada a librerías que creo que estas agradecen; les sirve para presentar con más sencillez un libro concreto a sus lectores. Quiero que encuentren un libro escrito en español colombiano, desde Bogotá, escrito por un bogotano sobre un narrador bogotano, que, sin embargo, como pasa en el mundo entero, está habitado por todas las culturas del planeta en forma de todo el cine, libros, etc. Es lo que nos ha pasado a todos en los últimos años, que somos de nuestro país y de todas partes.

- Es un autor que ha escrito poesía, ensayo, novela, columna política… ¿Qué rol tiene para usted la escritura?

- La escritura para mí es un trabajo de oficina: con el paso de los años, he tratado de despojarla de trascendencias y ponerla en un lugar casi de servicio. Me parece que las redes sociales le recuerdan a uno esa parte del siglo XIX en que los autores se encontraban en la calle con los lectores, que les pedían nuevas historias o poemas como si fueran un trabajo más. Me gusta ese enfoque. Además de un oficio, la escritura tiene un beneficio extra para quien la practica, y es que sirve de terapia, para sujetarse, para ser villano de puertas para adentro y no hacer el mal de puertas hacia afuera.

Como lo veo como un oficio cualquiera, he trabajado en todos esos géneros que dices: fui poeta cuando no era ridículo, es decir, cuando no era calvo y era joven y podía declararme sin sonar idiota; fui ensayista; escribí guiones valorando el cine y la televisión al mismo nivel que la literatura, sin dejarme empujar a creer que la literatura está en la cabeza del organigrama de las ficciones. Los últimos años los he dedicado a las novelas y, ya viejo, he escrito sobre la política del país y del mundo en una columna que tengo en el periódico, otro modo de estar trabajando para los lectores. En resumen, me ha probado que mi trabajo es escribir lo que toque, aunque sean temas descabellados, porque es una terapia y un placer. Escribir me sirve para domar los pensamientos fatalistas y las ideas oscuras.

- Ha hablado de ser villano de puertas para adentro y de domar los pensamientos fatalistas. ¿Resulta que al final Ricardo es un pesimista?

- Soy un optimista sobre la base del horror. Parto del horror, pero quizás porque tengo dos hijos pequeños me fuerzo al optimismo. El humor lo hace a uno relativizar el fatalismo y la sensación de precipicio. Creo que Zoológico humano es una manera de volver más leve la muerte. El humor es la herramienta del que inevitablemente sabe que se van a reír de uno. Si uno se pone muy serio igual produce risa. Entonces, mejor producirla a propósito. Es una estrategia de la gente que intuye que la experiencia de la vida es fundamentalmente absurda.

Periodista, traductor y guionista. Autor del ensayo Panero y la antipsiquiatría (2017) y de las novelas Samskara (2019) y Díptico Espiritista (2022).

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