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Rafael Cadenas, el poeta sin huellas

El ganador del Premio Cervantes 2022 comparte su visión de la poesía en el que fuera su hogar profesional, la Escuela de Letras de Venezuela.

El poeta venezolano Rafael Cadenas, ganador del Premio Cervantes 2022. VASCO SZINETAR

¿Qué es la poesía? Es una pregunta que suele hacérsele a los poetas y para la cual hay cientos de respuestas que confluyen en conceptos como el amor de un escritor hacia la literatura, la palabra, la entrega, la belleza, el ritmo, el compromiso y otras variables que ubican al género en un sitial especial del pensamiento.

Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930) siempre ha tenido una forma muy peculiar de mirar ese arte y a sí mismo que a menudo no concuerda con lo que se espera. El pasado diciembre, hubo la oportunidad de comprobarlo durante la visita que el poeta hizo a la que fue su casa de estudios durante tantos años: la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV), ubicada en Caracas y conocida por varias generaciones de jóvenes como “La Casa que vence las sombras”. Y aunque en las últimas décadas las sombras se han posado sobre esta Alma Mater, ocasionalmente se producen despejes de nubes, como cuando Cadenas —que en 2022 obtuvo el Premio Cervantes, el galardón más importante de la literatura en habla hispana— volvió a caminar por sus queridos pasillos, de los que han salido talentosos escritores, muchos de los cuales hoy se encuentran dispersos por el mundo.   

Al hablar de cómo el mundo formal mira a la poesía, Cadenas compartió durante el encuentro en la UCV una de sus tantas anécdotas: “En una ocasión, la Embajada de Francia invitó a un grupo de poetas para una gira y tuvimos que llenar unas planillas, y me di cuenta de que en la planilla no podía poner poeta. En cambio, sí cumplían los requisitos otras categorías como músico o pintor. No sé si eso tiene que ver con un gran respeto a la poesía. Yo estaba con Eugenio Montejo y él me preguntaba ‘¿Qué pongo?’. Creo que finalmente acordamos poner profesor”.

De vuelta al recuerdo

Recibido por la directora de la Escuela de Letras, Florence Montero, y los profesores Rafael Castillo Zapata, Jorge Romero León y María Fernanda Palacios —exalumnos y ahora destacados escritores—, Cadenas imparte su charla en el Aula 201 del edificio de la Facultad de Humanidades, la cual durante décadas ha servido para recibir a varias generaciones de estudiantes interesados por la literatura.

Antes de sentarse nuevamente en la mesa de clases, con el pizarrón a sus espaldas, el escritor tiene que traspasar la barrera de admiradores que le piden que les firme algunos de sus libros. Jóvenes y amigos abarrotan el auditorio, esperando ansiosos las palabras de un poeta que tiene tras de sí toda una “cadena” de premios, entre los que figuran el Nacional de Literatura de Venezuela (1985), el de Literatura en Lenguas Romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2009) y el Federico García Lorca de Poesía (2016). Cadenas reconoce su miedo a estos compromisos y cuenta la gran sorpresa que supuso la llamada que recibió desde España anunciándole que era el ganador del Cervantes 2022. “Estoy fulminado”, dijo al enterarse de la noticia, y se sentó a disfrutar una copa de vino, según le cuenta al periodista Diego Arroyo Gil.

Para Cadenas, la UCV es su vida. El escritor graduó en la Escuela de Letras en 1962, después de haber iniciado los estudios de Derecho y de un exilo de cuatro años en Trinidad a causa de su militancia política. En 1963 entró como instructor en la cátedra de Literatura Inglesa y en 1968, como profesor titular. Junto a otros docentes, impulsó una renovación académica que se materializó en iniciativas como la creación de la cátedra de Literatura y Vida, dedicada al estudio de las imágenes literarias a través de los mitos y los arquetipos y cuyas lecturas dirigió Cadenas a partir de 1969. La suya fue una labor docente intensa, alimentada por una pasión literaria presente desde la adolescencia, cuando, en su natal Barquisimeto, Cadenas se reunía con el futuro escritor Salvador Garmendia para leer poemas en la Plaza Altagracia. Como cuenta el ensayista Antonio López Ortega, “en esos bancos, y bajo árboles centenarios, recitaba a Juan Ramón Jiménez o a Antonio Machado, pero también citaba de memoria versos del Mío Cid o del Cantar de los cantares, o murmuraba líneas de Andrés Eloy Blanco, para entonces el poeta venezolano más público”.

Recordando los años de Cadenas en la Escuela de Letras, Florence Montero destaca la honestidad, disciplina, pasión y humildad de un autor “discreto y profundamente reflexivo, diestro en el manejo de la palabra y el silencio,  mientras que la escritora y profesora María Fernanda Palacios, quien fue la primera persona a la que el poeta llamó cuando se enteró de que había resultado ganador del Cervantes, lee extractos de algunas entrevistas de revistas culturales de los años sesenta y setenta, cuando el autor publicaba sus primeros poemas. En una de ellas, con el amarillento papel alzado en las manos, Palacios recupera algunas preguntas y reflexiones de Cadenas:

- ¿Qué significa la poesía en la vida real de todos los días?

- Voy a contestar al revés. Primero qué significa la vida y luego qué lugar ocupa en ella la poesía. En su doble significado. Para mí la vida es el misterio del cual formamos parte, y por eso somos también el misterio. Nuestra esencia es el hecho de que vivimos; todo lo demás es secundario frente a este hecho máximo, hasta la poesía como creación. La poesía, el otro sentido, sería un estar a tono con la vida, abierto a ella, sensible a todo lo que va presentando, un vivir poético, sería un vivir moviéndose, con lo que fluye. Yo no sé si esto debe llamarse así o si al hacerlo complicamos las cosas. Acompañar la vida, ese es el asunto. 

- ¿Para qué sirve la poesía? 

- Posiblemente para justificarme, confesarme por penitencia, castigarme por mis trasgresiones, liberar fuerzas contrarias, en tensión, atemperar la aversión y la estima por mí mismo (…) Sacar a flote cargas que se tornan venenosas, con el andar de los días poder caminar todavía con cierto decoro, en una ciudad irremediable, conversar conmigo a solas en la oscuridad, permitirme ser reverente e irreverente…

En otra entrevista publicada en aquellos años en el diario El Nacional de Venezuela, respondiendo al filósofo y docente J. R. Guillent Pérez (1923-1989), expresaba: “La poesía pertenece a lo más íntimo, a lo más sagrado, a lo más tembloroso del hombre. No es asunto de frases bonitas, aunque eso hayan creído muchas personas, y también muchos poetas venezolanos”.

Un “ignorante radical

Iniciando su intervención con una pausa —como años atrás solía comenzar sus clases, las cuales entendía como conversaciones—, Cadenas mira al auditorio: “Bueno a mí me dijeron que me iba a reunir con un grupo, pero ya veo que no se trata de un grupo… La sala está llena. Voy a leer algunos poemas de mis dos libros: Sobre abierto y En torno a Basho y otros asuntos. Estos libros no se consiguen porque traerlos para Venezuela los haría costosos”.

Mientras ojea y selecciona sus poemas, levanta nuevamente la mirada sobre el auditorio y recuerda: “En una entrevista, de no sé cuál época, el titular decía: ‘Rafael Cadenas ignorante radical’, y yo podría seguir llamándome así”. 

Así comienza un encuentro de dos horas, entre frases, pensamientos y poemas, con la audiencia atenta a cada expresión. Solo el sonido indiscreto de algún celular o las risas del auditorio ante inesperadas definiciones del escritor interrumpen la charla.

Sobre huellas y poder

De pronto mientras caminamos
hablando irrumpe y nos rescata

(...)
¿Por qué no viste el pájaro
que volaba en tus ojos?

A pesar de tantos premios recibidos en su trayectoria literaria, la escritora María Fernanda Palacios destaca que Cadenas no solo ha dejado huella por sus premios y su extensa obra poética, sino también por su amor por la enseñanza y las extensas e intensas conversaciones con sus alumnos de la Escuela de las Letras. 

Hablando de huellas, y en alusión a una cátedra sobre Franz Kafka, Cadenas comparte una anécdota con los asistentes: “Hay una diferencia en dar un curso sobre Kafka y otro vivir el mundo de Kafka. Y eso nos pasó a Silvio [su hijo] y a mí porque tuvimos que ir a resolver un problema que tengo, poco significativo, y es que yo no tengo huellas [dactilares]. En el mundo de Kafka hicieron un problema de eso, y hemos tenido que ir varias veces a esas oficinas públicas sin que se haya resuelto todavía el inmenso problema de que yo [señalando el dedo pulgar al auditorio] no tengo huella. Es un mundo kafkiano pero modernizado, con celulares y aparatos de todas clase. Y, por cierto, en la oficina gubernamental había un inmenso retrato enorme y sonriente. ¿Cómo es que se llama el presidente? [Risas en el auditorio]. Bueno, yo, como casi todos ustedes, tengo una actitud crítica pero no ataco; no, una actitud sin odio”.

Aunque fue comunista durante su juventud, como gran parte de la intelectualidad venezolana forjada en los años cincuenta y sesenta, con el tiempo Cadenas se distanció de dicha ideología. En ese sentido, en 2020 declaró al diario El País: “El problema de toda ideología es que ya está hecha, lo cual traba el pensar libremente”. Su alejamiento del modelo socialista a la cubana aplicado por Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela lo ha dejado al margen de la poca actividad cultural que ha podido emanar desde la filas oficialistas en las últimas décadas. Un ejemplo ilustrativo: Maduro y su Gobierno no han contactado con Cadenas para fecilirtarle por el Premio Cervantes 2022, pese a que se trata del único venezolano que ha recibido este alto reconocimiento literario otorgado por el Ministerio de Cultura español. “No he recibido felicitación, ni la espero”, dice Cadenas. “Yo tengo un desacuerdo con el régimen, pero tampoco estoy participando en política”. En otras palabras: el poeta prefiere distanciarse del “lenguaje del poder”.

¿Qué hace aquí colgada de un fusil la palabra amor?

Los breves de Cadenas

El maestro Cadenas suelta expresiones cortas de su poesía y explica que son unos breves, aforismos en forma poética. “Los llamo trípticos”, dice.

Sol, un poco de humedad
y unos ojos mirando
hacen el arcoíris

*

Caminas entre escombros de ayer,
te restablece un atender,
honras así tu alrededor

*

En sucios charcos
también he visto
los colores del arcoíris

*

El pájaro carpintero
sigue horadando el árbol
aunque ya no existe

“Estamos llenos de algo que no vemos, que nadie ha visto, que es el átomo. Esta mesa, nosotros, estamos hechos de átomos”, dice Cadenas al tiempo que lee sus versos.

Sigilosamente ha entrado el árbol
por el balcón
al apartamento

*

Los pájaros que alimento
diariamente me educan,
no me reconocen

*

En una plaza de Varsovia,
buhoneros rusos
venden condecoraciones de sus héroes

*

La sangrante palabra
enemigo toca puertas
en son de guerra

“No sé si debo leer algunos poemas dedicados al poeta checo Rainer Maria Rilke”, prosigue Cadenas. “Es un libro que estoy fabricando desde hace años… Me he dado cuenta últimamente que hay mucha afinidad entre el pensamiento de Rilke y los pensadores que más leo”.

Ibas a donde no llega
ningún camino

*

La voz se yergue al margen
en las oscuras afueras

*

Cuánto descampado
por unas palabras

*

Aprendo a ver, repetías.
No son usuales ojos tan dados

Volvemos a la ignorancia

Como despedida de sus amigos de la Escuela de Letras, Cadenas lanza una reflexión: “No quiero irme sin decirles algo que me parece muy importante, que es el asombro. A veces no nos asombramos con nada. No se puede ir más allá. Decimos a veces frases muy importantes muy a la ligera, como ‘la madre naturaleza’. Imagínense ustedes lo que es la creación de un ser humano en el vientre de una mujer. Para explicar ese prodigio, los médicos hablan como si fueran solo instrucciones, como las de una semilla que trae los datos para producir un árbol. No se atreven a hablar de una inteligencia desconocida. Todo lo que digamos de Dios es mentira, porque a mí me parece que es lo desconocido. No sabemos qué es, entonces volvemos al no saber y a la ignorancia radical”.

Periodista y consultor. Ha trabajado en medios como El Diario de CaracasEl Universal, donde fue editor del área de Investigación. En 1995 ganó el Premio Nacional de Periodismo por el libro Las cuentas ocultas del presidente. Es autor de otros títulos como Las balas de abril (2006), Afiuni, la presa del comandante (2012) y Los últimos días de Hugo Chávez (2020).