El placer voyerista de leer cartas de escritores

Los epistolarios dan pistas sobre el proceso creativo de los autores. Y líneas que a veces constituyen pequeñas delicias literarias.

La escritora chilena Gabriela Mistral, de quien se han publicado diversos libros de cartas. ELENA CANTÓN
La escritora chilena Gabriela Mistral, de quien se han publicado diversos libros de cartas. ELENA CANTÓN

Quizá porque en el hemisferio norte septiembre viene siempre de la mano de cosas desagradables como el final de las vacaciones —las hayas tenido o no— y el final del verano —lo hayas disfrutado o no—, hemos llenado este mes también de cosas que nos hacen más llevadera la vuelta a esa vida de despertador y rutina. Una de ellas es la llamada rentrée literaria: la ilusión de que las librerías se llenan de novedades para, a su vez, llenar nuestras estanterías y las largas tardes de lluvia y frío que se avecinan. (Es una ilusión porque en realidad la máquina que inunda las librerías de novedades nunca cesa). Entre esos libros suele colarse uno de los géneros más curiosos, si se piensa en frío, de la literatura: el de los epistolarios.

Este año, por las mesas de novedades han pasado —o aún están— una edición de las cartas con “amigos, colegas, amantes y otras relaciones” de Gustave Flaubert realizada por el catedrático de la Universidad de La Laguna Antonio Álvarez de la Rosa (El hilo del collar: Correspondencia, Alianza Editorial, 2021); las cartas intercambiadas por Miguel de Unamuno y Francisco Umbral entre 1960 y 2007, en edición de Araceli Godino y Luciano López (La amistad de dos gigantes, Destino, 2021); o las misivas que envió la poeta y premio Nobel chilena Gabriela Mistral a la escritora estadounidense Doris Dana, su amante en el tramo final de su vida, recopiladas y seleccionadas por Daniela Schütte (Doris, vida mía, Lumen, 2021).

Publicar y leer las cartas privadas de gente célebre es algo que llevamos siglos haciendo. Desde el punto de vista editorial, las colecciones de cartas y otros géneros autobiográficos como los diarios permiten mantener el interés por un autor más allá de su producción estrictamente literaria. Como lectores, nos mueve la curiosidad de descubrir una dimensión distinta —más íntima, más doméstica— del autor en cuestión.

“Pienso que tanto los epistolarios como las memorias y los diarios son una especie de ventana o balcón a la cabeza de nuestros autores favoritos”, asegura desde Chile por correo electrónico Daniela Schütte, editora del reciente Doris, vida mía, sobre la fascinación que como lectores nos produce leer este tipo de libros. Para la argentina Manuela Barral, editora y compiladora de Correspondencia. Victoria Ocampo-Virginia Woolf (Rara Avis, 2020), hay también un punto de voyerismo, y casi de fetiche. Además, apunta que, en el caso concreto de las cartas entre escritores y escritoras, a veces se puede apreciar parte de sus procesos creativos.

“Las cartas son documentos insustituibles en relación a la vida real de los seres humanos”, reflexiona a través de correo electrónico Anna Caballé, escritora, profesora titular de Literatura Española y responsable de la Unidad de Estudios Biográficos en la Universidad de Barcelona. “Cuando el ser humano es además un artista o una figura especialmente destacada por algún motivo, el hecho de poder acceder a una correspondencia suministra un tipo de información —eso ya depende de quién escribe, cuándo, cómo, por qué y a quién— de un valor que puede ser absolutamente excepcional, aunque no siempre sea así”, dice. Como ejemplo de cartas que sí aportan mucho, menciona las de Flaubert a su amante Louise Colet, “gracias a las cuales conocemos mucho mejor el proceso creativo del autor de Madame Bovary, también su relación con el amor y las mujeres".

Tras asomarse a ese balcón a la cabeza del que hablaba Daniela Schütte, es inevitable no llevarse a la lectura de las obras de estos autores todo eso que hemos espiado. Caballé, Premio Nacional de Historia por su biografía de Concepción Arenal, cree que, aunque siempre hay excepciones, la lectura de una correspondencia “nos ayuda a entender mejor un mundo personal, un mundo propio e intransferible”. Pone un ejemplo de cartas “absolutamente iluminadoras”: la correspondencia entre las autoras españolas Carmen Conde y Amanda Junquera. "Es fundamental para comprender la relación amorosa, constantemente sofocada, entre dos mujeres que la vivieron en pleno franquismo. Yo ahora leo la poesía de Carmen Conde con otros ojos porque conozco mucho mejor la naturaleza de su imaginario, de sus problemas, de su deseo”, señala.

También Daniela Schütte comenta ese entendimiento que pueden aportar no todas, pero sí muchas cartas. Como ejemplo, habla de la correspondencia de la escritora argentina Alejandra Pizarnik como “una luz importante respecto de su proceso creativo y de su relación con el lenguaje”.

Grabado de I. Taylor de una mujer escribiendo una carta. WELLCOME COLLECTION
Grabado de I. Taylor de una mujer escribiendo una carta. WELLCOME COLLECTION

¿Son las cartas parte de la obra?

Hasta aquí, nos hemos referido a las cartas como algo separado de la producción literaria de los autores, pero ¿puede toda esta actividad epistolar ser considerada parte de la obra, tan básica como una novela o los poemarios más conocidos? En nuestra conversación por videollamada, Manuela Barral hace una distinción entre las cartas verdaderamente privadas, esas que se escriben pensando que van a ser leídas únicamente por el destinatario, y las que se escriben “sabiendo o sospechando que eventualmente van a circular en otro espacio”.

En su trabajo recopilando la correspondencia entre Victoria Ocampo y Virginia Woolf, la editora se encontró con una carta de la primera traducida al español y mecanografiada en los años setenta. “¿Por qué Victoria Ocampo, en los últimos años de su vida, decide traducir al español una carta que ya había sido recibida por Virginia Woolf? Esto me volvió a mi idea de que ahí hay un uso autoral de las cartas”, señala Barral.

Daniela Schütte hace también esta distinción, especialmente cuando son los propios autores los que publican las cartas, como sucede con Aquí y ahora (Anagrama, 2012), la correspondencia entre JM Coetzee y Paul Auster. En el caso de ediciones póstumas, apunta, sí “resultaría antojadizo pensarlos como parte de un proyecto escritural”.

En otros casos, más allá de la intención que se tuvo al escribir las cartas, estas a menudo se convierten en “piezas verdaderamente literarias”, dice Anna Caballé. “Pienso en las cartas de George Sand, mucho más interesantes a día de hoy que sus novelas. Sus novelas son un fruto de su tiempo, han envejecido, pero sus cartas son de un interés que no caduca, pasen los años que pasen”, ejemplifica.

Sumergirse en las cartas de un escritor sirve para alimentar nuestra curiosidad fan y redescubrirlo (“pueden ser una invitación a la relectura”, asegura Manuela Barral), pero también pueden funcionar como primer bocado que desencadene el apetito por leerlo todo de alguien determinado. Es lo que le pasó a la poeta, traductora e investigadora española Tera Blanco de Saracho cuando cayó en sus manos la antología de la correspondencia de la poeta estadounidense Emily Dickinson que editó Lumen en 2009. “Fue una revelación total: cogí ese libro, leí un poco allí mismo en la librería y aluciné. Aquellas cartas tenían una originalidad y una manera de expresarse diferente, con sentido del humor y a la vez mucha profundidad e inteligencia”, me explicaba hace unos meses en una entrevista. Las cartas fueron la mecha: lleva desde 2013 trabajando en una tesis doctoral sobre la recepción de la poesía de Dickinson en España a través de sus traducciones.

Si, llegado a este punto, lo único que quieres es hacerte con algún epistolario y ponerte a leer cartas de escritores, pero no sabes por dónde empezar, aquí van algunas recomendaciones (algunas de ellas ya mencionadas antes):

Portada del libro 'Doris vida mía', de Gabriela Mistral. LUMEN

Doris, vida mía. Cartas - Gabriela Mistral

Ya en 2009 se había publicado la correspondencia entre la poeta chilena Gabriela Mistral y su pareja de los últimos años, la estadounidense Doris Dana. En esta nueva edición de Lumen, la compiladora Daniela Schütte se centra en las cartas escritas por Mistral e incluye material inédito. La idea, cuenta, era “revisar nuevamente el acervo de cartas entre Mistral y Dana que conserva la Biblioteca Nacional de Chile y proponer una nueva lectura sobre esos documentos”. Tras una lectura exhaustiva de las cartas que intercambiaron entre 1948 y 1956, lo que duró su relación, empezó la selección. Schütte quería mostrar “documentos que pudieran ser apreciados en términos literarios o que revelaran aspectos poco conocidos o recurrentes en la vida, pensamientos y emociones de Mistral”. También, dice la editora, “aquellas cartas que, de algún modo, den cuenta del momento en el que fueron escritas, con las impresiones, preocupaciones, opiniones políticas, sociales y económicas de Chile, Latinoamérica y el mundo. Y, ciertamente, la relación entre Gabriela y Doris”.


Portada del libro 'Correspondencia', de Victoria Ocampo y Virginia Woolf. RARA AVIS

Correspondencia - Victoria Ocampo y Virginia Woolf

Dice Manuela Barral, compiladora y autora del prólogo del libro, que hubo “algo de detectivesco” en el trabajo de archivo que la llevó a localizar y reunir estas cartas. Su objeto de estudio fue siempre la escritora y editora argentina Victoria Ocampo y, a la hora de ir cerrando y acotando un tema para su tesis, fue centrándose en la construcción de su autoría. Ahí encontró que había muchísimas cartas no publicadas; entre ellas, algunas de la británica Virginia Woolf, así que se centró en esa correspondencia concreta. Al tratarse del intercambio entre dos mujeres escritoras y editoras —una de ellas, Ocampo, muy fan de la otra— la lectura es especialmente interesante. Además, para Barral esta correspondencia permite también dar a conocer a Ocampo como escritora y no solo como gestora cultural y editora, por lo que es más conocida. “Victoria es muy astuta en sus cartas y muy melodramática, y hace toda una gala para expresarse”, asegura la editora. Como solo se conservan tres de las cartas que Ocampo escribió a Woolf, Barral incluyó también en el volumen el ensayo Virginia Woolf en su diario, escrito por Ocampo en 1954 y uno de los primeros análisis del diario de la autora británica.


Portada del libro 'Cartas a la hija', de Madame Sevigne. EL ALEPH

Cartas a la hija - Madame de Sevigné

Anna Caballé asegura que no tiene epistolarios favoritos, que todos los que conoce “tienen su luz secreta”. Por lo general, le gustan las correspondencias entre autores por los que ya tiene interés, pero también puede ocurrir lo contrario. Es lo que le pasó con las Cartas a la hija de la francesa Madame de Sevigné. La Francia del siglo XVII en todo su esplendor en unas cartas de carácter íntimo que la autora nunca pensó que se publicarían tras su muerte. Según el texto de la edición de El Aleph, “mezclados con las noticias de la corte, en estas cartas se encuentran todos los tópicos de la lírica amorosa: el dolor provocado por la ausencia; la obsesión, que nos hace ver el vestigio del ser amado en cualquier lugar o cosa; el apego a ese amor, que confiere a la vida una intensidad que los menos apasionados desconocen; la celebración de la belleza del objeto de amor, o los celos y las sospechas”. El objeto de ese amor, como indica el título, es su hija.


Portada del libro 'Querida familia', de Manuel Puig. ENTROPÍA

Querida familia: Tomo 1. Cartas europeas (1956-1962) - Manuel Puig

La editora Manuela Barral dice que tiene muchos epistolarios favoritos, pero menciona en particular “uno precioso” que es el de las cartas que el escritor argentino Manuel Puig escribió a su familia desde Italia, cuando estaba estudiando y trabajando allí. Graciela Goldchluk, compiladora del volumen, escribe en el prólogo: “En cada uno de los envíos asoma la maestría narrativa de Puig. Sin la presión que tendrá años más tarde como escritor, con un público cautivo formado por sus padres y su hermano, sabedor de que esos lectores esperan con ansia las entregas semanales, este narrador tiende a construir un relato que resulte, ante todo, interesante”. Fue editado por Entropía en 2005.


Portada del libro 'Nueva correspondencia', de Alejandra Pizarnik. LUMEN

Nueva correspondencia (1955-1972) - Alejandra Pizarnik

Está prohibido olvidarse de Alejandra Pizarnik y, afortunadamente, hay mucho material para evitar que esto pase. Daniela Schütte recomienda entre sus epistolarios favoritos todas las ediciones de la correspondencia de la autora argentina en las que ha trabajado la poeta y amiga de Pizarnik Ivonne Bordelois, que le parecen “maravillosas”. Esta Nueva correspondencia (Lumen, 2017), editada por Bordelois y la biógrafa Cristina Piña, es la última de esas ediciones maravillosas. La primera fue Correspondencia (Seix Barral, 1998), publicada en Argentina, y que se vio complementada por esta edición más reciente. Según reseñó Edgardo Dobry en El País, sobre Nueva correspondencia, “para la numerosa legión de los pizarnikianos, estas cartas serán una lectura golosa, incluso en los pasajes que parecen anecdóticos y banales, pues su voz está siempre bajo el control de una lucidez extraordinaria y de un deseo inquebrantable de poesía”.

Periodista. Colaboradora de medios como El País y Archiletras. Cofundadora del medio digital de tendencias Disquecool.

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