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Víctor Hugo Morales, la voz del ‘gol del siglo’

El periodista uruguayo, narrador de la victoria de Argentina en el Mundial del 86, repasa su carrera: “Maradona es mi gran inspirador”.

El periodista uruguayo Víctor Hugo Morales, narrador del 'gol del siglo' de Maradona. ARCHIVO

Dueño de una voz inigualable, Víctor Hugo Morales (Cardona, Uruguay, 1947) ha sabido desarrollarse en mundo en el que conviven la política, el periodismo, el teatro y el deporte. A los 15 años ganó un concurso en su pueblo de parlantes callejeros, desde los 16 fue locutor en Radio Colonia, a los 18 empezó a trabajar como narrador deportivo y se integró al informativo de la emisora, lo que le dio mucha experiencia profesional.

Sometido a vigilancia por el régimen militar uruguayo, el locutor abandonó su país en 1981 para establecerse en Buenos Aires. En la capital argentina, donde se hizo espectador asiduo de los teatros, los café-bar, las librerías y los cines, siguió desarrollando su carrera periodística. Una trayectoria fulgurante que, entre otros hitos, incluye la narración más importante de la historia del fútbol argentino: la del segundo tanto que Diego Armando Maradona marcó contra Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de México 1986, el denominado ‘gol del siglo’.

En la actualidad, el periodista conduce La mañana en la emisora AM 750 y El Diario con Victor Hugo en el canal de noticias C5N, desde donde aborda la actualidad argentina sin esquivar las críticas a los medios de comunicación dominantes.

En entrevista con COOLT, Víctor Hugo, que estos días está cubriendo el Mundial de Qatar, repasa su vida.  

- ¿Cómo fue su infancia en Uruguay?

- Muy feliz. Clase media, tironeada para abajo. Pueblo chico. Mucho deporte. Concurrencia obsesiva al colegio tanto en primaria como en secundaria. Buenos profesores. Algunos amados y con mucha influencia en mi vida humanistas. Viví en mi pueblo hasta los 16 años y me fui a Colonia. Ahí tuve una intensiva actividad deportiva. Jugaba al fútbol y al básquetbol con relativo reconocimiento, sobre todo en el básquetbol. Eso tenía mi vida muy ocupada. Estudié preparación de Derecho. Incluso empecé la facultad, pero por suerte me atrapó mi profesión que ya estaba en desarrollo. Fui locutor desde los 16 años en Radio Colonia y a los 18 empecé como relator deportivo, lo cual devoró el resto de mi condición de periodista.

- ¿Qué recuerda del Uruguay de esa época?

- Son mis raíces. Tengo mucho apego y gratitud por esa patria de la infancia. Son años prácticamente sin reproches. Soy un hijo del Estado. Éste me educó, me curó, me permitió viajar, me reconoció como persona a mí y a mi familia. Mis padres eran empleados públicos. Mis abuelos estaban jubilados, con lo cual tengo una enorme deuda inicial.

- Usted pertenece a una generación marcada a fuego y pulmón por las dictaduras latinoamericanas. ¿Cómo le afectó en lo particular?

- Uno no se da cuenta cuáles son las situaciones que pasa. Las consecuencias de la dictadura se viven con naturalidad, uno se adapta a ciertos comportamientos. Sabe cuáles son los riesgos que se corren. Sabe que no los quiere. Hay un poco de miedo, una convivencia inevitable, pero finalmente hay una actitud de ciudadano. Estoy muy orgulloso porque 30 años después de esos episodios conseguí los archivos de la dictadura donde tanto la inteligencia del Ejército como la Policía escribieron sobre mí entre 1973 y 1986. Era un hombre muy observado por el sistema, pese a que trataba de tener una relación cordial. Hubo alguna persona, uno particularmente, el mayor Grosso, que me hizo un par de favores, como buscar a un hermano que había desaparecido tres días y no estaba en los cuarteles. Por suerte, ese mayor no tuvo ninguna vinculación con los crímenes que se cometieron en la dictadura, porque realmente lo quería mucho. Él era una persona que me hacía sentir de vez en cuando lo que se comprobó 30 años después: me solía decir ‘no diga eso’, porque cuando me soltaba en el micrófono decía cosas que en el momento no me daba cuenta ni las valoraba.

Cuando me vine a Argentina fue porque me sentía muy observado. Nunca lo dije porque me parecía que era una forma de victimización y, frente a los que sufrieron torturas, muerte y cárcel, presentar mi caso me daba pudor. Aunque se ve que algunas cosas hacía, por lo que se puede leer en los documentos. Les di voz a los exiliados uruguayos en Venezuela en un partido internacional e hice campaña por los Juegos Olímpicos comunistas de Moscú cuando el Gobierno había decidido no ir. Los documentos son aliviadores porque, después de pelearme con Clarín, hubo un momento en que intentaron ensuciarme vinculándome a la dictadura uruguaya, pero los archivos son tan contundentes sobre lo que dicen que ayudaron a aclarar la situación.

- ¿Por qué decidió ejercer la carrera de periodismo y de narrador deportivo?

- Tenía buena voz. Me lo decían desde que era muchacho. Uno de mis profesores, el más querido, un día me hizo leer en clase y cuando terminé me comentó: ‘Che, vos vas a ser locutor’. Eran los tiempos de los teletipos que sonaban todo el tiempo. En ese mundo donde también había micrófonos y redacción de noticias empecé a trabajar periodísticamente. Además de locutor me pusieron en el informativo y eso me dio mucha baqueta periodística.

- Además de la radio, usted ha trabajado mucho en televisión. ¿Cuál es su medio favorito?

- La radio trabaja con lo más lindo que tiene el ser humano: la imaginación. Para mí tiene una nobleza artística muy superior a la televisión. La televisión siempre está muy en manos del rating, de la cantidad de los que nos miran y por la cantidad se transgrede demasiado en cuanto a la calidad del producto. En cuanto a mí, soy un hombre de radio, que trabajo en televisión también. Pero todos los días afronto la televisión con miedos, dudas, nervios. En cambio en la radio soy muy natural. Me manejo como pez en el agua.

- ¿Cómo fue su vinculación con el fútbol desde los medios de comunicación?

- No soy un futbolero nato. A mí me gustó mucho jugar, pero no soy una persona que discuta de fútbol, que vaya al fútbol si no tiene que trabajar. No soy hincha de un club. Soy hincha de personas dentro del fútbol. Si Marcelo Bielsa dirige al Barcelona quiero que gane el Barcelona, pero si Bielsa dirige al Real Madrid, quiero que gane el Real Madrid. Soy hincha de esa persona, de esa ética, de ese personaje y así elijo. No soy un futbolero de tribuna con paciencia para ver un partido. No es el deporte que más me entretiene. Me gusta mucho la NBA y el Tenis. Fui muy devoto del boxeo en determinado momento. Ahora eso decayó. En cambio, relatar fútbol me gusta mucho. Me divierte. Lo estoy haciendo todavía con gran entusiasmo. Cuando relato usted escucha a un muchacho, un tipo ilusionado que quiere llegar a algo, y se supone que vengo de todas las victorias y derrotas posibles en la profesión.

- Hablando de narraciones, a usted le pertenece aquella del gol más importante de los mundiales: el de Diego a los ingleses en México 1986. ¿Qué significa Maradona en su vida?

- Maradona es el gran inspirador en mi vida de relator. El hombre admirado por su rebeldía y lucha. Nada menos. A mí me gustan los rebeldes, los luchadores y admiro mucho a los genios. La sublimación de la capacidad humana está dada por los que se separan de la manada, que somos nosotros. Es decir un gran músico, un gran jugador de fútbol, un gran pintor, y Diego pertenece a las excepcionalidades. Dentro del fútbol es la máxima excepcionalidad y como ser humano al que pude tratar me resultó un hombre muy bueno, muy querible.

El segundo gol de Maradona contra Inglaterra en el Mundial del 86, narrado por Víctor Hugo. YOUTUBE

- ¿Cómo cree que extraña la sociedad a Maradona?

- Creo que cada vez lo ven con más cariño. Cada vez la leyenda le gana al hombre que, con sus defectos, a veces era su propio adversario, como sucede en todos los órdenes. Maradona está instalado en un lugar exclusivo para los grandes personajes de la humanidad.

- He escuchado decir a diferentes cronistas deportivos que Maradona unía al pueblo argentino.

- En realidad, eso pasa con el fútbol. Une, de alguna manera, al dueño de cuatro Mercedes Benz con el portero de un edificio. Maradona es el creador de las alegrías unánimes. Para mí el instante más perfecto de la historia de la Argentina es el momento del segundo gol a los ingleses. Es la mayor celebración unánime que Argentina haya podido tener. No hay otra celebración igual. No hay otro momento. No hay otro gol. No hay otro hecho ni político ni deportivo que se pueda comparar a lo que ocurrió en ese momento. Todos los argentinos igualmente felices.

- ¿Cómo fue su vinculación con el teatro y la cultura en general?

- Esto viene de haber sido un gran lector de chico. Y mucha de las lecturas vienen por mi amor al radioteatro. Escuché mucho más radioteatro que fútbol en mi vida. Escucho radioteatro desde los 7 u 8 años, siguiendo el curso de los hechos con mi familia. Nosotros alrededor de la radio, al mediodía y a la noche. Ahí estaba el teatro. Cuando me fui a Montevideo, con 20 años, empecé a ir mucho al teatro. Además, toda la vida fui cinéfilo. Con uno de mis dos amigos íntimos íbamos al cine tres o cuatro veces por semana en el pueblo. Yo vendía limones. Hacía cualquier cosa para conseguir entrada. No podía faltar al cine. Después de ver mucho teatro en Montevideo cuando llegué a Buenos Aires mi acercamiento fue definitivo. Me recibí de espectador.

- Además de ser un gran espectador de teatro, hace poco se convirtió en dramaturgo al escribir la obra El Reproche. ¿Cómo llegó a hacerla?

- Sin darme cuenta. Empecé con un diálogo. Muchas veces juego en política con decir algo y rebatirlo yo mismo. En este caso se trata de una mujer que dice algo y un hombre que le responde. Lo primero que escribí fue un radioteatro. Después trabajé un poco a pedido de la directora para convertirlo en algo más escénico. Lo hice y salió bien. Estoy orgulloso de la obra porque no es una puesta en escena para jugar nada más. Dice cosas sobre estos tiempos de masculinidad y de feminidad. Uno de los críticos más importantes de Argentina, Pablo Gorlero, de La Nación, dijo que la obra se diferenciaba de lo que es el teatro pasatista, que se ve que a él le genera muchas críticas. La obra es entretenida y no pasatista.

- ¿Tiene otros proyectos en puertas sobre teatro?

- Ninguno. Soy un hombre que ya no molesto a nadie con ninguna iniciativa. Dejo que la vida fluya. Hace años que estoy a buenas con la vida. La vida no me debe ninguna satisfacción. Ningún premio. Nada. Así que hago mi trabajo lo mejor que puedo. Me relaciono lo mejor que puedo. Lucho en las cosas que hacen a mis convicciones, pero no es que tenga un proyecto en el que digo: ‘Che, me gustaría ser tal cosa’.

- Entiendo que a usted le dio covid-19, ¿me puede hablar de esa experiencia?

- Estuve al borde de la muerte. Nunca supe que me estaba por morir. No tengo problemas con la muerte. Tengo problemas con la calidad de la muerte. Me dolería mucho entrar en una calidad de vida que me humillara mucho físicamente. A eso le temo. Pero no a la muerte. Convivo perfectamente con la idea que me tengo que morir. Creo que ya podría morirme. No tengo ningún problema. No me reprocharía nada. No estoy diciéndome: ‘Quisiera un poquito más’.

Periodista especializado en temas culturales y de derechos humanos. Maestro y Doctor en Estudios Latinoamericanos. Ha trabajado y colaborado e medios como Cambio, SoHo, PlayboyMilenio, La Jornada y Newsweek en español,