La ultraderecha no despega (por ahora) en México

El país, que celebra elecciones en junio, parece ajeno a la ola reaccionaria global, aunque el extremismo conservador ocupa importantes espacios.

Eduardo Verástegui, político de la ultraderecha de México, en un mítin en Colima, en diciembre de 2023. INSTAGRAM @EDUARDOVERASTEGUI
Eduardo Verástegui, político de la ultraderecha de México, en un mítin en Colima, en diciembre de 2023. INSTAGRAM @EDUARDOVERASTEGUI

El próximo 2 de junio, México celebrará elecciones. Y, a pesar de que la ultraderecha internacional ha crecido en los últimos tiempos, acaparando cada vez más cuotas de poder en América y Europa, no hay posibilidades de que esta corriente ideológica asuma la primera magistratura del país.

Ni siquiera el posible regreso a la Casa Blanca de Donald Trump en Estados Unidos o la reciente llegada de Javier Milei a la Casa Rosada en Argentina han logrado dar un impulso al extremismo de manera determinante entre la población mexicana: a inicios de año, el único candidato presidencial abiertamente ultraderechista, el actor y cantante metido a político Eduardo Verástegui —también productor de la película Sounds of Freedom, un éxito de taquilla global jaleado por los adeptos a las teorías de la conspiración—, quedó fuera de la carrera electoral por la falta de apoyos. De esta forma, a diferencia de lo sucedido en otros países de la región, los comicios mexicanos se decidirán entre dos representantes del actual establishment: Claudia Sheinbaum, la candidata del oficialismo y clara favorita; y Xóchitl Gálvez, la líder de la oposición.

Sin embargo, como señalan distintos especialistas, lo cierto es que la extrema derecha está presente en grupos empresariales y sectores católicos conservadores que ejercen una fuerte influencia en distintos espacios importantes del país. 

Para la investigadora Tania Hernández, doctora en Ciencias Sociales adscrita a la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, la ultraderecha mexicana presenta dos vertientes: por un lado, una que “abreva del conservadurismo católico principalmente, pero que desde el inicio del presente siglo también suma a grupos como los neopentecostales”. Estas son redes “ligadas a la agenda moral” que han establecido lazos con los movimientos provida de Estados Unidos y de Europa, al igual que ha sucedido en otros países de Latinoamérica. Por otro lado, existe “una vertiente profundamente neoliberal en lo económico y neoconservadora en lo social, que se vincula con think tanks que dicen defender los procesos democráticos, pero cuyo objetivo fundamental es la reinserción de México en la arena económica internacional y en una geopolítica basada en la búsqueda de oportunidades para la explotación de sectores estratégicos de la economía nacional”.

Por su parte, el periodista Álvaro Delgado, autor de El Yunque. La ultraderecha en el poder (2003) y El ejército de Dios. Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México (2005), cree que la ultraderecha “ha sido y seguirá siendo muy poderosa” en México, porque “no es solo un partido, dos o tres, como ahora están coaligados el Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD), que representan los grandes intereses de la burguesía nacional”; sino que “también es la Iglesia católica”, predominante en el país, “y los medios de comunicación”. Asimismo, “se halla anidada en organizaciones secretas”.

Rafael Barajas, director del Instituto Nacional de Formación Política de Morena —el partido del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y de su potencial sucesora, Claudia Sheinbaum—, dice que la “derecha radicalizada” vive hoy una situación “paradójica”: “Está pasándole algo muy similar a lo vivido en la postrevolución de finales de la década de 1920 y principios de la de 1930. Vive un mal momento en lo local, pero tiene grandes aliados a nivel internacional porque, al igual que en 1930, la ultraderecha está asumiendo la presidencia de diversos países”.

Esta crisis local de la extrema derecha, asegura Barajas, tiene una explicación sencilla: “La ultraderecha y la derecha impidieron en México la llegada de un Gobierno progresista en 2006, con el fraude electoral que le hicieron a López Obrador para que asumiera la presidencia Felipe Calderón. Esto provocó que el movimiento social de izquierda se organizara y se consolidara una lucha de más largo plazo, que permitió el triunfo del actual mandatario mexicano en 2018. De modo que el proceso de auge obradorista no ha terminado en nuestro país. Es un movimiento que sigue en ascenso y contrasta de manera muy radical con el crecimiento de las extremas derechas en Estados Unidos y en el resto del planeta”.

De hecho, ni las encuestas ni los especialistas contemplan por ahora la posibilidad de que la candidata del bloque conservador, Xóchitl Gálvez, se imponga en las próximas elecciones a la abanderada de Morena, Claudia Sheinbaum, quien, además de haber tenido mucha visibilidad pública como jefa de Gobierno de Ciudad de México, puede beneficiarse del sólido respaldo popular del que goza López Obrador.

La candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, en un mitin en Tlaquepaque, México, 3 de abril de 2024. EFE/FRANCISCO GUASCO
La candidata presidencial del oficialismo, Claudia Sheinbaum, en un mitin en Tlaquepaque, el 3 de abril. EFE/FRANCISCO GUASCO

Historia y presente

Pese a su poder y presencia en las altas esferas del país, a lo largo de la historia, la derecha mexicana de signo más reaccionario ha sufrido fuertes derrotas. Rafael Barajas recuerda algunas: “En 1857, se levantó en armas contra Benito Juárez y fue derrotada militarmente. Entonces, se reorganizó, pidió ayuda internacional, trajeron a Maximiliano de Habsburgo y volvió a ser derrotada en 1867. Una vez más, se aglutinó en el movimiento cristero, integrado por católicos y conservadores que se alzaron contra las políticas del expresidente Plutarco Elías Calles en 1926, y volvió a perder. Desde entonces, esta derecha católica ligada a la Iglesia ha tenido que reciclarse de diversas maneras. Por ejemplo, en todo el movimiento anticomunista internacional”.

El periodista Álvaro Delgado destaca dos organizaciones ultraderechistas surgidas a lo largo del siglo XX: “El sinarquismo se creó en Guanajuato en 1937 y El Yunque se fundó en Puebla en 1953. Las dos agrupaciones trabajaron juntas hasta 1960 y tuvieron posiciones contrapuestas sobre el Concilio Vaticano Segundo. Ambas siguen vigentes, y trabajaban para el PRI y el PAN. En particular, El Yunque creó organizaciones públicas como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), el Frente Universitario Anticomunista (FUA) y Provida, con muchas fachadas que desaparecieron, pero los que no desaparecieron fueron sus viejos militantes golpeadores, represores de los años setenta que llegaron al poder en diferentes gobiernos estatales y a la presidencia de la República con Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012)”.

Para la investigadora Tania Hernández —autora de los libros Tras las huellas de la derecha. El Partido Acción Nacional, 1939-2000 (2009) y Revolución y Constitución. Pensamiento y acción política de tres católicos mexicanos en la primera mitad del siglo XX (2018)— , la celebración de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) en Ciudad de México en 2022, un encuentro auspiciado por  Eduardo Verástegui al que asistieron figuras de referencia de la ultraderecha global, trajo como principal novedad la participación activa de las redes internacionales estadounidenses y europeas. “En este sentido”, dice Hernández, “un asunto que es importante investigar tiene que ver con los financiamientos, recursos organizativos y vínculos específicos dentro de los partidos políticos mexicanos con el trabajo que realizan en este país actores internacionales como el Atlantic Council, la Atlas Network y la USAID, de Estados Unidos; así como la FAES, la Fundación Disenso y la Fundación Internacional para la Libertad, de España”. De hecho, en los últimos días, Xóchitl Gálvez se ha visto obligada a descartar en público cualquier relación de su candidatura con el partido ultraderechista español Vox, después de que López Obrador especulara sobre el supuesto apoyo de esta formación a su campaña.

Hernández alude también a la multitudinaria manifestación que tuvo lugar pasado 18 de febrero en el centro de la capital mexicana, convocada por la oposición al oficialismo bajo el lema‘En defensa de nuestra democracia’. Ahí, dice la investigadora, se mostró “que en esa red participan organizaciones históricamente ligadas al catolicismo ultraconservador como la Asociación Nacional Cívica Femenina, creada en 1978 y opositora a la agenda progresista sobre los derechos sexuales y reproductivos. Lo mismo que la organización Sí por México, fundada por el empresario Claudio X. González, uno de los dueños de Kimberly Clarck México, entre muchas otras empresas. O Citizen Go México, plataforma ligada a grupos de antaño clandestinos como El Yunque, que también opera en España. O grupos como UNE México o Sociedad Civil México, cuyos dirigentes están ligados a organizaciones empresariales como la Confederación Patronal de la República Mexicana”.

Javier Milei y Eduardo Verástegui, en la CPAC 2022 de Ciudad de México. FACEBOOK
Javier Milei y Eduardo Verástegui, en la Conferencia Política de Acción Conservadora celebrada en 2022 en México. CPAC

El poder de las redes sociales

Álvaro Delgado menciona que las redes sociales han sido de gran ayuda para la ultraderecha tanto mexicana como mundial: “En su origen, las redes sociales potenciaron iniciativas populares, sin embargo, también se corrompieron por dinero y sirven como mecanismos de manipulación y mentira, como los medios convencionales. Entonces, en tanto negocio, YouTube, Instagram, Twitter y Facebook privilegian el lucro. Las teorías de la conspiración de la extrema derecha en particular se difunden de esta manera, lo que las convierte en muy peligroso para las sociedades”.

En ese sentido, Tania Hernández recuerda que “durante este sexenio ha sido clara la afluencia de recursos económicos para la creación de plataformas digitales, cuentas de X, granjas de bots, es decir, todo tipo de recursos por medio de los cuales las derechas puedan generar una opinión pública crítica al Gobierno”.

Por su parte, Rafael Barajas cree que “como la derecha ya no tiene la organización ni las bases que antes tenía”, encuentra más fácil “organizarse en las redes sociales y tomarlas por asalto con ejércitos de bots para coordinar ataques permanentes”. E ilustra esta estrategia con un ejemplo: “Hace unos días, a la misma hora, tres fuentes distintas revivieron y publicaron una acusación contra López Obrador de 2006 en la que habría recibido dinero del narcotráfico y que fue desechada ese mismo año. Lo increíble es que inmediatamente que se publicó esa noticia colocaron en Twitter varios hashtags que decían #NarcopresidenteClaudia o #NarcoCandidata. Es muy curioso porque, al día siguiente, en la conferencia mañanera, el vocero presidencial, Jesús Ramírez, dijo que estos hashtags venían de España y otros países. Esto te habla básicamente de que estamos ante una organización política que utiliza estrategias y tecnologías que distorsionan las redes sociales para posicionar sus posturas”.

Pese a todo, para ninguno de estos tres entrevistados existe la posibilidad de que, a corto plazo, la extrema derecha se haga con la presidencia de México. Aunque, señalan, hay que estar muy atentos a su desenvolvimiento durante el próximo Gobierno. 

Periodista especializado en temas culturales y de derechos humanos. Maestro y Doctor en Estudios Latinoamericanos. Ha trabajado y colaborado e medios como Cambio, SoHo, PlayboyMilenio, La Jornada y Newsweek en español,

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