María Salguero, la cartógrafa del feminicidio en México

Es la creadora del mapa interactivo que sigue la pista de las mujeres asesinadas en el país. “No hay que ser indiferentes ante la violencia”, dice.

La geofísica mexicana María Salguero, creadora de un mapa que rastrea los feminicidios en su país, en el desierto del Altar. M.S.
La geofísica mexicana María Salguero, creadora de un mapa que rastrea los feminicidios en su país, en el desierto del Altar. M.S.

Lleva más de cinco años agregando cruces al mapa de México, una por una, con todos los detalles del caso. María Salguero (Ciudad de México, 1978) creó la carta de feminicidios más completa del país, donde cada día son asesinadas 10 mujeres en promedio y donde el delito queda impune en más del 95% de los casos. “Todavía no sabemos cuántas mujeres asesinan realmente en México”, asegura la geofísica en una videollamada desde Hermosillo, en el noroeste del país, donde vive ahora.

Pinchando en una de las miles de cruces que desbordan el mapa aparece la ejecución de una mujer “de certero balazo en la cabeza”. Era de Oaxaca, un estado del suroeste del país, atendía un local en un mercado y “hasta el momento, no hay detenidos por este crimen”. El asesinato tuvo lugar el 27 de marzo de 2017 a escasos metros de la Casa Azul de Frida Kahlo en Ciudad de México. 

Con su carta interactiva, Salguero pretende dar cuenta de la magnitud del problema de los feminicidios. Formada como geofísica por el Instituto Politécnico Nacional de México, usó sus herramientas para recopilar datos y tratar de diagnosticar los asesinatos de manera correcta. “El problema que hay es que no todas las fiscalías tipifican los asesinatos de mujeres como feminicidios”, explica. En México, un acuerdo de 2018 de la Procuraduría General de la República y del Consejo Nacional de Seguridad Pública, establece que “toda muerte violenta de mujeres de carácter doloso tiene que ser investigada bajo protocolos de feminicidio”. Pero como recalca Salguero, “se mide diferente en todos lados”.

 De enero a abril de 2021, en el estado fronterizo de Tamaulipas no hubo ningún feminicidio, según datos oficiales. Pero al mismo tiempo, 21 mujeres murieron de forma violenta en esos cuatro meses. Los crímenes fueron clasificados como homicidios dolosos. Otro ejemplo es el de Pilar González, de 20 años. En enero del 2020, fue asesinada en San Miguel de Allende por su pareja sentimental. Tampoco fue catalogado como feminicidio.

“Los ministerios públicos no entienden lo que es un feminicidio. Viene de una falta de capacitación en perspectiva de género. Otras veces es por razones políticas, algunos estados no quieren tener tantos feminicidios porque daña la imagen”, explica Salguero. También menciona la pérdida del material probatorio, la contaminación de la evidencia, la falta de recursos y el alto grado de impunidad que existe en el país. 

En el mapa, Salguero nombra a esas mujeres para que no sean sólo una cifra y desaparezcan entre números que aumentan cada día. Desde que empezó su labor en 2016 y hasta ahora, ha recogido más de 12.000 asesinatos de mujeres. 

El trabajo lo hace sola. Es minucioso y lleva su tiempo. Primero eran tres horas al día. Luego cuatro y después cinco porque “la violencia fue creciendo”. A diario, revisa la información de las fiscalías, consulta las alertas de Google y, sobre todo, la nota roja, como se le llama en México al periodismo de seguridad y justicia. Cuando se puede, también coteja la información con los familiares de las víctimas. 

La base de datos, gratuita, se ha vuelto un referente. Es consultada por periodistas, investigadores y hasta las mismas autoridades, que le han propuesto trabajar con ella. Salguero lo rechazó porque “querían que trabajara de a gratis”. El mapa ha sido distinguido por ONU Mujeres, el Women Economic Forum y le valió ser reconocida por la revista Forbes como una de las 100 mujeres más poderosas de México.  

María Salguero, con su perro. M.S.
María Salguero, con su perro. M.S.

Enfocar mejor las políticas públicas

Detrás de cada cruz hay datos duros. Categorías como el rango de edad de las víctimas, la relación que tenían con el feminicida, el modo de asesinato, el escenario del crimen y el tipo de arma usada. Quiere saber quién, cuándo, dónde, cómo y por qué. Al contrario, las estadísticas oficiales no dan detalles sobre los agresores ni sobre las víctimas. “Con esos datos obtengo contexto, modalidades y una mejor tipología de la violencia”, explica. “Puedo saber por ejemplo si es violencia familiar o comunitaria y eso sirve para temas de política pública porque sabes cómo enfocar tus esfuerzos”, insiste. 

Un mapa como punto de partida para tomar acciones. Con toda la información, la investigadora fue encontrando poco a poco ciertos rasgos comunes. Patrones de violencia que configuran una verdadera geografía del terror. 

Cita el ejemplo del Estado de Guanajuato, en el centro del país. Una zona tradicionalmente segura, pero que en los últimos años se ha vuelto una de las más sangrientas del territorio. El actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, reconoció que la violencia del Estado estaba fuera de control por el enfrentamiento entre grupos delictivos. 

“Cuando se empezaron a pelear los grupos de allá, empezaron a subir las cifras de mujeres asesinadas y el modus operandi era de crimen organizado”, explica Salguero. Las víctimas, según aclara, tenían pautas comunes: eran jóvenes y algunas tenían problemas de adicción al cristal. “Te va dando una idea de lo que puedes hacer. A lo mejor no puedes prevenir las pugnas, pero tal vez puedes ayudar dando más acceso a oportunidades, como un empleo bien remunerado o una mejor educación. También pensar en políticas preventivas contra las drogas”, reflexiona. 

Antes de centrarse exclusivamente en los feminicidios, Salguero inició mapeando desapariciones forzadas con unos amigos. De hecho, empezó a tejer redes, primero con víctimas de la guardería ABC, un jardín infantil donde en 2009 un incendio se llevó la vida de 49 niños. Después con familiares de desaparecidos. “En la marcha por la paz [manifestación contra la violencia en 2011], recuerdo ver a una madre llorando con la foto de sus 4 hijos desaparecidos. Me partió el alma”, dice. Su manera de ayudar era difundiendo las fichas de estos hijos e hijas. Ahí empezó todo. Cada vez llegaban casos de niñas desaparecidas que después eran localizadas sin vida.

Estos feminicidios no se concentraban solo en el estado de México o en Ciudad Juárez. Las cruces del nuevo mapa estaban en todos lados, en todas partes. Poco a poco, Salguero empezó a recorrer los distintos rincones del país para presentar su mapa. Cada vez que daba una conferencia en una región, hacía un análisis específico del lugar. 

Cruces en Lomas del Poleo, Ciudad Juárez, donde en 1996 fueron encontrados ocho cuerpos de mujeres. IOSE
Cruces en Lomas del Poleo, Ciudad Juárez, donde en 1996 fueron encontrados ocho cuerpos de mujeres. IOSE

“Botín de guerra”

En el estado de Zacatecas, por ejemplo, encontró que las mujeres eran asesinadas por su sentido de pertenencia a grupos de crimen organizado. “Las asesinan por ser del otro grupo. Tengo documentados varios casos donde hay un mensaje asociado a los rivales en sus cuerpos”. En 2020, según el mapa, el crimen organizado fue responsable de más de la mitad de los feminicidios en el país. En las cifras oficiales, no hay forma de saber el porcentaje de feminicidios relacionado con estos grupos delictivos.

“Históricamente en las situaciones de conflicto armado las mujeres son vistas como botín de guerra. En México no es la excepción, la guerra por el control del territorio se plasma en los cuerpos de las mujeres”, analiza Salguero en una publicación sobre feminicidios durante el confinamiento. “El tejido social está roto. Hay que reconstruirlo”, reflexiona la geofísica. 

Creció en el centro de la capital mexicana, en una zona popular y hostil, con mucho comercio ambulante. Con su madre, vendía refrescos y aguas de fruta en la calle. Fue en la misma zona donde un día le pusieron “cola”, porque empezó a perfilar una persona de un grupo delictivo local. Por eso, empezaron a seguirla. “Fue como dos meses, se paraban frente a mi casa. Después ya me dejaron tranquila”, dice, restándole importancia. 

Por el momento, tarda un poco más con la actualización de los datos del mapa porque ha sufrido secuelas de la covid-19. Además, tiene que buscar una nueva plataforma para generar la base de datos y por eso, le gustaría obtener ayuda de una universidad. Porque el trabajo en sí no lo dejará. De hecho, le abrió las puertas de la Fiscalía de Sonora, en el norte del país, donde dirige ahora la Unidad de Análisis y Contexto. Su labor consiste en mejorar las indagaciones de las carpetas de investigación y poder diagnosticar mejor las causas y consecuencias de los delitos.

“No hay que ser indiferentes ante la violencia. Yo creo que sí es una cuestión educacional, pero también hace falta que la comunidad intervenga un poquito más”, concluye. 

Sara González Boutriau. Periodista. Editora multimedia en AFP, ha trabajado en medios como NewtralEl País.

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