Elecciones en Brasil, una cuestión de fe

En un país que vive el auge del culto evangélico, la pugna entre Bolsonaro y Lula ha situado la religión en el centro del debate político.

Un hombre con una cruz reza frente a bandera de Brasil, en el Palacio do Planalto de Brasilia. EFE/JOEDSON ALVES
Un hombre con una cruz reza frente a bandera de Brasil, en el Palacio do Planalto de Brasilia. EFE/JOEDSON ALVES

La frenética actividad semanal se detiene en el centro de Nilópolis los domingos por la mañana. Cuando se evapora el sonido del tren alejándose de la cercana estación, puede incluso comenzar a escucharse el cantar de los pájaros, sumergido el resto de los días en el estruendo creado por el rugido los cientos de motores de coches y motocicletas que surcan las vías, mezclado con los gritos de los vendedores ambulantes y la música que emana a borbotones por los altavoces de los comercios del empobrecido municipio situado en el área metropolitana de Río de Janeiro

Una avenida que ha pasado mejores tiempos, donde el cemento que cubre las aceras se muestra agujereado, almacén ahora de agua sucia, da paso a un edificio de dos pisos, cuyo nivel superior está, como tantos otros en el lugar, oculto tras la media docena de cables de electricidad que cruzan la calle de una esquina a otra, imagen que se repite en la mayoría de los barrios pobres de América Latina.

Esa segunda planta, el inmueble alberga un coworking. Al fondo, en una amplia habitación, se reúne un grupo de proscritos y exiliados religiosos: una colectividad de fieles de la iglesia Redençao Baixada, que defienden una visión evangélica amplia. Abandonaron sus anteriores congregaciones por la defensa que allí se hacía de dogmas ultraconservadores y del actual presidente de Brasil y candidato a la reelección, Jair Bolsonaro.

“Llegó un momento en que el aire se volvió irrespirable”, explica a COOLT Léo Matrapilho, miembro de Redençao Baixada y también del colectivo Nuevas Narrativas Evangélicas, que propugna la pluralidad y la diversidad en los cultos evangélicos. “Dejé mis antiguas iglesias debido a la distorsión de la palabra de Jesús. Se volvieron sectarias, aislacionistas y comenzaron a apoyar el proyecto del Gobierno”.

Matrapilho viste pantalones amplios de camuflaje y camiseta de estilo rapero. Las rastas de su cabellera dejan entrever en rostro y brazos varios tatuajes con motivos bíblicos. “Bienaventurados”, reza una leyenda que le recorre la cara, desde la mejilla al entrecejo.

Organiza al resto del grupo, sentado en una silla con mesita escolar, mientras lee pasajes de la Biblia en su teléfono móvil. Más allá de su estilo, sus ideas tampoco casaban con las del conservadurismo evangélico dominante, al menos a nivel discursivo, en Brasil.

“Cuando nosotros hacíamos alguna manifestación en nuestras iglesias, por ejemplo, acerca de racismo o en cuestión de género, ellas se negaban a promover nuestras propuestas. No era un asunto, decían, del Evangelio. Ellos sólo se preocupan de ganar almas para llevar a la iglesia y de la vida financiera. Ese no es el mensaje de Jesús, y eso nos fue minando”, asegura.

Léo Matrapilho (derecha), en una reunión de la iglesia Redençao Baixada, en Nilópolis, Brasil. HÉCTOR ESTEPA
Léo Matrapilho (derecha), en una reunión de Redençao Baixada, en Nilópolis, el pasado domingo. HÉCTOR ESTEPA

El voto evangélico en las elecciones

Este domingo se celebra en Brasil la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales en las que la religión se ha situado en el centro del debate político, lo que ha provocado el distanciamiento de grupos de fieles como los de Redençao Baixada.

Apenas 4,6 puntos de media en el aglutinado de encuestas separan al expresidente izquierdista Lula Da Silva, que lidera los sondeos, y a Bolsonaro, quien se hizo fuerte hace cuatro años en el segmento evangélico, consiguiendo el 78% de los votos de los fieles. Esa cifra aseguró entonces la victoria del actual presidente, tras haber adoptado previamente el discurso ultraconservador de algunos de los pastores más influyentes.

El panorama es similar ahora y el voto evangélico podría volver a ser decisivo debido a su gran poder de movilización y a la gran expansión de las iglesias de barrio en un país de magnitud continental que, según los analistas, está cambiando velozmente de religión: hace apenas 12 años, en Brasil había 42 millones de votantes evangélicos; hoy son 65 millones y suponen alrededor del 32% del electorado.

Lula parecía haber recortado distancias con respecto a Bolsonaro en ese segmento, pero una encuesta reciente de la firma Datafolha muestra que el líder ultraderechista tendría el 66% de los apoyos evangélicos en la segunda vuelta, frente al 28% que conseguiría el exmandatario progresista.

Bolsonaro se alía con los pastores

“Dios, patria, familia y libertad”, propugna Bolsonaro como lema, además de su muy conocido “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”, que sintetiza su visión política.

El mandatario brasileño, católico de origen, comenzó hace seis años a ingresar en círculos evangélicos y relacionarse con pastores muy influyentes. Uno de ellos, el ultraconservador Silas Malafaia, que acumula casi cuatro millones de seguidores en Instagram y es líder del grupo Asamblea de Dios Victoria en Cristo, llegó incluso a acompañarle recientemente a un viaje oficial a Londres con motivo del funeral de la reina Isabel II.

Numerosos pastores piden el voto por Bolsonaro en las redes sociales o en sus iglesias, algunos de manera explícita, pero la mayoría de ellos lo hacen de forma tácita, usando los colores, lemas y discursos del líder ultraderechista, ya que hacer propaganda electoral en las iglesias está prohibido.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, reza en un acto con evangélicos, en Río de Janeiro, el 15 de septiembre de 2022. EFE/ANDRÉ COELHO
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, rezando en un acto con evangélicos, en Río de Janeiro, el 15 de septiembre. EFE/ANDRÉ COELHO

Presiones en las iglesias

“Escucho a los creyentes decir: votaré por Lula. No mereces tomar la Cena del Señor si mantienes este sistema”, dijo en un vídeo publicado en agosto otro pastor, Rubén Oliveira, representante de la Asamblea de Dios en un municipio del interior de São Paulo. “Si yo sé que un creyente miembro de esta iglesia votó a ese infeliz, voy a disciplinarlo”, añadió.

Ese tipo de manifestaciones son, según los analistas, cada vez más frecuentes. La presión al fiel es tal que algunos son apartados o deciden voluntariamente dejar sus iglesias.

“Yo fui discriminada y violentada en mi antigua congregación”, expone en la reunión de la iglesia Redençao en Nilópolís la teóloga y estudiante de Magisterio de Educación Física Liliane Milanes, que se define como feminista y defiende la libertad sexual.

“Hubo gente que llegó y me dijo que yo estaba fuera del evangelio por pensar así. Creían que estaba perdiendo la esencia de Cristo”, asegura la joven, que porta una camiseta con el símbolo de Batman rellenado con los colores del arcoíris.

“¿La esencia de Cristo es levantar pautas machistas, olvidar el racismo, la homofobia, y la violencia contra la mujer? ¿Eso qué es?”, se pregunta. “Hay que tener respeto, amor y compasión, pero eso se perdió”, añade mientras por la ventana del coworking comienzan a escucharse las bocinas de los coches y las motocicletas en una ciudad que lentamente se despierta del letargo dominical.

Comentarios como los de Milanes abundan durante los últimos meses en las páginas de la prensa brasileña. Algunos fieles han decidido dejar de ir a sus iglesias hasta después de la segunda vuelta. Quien se sale de postulados defendidos también por el Gobierno como la defensa integral de la familia tradicional, la oposición al aborto y a la enseñanza en las escuelas sobre elección de género es, en ocasiones, marginado de su comunidad.

“Nos dicen que no somos cristianos de verdad, que no seguimos a Jesús. Eso es violento, porque ser cristianos es lo que da sentido a nuestra vida. Seguir a Jesús es nuestro fin último y lo que más nos representa. Cuando nos dicen que no somos cristianos es violento, porque atenta contra nuestro sentido de pertenencia a una cosa mayor que es el evangelio de Jesús”, lamenta Matrapilho.

Un hombre reza con una cruz en la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, el 15 de octubre de 2022. EFE/JOEDSON ALVES
Un hombre reza con una cruz en la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, el 15 de octubre. EFE/JOEDSON ALVES

Doble militancia religiosa de Bolsonaro

La corriente se mueve en dirección opuesta a estos fieles mientras continúa la influencia de Bolsonaro en las iglesias y de las iglesias en Bolsonaro.

El presidente comenzó a alinearse con sectores conservadores evangelistas dos años antes de las elecciones de 2018, cuando se bautizó, vestido de blanco, en las aguas del río Jordán en Israel, como hizo Jesucristo dos milenios antes, según la Biblia.

Es decir, se acercó profundamente al evangelismo sin oficializar su conversión y sin dejar, al mismo tiempo, de ser católico. Una especie de doble militancia confesional que le permite mantener alianzas en ambos sectores, siendo el catolicismo la religión de la mitad de los brasileños.

Batalla por el voto evangélico

Lula domina el voto católico en un país donde el 49% de los electores declara darle mucha importancia a la religión de los candidatos para definir su voto, pero es consciente de que su victoria este domingo depende también, y mucho, del sufragio evangélico.

Por eso ha frecuentado espacios religiosos en la campaña de cara a la segunda vuelta, llegando a aclarar que está, personalmente, en contra del aborto, aunque apoya la libertad de elección y su alianza de partidos está marcadamente a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.

El candidato izquierdista recibió un fuerte espaldarazo en los días previos a la primera vuelta, cuando su exministra de Medio Ambiente, Marina Silva, fiel evangelista, volvió a darle su apoyo tras un distanciamiento que había durado años.

Lula tuvo durante sus dos mandatos un vicepresidente moderado, José Alencar, que era un conocido fiel evangélico y que llegó a cambiar de partido en 2005 para pasar a militar en una formación con una importante base religiosa, sirviendo así de vínculo entre el entonces presidente y los cultos.

El líder del Partido de los Trabajadores ha conseguido ahora el apoyo de algunos pastores y congregaciones menores, pero está muy lejos de la influencia en el sector que tiene su rival.

Lula da Silva recibe una oración de David Mikami, en un acto en campaña con evangélicos en São Paulo, el 25 de octubre de 2022. EFE/SEBASTIAO MOREIRA
Lula da Silva recibe una oración en un acto de campaña electoral, en São Paulo, el 25 de octubre. EFE/SEBASTIAO MOREIRA

‘Fake news’ delirantes

Lula ha hecho también frente a las campañas de fake news que ya son tristemente usuales en el Brasil del siglo XXI.

La mentira más diseminada por redes sociales es que Lula va a cerrar las iglesias evangélicas, algo que el candidato izquierdista ha refutado en decenas ocasiones, argumentando que las leyes aprobadas durante sus anteriores mandatos certificaron la libertad religiosa que ha permitido la expansión de cultos como el evangélico. Esa promesa de no cerrar cultos fue, de hecho, el punto central de una “carta de compromiso” que el expresidente envió al “pueblo evangélico” hace unos días.

Otras fake news son aún más rocambolescas. La campaña del expresidente brasileño ha tenido que desmentir en redes sociales que Lula sea satánico, después de que se volvieran virales en internet imágenes de su participación en ceremonias de credos de afrodescendientes en las regiones del norte del país.

De esas noticias falsas no escapa tampoco Bolsonaro, que ha sido igualmente señalado de satánico por haber participado, en el pasado, en actos masónicos, siendo asimismo acusado de caníbal.

El delirio en redes sociales llega hasta tal punto que un cardenal católico brasileño tuvo que desmentir ser comunista por usar ropas rojas en misa después de una oleada de críticas en internet.

Bolsonaro subraya su discurso religioso

Bolsonaro también sabe que su remontada pasa por asegurar y aumentar, en la medida de lo posible, el gran caladero de voto que ya tiene en las iglesias evangélicas, ahondando en su discurso en defensa integral de la familia tradicional, en oposición al aborto y a la legalización de las drogas y contra la enseñanza sobre elección de género en las escuelas.

Para ello, no sólo ha redoblado sus guiños a los fieles, sino que ha puesto en primera línea de su campaña a su tercera esposa Michelle, que ha trabajado como intérprete de signos en iglesias neopentecostales, se declara “sierva del Señor” y ha prometido a “Jesucristo en el Gobierno” si Bolsonaro se impone en los comicios. La primera dama lleva semanas elevando el perfil religioso de su marido, que también se ha presentado en importantes celebraciones cristianas.

El líder ultraderechista continúa, al mismo tiempo, siendo defendido por pastores y fieles en algunas de las zonas más pobres del país. Ganó en la Baixada Fluminense, donde se encuentran algunas de las mayores bolsas de miseria de Río de Janeiro.

“Bolsonaro ganó aquí el discurso de las iglesias, está cooptado por él, y en la segunda vuelta volverá a ganar”, asegura Maecio, otro de los fieles presentes en la reunión de Redençao Baixada, que también dejó su anterior congregación cuando el discurso de esta comenzó a radicalizarse.

Periodista. Colaborador de medios como El Mundo, El Comercio, Diario las Américas, Global Post, La Tercera, El Confidencial, La Voz de Galicia, Euronews, Telecinco, Cuatro y Antena 3.

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