¿Qué significa ‘cholo’? El origen de una palabra muy peruana

Un libro rescata la historia (y las palabras) de las nueve lenguas que alguna vez se hablaron en el antiguo Obispado de Trujillo, en el Perú colonial.

Jorge Paredes Laos

Lima
‘Cholo’ es una palabra con larga historia en Perú. En la foto, paseantes en el Jirón de la Unión, Lima. MANUEL MELGAR
‘Cholo’ es una palabra con larga historia en Perú. En la foto, paseantes en el Jirón de la Unión, Lima. MANUEL MELGAR

El Obispado de Trujillo —creado en 1609— era un vasto territorio colonial que iba de la costa a los bosques amazónicos y abarcaba las actuales regiones de La Libertad, Lambayeque, Piura, Cajamarca, San Martín y Amazonas.

Estaba conformado por una variedad de pueblos, culturas y naciones que agrupaban a pescadores y ceramistas; a constructores de empinadas murallas en las montañas y a hombres y mujeres que se internaban por los Andes nororientales para tallar la piedra en las alturas.

Cada uno de estos grupos humanos hablaban lenguas distintas. De todas ellas, solo el quechua ha llegado hasta nuestros días, pero algunas como el mochica han dejado sus vestigios en ciertas palabras y determinados apellidos.

La mayoría de estas lenguas quedaron solo registradas en antiguos documentos coloniales. Entre estos destacan la Crónica moralizada, de Antonio de la Calancha (siglo XVII), y el Plan, de Baltasar Martínez Compañón (siglo XVIII), que contiene 43 voces castellanas traducidas a ocho de las lenguas que hablaban “los indios de la costa, sierra y montaña”.

Estas fuentes le han permitido al lingüista José Salas García escribir Historia de las lenguas del antiguo Obispado de Trujillo, una investigación en la que presenta cada una de las nueve lenguas que se hablaban en esta región. Estas eran las siguientes: tallán, sechura, olmos, mochica, pescadora, quechua, culli, cholón e hivito. Las cinco primeras correspondían a la zona costera; el quechua y el culli a la región andina y las dos últimas al área amazónica.

“La interacción entre ellas se puede verificar a través de los préstamos lingüísticos y eso se puede leer en el libro. Por ejemplo, hay vocablos de la selva que están en el culli, una lengua casi desconocida de la sierra norte, así se pueden ir buscando y encontrando diversos parentescos y similitudes”, dice el autor. Por ejemplo, la lengua pescador se hablaba desde las costas de Áncash hasta Chicama (La Libertad), donde se superponía con el mochica.

Si bien el quechua es la lengua que sobrevive hasta nuestros días, una de las más representativas de la región fue el mochica, que se extinguió a inicios del siglo XX, según explica Salas García: “He encontrado un documento de Brüning que toma datos de Éten (Lambayeque) y dice que en esta localidad, en 1905, las personas que tienen 60 años ya no sabían mochica. Las lenguas amazónicas como el hivito y el cholón se hablaron hasta entrado el siglo XX; en cambio el tallán desapareció a comienzos del siglo XIX”.

Algunas palabras y apellidos

Como se explica en el libro, a pesar de su extinción, algunos restos de estas lenguas se encuentran en nombres propios de personas (antropónimos), de plantas (fitónimos), de animales (zoónimos) o de lugares (topónimos). Por ejemplo, nombres propios de origen tallán serían Coveñas, Chanduví, Quinde; y sechuranos serían Charnaque y Lupanaque.

En el caso de la lengua mochica (también conocida como yunga), esta era hablada — como aclara Salas García— por la cultura Lambayeque, que existía en el tiempo de los españoles, y no por los moches, cuya lengua es desconocida y más antigua.

Aquí destaca un topónimo como Mórrope, que viene de la voz mochica murrup (iguana) y una palabra como ‘cholo’ procedente de cyolu (muchacho o muchacha). Esta teoría se añade a otras que señalan que esta palabra viene de México y Centroamérica.

“Existen ambas hipótesis —añade el autor—, pero en el Perú se usa tanto cholo y además en el norte no tiene un significado peyorativo, pues originalmente designaba a un muchacho o muchacha pequeña”.

Y en cuanto a apellidos de origen mochica, uno de los más conocidos es Chafloque. “Este es un signo totémico —explica Salas García— pues significa ‘yo pertenezco al tótem del pato negro’”.

Así, esta historia de lenguas y palabras explica no solo lo que alguna vez fuimos, sino también lo que nos identifica y permanece.


Este artículo se publicó en la web de El Dominical de El Comercio de Perú el 03.07.23

Jorge Paredes Laos

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