‘Mi soledad tiene alas’, el barrio de raza de Mario Casas

El actor español se estrena como director con una película “sobre la familia, la amistad y el amor” protagonizada por su hermano Óscar.

Los protagonistas de la película 'Mi soledad tiene alas', dirigida por Mario Casas. NOSTROMO
Los protagonistas de la película 'Mi soledad tiene alas', dirigida por Mario Casas. NOSTROMO

En la periferia de Barcelona, con sus barrios humildes y sus personajes de vida difícil, ha situado Mario Casas (A Coruña, 1986) las entrañas de su ópera prima. Una que protagoniza su misma sangre, en las carnes de su hermano Óscar Casas, en el rol de un joven (sin madre, con padre en la cárcel y al amparo de su abuela) que vive despreocupado entre fiestas y pequeños palos a joyerías, en compañía de sus dos inseparables amigos (los debutantes Candela González y Farid Bechara), con ínfulas de artista (es grafitero) y un sueño poco urgente (establecerse en Berlín). Hasta que un día todo cambia y Dan —que así se llama— tiene, precipitadamente, que hacerse a sí mismo o, si aludimos al título, desplegar sus alas para cuestionarse cosas y, de alguna manera, encontrar su camino.

En Mi soledad tiene alas, Mario Casas aborda el paso de la juventud al mundo adulto desde una perspectiva nada fácil. Y se sirve de una historia de amor, amistad y lazos familiares para, por primera vez, contar desde el otro lado de la cámara. En el de siempre ya ganó un Goya por No matarás en 2021. La película llega a las salas españolas el 25 de agosto.

- El guion se alumbró en los albores del confinamiento. De no haber sido por el tiempo libre que nos permitió una pandemia mundial, ¿te hubieras estrenado como guionista (junto a la belga Déborah François) y director en esta etapa de tu vida?

- Sabía, desde hace tiempo, que quería que fuese uno de los siguientes pasos en mi carrera y que no me podía quedar con esa espina. Es cierto que la pandemia hace que me ponga a escribir. Ya había escrito algún corto o algún tratamiento, pero tampoco me atrevía a enseñarlo y lo había dejado pasar. Pero, de repente, llega la pandemia y me digo “es el momento, voy a intentarlo”. Uno nunca sabe qué va a suceder o si vas a escribir algo que nadie va a querer. Poco a poco empezamos a escribir, pasan los días, tengo un tratamiento, lo mando a Nostromo, y con ese tratamiento de 30 ó 40 páginas, me dicen que siga adelante. Al poco tiempo, tenía una primera versión. A la vez, soy actor, tengo que hacer películas, que me quitan muchísimo tiempo. Aparte de todo el trabajo previo, he estado un año y medio con Mi soledad. Que me hubiesen pasado un guion en el cual pudiera meter mano, aportar, hubiese sido la manera, pero escribir desde cero, no.

- En ese proceso inicial, ¿ya pensabas en tu hermano como protagonista?

- Siempre. Él lo sabe desde que le dije: “Si algún día dirijo, si algún día hago una peli, quiero que seas el protagonista, quiero que hagas el personaje o el tipo de peli que a mí me hubiese gustado hacer con tu edad”. Esa siempre había sido la idea. Había algo también de la gente joven, que de repente está en ese impasse de hacerse un poco más mayor, que siempre me ha llamado la atención, porque da un punto de partida de frescura. En la gente joven las emociones están como muy a flor de piel, y me interesaba este mundo de chavales de 18, 19 ó 20 años.

Candela González, Óscar Casas, Mario Casas y Farid Bechara, en el rodaje de 'Mi soledad tiene alas'. LAU BACANAL
Candela González, Óscar Casas, Mario Casas y Farid Bechara, en el rodaje de 'Mi soledad tiene alas'. LAU BACANAL

- Cuando uno, como actor, ya lo ha aprendido casi todo y toca empezar de cero en la dirección, ¿de qué escuela echa mano?

- Lo primero que sale, ya cuando estás escribiendo el guion, es el cine que uno vive. De una manera u otra, lo que haces se te queda dentro. Inconscientemente es así. He vivido una etapa como actor de muchísimos años, desde los 18 hasta los 37 años que tengo ahora, en los que he comprobado lo que es el cine desde dentro y cómo me ha afectado. Es decir, en el guion hay momentos que la gente que me sigue y ha visto mis pelis va a reconocer. Hay piezas de un puzzle o guiños a trabajos que yo he hecho. De Adiós, Grupo 7, A tres metros sobre el cielo, Palmeras en la nieve, Tengo ganas de ti… En la historia de amor, por ejemplo, hay algo ahí manchado por A tres metros, que es cuando los dos se suben en el patinete y es ella la que esta vez le dice “no, déjame a mí”. Ha sido muy bonito poder, siendo actor, hacer de director.

- Imagino que te habrás rodeado del mejor equipo…

- Cuando tengo la idea en la pandemia, lo primero que hago es hablar con el dire de fotografía, que es su primera película también. Lo conozco hace muchos años, es operador de cámara y he hecho muchísimas películas junto a él. Le dije: “Oye, ¿te embarcas conmigo en esto?”. Él me decía: “Estás loco, es la primera vez, tienes que juntarte con tal”. En la dirección de arte estaba Nuria, que era también nueva. Me quería rodear de gente que llevaba años y de gente que era su primera vez para que la película caminara por un lugar bonito y fresco, con ganas y arriesgándonos.

- ¿El ídolo juvenil que fuiste en tus comienzos ya tenía claro que algún día probaría en la dirección?

- ¡Qué va! Está a punto de salir la peli y todavía no me lo creo. ¡Estoy como en una nube aún! Pero es cierto que, a partir de todo este proceso, de mis miedos montando la película y haciéndola, mi madre era la que me recordaba: “Yo tengo vídeos tuyos en VHS por ahí guardados, dirigiendo a tus compañeros de clase”, en las típicas obras de teatro que se hacen a mitad de curso o al final. Es cierto que mi carrera ha sido siempre la de actor y así seguirá siéndolo, pero sí que ha habido algo en mí desde los 18 años. Cuando tengo la oportunidad de trabajar con Antonio Banderas, con Alberto Rodríguez, con Paco Cabezas, con Fernando González Molina, yo no solo iba y actuaba. Tenía mucho interés en cómo rodaban imágenes, en cómo se comportaban en el set… Siempre me interesaban muchísimas más cosas que simplemente ir a hacer mi personaje.

- En tu película está representado el barrio humilde de extrarradio en el que te criaste. ¿Por qué decidiste beber de estas fuentes? ¿Por qué has querido construir una historia de personajes marginales?

- Mis padres, siendo muy jóvenes, se movieron de Galicia a Barcelona con dos niños muy pequeños y sin nada. Acabamos en Lloret de Mar; yo tenía cuatro años y mi hermana dos, y mi padre se buscaba la vida como podía como carpintero. De ahí nos fuimos a una parte de Barcelona que era muy barrio. He vivido en esos lugares, no justamente en los que transcurre la película por un tema de localización, pero de niño he respirado estos barrios donde hay algo que es muy de verdad, muy de la tierra, muy de raza; donde muchas veces parece que no hay filtros. Quería que la película tuviera eso. Para mí el barrio es como lo más cercano que veo a la verdad.

Tráiler de la película 'Mi soledad tiene alas', de Mario Casas. YOUTUBE

- Detrás de su apariencia de pequeño delincuente, Dan, el protagonista, esconde un artista con talento. ¿Las alas del título aluden a su capacidad de poder “volar”?

- Aquí abrimos un melón… Se hacen bastantes referencias a esas alas en la película. Al principio, con la abuela, que ya no está, que ha volado. Después está Vio (Candela González), que las tiene tatuadas en el cuello. Hay algo ahí que también tiene que ver conmigo: desde siempre he soñado con ir a Madrid, con volar, tiene que ver con mi manera de ser. Pero Dan no se deja, él no se permite salir de ahí, echar a volar y hacer lo que realmente quiere. Al inicio de la peli también están esas alas que Dan dibuja, que tienen que ver con algo de vas a salir de aquí, vas a echar a volar de aquí, no vas a volver.

- Un suceso inesperado lo cambiará todo y dará paso a una huida de Barcelona a Madrid. Por fuera y por dentro, el viaje del protagonista convierte tu película en un coming-of-age… ¿Es el género que la define?

- Sí, al 100%. Es una película que va sobre los lazos familiares, la amistad y el amor, las tres cosas más importantes que hay en mi vida y en la de muchas personas. Al final, el protagonista tiene unos matices, unas dudas, unos miedos y unas inseguridades que podrían ser de un adulto. Los tres protagonistas, sobre todo los dos principales, hablan de dónde han nacido, de lo que han tenido que aguantar… Para mí la película es un salto, el tener que convertirte en adulto y tomar una serie de decisiones que a todos nos llegan. A mí me llegó con 18 años cuando me fui a Madrid solo y a ellos les llega por un suceso por el que ya no podrán volver atrás. Tendrán que tomar caminos diferentes y, en este caso, preguntarse qué vida quieren.

- No se lo pones fácil a Dan. ¿Tenías claro ese final?

- Sí. Como director, no quería que el público saliese indiferente. Hay una historia de amor que es nada, es más una historia de amistad, pero cuando sucede y le das el caramelo al espectador, se lo arrebatas al instante. Te doy algo, pero no, lo siento, la peli no va de esto. Crearlo me parecía interesante.

- Como dices, Mi soledad tiene alas es también una pequeña historia de amor entre Dan y Vio…

- Están hechos el uno para el otro. Lo que pasa es que te presentamos a unos personajes que viven su vida normal, a los que tampoco les ha pasado nada heavy, que están como de paso y que creen que pueden hacer cualquier cosa, que son los reyes del mambo, y no es así. Las historias de amistad o las historias de familia son todavía más fuertes que una historia de amor. Entre ellos pasa algo porque son jóvenes, tiene que suceder y están viviendo algo único: una huida, una escapada, un Bonnie y Clyde de barrio. Pero cuando te vas al plano de ella, ya está en otro lugar; él, no. Por eso no acaba de volar. Como no da ese paso, hay algo que lo lleva a la oscuridad.

Óscar Casas y Candela González, en la película 'Mi soledad tiene alas', de Mario Casas. LAU BACANAL
Los actores Óscar Casas y Candela González, en una escena de la película. LAU BACANAL

- Más de un año de casting y casi tres meses de ensayos fueron necesarios para armar, y hacer funcionar, el reparto principal. ¿En los actores sin experiencia estaban el sentido de la verdad y el naturalismo que querías para tu película?

- ¡Totalmente! Ellos están increíbles. Estuve mucho tiempo buscándolos. Todos los actores hacen un trabajo precioso. Mi miedo era acabar la peli y ver que no funcionaba, pero creo que la película funciona por ellos. Los actores no profesionales se han metido hasta el fondo, se han dejado ir y han confiado en mí muchísimo. Necesitaba dos meses de ensayo, no para convertirlos en actores, porque tenían un talento innato, pero sí para guiarlos un poco sobre cómo es un rodaje, cómo se crea un personaje, cómo llegar a las emociones, cómo no tener miedo…

- ¿Crees que el personaje de Dan logrará dar alas a tu hermano, Óscar Casas, en su trayectoria?

- Ya sabemos cómo son las pelis… A veces, pasan y no nos hemos dado ni cuenta ni de que se han estrenado... Yo creo que sí. Es un personaje que Óscar no había hecho y te comes con patatas que pertenece a ese mundo. Está trabajando desde la naturalidad y la sensibilidad constantemente. Para mí, es un antes y un después, ya no sé en la carrera de Oscar, porque uno no es vidente, pero en la carrera suya personal lo es al 100%. Ha dado un salto cualitativo —aunque ya era muy buen actor— en un trabajo más costumbrista y terrenal.

- Un rodaje de película después, ¿cuánto pesan en ti las ganas de la dirección y cuánto las de la interpretación?

- Justo he acabado la película de Rodrigo Cortés, Escape, con la producción ejecutiva de Martin Scorsese, y el año que viene tengo mi “año de actor”, por llamarlo de alguna manera. Vamos a ver qué pasa con la dirección cuando reposemos la peli. Ojalá, si todo sale más o menos bien, pueda volver a ponerme detrás de las cámaras para hacer una película de nuevo con mi hermano. Crearé para él un personaje que nada tenga que ver con él ni con Dan... Se convertiría en mi muso. Este es un trabajo que amo y en el que nunca acabas de aprender. Y más cuando te sumerges también en la dirección.

Periodista cultural. Colaboradora de medios como Cinemanía, La Vanguardia, Viajes National Geographic y El Confidencial

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