Matías Umpierrez y el misterio de la máscara

El creador argentino se define como un “migrante” de las artes. Ahora presenta ‘Eclipse’, un obra en torno a la identidad y la ficción.

La máscara es el eje de 'Eclipse', el nuevo espectáculo de Matías Umpierrez. SEBASTIÁN ARPESELLA
La máscara es el eje de 'Eclipse', el nuevo espectáculo de Matías Umpierrez. SEBASTIÁN ARPESELLA

La máscara, su historia y sus múltiples significados e interpretaciones. La nueva obra de Matías Umpierrez (Buenos Aires, 1980) trabaja sobre un concepto relacionado con prácticas milenarias a partir de una historia íntima relacionada con una tradición familiar. Eclipse, el espectáculo que este singular artista argentino presentará en las Naves del Español en el centro Matadero de Madrid del 28 junio al 2 de julio, nació a partir de esa experiencia personal, pero está protagonizado por un misterioso enmascarado. El enigma, entonces, está servido. 

Hay un ostensible juego de ocultamientos y revelaciones en este proyecto que toma su título del fenómeno astronómico que ocurre cuando un objeto celeste se interpone entre la luz proveniente de una fuente luminosa y otro objeto. Los eclipses solares y lunares siempre han despertado interés y especulaciones diversas en la historia de la humanidad. Aluden a la transformación, el cambio, y también a la dualidad y la integración. Incluso se usa el verbo eclipsar como sinónimo de deslucir a algo o alguien, de hacernos perder de vista a una cosa o al otro, por ejemplo. Tanto la máscara como el eclipse invitan a jugar con la polisemia, está claro. Y en una época marcada por la discusión sobre las identidades, el estreno de este espectáculo se revela oportuno. No es casual que lo sea: si hay algo que caracteriza a la obra de Umpierrez, un artista que dio sus primeros pasos en el caótico entorno de la crisis que sacudió a la Argentina en 2001, es su diálogo permanente con las problemáticas contemporáneas. 

En este caso, fue un descubrimiento el que reanimó esa conversación: en 2018, un grupo de arqueólogos encontró en Israel una máscara de piedra de 9.000 años de antigüedad. Esa noticia se transformó en un punto de partida porque Matías proviene de una familia de ceramistas y yeseros, aprendió el oficio, y ya en sus primeros diseños se dedicó a las máscaras. En sintonía con su carácter de artista transdisciplinar, el siguiente paso fue establecer relaciones: el hallazgo arqueológico —que despertó variadas especulaciones sobre su origen y sus simbolismos entre los especialistas—, el trabajo propio con las máscaras de cerámica, las diferentes identidades que pueden convivir en una misma persona, las ficciones que pueden dispararse a partir de la curiosidad que genera aquello que se nos presenta velado… 

Después de seis años de investigación, Umpierrez llegó a un resultado que probablemente no se había planteado cuando empezó este largo proceso: la creación de una sociedad secreta de enmascarados y, finalmente, de Eclipse, una conferencia-performance sobre máscaras y una síntesis de su trabajo como artista, que se ha desarrollado siempre en las fronteras de distintos ámbitos. Instalaciones, videoinstalaciones, intervenciones site specific, piezas virtuales, un videojuego, proyectos curatoriales… Caminos diferentes orientados hacia un mismo destino que lo obsesiona: la relación que tenemos con la ficción. No es un tema para nada banal. Y él esgrime un dato categórico para demostrarlo: “La ficción es una necesidad primaria. Nacemos soñando y crecemos imaginando ficciones para entender el pasado, el presente y proyectar el futuro. ¿Qué hizo gran parte de la población durante el confinamiento? ¿Cómo logró trascender el miedo y el dolor? Gran parte lo hicimos por medio de la ficción, y queda la evidencia en el crecimiento de las plataformas de contenidos por streaming”. 

Imagen del espectáculo teatral 'Eclipse', de Matías Umpierrez. SEBASTIÁN ARPESELLA
En 'Eclipse', Umpierrez hurga en la curiosidad que genera aquello que se nos presenta velado. SEBASTIÁN ARPESELLA

En esta época en la que más que nunca la información circula en múltiples dispositivos, el menú de las plataformas de streaming —igual que las especulaciones de las redes sociales, por citar otro componente importante— ha empezado a formar parte de la formación intelectual y, por ende, a influir en las decisiones de una gran parte de la población. “La cultura cada vez llega a más personas, al menos la cultura del entretenimiento, que es la que gobierna, porque genera capital. Pero en ese marco es probable que la cultura del arte también expanda sus fronteras”, dice Umpierrez, quien también matiza esa idea con un comentario político: “Yo accedí a la cultura por medio de la democracia, que es un sistema que le permite a una persona de clase obrera comprar una entrada accesible para ver una obra de teatro. Me formé viendo espectáculos en teatros públicos. Creo en esa democratización del acceso a los consumos culturales porque invertir en cultura pública es cuidar la salud sensible de un pueblo”.

Discípulo del dramaturgo canadiense Robert Lepage —con el que entró en contacto a través del programa filantrópico Mentor and Protégé de la Rolex Arts Initiative— y afincado desde hace ocho años en Madrid, Umpierrez ha captado con su trabajo la atención de instituciones como el MoMa, el Lincoln Center y el Festival de Cannes. En su Argentina natal, ha presentado obras en el Centro Cultural General San Martín y el Museo Malba; y entre 2007 y 2014 hizo una notable labor como coordinador del área de teatro del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, perteneciente a la Universidad de Buenos Aires, creando proyectos curatoriales que derivaron en más de 80 espectáculos y la aparición en escena de artistas que luego se consagraron en el circuito teatral alternativo porteño e incluso en el plano internacional.

“En 1999 empecé de una manera muy decidida a buscar mi lugar en medio de una generación que había llegado tarde a la fiesta del menemismo”, cuenta el artista. “Terminé la universidad en 2001, con un país hundido en una crisis muy profunda. Paradójicamente, a pesar del dolor de esa época, fue un buen momento para hacer lo que quería sin tener miedo a perder nada. Inclusive cuando me invitaron a ser curador del área de teatro del Rojas fue una posibilidad para dialogar con otros artistas, de diferentes generaciones, disciplinas y estéticas; y crear juntos una comunidad que pudiera reflexionar sobre otras perspectivas de las instituciones frente a la escena”. 

Fueron esos cruces con creadores de diversos ámbitos los que determinaron su perfil como artista interesado por “el ritual de la ficción”, que se había empezado a insinuar de alguna manera con la fascinación infantil que le provocaron los titiriteros de El gran circo criollo del Teatro San Martín. En 2014, Umpierrez creó la institución cultural Plataforma Fluorescente, “un dispositivo transdisciplinar que promueve la colaboración entre creadores e instituciones de diferentes geografías, acompañando proyectos curatoriales de comisarios especializados en artes vivas y performance a nivel global”. 

El artista argentino Matías Umpierrez. SEBASTIÁN ARPESELLA
El artista argentino Matías Umpierrez. S. A.

Trabajo colaborativo, cruce de disciplinas, disolución de las fronteras de género, investigación sobre los mecanismos y los efectos de la ficción. Los intereses de Umpierrez como artista tienen objetivos múltiples, y también están íntimamente ligados a su historia personal: la posibilidad de acceso a la cultura para la clase trabajadora que en la Argentina estimuló principalmente el primer peronismo con su famosa “movilidad social” y la pertenencia a una familia migrante que ahora terminó reflejada en Eclipse. “El teatro fue para mí como una puerta. Pero siempre fui un extranjero para ese mundo”, explica el artista. “Traté de ir buscando mi identidad, y en un momento descubrí algo obvio, que esa identidad estaba manifestada en mis experiencias como persona: yo soy un migrante porque soy parte de una familia atravesada por la migración, y también siento que voy migrando dentro de las artes. Para la gente del teatro soy de las artes visuales, para la de las artes visuales soy del teatro o el cine. Y así con otras disciplinas. Estoy en una frontera en la que me siento cómodo, creando dispositivos de relación con la ficción”. 

En esa línea, Umpierrez ha creado en los últimos 10 años una serie de proyectos que “buscan romper los moldes establecidos”, aventuras que han contado con colaboradores de lujo: Lepage, Paul B. Preciado, Ángela Molina, Eyal Weizman, Elena Anaya, Ana Torrent, Niño de Elche y Pedro G. Romero, entre otros. Y los últimos seis años, se los ha pasado preparando con paciencia y dedicación este espectáculo que contradice expresamente la lógica de la feria de vanidades del mundo del arte y la cultura presentando un protagonista anónimo.

Después de tanto tiempo desde la idea original hasta el estreno, Eclipse  también se puede ver como un viaje. “Definitivamente, este proyecto es un viaje hacia mi origen: el de mi familia y el de mi identidad, superpuesta ahora con otra, que es la de un inmigrante, la de un argentino que también es español y que también es uruguayo”, detalla Umpierrez. “La palabra eclipse alude a una superposición de astros. Y el nudo de este espectáculo es la superposición de identidades que sucede a partir de los enmascaramientos. Yo me siento argentino porque nací en Buenos Aires, uruguayo por mis padres, italiano por el origen de mi familia materna y porque fui a una escuela donde hablé italiano de los 3 a los 18 años, español porque me adoptó España hace casi una década y vasco porque es el origen de mi familia paterna. Me gusta sentirme de muchos lugares, por eso intenté crear una obra migrante que dialoga globalmente. Fue algo que se fue dando orgánicamente a partir de 2009. Mi trabajo se empezó a presentar en distintos idiomas, empecé a viajar y terminé viviendo en Madrid, un poco por cuestiones personales y un poco el devenir de mi trabajo. Soy una acumulación de identidades y me identifico con todas”. 

- Ese origen del que hablas está también relacionado con algo menos intelectual y más operativo o concreto que es el trabajo manual, tu experiencia como ceramista, ¿no?

- Hace ochos años que vivo en España y seis que comencé a crear este espectáculo. Estar lejos de mis padres me hizo sentir la necesidad de volver a la cerámica, que es la profesión de mi familia. Yo empecé de pequeño a trabajar con cerámica. Y las máscaras aparecieron muy pronto, tanto en aquellos inicios como en este regreso, no sé muy bien por qué. Fueron las primeras piezas que hice en el taller de mi padre. Mi padre, desde que mi hermano y yo éramos muy pequeños, nos quiso enseñar su oficio. Pertenecía a una familia que migró por varias generaciones, e inclusive él mismo y mi madre migraron de Uruguay a Argentina. Él decía: “Si alguna vez decidís migrar, es mejor tener varias opciones de trabajo, tener más posibilidades para insertarte en otras realidades, y yo ahí puedo aportar enseñándote mi oficio, que es la cerámica y el yeso”. En realidad, mi padre me enseñó a trabajar y a organizarme en relación con cualquier trabajo que deseara hacer. Creo que ese es el verdadero sentido de herencia. Cuando me convertí yo también en un migrante, apareció el recuerdo de su oficio, de su historia y de mi historia. Entonces empecé a trabajar una relación que todavía no había podido integrar a mi producción: la cerámica y la escena. Las llaves, sin buscarlo, fueron las máscaras, que a la vez sirvieron como medio para invocar la ficción, al igual que en el nacimiento del teatro de la Grecia antigua.

Imagen del espectáculo teatral 'Eclipse', de Matías Umpierrez. SEBASTIÁN ARPESELLA
Las máscaras sirven para "invocar la ficción" en la obra de Umpierrez. S. A.

- Te defines como artista transdisciplinar, y de hecho Eclipse cruza diferentes lenguajes en un mismo espectáculo. ¿Hay alguno de los que empleas que tiene más relevancia en este caso?

- Diría que Eclipse es una conferencia-performance donde reflexionamos sobre la máscara como medio para impulsar desplazamientos identitarios y, a la vez, es la posibilidad de visibilizar el trabajo de acompañamiento en la creación de una sociedad secreta de enmascarados que actualmente está en funcionamiento. Cuando comencé a elaborar las máscaras, no sabía qué hacer con ellas. Entonces empecé a preguntarle a distintas personas, de manera privada, si necesitaban una máscara para hacer algo que no se animaran a hacer con el rostro descubierto. Varios me transmitieron sus inquietudes y empecé a crear máscaras para ellos en cerámica y otros materiales; inclusive hice algunas virtuales. Hoy hay más de 30 máscaras distribuidas en ciudades como Nueva York, Boloña, París, Montreal, San Pablo, Londres, Buenos Aires y Madrid. Cada integrante de la sociedad va creando experiencias y performatividades a través del uso de la máscara, como ir a una manifestación en contra de la misma empresa donde trabaja, bailar desenfrenadamente en una discoteca o hacer rituales de diferentes tipos. Cada enmascarado es autónomo y anónimo, quienes desean hacerlo se reúnen por medio del nombre “Sociedad id-1375”, que también tiene una web abierta a otras personas que pretendan aplicar y formar parte del grupo. Eclipse es la divulgación de esa sociedad y de las historias y los mitos que se despliegan a partir de ella. También creo que Eclipse es una ocasión para hablar sobre nuestra historia como enmascarados: por qué los seres humanos hemos necesitado en ocasiones la máscara para relacionarnos con la realidad, qué posibilidades nos ofrecieron las máscaras para encontrar otros modos de relacionarnos o de generar otras identidades, ¿cuál máscara le mostramos al mundo y qué máscaras ocultamos?  

- Es un tema muy presente en la discusión social contemporánea: las identidades múltiples, el fomento a la elección personal por encima de normas establecidas.

- Consciente o inconscientemente, estamos relacionándonos constantemente con máscaras. Por ejemplo, podríamos pensar que la virtualidad es una máscara de la realidad. Por eso alguien puede llegar a la presidencia de un país a través de las múltiples herramientas de persuasión que ofrece la virtualidad: por medio de la máscara de la ficción se puede construir una épica política, apoyada en una narrativa eficaz. Los filtros que tenemos en los teléfonos móviles y redes sociales son máscaras que nos posibilitan vernos como el sistema dice que deberíamos vernos ante la mirada del otro. También podríamos pensar el uso de la pantalla como otra de las máscaras de la realidad. La tecnología funciona como máscara que amplía el modo de relacionarnos con nuestro entorno, generando una perspectiva transhumanista, algo que está muy presente en la pieza: elementos tecnológicos que emiten discurso sin la presencia humana, pero evidentemente a partir de ella. Porque la máscara no solamente provoca superposiciones, sino que también es una estructura latente que puede generar dobles como la inteligencia artificial, que intenta pensar u operar como un humano.

Fuimos construyendo distintos sentidos del enmascaramiento, y en Eclipse nos preguntamos cómo esas máscaras operan en la configuración de identidades diferentes a lo largo de la historia y en el presente. También impulsa otras preguntas: cuando alguien se enmascara, ¿cuál es su verdadera identidad, la que oculta o la que muestra? ¿Acaso hay una identidad más verdadera que otra? Yo por lo menos creo que, si lo deseamos, podemos convivir varias identidades propias. Digo esto porque somos contemporáneos a una época donde estamos pensando y asumiendo otras identidades de género y/o sexuales, otros modos de corporalidades, por fuera de los estigmas hegemónicos, otros códigos sociales que amplían nuestro modo de relacionarnos. Inclusive somos parte de una época que nos ofrece comenzar a definirnos de otra manera, sabiendo que es muy difícil hacerlo. Por eso intento traducir esta lógica a la filosofía de mi trabajo transdisciplinar.

- Tengo la imagen del eclipse asociada a una experiencia estética. Entiendo que hay más maneras de abordar el fenómeno la científica, la de las especulaciones astrológicas, la de tu propia obra, relacionada con las identidades, pero hay un interés que suele despertar en mucha gente que tiene que ver con la apreciación de la belleza visual. ¿En el espectáculo hay un trabajo sobre esa idea?

- Trabajamos más sobre la idea de la superposición, sobre qué sucede cuando un cuerpo bloquea o proyecta a otro cuerpo. ¿Qué figuras materiales e inmateriales se crean, o florecen, a partir de ese juego de superposiciones? No pensamos en la belleza como un fin para crear Eclipse, sino en las infinitas transposiciones que se pueden generar en la luz en un amanecer, un atardecer, una tempestad o un eclipse. Al vivir este tipo de fenómenos, muchas veces perdemos el control de la percepción y nos abrimos a estar en el presente apagando la voz que califica y abriendo los sentidos de la experiencia. Esas fueron nuestras principales pistas para abordar la escena.

Imagen del espectáculo teatral 'Eclipse', de Matías Umpierrez. SEBASTIÁN ARPESELLA
El cruce de disciplinas es una de las características de 'Eclipse'. S. A.

Umpierrez también se refiere al espectáculo como “un concierto de ficciones” con el que intenta continuar indagando sobre el sentido de la conferencia y la construcción del discurso dramático. “Construir discursividad es jugar con la dramaticidad”, sostiene. “Eclipse trabaja con la ansiedad del espectador, que obviamente se va a preguntar quién es ese personaje, por qué está enmascarado. La obsesión por saber quién está detrás de una máscara es el fundamento de muchos de los grandes éxitos actuales de taquilla, que son películas de enmascarados. Las de Marvel, o The Mandalorian, de la saga Star Wars, que presenta a un personaje protagónico que permanece enmascarado toda la temporada. El enmascarado nos refleja y nos ofrece un lugar que se puede completar. Ese rol activo en la expectación es finalmente un gesto fundamental con el que queremos trabajar. Preservar la identidad del enmascarado juega con la enorme necesidad de develarla que puede sentir el espectador y que crea un puente entre la platea y el escenario”.

El enmascaramiento que entra en juego en Eclipse no solo es visual y narrativo, también influye en la faceta sonora de la performance. “Es una pieza muy sonora y musical porque el protagonista también enmascara su voz con diferentes filtros, como el popular auto-tune. En cierta medida, todas esas alteraciones visuales y sonoras, que generan dobles, pueden provocar humor, aunque eso no esté buscado de antemano. Incluso la forma de enmascararse a veces puede ser un poco ridícula, y eso nos ubica en lugares del comportamiento poco usuales y graciosos”, dice Umpierrez, que en esta obra trabaja con un equipo que incluye historiadores, programadores, estilistas, técnicos y diseñadores

De las máscaras que se han hecho conocidas en los últimos años, una de las que atesoran una historia más sorprendente es la que se hizo muy popular gracias a un taquillazo de Hollywood, la película V de Vendetta, que recaudó más de 130 millones de dólares en todo el mundo: la máscara de Guy Fawkes, integrante de un grupo de católicos ingleses que intentó asesinar al rey Jacobo I en la fallida “conspiración de la pólvora” de 1605, fue creada por el ilustrador inglés David Lloyd para el célebre cómic escrito por Alan Moore que fue adaptado con gran éxito comercial en el cine. Y tuvo una nueva resignificación en el activismo, primero a través del grupo de hackers Anonymous y luego en diferentes manifestaciones antisistema llevadas a cabo en todo el mundo. “Esa evolución del rostro de un conspirador a la máscara de un justiciero se fue dando en base a cómo pensamos el enmascaramiento dentro de distintas épocas y paradigmas sociales”, observa Umpierrez. “Ese ejemplo es apenas una de las tantas posibilidades de la evolución de la máscara en relación a la percepción humana”. 

Periodista. Redactor jefe de Ciclosfera y colaborador de la emisora de radio El Destape y de La Agenda de Buenos Aires, ha trabajado en medios como Agencia Télam, Clarín y Radio Nacional y publicado en revistas como Los Inrockuptibles, Rolling Stone y El amante. También ha codirigido la película Ocio (2010) y escrito diversas obras teatrales.

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